Red Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas (RSISL), 23-1-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa, 7-2-2023
El nuevo informe, “Trabajadores palestinos: Covid-19, Trabajo y Sindicatos en Cisjordania y la Franja de Gaza” (*), pone de relieve las múltiples formas en que los trabajadores palestinos fueron afectados por la pandemia, al tiempo que eran sometidos a un trato inhumano frente al apartheid israelí. Con una perspectiva centrada en el trabajo, esta investigación pretende recopilar las repercusiones de la pandemia en estos trabajadores y sus familias y cartografiar las diversas respuestas de los militantes sindicales y los sindicatos.
Los efectos profundos del COVID-19 sobre las condiciones laborales y los trabajadores golpearon al mundo de forma desigual. El impacto de la pandemia en Palestina es especialmente significativo debido a su “economía cautiva”, fragmentada y subdesarrollada, resultado de décadas de ocupación.
La vida en Palestina ha estado regida por severas restricciones a la circulación, restricciones a la entrada de productos en los territorios palestinos ocupados, una elevada tasa de desempleo (45% en Gaza en 2019) y una gran cantidad de empleo informal. El sector de la construcción “es notoriamente explotador y peligroso para los trabajadores palestinos, con una regulación o supervisión mínimas”. Una encuesta realizada en 2017 por el Ministerio de Trabajo reveló que el 70% de los andamios utilizados en las obras de construcción israelíes no cumplen las normas de seguridad exigidas. La negligencia de los contratistas y del gobierno israelí está directamente relacionada con las lesiones y muertes de los trabajadores palestinos. En 2019, de las 40 muertes por accidentes laborales en el sector de la construcción israelí, 33 fueron palestinas. Esto revela la división del trabajo dentro del sector; mientras que los palestinos tienen empleos en los puestos de trabajo más peligrosos, los ciudadanos judíos israelíes ocupan puestos de dirección, de ingeniería y de planificación.
El informe explica cómo la pandemia agravó las condiciones de trabajo en Palestina, sometida a la ocupación israelí y al régimen de apartheid. Afirma que Palestina es un país que ha evolucionado en el contexto de una “economía cautiva” y subdesarrollada que ha soportado décadas de ocupación militar israelí y colonialismo de asentamientos. El hecho de adoptar una perspectiva centrada en la mano de obra local, cambia la narrativa basada en la idea de “dos bandos diferentes del conflicto” para centrarse en las desigualdades estructurales de clase arraigadas en la sociedad israelí.
Con la firma de los Acuerdos de Oslo, y la trampa de la soberanía que estos indujeron, el control de Cisjordania permaneció -a menudo indirectamente- en manos de Israel. La distribución económica sigue esta fragmentación geográfica y política y los principales sectores permanecen en manos israelíes. Esta mínima redistribución del poder significa que la mayor parte de la economía palestina sigue estando esencialmente “cautiva”. El Protocolo de París de 1994, o Protocolo sobre Relaciones Económicas entre Israel y la OLP, tuvo un impacto desequilibrado, e imposibilitó que Palestina desarrollara relaciones comerciales significativas con terceros países. Además, este protocolo le daba a Israel la última palabra sobre lo que Palestina podía importar o exportar. El control israelí sobre las importaciones farmacéuticas es un ejemplo evidente: impide que la economía palestina acceda a importaciones más baratas procedentes de otros países.
La economía palestina ha llegado a estar tan intrínsecamente ligada a la economía israelí que resulta difícil describirla como una economía individual. La mano de obra palestina ha sido integrada en la economía israelí como fuente de mano de obra barata; los palestinos constituyen la mayoría del sector de la construcción. Así, los palestinos cubren ahora la escasez de mano de obra creada por el servicio militar obligatorio en Israel. Cuando escuchamos decir que la economía israelí va bien, debemos recordar que esto se explica en parte por el crecimiento de la “economía cautiva” de Palestina.
