Gérard Gourguechon y Christian Mahieux*
Les Utopiques N° 27, publicación de la Union Syndicale Solidaires
Correspondencia de Prensa, 30-10-2024
Este artículo apareció en Les utopiques 1 n°27. Este texto se basa en los documentos elaborados por la Union nationale interprofessionnelle des retraité⸳es Solidaires (UNIRS) y en las contribuciones en respuesta al llamamiento lanzado en el seno de Solidaires el pasado mes de julio. Se enriquece con los escritos de otros y otras camaradas, porque no nos parece útil reescribir cosas que ya han sido muy bien expresadas. No pretendemos abarcar todas las cuestiones de actualidad, pero nos gustaría destacar algunas de ellas.
La extrema derecha a la cabeza de las elecciones del 9 de junio
Empecemos cronológicamente por las elecciones europeas del 9 de junio de 2024, en las que la extrema derecha salió muy por delante de los “partidos de gobierno” que fracasaron, incluido el del presidente de la República. La izquierda estaba dividida. La NUPES2, que había sido presentada por algunos⸳as como una nueva esperanza y una renovación, se había disuelto en una serie de candidaturas aisladas: el Parti Comuniste Français, luego los Ecologistes, después Place publique con el Parti Socialiste, y finalmente France Insoumise. La noche de las elecciones europeas, Jordan Bardella, cabeza de lista del Rassemblement National (RN), apoyándose en sus resultados, pidió al presidente de la República que disolviera la Asamblea Nacional para “no permanecer sordo al mensaje enviado por el pueblo francés”. Aunque no tenía ninguna obligación constitucional de hacerlo, el presidente de la República, para sorpresa de casi todo el mundo, incluidos los de su propio bando, decidió disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas anticipadas.
Las elecciones legislativas
La idea de que Francia pudiera ser dirigida por un gobierno de extrema derecha chocó a algunos sectores de la población. Las elecciones legislativas se celebraron en dos vueltas, el 30 de junio y el 7 de julio de 2024. Muy poco después del anuncio de la disolución, los partidos de izquierda, que acababan de romper la NUPES, se reagruparon y acordaron rápidamente un programa electoral, probablemente más de oposición que de gobierno, y un reparto de circunscripciones para evitar competir en el terreno electoral. Además de los ex NUPES (FI, Ecologistes, PCF, PS), el Nouveau parti anticapitaliste (NPA) se unió a la alianza electoral denominada Nouveau front populaire (NFP); Lutte ouvrière (LO) presentó sus propios candidatos. La noche de la primera vuelta, las listas de la extrema derecha del Rassemblement National se impusieron en un gran número de circunscripciones. Si nuestro sistema electoral constara de una sola vuelta, el RN habría tenido una mayoría muy amplia en la Asamblea Nacional. Si el reparto de escaños fuera proporcional a los resultados nacionales de cada partido, el RN habría sido de mucho la primera fuerza en la Asamblea Nacional.3
Dentro de la Union syndicale Solidaires, el debate se organiza a través de varios comités nacionales, para clarificar nuestra posición. La Union nationale interprofessionnelle des retraité⸳es Solidaires (UNIRS) debatió la cuestión el 18 de junio. Se decidió llamar a un bombardeo contra la extrema derecha y sus aliados y seguir planteando nuestras reivindicaciones inmediatas de transformación social. Una minoría recomendó pedir el voto para el Nouveau front populaire. Entre las dos vueltas, el “aluvión republicano” contra la extrema derecha se puso parcialmente en marcha entre los y las candidatas del NFP, algunos macronistas y, a veces, Les Républicains, la derecha oficial. Al final de la segunda vuelta, para sorpresa de todos y todas, fue el NFP que obtuvo más votos, delante del antiguo bando del presidente de la República y luego del Rassemblement national. Al final, el bombardeo republicano funcionó en parte, y gracias a las retiradas y al voto mayoritario, el 37%4 de los votos emitidos por los y las electoras de extrema derecha sólo dieron el 25% de los-as diputados⸳as5. Fue un suspiro de alivio.
La izquierda se convirtió en la mayor minoría parlamentaria6, el “centro” aguantó mejor de lo que podía esperar y Macron, que ya aplicaba en parte las políticas del RN sobre inmigración y educación con el pretexto de desarmarla mejor, salió debilitado, pero aún con el segundo grupo parlamentario más numeroso. Sin embargo, la izquierda no debería estar eufórica y actuar como si el programa del NFP hubiera sido aprobado por la mayoría relativa de los franceses y francesas7: del mismo modo que los y las votantes de izquierdas que han votado a un candidato centrista o de derechas para vencer al RN no se han convertido en macronistas, los y las votantes que han venido de las derechas o del centro no por ello adhieren al programa del NFP habiendo votado a sus candidatos, en contra del RN. Y nadie debe actuar como si la cuestión del RN hubiera quedado zanjada de una vez por todas.
El Gobierno sustituye al Gobierno a la espera de un Gobierno
Después vino la fase de nombramiento de un nuevo Primer ministro. Según la costumbre, el actual Primer ministro, Gabriel Attal, presentó su dimisión al presidente de la República. Macron se negó. Otro asombro. El hecho es que todo esto parece estar autorizado por la Constitución, cuyo artículo 8 establece que “El presidente de la República nombra al Primer ministro. Cesará en sus funciones cuando el Primer ministro presente la dimisión del Gobierno. A propuesta del Primer ministro, nombra a los demás miembros del Gobierno y pone fin a sus funciones”. ¡Durante semanas tendremos un Gobierno dimisionario que gestionará la actualidad, que crea embrollos institucionales que deberían escandalizar a más de uno⸳a y que, finalmente, “pasan”: los ministros que han dimitido, pero siguen en funciones se han convertido al mismo tiempo en diputados⸳as! El primer ministro interino, Gabriel Attal, ¡era también jefe del grupo presidencial en la Asamblea Nacional! Se trata de una grave violación de la separación de poderes, que es el fundamento mismo de la República burguesa: los y las diputadas ocupan los puestos de ministro que gestionan los asuntos corrientes, es decir, siguen aplicando la política puesta en marcha desde 2017….
