Portada: Kateryna Gritseva
Maria Shinkarenko
Commons, 23-7-2024
Traducción de Correspondencia de Prensa, 23-9-2024
Leila Al-Shami es una autora y militante británico-siria. Ha trabajado en el ámbito de la protección de los derechos humanos en Siria, participa en movimientos de solidaridad internacional y es coautora del libro «Burning Country: Syrians in Revolution and War» (editado en inglés y en francés, ndt) con Robin Yassin-Kassab. También es conocida por sus críticas al «antiimperialismo idiota» de la izquierda occidental.
Para la gran mayoría de los ucranianos, Siria antes de 2011 era probablemente un país árabe más, pero tras el inicio de la guerra, pasó a simbolizar el rumbo que no queríamos que se repitiera en Ucrania. ¿Qué distinguía al régimen de Assad de los regímenes similares del norte de África?
A lo largo de su historia, la respuesta del régimen de Assad a cualquier tipo de disidencia fue siempre la represión violenta. En la década de 1970, surgió un movimiento contra el régimen de Hafez Al Assad (padre del actual presidente). Lo que en un principio comenzó como un movimiento heterogéneo, acabó concentrándose en la ciudad de Hama y liderado por los Hermanos Musulmanes. La respuesta del régimen fue enviar a la fuerza aérea y destruir completamente la ciudad. Murieron entre 20.000 y 40.000 civiles y otros miles desaparecieron en las cárceles del régimen.
Cuando estalló la revolución contra el régimen en 2011, muchos sirios eran optimistas y pensaban que Bashar Al Assad instauraría reformas. Llevaba una década en el poder y muchos creían que era fundamentalmente diferente de su padre; que era un modernizador más orientado hacia el exterior. Cuando llegó al poder habló mucho de la necesidad de reformas, aunque se centró principalmente en las reformas económicas más que en las políticas. Al final, respondió a las demandas del pueblo de la única forma que conoce este régimen: aterrorizándolo hasta la sumisión.
Después de haber trabajado por los derechos humanos en Siria -con presos políticos, durante la primera década de Bashar en el poder-, me esperaba que la respuesta a la revolución que comenzó en 2011 fuera la represión. Pero no me imaginaba la magnitud del horror que se desencadenó, y tampoco era optimista en cuanto a que Assad dimitiera rápidamente, como vimos que hicieron los dictadores en Túnez y Egipto.
En Egipto, el régimen militar estaba en el poder, y su rostro era Mubarak. Así que fue fácil para ellos sacrificar a Mubarak y mantener a los militares en el poder. En Túnez era similar y podían sacrificar a Ben Ali – había una transición a la democracia, pero la vieja clase dominante estaba esperando para volver. En Siria es un poco diferente. En Siria, el jefe del régimen es el régimen. El poder está muy concentrado en manos de la familia Assad. Además, el régimen jugó la carta sectaria de la minoría alauita, consiguieron mantener el apoyo de muchas minorías contra la oposición predominantemente sunita contra la oposición predominantemente sunita contra la que estaba dispuesto a promulgar la violencia genocida. Además, el régimen contó con el apoyo de Rusia e Irán que intervinieron para protegerlo.
¿Qué papel desempeñó el apoyo ruso en la ayuda a Assad en el momento más difícil para él?
Tanto Rusia como Irán intervinieron para apoyar al régimen en momentos en que estaba a punto de derrumbarse y parecía que la revolución podría triunfar. Irán le aportó a Siria un enorme apoyo financiero y económico y envió a muchas milicias a luchar en Siria, lo que le dio al conflicto una dimensión de secta, ya que las milicias chiíes respaldadas por Irán luchaban contra la mayoría suní siria. E Irán intervino directamente en 2013, lo que le permitió al régimen realizar importantes avances contra la oposición.
Rusia suministró aviones y bombas y le brinda apoyo político al régimen en los foros internacionales. Y Rusia intervino militarmente de forma directa en 2015 bombardeando amplias zonas del país.
Si Rusia e Irán no hubieran intervenido, Assad habría sido expulsado hace mucho tiempo. Son el apoyo extranjero y las bombas extranjeras los que mantienen al régimen en el poder, en contra de lo que desea la inmensa mayoría de la población siria.
