Un policía enmascarado vigila en Puerto Príncipe, Haití. Johnson Sabin / EPA
International Socialism Project, 27-3-2024
Correspondencia de Prensa, 30-3-2024
Las bandas armadas han invadido Haití, matando, secuestrando, robando y violando para tomar el control. Sin embargo, no se trata de matones callejeros ordinarios. La etiqueta «paramilitares» los describe mejor. Su creciente poder es el resultado de la larga colaboración entre redes (a menudo superpuestas) de empresarios, políticos, traficantes de armas, traficantes de drogas y ex policías para mantener por la violencia el statu quo social de Haití. Juntos, la élite gobernante ha utilizado durante mucho tiempo a las bandas armadas «para intimidar a la oposición, justificar sus políticas y recaudar dinero y votos».
Ahora estas milicias, que han bloqueado carreteras, tomado puertos clave y cerrado el aeropuerto principal, han adquirido el poder suficiente para lograr la caída del gobierno oficial. Y desde que (el no elegido y corrupto) primer ministro Ariel Henry anunció finalmente el 12 de marzo que su tambaleante gobierno dimitiría del poder, estas bandas tomaron el control del país. Sus miembros aumentaron recientemente después de que unos pandilleros armados protagonizaran dos fugas de prisiones liberando a unos 5.000 reclusos. Algunos de ellos exigieron formar parte de cualquier «gobierno de transición» que sustituya a Henry.
El riesgo de hambruna se cierne, ya que casi la mitad de los haitianos sufren «hambre aguda». Las reservas de sangre y otros suministros cruciales de los hospitales se han agotado. La mayoría de las estaciones de servicio se están quedando sin combustible.
La población de Puerto Príncipe, aterrorizada, ha quedado atrapada en el interior de sus hogares debido a los tiroteos intermitentes que se producen. Excepto para los pocos haitianos que poseen un avión privado o que pueden permitirse pagar un billete de 10.000 dólares en un helicóptero privado, es prácticamente imposible salir de Haití.
El gobierno estadounidense ha proporcionado, por supuesto, helicópteros para transportar a sus propios ciudadanos en una situación que pone en peligro sus vidas. Pero los haitianos que intentan huir en barco son interceptados y devueltos inmediatamente por los guardacostas estadounidenses. NBC News informó sobre la retorcida lógica de la política estadounidense: «El Departamento de Seguridad Nacional dijo en un comunicado que las interceptaciones en el mar se llevan a cabo para preservar la vida humana disuadiendo a los haitianos de emprender un peligroso viaje por mar».
¿Es Haití un país «ingobernable»?
Los principales medios de comunicación han difundido durante mucho tiempo la mentira de que la población de Haití es la culpable de su condición de nación más pobre del hemisferio occidental. Por ejemplo, tras el devastador terremoto que asoló Haití en 2010, The New York Times afirmó: «El deseorden reinante desalentó las inversiones empresariales que podrían reconstruir las infraestructuras y crear puestos de trabajo.»
En realidad, afirmar que Haití es un «Estado fallido» e ingobernable constituye una excusa adecuada para que Estados Unidos intervenga regularmente. Al igual que los colonizadores europeos afirmaron que estaban en una «misión civilizadora» cuando invadieron, ocuparon y saquearon naciones negras y mestizas durante siglos, el objetivo declarado de Estados Unidos de «ayudar» a Haití es, a todas luces, igualmente falso. EE.UU. ha controlado el destino de Haití durante más de un siglo, y la construcción de una auténtica democracia nunca ha estado en la agenda de EE.UU.
Como explicó recientemente el periodista haitiano Garry Pierre-Pierre, cuando le preguntaron: «¿Por qué Haití es ingobernable?», su respuesta fue muy clara:
“La respuesta es que es por naturaleza. Así está dispuesto. Haití no está gobernado por personas de raza negra electas. Está gobernado por una pequeña camarilla de familias oligarcas que emigraron a Haití. Se les conoce como BAM BAM, fonéticamente en criollo «Gimme, Gimme». El acrónimo significa las familias Brandt, Acra, Madsen, Bigio, Apaid y Mevs.
