Foto: Stefan Jeremiah / AP
Las protestas estudiantiles propalestinas se extienden pese a la represión.
Dan La Botz
International Viewpoint, 29-4-2024
Traducción de Federico Rivera
Correspondencia de Prensa, 4-5-2024
Miles de estudiantes de decenas de campus de Estados Unidos participaron en abril, y siguen haciéndolo hoy, en protestas pro Palestina que en algunos casos desembocaron en brutales represiones policiales, detenciones y suspensiones o expulsiones de la universidad.
Las protestas comenzaron en la Universidad de Columbia, se extendieron después a otras universidades privadas de élite como Yale y Harvard, y a la Universidad del Sur de California, pero pronto incluyeron universidades estatales como los campus de la Universidad de California en Berkeley y Los Ángeles y la Universidad de Michigan, En Columbia, en la Universidad Emory de Atlanta y en la Universidad de Texas en Austin, la policía antidisturbios disolvió campamentos en los campus, golpeó y detuvo a estudiantes. En algunos campus, la policía también detuvo a profesores.
El movimiento estudiantil comenzó como una manifestación de solidaridad con el pueblo palestino, pidiendo un «alto el fuego ya» y el fin de la financiación estadounidense del ejército israelí. Rápidamente, los estudiantes exigieron también que sus universidades desinvirtieran de las empresas israelíes, especialmente de los servicios de inteligencia y los fabricantes de armas, y algunos pidieron también que se pusiera fin a los vínculos académicos con instituciones israelíes. Los estudiantes levantaron tiendas de campaña y acamparon en las plazas universitarias, participando en protestas pacíficas. No cometieron actos violentos, no causaron daños materiales y apenas interrumpieron el funcionamiento de la universidad. Muchos de los manifestantes eran palestinos y judíos, pero también de otras nacionalidades.
Los presidentes de las facultades, otros administradores universitarios, políticos y algunos medios de comunicación calificaron las manifestaciones de antisemitas, afirmaron que intimidaban y amenazaban a los estudiantes judíos y que eran violentas. El presidente de la Universidad de Columbia, Dr. Nemat Shafik, fue el primero en llamar a la policía, lo que provocó palizas y detenciones, indignando a los estudiantes y a muchos miembros del profesorado. Cientos de personas fueron detenidas en diversos campus de todo el país. Aunque sin duda hubo algunos comentarios antisemitas, fueron raras excepciones y las manifestaciones eran fundamentalmente antisionistas y no amenazaban a los estudiantes judíos.
«Los estudiantes están aquí porque llevan más de 200 días viendo cómo se desarrolla un genocidio. Porque la gente está cansada de ver cómo golpean, detienen, suspenden y expulsan a sus amigos por atreverse a usar su voz para poner fin a la complicidad de su universidad con el sistema», afirma Cyn, estudiante de la UC Berkeley. «Cada año nuestras universidades envían millones y millones de dólares a empresas que fabrican armas y equipos de vigilancia utilizados para acosar, intimidar y brutalizar a los palestinos, y luego nuestras universidades vuelven esas mismas tácticas contra nosotros. Nuestra solidaridad con todos los que luchan por una Palestina libre».
Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, en un movimiento político chocante y sin precedentes, fue a la Universidad de Columbia y habló, llamando a los manifestantes pro-Palestina «una turba» que había amenazado a estudiantes judíos y «apoyado a terroristas.» Exigió al presidente de la Universidad de Columbia, Shafik, que controlara las protestas o dimitiera. Los senadores republicanos Tom Cotton, de Arkansas, y Josh Hawley, de Misuri, pidieron el envío de tropas para aplastar las protestas pro palestinas en el campus.
Siguen produciéndose otras protestas que exigen un alto al fuego inmediato y el fin de la financiación estadounidense a Israel, como a la que yo me uní, una protesta celebrada frente a la casa en Brooklyn del líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, que bloqueó una importante vía pública y se saldó con 300 detenidos.
A pesar de la represión, los estudiantes parecen decididos a continuar las protestas y a obligar a sus universidades a desinvertir en Israel y a impedir que su gobierno ayude al ejército israelí. Pero las clases terminan en mayo. ¿Adónde irá el movimiento? Algunos planean ir a la Convención del Partido Demócrata en Chicago del 19 al 22 de agosto. ¿Será otro 1968?
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En todo el país, los estudiantes ocupan sus universidades. Se multiplican las detenciones. Exigen que las universidades corten sus relaciones financieras con Israel o con empresas vinculadas al Estado hebreo.
Mathieu Magnaudeix
Mediapart, 26-4-2024
Traducción de Correspondencia de Prensa, 4-5-2024
En el campus de Emory, en los suburbios de Atlanta (Georgia), una mujer se acerca a los policías. Están evacuando una tienda de campaña instalada en el patio de la universidad. Ella les pregunta qué están haciendo. Da unos pasos más y se agacha. Un policía la agarra. La maltrata y la tira al suelo. La esposan y su cabeza golpea el suelo. Ella grita: «¡Soy profesora! Se llama Caroline Fohlin: es una reputada especialista en la historia del sistema financiero. «Son unos fascistas», gritan los manifestantes..