Cuando leí su libro Burning Country: Syrians in Revolution and War, no podía creer que una tragedia semejante pudiera ocurrir a tal escala. Al ver los horrores que se están desarrollando en Ucrania, las atrocidades a las que se enfrentan los sirios se nos hacen más tangibles, por lo que siento verdadera empatía por el pueblo de Siria.
Sí, es devastador. Es aún más difícil porque este horror comenzó desde una posición de gran esperanza y de confianza en la revolución. La revolución tuvo muchos éxitos. Vimos, en todo el país, cómo la gente se autoorganizaba para gestionar sus asuntos cotidianos, creando Consejos Locales independientes y eligiendo a sus miembros, su primera experiencia de democracia en muchas décadas. La gente gestionó escuelas, instalaciones de agua y saneamiento, hospitales. Crearon periódicos y emisoras de radio independientes. Se crearon muchos centros femeninos para animar a las mujeres a desempeñar un papel activo en la revolución y en la vida de la comunidad. Nada de esto había sido posible bajo el totalitarismo de Assad, en el que se cercenaba toda sociedad civil. Ésta fue siempre la mayor amenaza para el régimen -porque mostraba que era posible una alternativa democrática- y por eso fue tan salvajemente reprimida.
¿Podría hablarnos un poco de la política internacional del régimen de Siria antes de 2011? ¿Cuáles eran las relaciones con la URSS durante la Guerra Fría? ¿Cómo afectó esto al régimen?
Siria mantuvo una estrecha relación con la URSS durante la Guerra Fría, a pesar de que el régimen sirio reprimía brutalmente a los comunistas. La URSS apoyó a Hafez Al Assad, mientras entablaba relaciones para ampliar su esfera de influencia contra las potencias occidentales. Le proporcionó armas, entrenamiento e inteligencia al ejército sirio. Muchos sirios viajaron a la URSS para estudiar durante este periodo.
La URSS utilizó este tipo de intercambio cultural como táctica para adoctrinar a los ciudadanos de los países aliados con su ideología. Recientemente, hablé con militantes de África Occidental y compartieron historias similares sobre el apoyo de la URSS a los africanos para que estudiaran allí. Algunos de esta generación de africanos apoyan ahora las intervenciones de Putin en África, considerándola un baluarte contra el imperialismo occidental/francés, así que esa táctica funcionó.
Cuando se derrumbó la Unión Soviética, Hafez Al Assad se apresuró a orientarse hacia los Estados del Golfo y comenzó a aplicar reformas neoliberales para abrir el país a los inversores del Golfo. Pero las relaciones con Rusia se mantuvieron y, cuando Putin llegó al poder, quiso reactivar las relaciones con el Medio Oriente, considerándolo útil en la lucha geopolítica de Rusia contra el Occidente.
No creo que Rusia tenga ninguna afinidad ideológica con el régimen sirio y no lo percibe como un socio importante. Creo que el apoyo de Rusia a Assad ha sido utilizado como una forma de contrarrestar la influencia occidental y, en el caso de Siria, Rusia es ahora más influyente que las potencias occidentales.
También me preguntaba si Rusia utiliza las oportunidades educativas de los países del Sur para propagar sus ideas. Uno de mis médicos aquí en Viena es sirio, y acepta pacientes ucranianos en particular porque habla ruso. Tuvimos una conversación política, y me dijo que era de Siria, así que intercambiamos nuestras solidaridades. Pero lo más interesante fue que estuvo estudiando en Rusia, donde aprendió ruso. Y su país sufre entonces la intervención y los bombardeos rusos. Por lo tanto, me pregunto, ¿cómo ven ahora los sirios a Rusia?
La respuesta a esta pregunta depende de a qué sirios te refieras. Porque los sirios afines al régimen verán a Rusia como un aliado, aunque incluso dentro de ese bando hay preocupación por la influencia exterior ahora, ya sea de Rusia o de Irán.
Pero para el resto de nosotros, la mayoría, Rusia es una potencia imperialista. Intervino para apoyar a una dictadura fascista para que llevara a cabo un genocidio contra el pueblo sirio. Los bombardeos aéreos rusos destruyeron amplias zonas del país y se centraron específicamente en infraestructuras civiles, como hospitales, en las zonas controladas por la oposición. Rusia fue recompensada por su apoyo con lucrativos contratos de petróleo y gas. A la empresa rusa Stroytransgaz, propiedad de un oligarca vinculado al Kremlin, se le concedió el 70% de todos los ingresos procedentes de la producción de fosfatos durante los próximos cincuenta años. Siria posee una de las mayores reservas de fosfatos del mundo. Se instalaron bases militares rusas y las fiestas nacionales rusas se «celebran» ahora en Siria.
