Daria Serenko, poetisa, militante, artista y cofundadora de la Resistencia Feminista contra la Guerra.13-2-2022. Foto: Chloé Sharrock/Myop para Le Monde.
Daria Serenko, militante y poetisa rusa de 30 años, dirige desde Georgia una red feminista que se opone a la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania. Para ella, es importante que los rusos se liberen de sus prejuicios coloniales.
Mediapart, 9-4-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa, 11-4-2023
Desde el ataque de Vladimir Putin a Ucrania en febrero de 2022, la activista feminista, poetisa y profesora de literatura Daria Serenko tuvo que exiliarse para proseguir una lucha que se ha vuelto imposible en una sociedad militarizada.
Desde Georgia, esta mujer de 30 años, originaria de Omsk (Siberia) y que vivía en Moscú durante diez años, dirige el movimiento Resistencia Feminista contra la Guerra, que coordina la acción de militantes tanto dentro como fuera de Rusia.
Ella puede hablar abiertamente, pero no así sus camaradas en su país, que tienen que trabajar en la clandestinidad. Partisanas en el sentido ruso, explica, que actúan de forma clandestina. Durante su estadía en Francia, le concedió una entrevista a Mediapart desde Toulouse, donde fue invitada por la Universidad de Toulouse-Jean-Jaurès y el departamento de Haute-Garonne.
–¿Cómo empezó a militar?
Empecé mi actividad política hace nueve años, sobre todo después de la primera invasión rusa de Ucrania y la anexión de Crimea en 2014 y, enseguida, seguí con acciones feministas. Pero Resistencia Feminista contra la Guerra quedó realmente formalizada tras la segunda invasión, el 24 de febrero de 2022.
Todos estos años me he centrado mucho en cuestiones de violencia de género: violencia doméstica, violencias sexualizadas. Y ahora me intereso mucho por la violencia doméstica sexista en tiempos de guerra, porque la violencia de género y la violencia militar se entrecruzan. Son cuestiones transversales.
-Antes de iniciar la guerra contra Ucrania, ¿hubo, por parte de Vladimir Putin, una guerra contra las minorías sexuales, las mujeres o LGBT+?
Creo que todo es más complejo. La guerra de Putin contra Ucrania es una guerra colonial. Y para llevarla a cabo, es necesario crear un enemigo interno con el fin de desviar la atención de la gente. Para ello, creó el famoso conjunto de “valores tradicionales”, como él los llama. Por lo tanto, las personas LGBT+, las mujeres, todos los grupos vulnerables se convierten en enemigos internos, porque somos las personas que hacemos que los crímenes de Putin sean visibles.
-Desde Georgia, ¿cómo se organiza el movimiento feminista de resistencia contra la guerra?
Hay que entender que somos un movimiento horizontal y descentralizado. Nuestras militantes trabajan en Rusia. Hay también militantes en otros 22 países. Nos comunicamos constantemente dentro de esta red. Cualquier acción que emprendamos en Rusia es discutida previamente con las militantes que están en Rusia.
Somos un movimiento de partisanas, en el sentido ruso, es decir subterráneo, clandestino. Nuestras militantes en Rusia se ocultan la cara para permanecer en el anonimato, porque hoy en día en Rusia te pueden perseguir y torturar por distribuir volantes contra la guerra. Y si eres mujer, también puedes sufrir abusos sexuales por parte de la policía.
En cambio, las militantes que salieron de Rusia aparecen con el rostro descubierto, públicamente. Nosotras movilizamos los recursos y gestionamos las contraseñas, todo lo electrónico. Tenemos nuestro propio sistema de seguridad, del que no puedo decir nada más.
-Si miramos desde Francia, tenemos la impresión de que la sociedad rusa es o muy apática o muy pro-Putin. ¿Cuál es exactamente la situación?
En cada entrevista me hacen esta pregunta: ¿por qué no manifiestan los rusos? Normalmente son periodistas de países democráticos los que me hacen esta pregunta. No pueden imaginarse lo que es para una mujer en una manifestación tener a cinco policías detrás. No pueden imaginarse lo que es que a un padre lo condenen a dos años de cárcel porque su hija hizo un dibujo contra la guerra en clase de artes plásticas. Y esto es algo que ocurre desde hace veinte años.
Por supuesto, una parte de la sociedad apoya a Putin. Pero en tiempos de dictadura, no se pueden hacer verdaderos estudios sociológicos. Cualquier estimación es hipotética. Alrededor de un millón de personas han salido de Rusia desde el inicio de la movilización y se trata solamente de personas que tenían la posibilidad de abandonar el país. Se ha realizado un recuento de las manifestaciones y, según este recuento, no ha pasado ni un solo día en Rusia sin que se haya producido algún tipo de manifestación contra la guerra.