El programa, nada más que el programa… ¿Pero cómo?
El resultado es un nuevo embrollo del que es difícil extraer visiones claras. Algunos miembros de LFI actúan como si hubieran obtenido mayoría absoluta en las elecciones y anuncian que aplicarán su programa, todo su programa y nada más que su programa. Otros, en el NFP, creen que será necesario discutir con parlamentarios ajenos al NFP debido a la ausencia de mayoría en la Asamblea Nacional, a riesgo de ser calificado inmediatamente de “traidor social” por los primeros⸳as citados⸳as. Podemos ver fácilmente que, en la situación actual, no es posible que el NFP gobierne solo. Por ejemplo, para derogar la reforma de las pensiones de 2023, sólo se puede hacer mediante una ley, un nuevo decreto no puede poner en cuestión el decreto de aplicación de una ley. Es imposible hacer inaplicable la ley de 2023 mediante un nuevo decreto; salvo que no se respete la Constitución de la V República, de lo que no habla ningún grupo parlamentario. Para aprobar una nueva ley harían falta al menos 289 diputados⸳as y el NFP está lejos de eso. Lo que sería posible sería reducir algunos de los objetivos de la reforma, moderar su aplicación. Para evitar que se les tilde rápidamente de traidores, algunos hacen alarde de ello, actuando ya como si todos sus votantes estuvieran al 100% a favor del programa, mientras que, a veces, las elecciones son el resultado de una “retirada republicana”. La cuestión es cómo aplicar un programa que más de dos tercios de los ciudadanos y las ciudadanas no han aprobado. ¿Utilizando el artículo 49-38 de la siempre respetable Constitución de 1958?
El culebrón del nombramiento del Primer ministro
Mientras tanto, el grupo que quedó primero en las elecciones, el NFP, busca un candidato para el puesto de Primer ministro. Después de algunos roces entre miembros del NFP, después de que se propusieran varios nombres, después de que reaparecieran algunos codeándose, parece que se ha llegado a un acuerdo en el seno del NFP en torno a la persona de Lucie Castets, desconocida para el gran público. Al igual que para la elección de las y los candidatos a las elecciones legislativas, el reparto de las circunscripciones y el programa, una vez más hay que confiar en quienes se han puesto de acuerdo sobre el nombre, es decir, los cuatro partidos políticos que se han adelantado al nombre de Nuevo Frente Popular. Pero Macron, cuyo partido ha evitado lo peor gracias a la “retirada republicana”, actúa como si nada hubiera cambiado, y considera que sigue siendo su línea política la que debe aplicarse. Se anticipa a una posible futura moción de censura y, en nombre de la estabilidad institucional, se niega a designar al candidato del NFP. Incluso eligió a Bernard Cazeneuve, antiguo Primer ministro de François Hollande, actuando como si fuera el candidato del NFP, a pesar de que Bernard Cazeneuve había denunciado públicamente el acuerdo electoral que condujo a la formación del NFP. Inmediatamente, los medios de comunicación denunciaron la ambigüedad de la izquierda, que no quería llegar al poder; en realidad, Macron estaba haciendo todo lo posible para que la izquierda, aunque no fuera mayoritaria, no estuviera en condiciones de hacer nada. No corresponde a Macron anticipar una posible moción de censura contra un gobierno; corresponde a la Asamblea Nacional hacerlo, llegado el momento y cuando lo considere oportuno. Esto se está volviendo ubuesco (referencia a la obra Ubú Rey, de Alfred Jarry): Macron es, en virtud de la Constitución, el garante de las instituciones y del respeto a la Constitución, y es él quien está en el origen de la crisis institucional que atraviesa el país como consecuencia de su inoportuna disolución, ¡y luego viene y se cubre de estabilidad institucional para rechazar el veredicto de las elecciones! Vemos a Macron maniobrar para intentar construir una mayoría de derechas en torno a Renaissance (Ensemble pour la République). La derechista LR, que mantiene un grupo en la Asamblea Nacional, sube la apuesta afirmando que sólo gobernarán sobre su base. Unos pocos, en la derecha, quienes cuestionan una alianza con el RN pilotando un gobierno que podría contar con el apoyo, caso por caso, de diputados⸳as de derecha y centro (Renaissance incluido). La aclaración anunciada por Macron tendría éxito, sin duda no de la manera que él pretendía: todo el mundo vería que ese centro es ya la derecha, y que la extrema derecha es siempre una derecha con la que los jefes están muy contentos. En cualquier caso, el objetivo es evitar cualquier programa que ponga en tela de juicio, incluso en los márgenes, los beneficios y privilegios del capital. Y, para ello, las infracciones de la “democracia” no son un problema. Lo que siempre se nos presenta como racionalidad económica es la continuación y acentuación de las medidas adoptadas, en particular desde 2017, para concentrar el capital y los beneficios en manos de la minoría ya más rica. Oímos a Macron y a muchos representantes de los intereses del capital hablar de buscar compromisos, sabiendo que, por su parte, siempre hay un rechazo total a cualquier compromiso que recorte los beneficios: la economía está excluida del campo democrático, la economía se somete a las “leyes del mercado”, lo que significa que los más fuertes se comen a los más débiles.