Rusia no sólo proporciona apoyo militar al régimen, sino también político. Por ejemplo, en la escena internacional, Rusia desempeña en Siria el papel que Estados Unidos desempeña para Israel. Cualquier moción que se presente ante el Consejo de Seguridad o ante los órganos de la ONU siempre es vetada por Rusia. Rusia ofrece esa protección política para detener por todos los medios cualquier rendición de cuentas internacional o cualquier acuerdo de paz que no esté de acuerdo con las condiciones del régimen. Rusia se ha mostrado muy activa a la hora de intentar conseguir «acuerdos de paz», pero en realidad no son acuerdos de paz. Tratan de forzar la capitulación de los sirios a las condiciones impuestas por el régimen.

Usted ha mencionado que hay diferentes sirios y personas de diferentes opiniones. Y Siria se asocia hoy en gran medida con el yihadismo y la lucha sectaria de todos contra todos. Pero la revolución siria comenzó como una protesta democrática de masas que en realidad unió a ciudadanos de diferentes orígenes étnicos y confesiones.
Entonces, ¿en qué medida la fragmentación y el sectarismo actuales de la lucha se deben a las políticas de «divide y vencerás» del régimen, a los yihadistas o a la incapacidad de la oposición democrática de trascender realmente los prejuicios y las ambiciones mezquinas para lograr una solidaridad más amplia?
Para que quede clara la estructura del régimen: la familia Assad procede de la secta alauí, que es minoritaria dentro de Siria. La mayoría de la población es musulmana suní, pero también hay chiíes, cristianos, drusos y otros. Cuando comenzó el levantamiento, era un movimiento muy diverso. Incluía a hombres y mujeres de todos los estratos sociales, de todos los grupos religiosos y étnicos. Hubo muchos intentos de no caer en el sectarismo. En las protestas, la gente hacía llamamientos a la unidad de todos los sirios, llevaba carteles y pancartas en los que se hacía un llamamiento a las comunidades minoritarias, etc.
Por supuesto, un movimiento democrático fuerte y no sectario era la mayor amenaza para el régimen de Assad porque podía conseguir apoyo a nivel internacional. Así que el régimen de Assad tuvo que sectarizar e islamizar el conflicto. Y lo hizo muy deliberadamente: una ingeniería sectaria por así decirlo. Por ejemplo, en 2011-2012, en el momento en que el régimen estaba acorralando a todos los manifestantes pacíficos a favor de la democracia y deteniéndolos, liberó a muchos extremistas islamistas de la cárcel. Y muchos de los liberados pasaron a dirigir algunas de las brigadas de línea más dura que existían. Por ejemplo, liberó a Hassan Aboud, uno de los fundadores de Ahrar al-Sham, y a Zahran Alloush, el antiguo líder de Jaysh al-Islam, así como a personas que se convirtieron en grandes figuras de Jabhat al-Nusra, que era la filial de Al-Qaeda, y también de ISIS.
El motivo por el que el régimen hizo esto fue enviar un mensaje tanto a un público externo como interno. A nivel externo, quería decir: miren, esto forma parte de la Guerra contra el Terror, estamos luchando contra extremistas islamistas, puede que yo no les guste, pero estos tipos con barba son diez veces peores. Internamente, estaba enviando un mensaje a los grupos minoritarios, a la comunidad alauita, a los grupos cristianos: de nuevo diciendo, puede que no les guste, pero la alternativa es peor, y si estos extremistas islamistas llegan al poder, las minorías no van a estar a salvo.
Fue una táctica que funcionó tanto internamente como a nivel internacional. El régimen también fabricó un conflicto sectario enviando bandas armadas de grupos alauíes conocidos como Shabiha a las comunidades suníes para que cometieran masacres. La idea era provocar una respuesta y conseguir que las comunidades suníes se adentraran en las comunidades alauíes y chiíes y cometieran también masacres. Y, en ocasiones, funcionó, hubo represalias.