… Estas familias controlan el 90% de la riqueza de Haití y dan la apariencia de que Haití es un país gobernado por negros, cuando en realidad controlan prácticamente todos los negocios y entidades de Haití. Permiten que exista la clase política para proteger sus estrechos intereses personales.”
Esta oligarquía está compuesta por las seis familias mencionadas anteriormente, originarias de Europa y Medio Oriente, cuyos antepasados emigraron a Haití a finales del siglo XIX y principios del XX para buscar fortuna. Aunque ha habido ocasionales matrimonios mixtos, tienen la piel muy pálida y se consideran «blancos» en un país donde el 99% de la población desciende de esclavos negros.
Esta pequeña oligarquía mantiene bajo control a los dirigentes políticos de Haití, instalándolos y luego destituyéndolos cuando ya no les son útiles. Pero este control sólo existe con el consentimiento de sus antiguos amos coloniales. Como declaró el politólogo Frédéric Thomas a Le Monde en una entrevista de 2022, «la alianza entre la oligarquía haitiana y las antiguas potencias coloniales, Francia y Estados Unidos, está en el origen de la ‘desgracia haitiana’«.
El precio pagado por la rebelión de los esclavos de Haití
Francia fue el primer colonizador de Haití. Conquistó el territorio en 1697 tras luchar contra España y lo bautizó con el nombre de Saint Domingue. Saint Domingue pronto se convirtió en la colonia más rica del Imperio francés, gracias a la explotación despiadada de la mano de obra esclava africana. Francia introdujo 800.000 esclavos, casi el doble que la mucho mayor Norteamérica. El brutal sistema de plantaciones francés costó la vida a muchos esclavos, pero resultó muy lucrativo para los esclavistas franceses, que acabaron produciendo el 40% del azúcar y el 60% del café importados por Europa.
Pero la población esclavizada de Santo Domingue se rebeló en masa en 1791, lo que condujo a una guerra prolongada en la que los insurrectos lucharon y derrotaron no sólo a las tropas francesas, sino también a las enviadas allí por las potencias imperiales británica y española que pretendían hacerse con el control. (El ejército de Napoleón perdió más tropas en Haití que en Waterloo).
La República de Haití emergió finalmente triunfante el 1 de enero de 1804, única rebelión de esclavos victoriosa de la historia moderna.
Pero Haití pagó un precio muy alto por humillar al Imperio francés y, con ello, a todo el sistema colonial. Los propietarios de plantaciones estadounidenses estaban aterrorizados ante la posibilidad de que la revolución de Haití inspirara otras rebeliones de esclavos, y Estados Unidos se negó a reconocer oficialmente a Haití hasta 1862, cerca del final de la Guerra de Secesión.
Francia aceptó reconocer a Haití sólo si accedía a pagar indemnizaciones exorbitantes a sus antiguos propietarios de esclavos. En 1825, Francia envió una escuadra de buques de guerra a las costas de Haití y amenazó con otra invasión si el joven gobierno haitiano no accedía a su ultimátum. En dólares de hoy, la cantidad pagada por Haití a su antiguo amo colonial se estima en 560 millones de dólares.
De esta manera, Haití quedó económicamente estrangulado desde su nacimiento. La enorme deuda que tenía con Francia era mucho mayor de lo que podía permitirse, por lo que contrajo una «doble deuda»: el importe de las propias reparaciones y la cantidad que tuvo que pedir prestada a los bancos franceses (con intereses, por supuesto) para pagar dichas reparaciones.
Durante sus primeros 100 años, la deuda de Haití impidió invertir en la construcción de infraestructuras básicas como sistemas de alcantarillado y canalizaciones de agua. Asimismo, su gobierno y sus instituciones educativas padecieron la falta de inversión. Mientras la gran mayoría de los haitianos se debatía en la pobreza, surgió una pequeña élite que ejerció una influencia desmesurada en el gobierno -un caldo de cultivo para el tipo de corrupción que hoy aplasta a Haití.
Estados Unidos como amo imperial de Haití
Estados Unidos se convirtió en el siguiente amo colonial de Haití. El ejército estadounidense invadió y ocupó Haití entre 1915 y 1934, ostensiblemente para ayudar a restablecer la «estabilidad» tras el asesinato del entonces presidente Vilbrun Guillaume Sam. Pero Estados Unidos permaneció en Haití durante los 19 años siguientes, mucho más tiempo de lo que indicaba su pretensión inicial.