Así que durante semanas hemos visto maniobrar a Macron, negándose a nombrar al candidato finalmente seleccionado por el NFP, la agrupación con mayor número de diputados⸳as. A pesar de las tensiones, el NFP resiste al tira y afloja y a la ruptura. Incapaz de aplicar su programa dada su falta de mayoría parlamentaria, el NFP, al negarse a cualquier compromiso, facilita a Macron la continuación de sus maniobras para reunir a todas las derechas. Durante semanas, continuarán las especulaciones sobre el “perfil ideal” para el Primer ministro. Vemos a algunos negarse, y a otros (a veces en los que nadie pensaba) hacer saber que están disponibles “para servir al país”. Lo que parece claro es que tras la segunda vuelta, dada la extrema tensión que apareció entre los distintos componentes del electorado, la urgencia de los que se habían autodenominado⸳as decir el “bando republicano”, el que había conseguido alejar el peligro del RN en el gobierno , debería haber sido, lógicamente, llegar a un acuerdo de gobierno para poner en marcha una política que aliviara esas tensiones (reducir las desigualdades económicas, sociales y culturales, escuchar a la población y a los organismos intermedios, restablecer los servicios públicos, entre ellos la escuela y la sanidad, en todos los territorios, etc.) ). Pero no se consiguió nada. Primaron los enfrentamientos partidistas y a corto plazo. Sin embargo, lo que debería prevalecer es la humildad. La división del espectro político en tres bloques debería obligarnos a debatir, a transigir y a escuchar. O bien, debemos decir alto y claro y explicar sin tregua que no hay solución progresista posible en el marco de las instituciones actuales, las de la Constitución que Mitterrand denunció como un “golpe de Estado permanente”9, antes de conformarnos, como quienes le sucedieron y aspiran a hacerlo hoy.
¡Habemus Primus ministro!
Tras 55 días sin gobierno, Emmanuel Macron ha optado por nombrar Primer ministro a Michel Barnier. Ha comenzado un nuevo periodo de espera, el de la formación de gobierno, con, una vez más, muchas especulaciones. Barnier, un hombre de derechas cuyo nombre no fue vetado por el RN, intenta encontrar una minoría de derechas que pueda aguantar unos meses. Para ello, Barnier tiene que encontrar un equilibrio para intentar ampliar su base parlamentaria. Este es todo el periodo de elección de ministros, secretarios de Estado, etc. La prensa y los comentaristas siguen diciendo tonterías. Después, el 1 de octubre, Michel Barnier hace su declaración de política general ante la Asamblea Nacional. El 2 de octubre, el Comité Nacional de la Union syndicale Solidaires hace balance:
“En su discurso de política general, Michel Barnier marcó el tono de la política del gobierno que dirige. Como era de esperar, confirmó la continuación de la política ultraliberal al servicio de los más ricos. Con el pretexto de reducir el déficit público, la agenda política incluye recortes récord en el gasto público y social. Esto supondrá nuevos retrocesos para los servicios públicos y los derechos de los trabajadores. Aunque ha anunciado su intención de gravar un poco más a los más ricos, de forma temporal, ¡la justicia fiscal está lejos de conseguirse! En cuanto a la reforma de las pensiones, dijo estar dispuesto a hacer ajustes, pero sin poner en entredicho el equilibrio financiero del sistema. Para Solidaires, no puede haber negociaciones al margen sin volver antes a la elevación de la edad legal de jubilación. Ampliación de la Renta de Solidaridad Activa (RSA) condicionada, reforma del seguro de desempleo bajo graves restricciones financieras o reanudación del examen del proyecto de ley de vivienda para vender viviendas sociales, aumento ampliamente insuficiente del salario mínimo apenas adelantado dos meses, participación en los beneficios, sistemas de incentivos… ha sido Macron quien ha redactado el discurso de Barnier.
El Primer ministro también ha hecho suyas varias ideas nauseabundas de la extrema derecha, optando en particular por convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios de los problemas sociales, como en materia de seguridad, con la prórroga de las medidas puestas en marcha para los Juegos Olímpicos, la revisión de la llamada cláusula de minoría y la puesta en cuestión de la Ayuda Médica del Estado (AME). Además, la composición de su gobierno envía una señal desastrosa sobre las mujeres y las personas LGBTQI. Las mujeres están relegadas en su mayoría a puestos subordinados. Además, seis ministros votaron en contra del matrimonio para todos, y uno se abstuvo. Varios ministros votaron en contra de consagrar la libertad de abortar en la Constitución. Para Union syndicale Solidaires, la llegada al gobierno de figuras tan reaccionarias es inaceptable. Las declaraciones de principio del Primer ministro a este respecto no inspiran ninguna confianza.
Sin embargo, el dinero está ahí: los beneficios de las grandes empresas francesas nunca han sido tan elevados y la riqueza nunca ha estado tan concentrada. Sin embargo, las desigualdades sociales aumentan y la bifurcación ecológica sigue retrocediendo. En este sentido, son especialmente preocupantes las declaraciones del Primer ministro alentando la energía nuclear, amenazando con los aerogeneradores y las medidas de lucha contra la artificialización del suelo”.
¿Y los sindicatos?
En una contribución escrita a principios de julio10, nuestro camarada Simon Duteil11 escribía: “Nosotros (los sindicatos) somos la fuerza social más organizada y con mayor presencia en el país, con capacidad de coordinación a todos los niveles. Organizamos a millones de trabajadores12. Por supuesto, hay una serie de estructuras, sobre todo colectivos y asociaciones, que trabajan a diario en barrios, pueblos, campos de deportes y con diferentes categorías de la población. Pero ninguna tiene el peso de los sindicatos. […] ¡Sindicalizar, sindicalizar, sindicalizar! ¿Estamos en el proceso de proporcionar información general a nuestros colegas, al público en general, en lugares donde no hay presencia sindical? Son tiempos peligrosos. Mucha gente se está dando cuenta de que aislarse ya no es una posibilidad, especialmente si eres un objetivo directo de la extrema derecha (mujer, racializado⸳a, LGBTQUIA+, antifascista…). Y ¿qué mejor herramienta para defenderte y luchar a diario en el trabajo que el sindicato? No hay que esperar, ahora es el momento de ofrecerse a afiliarse desde todos los ámbitos y de apoyar a los nuevos compañeros, incluso con mucha formación […]”.