Pero exactamente como usted dice: es una política de «divide y vencerás». Y lamentablemente, hoy en día hay muchos grupos minoritarios que no apoyarían necesariamente al régimen, pero que se sienten más seguros estando del lado del régimen que con la oposición. Y con el tiempo, especialmente debido a la intervención de Irán, el conflicto se ha vuelto cada vez más sectario.

¿Cómo afectó la militarización a la revolución? ¿Había otras alternativas?
En primer lugar, creo que es importante reconocer que la militarización era inevitable. El régimen utilizó la violencia de masas contra quienes se oponían a él y la gente tuvo que defenderse a sí misma y defender a sus comunidades. Se convirtió en una lucha por la supervivencia. Los métodos pacíficos de lucha son inadecuados cuando un régimen está dispuesto a utilizar tácticas de exterminio contra una población civil.
Pero la militarización conlleva toda una serie de problemas. Margina a los activistas civiles, a los que trabajan en sus comunidades, que son la columna vertebral de la revolución. Le da poder a los señores de la guerra y a los grupos autoritarios y permite que las potencias extranjeras (que proporcionan armas) influyan en el movimiento, siempre de forma que sirva a sus intereses, no a los intereses de los revolucionarios.
Siempre hubo una alternativa, que consistía en apoyar a la oposición democrática, a aquellos que estaban construyendo alternativas al régimen en sus comunidades, incluso bajo un bombardeo salvaje. Si estas personas hubieran recibido la solidaridad que merecían, el aspecto militar no se habría vuelto tan dominante y la resistencia civil habría tenido más fuerza.
¿Cuál es el papel de la izquierda en la revolución siria? Sé que hay muchas voces destacadas como Yassin al-Haj Saleh, Riyad al-Turk, Omar Aziz. ¿Qué puede decirnos de la izquierda?
La izquierda no era una izquierda grande, independiente y organizada en Siria por dos razones. En primer lugar, el régimen de Assad reprimió a cualquier izquierdista independiente, que acababa en la cárcel o tenía que huir del país. Después, el régimen cooptó a una gran parte de la izquierda tradicional, el Partido Comunista Sirio, que más tarde se unió al gobierno en el Frente Nacional Progresista. Se trata de una coalición de diferentes partidos, pero en general es sólo una imagen sin participación real en ella: todo está controlado por el Partido Baaz y el presidente. En segundo lugar, la estructura de la economía siria fue un factor que contribuyó a la ausencia de sindicatos y a la formación de una cultura y una política obreras, ya que la mayoría de los lugares de trabajo son pequeñas empresas familiares.
Así que no había realmente una base fuerte de izquierda independiente y organizada de la que partir, aparte del partido de Riad Al-Turk que se escindió del Partido Comunista Sirio y algunos otros partidos más pequeños y kurdos que fueron perseguidos. Cuando se produjo la revolución, muchos jóvenes de izquierda que formaban parte del Partido Comunista Sirio renunciaron y se unieron a la revolución. Fueron muy francos al decir que sus supuestos camaradas izquierdistas (tanto en Siria como internacionalmente) traicionaban a los sirios y a la lucha popular. Hay una serie de grupos independientes más pequeños y luego personas influyentes como el escritor e intelectual Yassin Al Haj Saleh y Omar Aziz, que fue el ideólogo de la idea de los Consejos Locales que se establecieron para autogobernar el territorio en manos de la oposición. Omar Aziz acabó siendo detenido y murió en la cárcel, y Yassin Al Haj Saleh huyó del país y ahora vive en el exilio.
¿Piensa que esta situación con la izquierda no organizada en Siria podría ser la razón de la falta de solidaridad y apoyo a la revolución siria por parte de la izquierda estadounidense y europea?
Puede ser un factor. Pero la simple ignorancia también es un factor. Por ejemplo, hace unos años, sindicalistas e «izquierdistas» de todo el mundo viajaron en misión solidaria a Siria en apoyo del régimen. Parecen ignorar por completo que los militantes de izquierda independientes son reprimidos y que los sindicatos independientes ¡son inexistentes!