Mucha gente no comprende lo que es un poder como el nuestro. Piensan que si hay millones de personas en las calles, algo va a cambiar. Pero tomemos el ejemplo de Bielorrusia. Un millón de personas salieron a la calle, pero luego Putin envió a sus fuerzas y la revolución no tuvo lugar.
-¿Los occidentales no han sido demasiado complacientes con el régimen de Putin durante años?
La reacción después de 2014 fue insuficiente. Las sanciones no fueron lo suficientemente fuertes ni eficaces. Muchos países siguieron manteniendo relaciones comerciales y diplomáticas, e incluso le vendieron armas a Rusia. Rusia es un agresor y un criminal de guerra, y lo ha hecho contando con un cheque en blanco del resto del mundo. Mucho me temo que en algún momento los países occidentales, y Europa en particular, dejen de apoyar a Ucrania. Lo temo, porque será el fin para Ucrania, pero también para la sociedad civil rusa.
-¿Qué opina de los intercambios que mantiene con el público cuando está en Francia?
Hay una idea que va emergiendo poco a poco en Europa: habría que enviar menos armas a Ucrania. Se trata de una postura que se puede encontrar, por ejemplo, en Alemania, y que considera que se debería negociar más y que no se deberían utilizar los impuestos [de los ciudadanos] para comprar armas y enviarlas a Ucrania. Esto me recuerda las situaciones de violencia doméstica, en las que los vecinos pueden oír lo que ocurre al otro lado de la pared, pero no quieren inmiscuirse.
¿Han creado vínculos con los movimientos feministas ucranianos?
En este momento, no es posible tener una relación realmente enriquecedora, es imposible. Lo respetamos. Después, a título personal, tenemos algunas relaciones con feministas ucranianas que están dispuestas a comunicarse con nosotras.
Apoyamos las reivindicaciones de las feministas ucranianas, especialmente sus reivindicaciones sobre política internacional, y reconocemos que, como feministas rusas, el imperio también forma parte de nosotras, que nuestro componente imperial es casi parte de nuestro cuerpo. Cuando las feministas ucranianas nos critican, trabajamos sobre nosotras mismas y consideramos que esas críticas son importantes.
-¿Qué quiere decir con “hacer un trabajo sobre nosotras mismas”?
Rusia debe descolonizarse, y no se trata sólo de las antiguas repúblicas soviéticas, sino también de la relación entre el centro y las repúblicas nacionales, que tienen identidades étnicas diferentes. Trabajamos mucho con movimientos antiguerra decoloniales.
Muchos de nosotros, que crecimos en Rusia, sabemos muy poco sobre las diversas guerras coloniales, como en Chechenia y en Siria. Hoy estamos aprendiendo más. Esta autoeducación es un proceso continuo. Se trata de saber, pero también de solidaridad para poder actuar en consecuencia.
¿Cuál es el impacto de la guerra en la sociedad rusa, a más de un año de la invasión del 24 de febrero de 2022?
No podemos hablar de una sociedad homogénea. La guerra afecta sobre todo a los más vulnerables. En las élites, la guerra no ha tenido casi ningún impacto. En el caso de las mujeres y de las familias numerosas, los pobres son cada vez más pobres. Cada vez hay más personas en estado de supervivencia.
Cada vez hay más pruebas de que los soldados que regresan de la guerra y que han cometido crímenes practican la violencia doméstica en su casa o consumen drogas, porque todos vuelven con síndrome postraumático. Este ciclo de violencia no puede sino alimentarse a sí mismo. Muchos de los hombres enviados al frente ya eran violentos antes de la guerra. Por ejemplo, la empresa Wagner recluta en las cárceles a hombres que a menudo han sido condenados por violencia doméstica o por el asesinato de sus cónyuges.
Para mí, como feminista, esto es una prueba de que todas las formas de violencia están estrechamente relacionadas, porque la guerra es la manifestación extrema del patriarcado.
* François Bougon, periodista, dirige la sección internacional de Mediapart.
–La entrevista tuvo lugar por videoconferencia el jueves 30 de marzo, mientras Daria Serenko se encontraba en Toulouse. La traducción [al francés] fue realizada por Adèle Tobin. Agradecemos la ayuda de Natacha Laurent, profesora de la Universidad de Toulouse-Jean-Jaurès, historiadora de Rusia y de la Unión Soviética.