Simon no quiere mitificar la fuerza del sindicalismo. Conocemos nuestras debilidades, pero el sindicalismo desempeña un papel central en la lucha por la emancipación social. En nuestra opinión, debe desempeñar este papel con total autonomía, lo que nunca ha significado no participar en la política. Al contrario, el sindicalismo es político; construye sus reflexiones políticas, sus acciones políticas, sus objetivos políticos, con total independencia porque es la única fuerza organizada sobre la única base de pertenecer a una clase social, la de los explotados⸳as. Nuestra autonomía como clase social implica que no estamos sometidos a los partidos políticos para hacer política. A la inversa, nunca ha significado que no debamos tener ningún contacto, ningún enfoque común con ellos. En este sentido, parte del debate sobre la necesidad de ir más allá de la Carta de Amiens (Octubre de 1906) no tiene mucho sentido. “La Carta de Amiens postula como principio una independencia de clase, una capacidad de la clase de los oprimidos∙as de tener su propio proyecto emancipador. De hecho, la independencia carece de sentido si la organización supuestamente independiente no tiene su propia visión, sus propias orientaciones estratégicas. La doble tarea a la que se refiere Fernand Pelloutier es una de las principales especificidades del sindicalismo revolucionario. Los modelos socialdemócratas, en sus versiones reformistas y/o radicales, como el laborismo, separan las esferas económica y política y delimitan ámbitos de competencia distintos para las organizaciones sindicales y las organizaciones políticas. […] Lo que ha cambiado desde 1906 es sin duda la pluralidad de actores. El sindicalismo ya no puede pretender ser autosuficiente y se ve obligado a aceptar trabajar con toda una serie de asociaciones y movimientos de lucha específicos. Por tanto, todo indica que es necesaria una confrontación en el seno del propio movimiento social para desarrollar nuevas perspectivas de transformación de la sociedad. Cada uno de nosotros, a partir de su realidad sociológica y de su experiencia, está en condiciones de aportar elementos que ayuden a construir el conjunto. En este contexto, la capacidad de la organización sindical, también basada en su realidad de clase, para desarrollar elementos de respuestas estratégicas es un reto. Se trata de un reto importante si se quiere que las respuestas del movimiento social estén ancladas en una perspectiva de clase. Este trabajo de desarrollo de los componentes del movimiento social no significa que los partidos y las corrientes políticas sean irrelevantes. Significa que los partidos políticos y los componentes del movimiento social aceptan, en la práctica, el pluralismo y la pluralidad de legitimidades13.
Nuestra clase social
La llamada a contribuciones lanzada en la Unión en julio se refería a la búsqueda de una serie de puntos de referencia que pudieran ayudarnos en nuestro posicionamiento colectivo. Hay uno de esos marcadores, que de hecho está en el origen de nuestra agrupación sindical, y que explica la esencia de nuestra creación como nueva estructura sindical en 1998. Este marcador común, que explica por qué existimos, es el deseo de independencia del aparato político. Nuestro sindicato se formó en tres etapas, que culminaron en un congreso constituyente en 1998. La primera etapa tuvo lugar en 1981, cuando diez sindicatos autónomos se unieron para rechazar el alineamiento de las confederaciones sindicales con el gobierno de izquierdas que llegó al poder el 10 de mayo de 1981, dándole vía libre y, en última instancia, dejándolo impotente frente a la patronal y el muro del dinero. Estas diez organizaciones llegaron a afirmar que querían hacer lo mismo que en 1936. Es más, la mayoría de ellas se habían creado a sí mismas eligiendo la autonomía en 1947/1948, en el momento de la escisión entre la CGT y la CGT/FO, negándose a elegir entre Moscú y Nueva York al comienzo de la Guerra Fría, negándose a alinearse con el PCF o con los demás, pero favoreciendo la unidad interna. La segunda etapa llegó en 1989, con la creación del SUD PTT tras la exclusión de la CFDT por huelga, en un momento en que había un gobierno de izquierdas (Mitterrand-Rocard), apoyado por la dirección de la CFDT, que no quería interferir en sus opciones políticas. La tercera etapa llegó en 1995-1996, con la huelga de finales de 1995 contra el plan Juppé de destruir la seguridad social, incluidos los hospitales públicos y las pensiones. La dirección de la CFDT (y también parte del PS) apoyó esta reforma, pero algunos sindicatos y federaciones de la CFDT se comprometieron plenamente con la huelga junto con la CGT, FO, FSU y el Grupo de los 10. Al final del conflicto, algunos equipos de la CFDT abandonaron la CFDT para crear sindicatos SUD y unirse a la agrupación sindical que estábamos construyendo, de nuevo por razones de independencia sindical del aparato político y la opción de dar prioridad a las reivindicaciones14.

No subcontratar nuestra política a los partidos
Durante el periodo que acabamos de atravesar, hemos mantenido debates sobre el posicionamiento de nuestro sindicato en relación con las recientes elecciones. No hemos oído hablar mucho de “Elections, piège à cons” (algo así como “elecciones, trampa para tontos”), que critica la delegación de poder por un sistema de democracia representativa. Estamos de acuerdo con el texto publicado en la página web syndicalistes.org15 el 12 de junio por Baptiste Pagnier, militante de la CGT en París:
“¿Por qué intervenir en el juego electoral, a pesar de la larga tradición del sindicalismo francés de distanciarse de las cuestiones políticas? Porque lo que está en juego es nada menos que la llegada al Gobierno de un partido abiertamente de extrema derecha, que pone en juego (entre otras muchas cosas) la propia supervivencia del movimiento sindical. Basta con pensar en el impresionante aparato represivo pacientemente construido en los últimos años, y en el uso que se haría de él si cayera en manos de la Agrupación nacional… No hace falta seguir hablando de los obstáculos a la democracia, las políticas racistas, la represión sin cuartel y los ataques sin cuartel a la fuerza de trabajo llevados a cabo por Macron en los últimos años: hemos estado en primera línea luchando contra ellos, y por lo tanto somos bastante conscientes de su magnitud. Pero estamos hablando aquí de un salto cualitativo potencial en la velocidad, la generalización y la violencia de la ofensiva reaccionaria si la extrema derecha ganara estas elecciones. Por no hablar del efecto liberador que tendría sobre la violencia policial y todas las fuerzas fascistas violentas extraparlamentarias, o sobre los empresarios que tendrían garantizada la total impunidad de nuestras organizaciones sindicales, etc. Por lo tanto, existe un verdadero desafío para frenar lo más posible a la extrema derecha en estas elecciones. No es que esto resuelva la situación política. Pero al menos ahorraría tiempo, nos daría un respiro antes de las próximas elecciones y, sobre todo, brindaría la oportunidad de recuperar el impulso de la victoria y algo de entusiasmo en el movimiento sindical.