Y, como informó Al Jazeera, «durante su permanencia en Haití, las fuerzas estadounidenses supervisaron abusos generalizados de los derechos humanos y la implantación de una «corvée», un sistema de trabajos forzados a veces comparado con la esclavitud». Al Jazeera también señaló que «los soldados estadounidenses llegaron incluso a sustraer importantes fondos del Banco Nacional de Haití, llevándoselos a Nueva York».
Antes de que Estados Unidos retirara su ejército de Haití, los marines crearon la Garde d’Haiti, para supervisar los intereses estadounidenses en su ausencia.
Desde entonces, Estados Unidos ha intervenido directa e indirectamente en Haití para servir a sus intereses, a menudo haciendo que otros, desde la CIA a las Naciones Unidas (ONU), hicieran el trabajo sucio. Su historial de intervención incluye:
– Instalando y apoyando las sucesivas dictaduras de François «Papa Doc» Duvalier, a partir de 1957, y tras su muerte en 1971, la de su hijo Jean-Claude «Baby Doc». El dúo padre e hijo gobernó a través de sus escuadrones de la muerte paramilitares personales, infamemente conocidos como los Tonton Macoute. Papa Doc gobernó con mano de hierro, como lo describió el Washington Post,
«robando millones de dólares en dinero público y ayuda internacional, mientras gobernaba mediante elecciones falsas y el terror». Un levantamiento popular derrocó a Baby Doc en 1986, y éste voló al exilio en la Riviera francesa, transportado en un avión de las Fuerzas Aéreas estadounidenses -su maleta Louis Vuitton aparentemente repleta de 120 millones de dólares en efectivo».
– Los años que siguieron al derrocamiento de Baby Doc estuvieron llenos de agitación política en medio de una lucha por el poder, con una serie de golpes de Estado y una sucesión de presidentes de corta duración.
– En 1990, Jean-Bertrand Aristide, un sacerdote de los barrios marginales, fue elegido por dos tercios de los votos al frente del movimiento populista Lavalas. Prometió una era de reformas, pero tuvo pocas oportunidades de aplicarlas antes de que un golpe militar le derrocara. Los militares tomaron las riendas del poder durante los tres años siguientes. Estados Unidos envió 20.000 soldados para ayudarlo a volver al poder, mientras que una operación paralela de la ONU de «fuerzas de paz», apoyada por Estados Unidos, ocupó Haití desde 1993 hasta 2000. Después de un período más agitado, Aristide fue reelegido en 2000. Pero para entonces ya había sido suavizado para apoyar algunas políticas neoliberales clave. También formó una milicia privada para protegerlo mientras aplastaba a la oposición.
– Aristide fue derrocado de nuevo por un golpe de Estado en 2004, orquestado por EE.UU., que lo ayudó a escapar de Haití. La ONU dirigió una ocupación de «mantenimiento de la paz» mediante la fuerza militar conocida como MINUSTAH, que se retiró en 2017 en medio de acusaciones de conductas sexuales inapropiadas contra las mujeres y niñas que debían proteger.
Indicios de la descomposición en defensa de los «intereses» de EE.UU.
Pero la oligarquía haitiana salió casi indemne de las décadas de caos político descritas. Cabe preguntarse cómo y por qué fue protegida mientras que el gobierno oficial haitiano no ha sido más que una puerta giratoria de presidentes.
Wikileaks permitió esclarecer los pactos entre bastidores entre Estados Unidos y otros agentes de poder en la política haitiana, utilizando la prueba irrefutable de las palabras «de boca de caballo» (de fuentes oficiales, ndt).
Por ejemplo, en 2010, Haití sufrió el terrible terremoto mencionado anteriormente, que mató a más de 200.000 personas, y dejó un saldo de 300.000 heridos y 1,5 millones de desplazados. Como era de esperar, Estados Unidos respondió enviando 20.000 soldados y formando un bloqueo naval que impidió la llegada de ayuda humanitaria y médica de emergencia procedente de todo el mundo. Dos años después, medio millón de haitianos seguían viviendo en tiendas de campaña. ¿Qué pasó con todas las donaciones económicas?