En otro video, otra mujer, esposada, es conducida por un policía. «Lo siento, ¿qué puedo hacer por usted?», le pregunta el camarógrafo. «Llame al departamento de filosofía, dígales que me detuvieron. Soy la jefa del departamento». Esta señora de voz tranquila se llama Noëlle McAfee. Irónicamente, su trabajo académico se centra en la forma en que Estados Unidos, desde el 11-S, se ha encerrado en una «patología», la de la «guerra sin fin contra el terrorismo».
En el espacio de unas horas, el jueves 26 de abril, estas escenas fueron vistas millones de veces en las redes sociales. Junto con muchas otras, ya se han convertido en un símbolo de la represión generalizada en los campus estadounidenses: en una semana, más de 550 personas -estudiantes, manifestantes y profesores- han sido detenidas, según Reuters.
Estas detenciones, a menudo brutales, fueron condenadas por la ONG Human Rights Watch y por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), una poderosa organización estadounidense de defensa de los derechos humanos. En Atlanta, donde a los manifestantes pro-Gaza se unieron activistas contra la violencia policial -que llevan años denunciando la construcción actual de «Cop City», un vasto centro de entrenamiento policial- la policía utilizó pistolas paralizantes (Taser) y gases lacrimógenos: la policía habla de «gas irritante», pero el uso de una pistola paralizante está documentado. Al menos 28 personas fueron detenidas en Emory el jueves, según el presidente de la universidad.
«Se trata de un claro giro hacia el autoritarismo, que abre un contexto incendiario a pocos meses de las elecciones presidenciales de noviembre», explica a Mediapart la historiadora estadounidense Sylvie Laurent, profesora de Sciences Po Paris. Pedir a la policía, cuyos métodos son bien conocidos en Estados Unidos, que entre en un campus y detenga a estudiantes, en su inmensa mayoría absolutamente pacíficos, es algo nunca visto. En 1970, cuatro estudiantes fueron asesinados por la Guardia Nacional en el campus de la Universidad de Kent, y fue un trauma. Porque los estudiantes estadounidenses tienen derecho a manifestarse, a la protección de su libertad de expresión e incluso a ocupar su universidad. Aquí, claramente, la negación de la democracia procede de las autoridades.»
Esta feroz represión fue autorizada por la dirección de la universidad. Su objetivo es intentar frenar una movilización creciente: después de la Universidad de Columbia en Nueva York, donde 108 estudiantes fueron detenidos el 18 de abril por acampar en el césped de la universidad, y a la que enviaron unidades antiterroristas, numerosas acampadas se han extendido como la pólvora por los campus estadounidenses.
Ellas y ellos protestan contra la guerra en Gaza, en un país donde el apoyo inquebrantable de la administración Biden al gobierno israelí de Benyamin Netanyahu está alimentando una inmensa cólera, a pocos meses de su duelo electoral de alto riesgo ante Donald Trump. También exigen que sus universidades, financiadas en gran parte por el sector privado y donantes, cesen todo vínculo financiero con el Estado de Israel o sus partidarios.
«Biden provocó un incendio», comentó en X Edward Snowden, quien revelara información sobre la agencia de inteligencia estadounidense (NSA) y que ahora se encuentra refugiado en Rusia, y publicó en su cuenta X un mapa de las protestas universitarias.
Acampadas y detenciones en todo el país
La lista de movilizaciones y acampadas es impresionante. En Los Ángeles, 93 personas fueron detenidas en el campus de la Universidad del Sur de California. El campamento instalado en el Emerson College de Boston (Massachusetts) fue evacuado y hubo 108 detenidos. Se produjeron unas cincuenta detenciones en la Universidad de Austin (Texas), una gran ciudad progresista del muy conservador estado sureño de California.
En los últimos días, los estudiantes han manifestado e intentado instalar campamentos en las prestigiosas universidades de Princeton (Nueva Jersey), Harvard (Massachusetts), Cornell (estado de Nueva York), NYU (ciudad de Nueva York), Yale (Connecticut) y Northwestern (Illinois). La movilización también se ha extendido a campus más pequeños en Indiana y Ohio (dos estados del Medio Oeste), Pennsylvania (en el noreste del país), Florida y Missouri (en el sur).

Estos estudiantes se movilizan al llamado de grupos vinculados a la Voz Judía por la Paz (Jewish Voice for Peace), un movimiento de judíos «progresistas y antisionistas» fundado en 1996, que desde hace más de seis meses organiza importantes manifestaciones contra el apoyo estadounidense a las masacres de Israel en Gaza; la coalición Estudiantes por la Justicia en Palestina (Students for Justice in Palestine), que cuenta con más de 200 secciones en todo Estados Unidos; y organizaciones más recientes como IfNotNow, un grupo de judíos de izquierda cuyos orígenes se remontan a 2014, durante la anterior guerra de Israel en Gaza.