Pero no nos hagamos ilusiones: sea cual sea el resultado de estas elecciones legislativas, después necesitaremos un movimiento sindical fuerte. Si gana la izquierda, necesitaremos un poderoso movimiento social para imponer reformas reales y empujarla a ir más allá de una agenda muy tímida (¿hace falta recordar que las conquistas de junio del 36 fueron logradas en gran parte contra el gobierno, por un movimiento obrero despertado y revigorizado por la victoria electoral de la alianza de la izquierda?) Si el partido presidencial conserva su mayoría, sólo un movimiento social aún más masivo que el de 2023 podrá frenar su deriva autoritaria y su voluntad de acabar con todos los derechos salariales. Por último, si gana la extrema derecha, tendrá vía libre para desplegar sus políticas racistas y ultracapitalistas. En cualquier caso, una derrota electoral de la extrema derecha no sería el final del camino: sus partidos están ahora firmemente arraigados a nivel local, con un gran número de activistas bien formados, y estarán mejor preparados para reaparecer en 2027.
Así que no hagamos falsas promesas: no todo se va a reducir a estas elecciones. No estamos aquí para pretender que el juego electoral es lo único que merece la pena. Sí, hay que reducir al máximo el número de escaños que irán a parar a la extrema derecha en la Asamblea, y enviar el mayor número posible de diputados de izquierdas (por blandos que sean). Pero no debemos hacer de esto la única carta que podemos jugar: el impulso de las próximas semanas debe utilizarse para lanzar un esfuerzo a largo plazo, que es la única manera posible de dar la vuelta a las cosas. Trabajo a largo plazo para prepararse para lo peor: gane o no la extrema derecha las próximas elecciones, no estará lejos del poder, y tenemos que empezar a pensar ya en qué pasaría con nuestras organizaciones bajo un régimen autoritario, cómo continuar nuestras actividades militantes, cómo hacer frente al aumento de la represión, etcétera. Pero también tenemos que trabajar a largo plazo para prepararnos para lo mejor: promover la ambición sindical de una transformación social radical, basada en una ampliación de la seguridad social y una ruptura ecológica con el pasado. Porque ése es el objetivo que perseguimos, y porque para derrotar la visión social racista de la extrema derecha, necesitamos oponerle otras aspiraciones y otros proyectos susceptibles de suscitar entusiasmo. Estas dos vertientes deben mantenerse unidas, y abandonar una de ellas sería condenarnos a la impotencia. En términos muy concretos, ambas requieren un esfuerzo masivo de sindicalización, un impulso decidido y proactivo para llegar a los empleados no sindicados, redoblar el trabajo de organización y movilizar ampliamente a los equipos de activistas.
Todo ello implica no malgastar energías. Las reuniones simbólicas de partidarias y partidarios convencidos pueden ser útiles para influir en la unión de las fuerzas de izquierda, pero no convencerán a los votantes y rara vez nos permitirán organizar a futuros activistas. Si participamos, debe ser con vistas a celebrar debates para “tomar la temperatura” de los presentes y demostrar que nuestros sindicatos son una salida concreta para la voluntad de movilización. Pero la eficacia de nuestra acción en las próximas semanas dependerá ante todo del tiempo que dediquemos a aquellos a los que no solemos ver: sindicalistas y sindicatos que están fuera de la vida de la organización y a los que hay que volver a movilizar, pero también asalariados no sindicados y desiertos sindicales -normalmente en sectores feminizados- en los que nunca se oirá una voz de izquierdas.
Existe el riesgo de que las fuerzas sindicales se limiten a apoyar el impulso generado por los partidos políticos, delegando en ellos la función de dar impulso y producir eslóganes. Esto sería caer en la ilusión de que las elecciones son autosuficientes. Una vez más, no se puede detener a la extrema derecha de la noche a la mañana. El auge del fascismo es también producto del debilitamiento del movimiento sindical, de su incapacidad para adaptar sus estructuras para organizar a los trabajadores de hoy y ofrecer una perspectiva emancipadora que sea unificadora y creíble […]”.
Siendo realistas, sabíamos que el resultado de las elecciones parlamentarias podría ser con toda seguridad un gobierno de extrema derecha, dada la actual correlación de fuerzas ideológica y cultural. Siendo realistas de nuevo, dado que el actual sistema democrático nos permite más o menos elegir el gobierno al que nos vamos a enfrentar, mejor elegir uno que se presente como lo menos agresivo posible hacia nuestras reivindicaciones. Por eso la posición mayoritaria de nuestro Sindicato, ni un voto para la extrema derecha, parece un buen equilibrio. Algunos camaradas y algunas estructuras han argumentado que el riesgo de que la extrema derecha se hiciera con el gobierno era un acontecimiento excepcional que justificaba que pidiéramos abiertamente el voto para el Nuevo Frente Popular. Pero pedir el voto para el Nuevo Frente Popular era pedir el voto para un aparato sobre el que, colectivamente, no teníamos ningún control16; era también permitir a algunos creer que podían contar con nuestro apoyo. Vimos cómo la NUPES, que también habían entusiasmado a algunos y algunas camaradas, estallaba por los aires. Una minoría propuso incluso unirse al Nuevo Frente Popular, integrándose en él como organización sindical. Es decir: renunciar a nuestra capacidad colectiva autónoma de reflexión, desarrollo y acción, para ponernos al servicio de cuatro partidos políticos que ya habían decidido sin nosotros (ni otros movimientos sociales) los puestos a repartir, obviamente, pero sobre todo el programa, y por tanto las reivindicaciones; NFP que, posteriormente, nunca se apartó de esta visión vertical, excluyente, y por tanto antidemocrática, de la política. De acuerdo con los principios a los que decimos referirnos actualmente, los de la autonomía del movimiento obrero (sabiendo que siempre es posible cambiarlos tras los debates en nuestros equipos sindicales), tenemos que intentar salvaguardar la autonomía de nuestra organización sindical, es decir, no limitar sus posibilidades de elección futura mediante una decisión que la vincule a través de un compromiso sobre el que no tendría ningún control.