La reportera de Haití Liberté Kim Ives describió cómo los cables de Wikileaks desenterraron indicios de la intromisión estadounidense:
– Los cables revelan cómo Estados Unidos actuó en connivencia con los capitalistas del desastre que acudieron en masa a Haití… cómo los contratistas estadounidenses hacían cola en «una fiebre del oro» para conseguir una parte de los 10.000 millones de dólares de ayuda prometidos a Haití. Personajes como el general Wesley Clark venían a dar conferencias de prensa y a ponerse al frente de las empresas que aspiraban a esos contratos.
– Los cables demuestran que la burguesía haitiana transformó a la policía del país en su propio ejército privado. Compraron armas para la policía y esencialmente le ordenaron que vigilara sus fábricas y depósitos. La élite haitiana acudió a la embajada estadounidense para que se hiciera cargo de la entrega ilegal de armas a la policía.
– En estos cables también descubrimos que Estados Unidos sabía que había una camarilla de criminales dentro del gobierno de facto que establecieron tras el golpe de 2004. Los cables admitían que en el centro «había un pequeño nexo entre narcotraficantes e infiltrados políticos que controlan una red de policías corruptos y bandas responsables de cometer secuestros y asesinatos».
Wikileaks también aportó pruebas de que, tras el terremoto de 2010, Estados Unidos interfirió directamente en las elecciones presidenciales de Haití. En Democracy Now, la académica haitiano-estadounidense Jemima Pierre argumentó: «En realidad, Hillary Clinton voló a Haití y cambió el resultado de las elecciones, en las que Michel Martelly, del partido político PHTK, no pasó a la primera vuelta, pero Estados Unidos obligó al consejo electoral haitiano a que sí lo hiciera, a que lo situara en la segunda vuelta».
De este modo, con Lavalas impedido de presentarse tras el derrocamiento de Aristide y una participación inferior al 20% del electorado, Estados Unidos prácticamente aseguró la victoria a Martelly, un neoduvalierista, en la segunda vuelta electoral.
Pierre también argumentó que el llamado «Grupo Central» constituyó durante la ocupación de la MINUSTAH, «un grupo no elegido de funcionarios occidentales, incluido Brasil, que dirigió el brazo militar de la ocupación en 2004 bajo Lula, que controlaba todas las acciones en Haití, incluso el nombramiento del primer ministro, Ariel Henry, tras el asesinato de Jovenel Moïse».
A finales de 2022, el ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá ofreció otra visión de la estructura de poder haitiana en la sombra cuando anunció la adopción de la inusual medida de sancionar a dos oligarcas haitianos, Gilbert Bigio, conocido como la persona más rica de Haití, y el magnate de los seguros Sherif Abdallah, como «miembros de la élite haitiana que brindan apoyo financiero y operativo ilícito a las bandas armadas».
La declaración del gobierno canadiense continúa así,
“Canadá tiene razones para creer que estas personas están utilizando su condición de miembros de alto nivel de la élite económica de Haití para proteger y permitir las actividades ilegales de bandas criminales armadas, incluso mediante el blanqueo de dinero y otros actos de corrupción.
Estas bandas y sus partidarios siguen aterrorizando impunemente a las poblaciones vulnerables de Haití y están agravando una crisis humanitaria en el país que incluye el resurgimiento del cólera. También están cometiendo actos de violencia incalificables, incluida violencia sexual generalizada, contra las poblaciones afectadas e impidiendo la prestación de servicios críticos y ayuda humanitaria.
Las sanciones impuestas por Canadá buscan presionar a los responsables de la violencia y la inestabilidad constantes en Haití.”
Unos meses más tarde, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) publicó los resultados de su encuesta sobre estos dos oligarcas haitianos y su papel en la financiación de bandas armadas, así como sobre los bancos y bufetes de abogados estadounidenses que trabajan para ellos. Pero la investigación también reveló que estos dos funcionaban técnicamente como diplomáticos: Abdallah para Italia durante más de una década y Bigio para Israel durante dos décadas (aunque Israel haya sustituido desde entonces a Bigio por su hijo Reuven).