Además, la mayor parte de la ayuda al desarrollo que se le otorga a Palestina se recicla en la economía israelí debido a la dependencia de los palestinos de los bienes y servicios israelíes. Los proyectos de reconstrucción y recuperación priorizan las infraestructuras de seguridad en vez de los servicios humanos. Esto crea una espiral de retroalimentación positiva en la que los palestinos proporcionan una fuente de mano de obra barata y no protegida para el desarrollo israelí, sin que los trabajadores dispongan de los ingresos, la vivienda, la educación o la atención sanitaria necesarios para encontrar empleos más estables y con contratos formales a nivel microeconómico, o para atraer más oportunidades a Palestina a nivel macroeconómico.
Esto significa que en 2020, el sector laboral palestino ya era frágil, con una debilidad estructural arraigada que le impedía ser resistente ante las múltiples crisis. Las medidas adoptadas como respuesta a la pandemia tuvieron un efecto devastador en las condiciones de trabajo de los palestinos: el desempleo aumentó considerablemente; las restricciones a la circulación hicieron que el acceso a la ayuda, al trabajo y a los servicios resultara inexistente; los suministros sanitarios y farmacéuticos fueron restringidos severamente por Israel y el sector educativo se vio gravemente afectado.
Conociendo las condiciones existentes de trabajo precario y las restricciones a las importaciones antes del Covid-19, podemos entender mejor por qué y cómo los impactos del Covid-19 fueron tan graves en Palestina. En 2020, 1 de cada 8 trabajadores palestinos trabajaba en asentamientos israelíes. Durante los numerosos confinamientos, a menudo fueron vilipendiados como portadores de enfermedades y aquellos que trabajaban en la salud continuaron su trabajo sin contratos, salarios fiables ni protecciones básicas. Además, el 61% de las personas con ingresos en Cisjordania y el 31% en la Franja de Gaza, que son pilares económicos, no recibieron ningún salario durante el bloqueo de la primavera de 2020. Al examinar Covid-19 como un amplificador de las vulnerabilidades preexistentes, este informe sitúa la crisis actual en un contexto histórico y estructural. La atención prestada a las condiciones precarias de los trabajadores palestinos contribuye a aclarar la complejidad de la crisis en lugar de descartarla por considerarla “demasiado difícil”.
Pese a las condiciones de vida inhumanas agravadas por los efectos desiguales de la pandemia, los palestinos siguen defendiendo sus derechos y organizándose. La organización de los trabajadores y la sindicalización han aumentado, y existen pruebas de un aumento del peso del sindicalismo entre los trabajadores y de los movimientos de cambio social después de la pandemia.
El informe utiliza el prisma del trabajo para explorar la dinámica del poder social y resulta útil incluso cuando se aplica más allá de Palestina. Este trabajo muestra claramente que es imperativo centrarse en las realidades vividas y tener en cuenta la dinámica del poder socioeconómico para permitir la comprensión y la puesta en práctica del cambio.
En conclusión, la fragmentación geográfica y política del pueblo palestino ha dado lugar a una economía palestina sometida a la economía israelí. Esta “economía cautiva” genera malas condiciones de trabajo y muy poco margen de maniobra y de autosuficiencia. Esta situación se ve reforzada por la expansión colonial israelí y la destrucción de infraestructuras vitales, como hospitales y pozos de agua.
Esto crea un círculo vicioso en el que gran parte de la ayuda destinada a la Autoridad Palestina se recicla en la economía israelí, ya que Palestina compra sus productos en Israel. Esta vulnerabilidad se vio agravada por la pandemia de Covid-19, lo que provocó un mayor “deterioro” de las condiciones de trabajo y de la viabilidad socioeconómica de los palestinos. Sin embargo, los trabajadores palestinos no permanecieron pasivos y respondieron creando y formando sindicatos y movimientos sociales, los que a menudo tienen fuertes vínculos con los movimientos feministas palestinos.
* El informe completo en inglés puede leerse aquí.