El movimiento sindical no siempre ha seguido un planteamiento delegativo que disociara las cuestiones sociales de las políticas. Ha logrado sus grandes victorias estructurales en los momentos en que no ha delegado la acción política en los partidos, los representantes electos y los empresarios, y cuando ha competido con ellos en los hechos por el ejercicio del poder. Tenemos un buen ejemplo de ello con la creación de la Seguridad Social y los servicios públicos. Cuando hablamos del programa del Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), olvidamos el proceso que lo hizo posible. Durante la guerra, las “élites” quedaron desacreditadas y el movimiento popular sustituyó a las instituciones que colaboraban. El pueblo tomó el poder e imaginó una sociedad diferente. También ocupó el lugar del ejército y llevó a cabo una labor legislativa. En este contexto, la CGT, e incluso la CFTC, cuando contribuyeron a elaborar el programa de la CNR, no se preguntaron si se dedicaban al sindicalismo o a la política. En aquel momento, la división de papeles no existía. Sindicatos, asociaciones, partidos y movimientos eran puntos de entrada específicos para contribuir a la construcción política de la sociedad en su conjunto. En este sentido, la Resistencia no fue sólo una lucha victoriosa contra los ocupantes nazis, sino un gran momento del ejercicio del poder y de la transformación de la sociedad por y para el pueblo en su conjunto. Y la vuelta a la normalidad, a la que una gran parte del movimiento obrero contribuyó en gran medida en aquel momento, marcó el final de los avances logrados. Esta división del trabajo tampoco existía en la época de la Primera Internacional, cuando sindicalistas, activistas comunitarios y políticos -e incluso una banda de música- se reunían codo con codo en pie de igualdad. Pero esta dimensión autogestionaria ha sido ocultada por la historia oficial, y esta omisión contribuye a mantener la idea de que los explotados sólo pueden delegar su poder en especialistas políticos.
Volvamos al verano de 2024. La emergencia era que la extrema derecha no estuviera en la Asamblea Nacional. Para todos aquellos para quienes este era el objetivo prioritario, los numerosos repartos de octavillas sindicales en estaciones, de metro o de autobús, pueblos, empresas, mercados, etc., fueron mucho más útiles, en términos de público alcanzado y de impulso creado, que las discusiones sobre el eslogan correcto a repetir entre nosotros. Una vez más, lo importante era disponer de una herramienta sindical común eficaz, no ganar una pseudo batalla interna, sin impacto concreto. El compromiso de tantos equipos de Solidaires (¡y no sólo de Solidaires!) durante las semanas de junio y julio nos lleva a preguntarnos: ¿por qué no va a ser posible a largo plazo? Es esencial si queremos combatir a la extrema derecha: no puede limitarse a unos pocos días en época electoral. Tenemos que recuperar el terreno: la cuestión de la hegemonía cultural (la ideología dominante) es importante, pero ocupar el terreno, el terreno, es una parte importante.
En este periodo, sin duda debemos evitar que la intersindical, que ganó una relativa credibilidad y legitimidad durante el conflicto de la primavera de 2023 contra la reforma de las pensiones, se vea envuelta en rencillas partidistas y tome partido en la competición entre los establos por el acceso al poder institucional, sabiendo que algunos de ellos ya se están posicionando para las próximas elecciones, en particular las próximas elecciones presidenciales, fijadas normalmente para 2027. A corto plazo, debemos seguir insistiendo en nuestras reivindicaciones urgentes, sin olvidar que nuestro objetivo común es también la satisfacción de todas nuestras demandas y la transformación social. Todo lo que se pueda ganar vale la pena: cualquier aumento del SMIC (salario mínimo), cualquier mejora del poder adquisitivo, cualquier retroceso en la reforma de las pensiones, etc. Esta no es la orientación del gobierno Barnier, pero estamos hablando de lo que queremos imponer a través de la relación de fuerzas, lo que también puede tener consecuencias para la vida del gobierno, dada la situación parlamentaria. A medio plazo, se trata de obtener avances sociales más significativos y de allanar el camino a otros avances sociales: derecho de veto para los trabajadores, trabajadores y sus organizaciones sindicales en los Comités Sociales y Económicos (CSE), restablecimiento de los Comités de Salud, Seguridad y Condiciones de Trabajo (CHSCT) y de los Delegados de Personal, un reparto diferente de la riqueza producida, servicios públicos accesibles a todos, en todo el territorio y que cubran un campo de actividad más amplio que el actual, etc. Esto implica un equilibrio de poder ideológico y político que aún no se ha logrado. Los sindicatos tienen mucho que hacer en materia de organización para mejorar la conciencia de clase en el mundo del trabajo. A largo plazo, tenemos que invertir el equilibrio de poder entre el capital y el trabajo, y eso significa cuestionar la total libertad de movimiento del capital, sin límites ni controles, en todo el mundo. Es a través de estas libertades que el capital es capaz de poner en competencia todas las fuerzas de trabajo nacionales, así como todos los sistemas sociales y todas las regulaciones sanitarias, medioambientales y fiscales. Al mismo tiempo, tenemos que abordar las cuestiones de los bienes comunes gratuitos para todos, la autoorganización, la erradicación de todas las formas de discriminación, etc. Todavía estamos lejos de ganar la batalla cultural para aplicar estas reformas revolucionarias. Esto nos muestra también el trabajo que debe realizar nuestra organización sindical: organización, sindicalismo cotidiano, formación sindical, internacionalismo, etc.