Ambos ejercían en calidad de «cónsules honorarios», un estatuto que les confiere el derecho a proteger muchas comunicaciones y propiedades de los registros ante las fuerzas del orden. «Muchos de los que controlan la economía en Haití son también cónsules honorarios», explicó el profesor universitario Jean-Vernet. «La policía no allanará sus casas ni sus lugares de trabajo porque creen que están protegidos en su condición de miembros del consulado honorario. Tienen inmunidad diplomática».
Ahora las pandillas han vuelto para morderlos
Haití no fabrica armas y, sin embargo, los paramilitares que actualmente campan a sus anchas pueden conseguirlas fácilmente. Todas las pruebas disponibles apuntan a la oligarquía, ayudada y secundada por diversas instituciones estadounidenses. Ya en la década de 1950, Bigio habría importado subfusiles Uzi de Israel para la dictadura de «Papa Doc».
Algunos de los mismos líderes de las bandas haitianas que ahora ocupan un lugar destacado en los medios de comunicación han servido a la clase de las élites de Haití. Jimmy «Barbecue» Chérizier, que fuera miembro de la policía nacional haitiana pero que fue expulsado por participar en una masacre, afirmó que encabeza una «revolución» en Haití.
Guy Philippe, como explicó Pierre,
“fue entrenado por los EE.UU. en Ecuador y pasó mucho tiempo entrenando y viviendo y entrenando en la República Dominicana. Así pues, en el período previo al golpe de Estado contra Aristide en 2004, lo que teníamos era – todo el otoño de 2003, Guy Philippe y sus grupos armados saqueaban, cruzaban la frontera y atacaban comisarías de policía, etcétera. Por aquel entonces, lo que es fascinante, si busca en las noticias, los medios de comunicación occidentales lo presentaban como un luchador por la libertad. Era el héroe que se alzaba contra el malvado Aristide, según Occidente. Y por eso lo apoyaron. Y él diría más tarde que en realidad era financiado por la CIA”.
Estados Unidos mantuvo entonces a Philippe en la cárcel durante seis años acusado de narcotráfico. Cuando fue liberado, aterrizó de nuevo en Haití en noviembre de 2023, y ahora afirma que se presenta como candidato a la presidencia en medio de la agitación actual.
Pierre añadió que «trabajó con Estados Unidos para destituir de hecho a nuestro presidente electo. Y así, tenemos que estar muy atentos a lo que EE.UU. nos presenta, a lo que los principales medios de comunicación nos presentan como real cuando sabemos que la situación está en realidad muy controlada por EE.UU. y el Grupo Central en Haití.»
Pero es posible que la oligarquía y Estados Unidos hayan perdido en realidad el control de las mismas fuerzas en las que se han apoyado para mantener el statu quo en Haití durante décadas. La estrategia de Estados Unidos en Haití ha demostrado ser un desastre, y ahora se ha visto obligado a buscar una solución temporal; la más reciente ha sido conseguir la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU para que una fuerza de Kenia ocupe Haití. Pero Kenia no está dispuesta a desplegar tropas en Haití mientras no haya un gobierno real en el país.
Nadie sabe qué puede ocurrir a continuación. Pero algo es seguro, como señaló Pierre: «Sabemos que se trata de un problema muy complejo que tiene mucho que ver con el golpe de 2004, pero que también ha sido perpetuado por la oligarquía y Estados Unidos, que trabajan juntos para mantener la inestabilidad en Haití, de modo que podamos decir que Haití es ingobernable y que tenemos que ir a salvarlo».
Por el momento, esa estrategia resulta contraproducente.
La pregunta que debería plantearse es ¿cómo puede considerarse a Haití un «Estado fallido» si nunca se ha permitido al pueblo haitiano controlar su propio destino?
* Sharon Smith, es autora de Subterranean Fire: A History of Working-Class Radicalism in the United States (Haymarket, 2006), edición en castellano Fuego subterráneo. Historia del radicalismo de la clase obrera en los Estados Unidos (Editorial Hira, Euskadi, 2015) y Women and Socialism: Class, Race, and Capital (revisado y actualizado, Haymarket, 2015). Integra el colectivo International Socialism Project y reside en Chicago