La entrega masiva de armas a Israel, autorizada por el presidente demócrata Joe Biden, alimenta evidentemente su indignación. Denuncian el apartheid en Israel y Palestina, exigen un alto el fuego inmediato y el fin del «genocidio» en Gaza.
Pero sus demandas son más amplias. Siguiendo los pasos del movimiento BDS (Boicot, Desinversiones, Sanciones), que ha sido sancionado por treinta Estados norteamericanos, también exigen -en algunos casos desde hace años- que sus universidades cesen toda relación con empresas u organizaciones vinculadas, ya sea estrecha o remotamente, con el Estado de Israel.
Según una cifra pública divulgada por Associated Press (AP), cien universidades estadounidenses declararon haber realizado donaciones o firmado contratos con el Estado de Israel durante las dos últimas décadas, por un total de 375 millones de dólares. Estas cifras no son muy precisas, dice AP, porque no están detalladas. «El BDS, afirma Sylvie Laurent, se está convirtiendo en un punto de confluencia».
En Columbia, los estudiantes piden el fin de todos los vínculos financieros, la supresión de la oficina de cooperación de la universidad en Tel Aviv y de un programa de doble diploma con la Universidad de Tel Aviv. En Princeton, quieren un «boicot académico a Israel y a las universidades israelíes, incluido el fin de los programas de estudios en el extranjero con la Universidad de Tel Aviv y la Universidad Hebrea de Jerusalén». Los de la Universidad de Michigan denuncian las inversiones de su universidad, a través de fondos financieros, en empresas militares que fabrican drones, aviones militares F-35 y equipos de reconocimiento facial utilizados por Israel.
En Atlanta, la ciudad de Martin Luther King, donde los negros constituyen la mitad de la población y donde la cuestión de la violencia policial ocupa un lugar central, exigen que se ponga fin a los programas que vinculan a determinados centros de estudios universitarios especializados en el mantenimiento del orden con las policías estadounidense e israelíes, colaboraciones que, según ellos, «refuerzan las estructuras globales de opresión».
Los estudiantes del prestigioso MIT de Cambridge, Massachusetts, publicaron los nombres de los investigadores cuyas investigaciones están financiadas por el Ministerio de defensa israelí.
«Desinversión»
Frente a instituciones universitarias que cuentan con impresionantes tesoros de guerra («endowments»), la demanda de «desinversión» tiene una larga historia en los campus estadounidenses, cuando los estudiantes quieren enfrentarse a sus instituciones por sus opciones éticas. Como señala Sylvie Laurent, «para los miles de estudiantes movilizados, el primer interlocutor no es Biden, sino su universidad en tanto que institución. Las universidades son cajeros automáticos, empresas privadas extremadamente lucrativas y capitalísticas. Los estudiantes pagan muy caro su educación. Por eso, sus reivindicaciones se dirigen ante todo a ellas».
En los años 80, los estudiantes exigieron que las universidades cortaran sus nexos con la Sudáfrica del apartheid -bajo la presión de los estudiantes, Columbia vendió sus acciones en Coca-Cola, Ford y Mobil. Desde hace una década, los grupos de estudiantes han pedido a sus universidades que dejen de financiar las energías fósiles, a veces con cierto éxito.
Al mismo tiempo, como señala el New York Times, la gestión del patrimonio de las universidades está cada vez más financiarizada, ya que ésta se confía en gran medida a gestores de fondos que invierten a su vez en una serie de productos financieros. Esto hace que las inversiones de las universidades sean aún más difíciles de rastrear.
Por ahora, las universidades resisten en gran medida a las reivindicaciones. Les dicen a sus estudiantes que están comprometidas con la «libertad académica», la promoción de «valores inclusivos» y el rechazo de las «presiones políticas». En Washington, una organización judía del campus de la American University, Hillel, considera que estos llamados a la desinversión «banalizan la retórica del odio», en consonancia con muchos grupos pro-Israel en Estados Unidos.
«La misma ultraderecha que no vio nada malo en que la extrema derecha coreara consignas antisemitas en 2017, al inicio del mandato de Trump, emprendió una cruzada contra las universidades», observa Sylvie Laurent. Ha impuesto un macartismo que aterroriza a los órganos directivos y de gestión de las universidades y los obliga a incumplir las obligaciones básicas de las universidades para con sus estudiantes» La movilización en los campus es lo suficientemente preocupante para el actual gobierno israelí como para que Benyamin Netanyahu se haya pronunciado: el miércoles 24 de abril publicó un video en inglés en el que denunciaba las «turbas antisemitas que han tomado por asalto universidades de primera línea». Los estudiantes propalestinos tienen la intención de continuar sus movilizaciones. En la página web de Mondoweiss, Maryam Iqbal, responsable del grupo local de Estudiantes por Palestina en Columbia, se felicita: «Nunca había visto semejante ímpetu».