Contra la extrema derecha
Durante años hemos redactado comunicados de prensa y folletos, pero con demasiada frecuencia se guardan en los locales sindicales y no se distribuyen. Con demasiada frecuencia, el discurso sindical se basa principalmente en principios morales: no está bien odiar a los “otros”. O informamos sobre la realidad de la extrema derecha en la historia, en la historia de Francia, en la realidad de otros países, pasados y presentes, repasando las fechorías y las dramáticas consecuencias para muchas personas. Nos damos cuenta de que estos discursos no son suficientes, como tampoco lo es el trabajo realizado para abrir los ojos a nuestros conciudadanos mostrándoles la realidad de los votos de la extrema derecha en Francia y en Bruselas, votos totalmente contrarios a su discurso actual, que parece abierto a las cuestiones sociales e incluso societales. Repetir que votar RN es inmoral o absurdo y contrario a los intereses del pueblo no basta, evidentemente, para evitar que el 37% de los votos emitidos por los electores vayan a la extrema derecha. Es un fracaso cuando vemos que, incluso entre las personas que se identifican como cercanas a una organización sindical, hay ahora un porcentaje significativo de personas que también se declaran cercanas a la extrema derecha. Y esto también es cierto en el caso de Solidaires. Así es como podemos entender que tras las fuertes revueltas lideradas por los Gilets Jaunes17 y después de la fuerte protesta contra la reforma de las pensiones en la primavera de 2023, oposición liderada por una intersindical unida, ¡los resultados electorales se midan principalmente con el RN! Para algunos, ¡la extrema derecha parece ser la salida a las luchas! Lo que tomamos por un no-argumento, a saber que nunca los hemos probado, sigue significando que hemos probado a todos los demás… y que todos los demás han decepcionado, traicionado, fracasado, etc. ¿Cómo podemos creer que todos los partidos que han decepcionado, mentido, traicionado, fracasado, etc., se han transformado y que ahora debemos confiar en ellos?
“No partimos de cero: se ha hecho mucho trabajo durante décadas, en particular por nuestra comisión antifascista, pero también por y dentro de VISA (Vigilance et initiatives syndicales antifascistes). Pero tenemos que hacer lo que sólo los sindicatos pueden hacer: un trabajo paciente sobre el terreno para recuperar las ideas, lo que implicará reflexionar sobre la socialización del RN. Porque si bien es innegable que la base racista es compartida por millones de personas que votan a RN, y muestra su profundidad sistémica, también está la cuestión de la sociabilidad cotidiana que refuerza la elección de la extrema derecha. […] Siempre hay que partir de lo concreto, para evitar una posición de sobrecarga del discurso político o una posición “correcta” pero no operativa si no conviene hablar con los colegas e implicarlos. Pensar que se tiene razón pero no hablar con nadie es lo contrario del sindicalismo. Más ampliamente aún, también está la cuestión de la relación con el trabajo: el discurso liberal sobre los “asistidos⸳as” frente a “los que trabajan” ha hecho un daño profundo que debemos atacar de frente. No sólo alimenta a una parte de la extrema derecha (más que antes por su absorción de una parte importante de la derecha “clásica”), sino que es un verdadero freno a la posibilidad de ganar aceptación para nuestras posiciones sociales. Lo mismo puede decirse de la negación de la crisis ecológica por parte de la extrema derecha18.
Organizar nuestra clase social
El sindicalismo es político. Reúne a todos aquellos que deciden organizarse por el mero hecho de pertenecer a una misma clase social. Juntos, actúan para defender sus reivindicaciones inmediatas y trabajar por una transformación radical de la sociedad. Durante décadas, un gran número de asociaciones, colectivos y agrupaciones de hecho han desempeñado un papel considerable en el movimiento social. Prácticamente todas ellas han surgido porque el sindicalismo ha abandonado algunos ámbitos de lucha o los ha ignorado; de hecho, estas organizaciones de diversa índole están haciendo “sindicalismo”: asociaciones para los parados, para el derecho a la vivienda, para la defensa de los trabajadores sin papeles, para la coordinación de los trabajadores precarios, etcétera. Otras se dedican a cuestiones que entran de lleno en el ámbito sindical: feministas, antirracistas, ecologistas, antifascistas, antisexistas, etc. También está la cuestión del vínculo con los trabajadores de la tierra. También están los movimientos anticolonialistas, los que reivindican el derecho de los pueblos a la autodeterminación, los movimientos antimilitaristas y pacifistas, etcétera. Todos ellos conciernen a los intereses y al futuro de nuestra clase social, y es desde este punto de vista que deben ser abordados.
Destacamos los movimientos sociales porque son los que organizan las luchas y la acción directa de los trabajadores. Entre estos movimientos, el sindicalismo tiene una particularidad esencial: como decíamos antes, reúne a las personas sobre la única base de la pertenencia a una misma clase social. Esto es fundamental. Un sindicalismo que lucha, por supuesto, pero también un sindicalismo que se atreve a romper con lo existente para avanzar. La cuestión de la unidad, incluso de la unificación, es importante. También hay que redefinir los límites de la organización sindical. La noción de “central sindical y popular” no carece de atractivo19.
Tras la revolución de 1789, la burguesía no aceptó la República hasta que estuvo segura de que le convenía hacerlo. La República que conocemos hoy nació de la masacre de los Communeux y Communeuses en 1871. La Constitución de 1958 organiza la confiscación del poder por el presidente de la República. Debemos actuar, sin renegar de los medios, para impedir que estas herramientas caigan en manos de la extrema derecha. Pero esas herramientas no serán las que construyan la emancipación social, el fin de la explotación capitalista, de la dominación y de la discriminación. Eso es cosa de la lucha y la revuelta social. La extrema derecha no está a gusto ahí, como podemos ver en todos los grandes movimientos, pero también localmente, a través de las luchas colectivas en las empresas, por ejemplo: codo con codo, juntos en la lucha social, el rechazo del otro está obsoleto; estos son también espacios y tiempos para demostrar quiénes son los privilegiados, los explotadores, los parásitos, y cómo esto es inherente al capitalismo. No hay nada mágico en todo esto, sino la posibilidad de devolver un lugar, una voz, a todos los excluidos⸳as del juego político institucional. Los sindicatos, las asociaciones, los colectivos -es decir, los movimientos sociales- producen política; en sentido estricto, son “organizaciones políticas”, sin que por ello sean partidos o agrupaciones destinadas a gestionar las instituciones en el marco actual de la sociedad.
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*Gérard Gourguechon, antiguo secretario general del Syndicat national unifié des impôts (SNUI, hoy Solidaires Finances publiques), fue portavoz de la Union syndicale Solidaires hasta su jubilación en 2001. Es secretario de la Union nationale interprofessionnelle des retraité∙es Solidaires (UNIRS). Antiguo secretario nacional de la Union syndicale Solidaires, trabajador ferroviario jubilado y cooperador en las ediciones Syllepse20. Christian Mahieux es miembro de SUD-Rail y de la Union interprofessionnelle Solidaires Val-de-Marne, codirige la Réseau syndical international de solidarité et de luttes21 y participa en Cerises la coopérative22 y La révolution prolétarienne23.
- www.lesutopiques.org ↩
- Nueva Unión Popular Ecológica y Social. Coalición creada en mayo de 2022, con vistas a las elecciones legislativas del mes siguiente. ↩
- Este comentario se hace a la luz de los resultados reales del 30 de junio; si este sistema proporcional hubiera estado realmente en vigor durante una sola vuelta, es probable que el panorama de los candidatos.as hubiera sido significativamente diferente y, por tanto, también los resultados, aunque no hubieran sido anulados. ↩
- Teniendo en cuenta el 33% de abstenciones, el 2,76% de votos en blanco y el 0,91% de votos nulos, la extrema derecha obtuvo el 24% de los votantes registrados. En este caso, por supuesto, hay que reconsiderar las cifras de todos los partidos en la misma proporción. ↩
- Tras estas elecciones y los mítines o abandonos de última hora, la Asamblea Nacional cuenta con 11 grupos parlamentarios: Rassemblement national (125 diputado.as), Ensemble pour la République (95), La France insoumise (72), Socialistes (66), Droite républicaine (47), Ecologiste et social (38), Les démocrates (36), Horizons et indépendants (33), Libertés, indépendants, outre-mer et territoires (22), Gauche démocrate et républicaine (17), UDR (16); hay 9 no inscritos. ↩
- De los 577 diputados⸳as, el Nouveau front populaire (NFP) tiene 193, en cuatro grupos: La France insoumise, Socialistes, Écologiste et social, Gauche démocrate et républicaine. ↩
- Hay que recordar que las elecciones no conciernen a los habitantes de Francia, sino sólo a los franceses y francesas: elecciones municipales, departamentales, regionales, europeas, legislativas, presidenciales, los millones de trabajadores⸳as inmigrantes no tienen derecho a voto (salvo los únicos⸳as nacionales de la Unión Europea, sólo para las elecciones europeas y municipales). ↩
- Proceso que permite al Gobierno validar sus proyectos de ley sin que sean sometidos a votación en el Parlamento, salvo en caso de moción de censura. ↩
- Ensayo de François Mitterrand, publicado en 1964. ↩
- https://solidaires.org/sinformer-et-agir/brochures/la-revue-les-utopiques/contributions-et-reflexions-sur-la-periode-juillet-2024/ ↩
- Coportavoz de la Union syndicale Solidaires hasta abril de 2024, Simon Duteil es profesor en Seine-Saint-Denis y miembro de SUD Educación. ↩
- La frase significa que, a través de sus acciones cotidianas y a largo plazo en empresas, servicios y localidades, el sindicalismo organiza a millones de trabajadores; desgraciadamente, no se refiere al número de afiliados al sindicato. ↩
- Thierry Renard, « De la Charte d’Amiens », Les utopiques n°22, ediciones Syllepse, primavera de 2022. ↩
- Sobre todo esto, véase Les utopiques n°25, ediciones Syllepse, primavera de 2024, con un reportaje especial sobre el 25 aniversario de Solidaires. ↩
- El texto completo puede leerse aquí: www.syndicalistes.org/nos-taches-immediates-face-a-l-extreme-droite ↩
- A este respecto, en varias circunscripciones, ¡pedir el voto para el NFP equivalía a pedir el voto para candidatos cuyo trabajo consistía eliminar a los “oponentes⸳as” dentro de FI! ↩
- Christian Mahieux, “Los chalecos amarillos”, Libre Pensamiento n°98, CGT, primavera 2019. ↩
- Contribución de Simon Duteil citada anteriormente. ↩
- Por ejemplo, en Brasil, la “Central Sindical y Popular” Conlutas agrupa tanto a organizaciones sindicales en el sentido tradicional del término como a lo que llamamos “movimientos sociales”: Movimento Mulheres em Luta, Movimento Terra, Trabalho e Liberdade, Movimento Urbano dos Sem-Teto, Movimento Quilombo Raça e Classe, etc. ↩
- www.syllepse.net ↩
- www.laboursolidarity.org ↩
- www.ceriseslacooperative.info ↩
- www.revolutionproletarienne.wordpress.com ↩