La izquierda occidental en su conjunto no ha apoyado a los sirios en su lucha por la libertad. Parte de ello se debe al problema del «campismo» que se ha convertido en dominante en el pensamiento de izquierdas. Estos llamados ‘antiimperialistas’ creen que las únicas potencias imperialistas son EEUU y Occidente, no ven que existen otros imperialismos, como Rusia e Irán. Por ello han apoyado al régimen, considerándolo, incorrectamente, como un baluarte contra el imperialismo occidental. No escucharon las voces sirias sobre el terreno y difundieron todo tipo de información errónea sobre lo que estaba ocurriendo, llegando incluso a negar que el régimen llevara a cabo masacres químicas y eximiéndolo de toda responsabilidad.
Es algo que suena muy familiar en el contexto ucraniano…
Los partidarios de la revolución siria también suelen expresar su solidaridad con los palestinos y usted también firmó una carta de apoyo a Gaza. ¿Cuál es la relación entre los partidarios de una Siria democrática y los palestinos, y sobre todo teniendo en cuenta que una parte de la izquierda palestina es campista?
Desde el 7 de octubre, hemos visto muchos intentos por parte de los sirios de tender la mano a los palestinos y mostrar su solidaridad. No sólo declaraciones, sino que en las manifestaciones regulares de los viernes contra el régimen, la gente lleva banderas palestinas y ha decorado muros con murales en apoyo a Palestina. En la ciudad de Idlib, cambiaron el nombre de una céntrica plaza por el de Plaza de Gaza y la decoraron con la bandera palestina.
Los sirios se sienten muy cercanos a la gente de Palestina. Estamos conectados, históricamente, ya que las poblaciones de Palestina, Siria, Jordania y Líbano estaban todas unidas en Bilad al Sham, nuestra cultura es muy similar. Además, la ocupación de Palestina es un tema central para los árabes y los musulmanes, por la magnitud de la injusticia que allí se vive y porque nuestros regímenes han utilizado la causa palestina como una forma de reforzar su apoyo ante sus propias poblaciones.
Los palestinos también se han solidarizado con los sirios desde el estallido de la revolución; yo misma lo vi, sobre todo entre la gente de Gaza cuando estuve allí. Sin embargo, también hay muchos palestinos que han caído en la política campista. Muchas voces prominentes sobre Palestina, especialmente en Occidente, han calumniado y desacreditado la revolución siria, apoyando esencialmente al régimen. En las protestas por Palestina que tienen lugar actualmente en los campus universitarios de Estados Unidos vemos a personas que sostienen la bandera de la milicia libanesa Hezbolá, respaldada por Irán, considerándola parte de la resistencia a Israel. Hezbolá ha participado activamente en el genocidio contra los sirios -llevó a cabo asedios de hambre contra las comunidades opositoras de forma similar a lo que Israel está haciendo ahora en Gaza. Estos no son aliados para la liberación.
Nuestra solidaridad debe basarse en principios comunes y no en qué Estados participan en un conflicto. Debe basarse en las luchas de los pueblos por la libertad y la justicia social, de lo contrario carece de sentido. Como decía la declaración, a la que se ha referido antes, de los sirios revolucionarios en apoyo a Palestina: «la solidaridad mutua e interseccional es esencial, nuestras luchas son una, nuestra libertad depende, cada una, de la libertad de los otros».

¿Podría hablarnos un poco más sobre la izquierda árabe?
Tradicionalmente hay tres corrientes políticas principales en el mundo árabe: el islamismo, el arabismo/nacionalismo y la izquierda. Muchos de los que crecieron y no se sintieron representados por el islamismo o el arabismo de los regímenes nacionalistas (como los grupos minoritarios de Siria) se orientaron hacia la izquierda.
Hay una división similar a la que se observa en la izquierda mundial. La izquierda árabe tradicional cayó en una política campista similar, para la que el imperialismo estadounidense e Israel son el enemigo último. Muchos de ellos apoyaron la dictadura de Assad, considerándola parte del «eje de la resistencia». Por supuesto, siempre hubo excepciones, los que eran izquierdistas antiautoritarios, como los del Partido Comunista de Riad Al-Turk que mencionamos anteriormente y que lucharon por la democracia y las libertades civiles. Pero también hay una nueva generación que ha surgido de las revoluciones y que tiene un análisis mucho más sofisticado que se corresponde con la realidad del mundo en el que vivimos, un mundo de imperialismos en competencia, y que se opone a todos los opresores y está con todas las luchas por la dignidad. Tengo mucha esperanza en esta nueva generación, aunque hayamos vivido una contrarrevolución violenta y estemos actualmente derrotados, desorganizados y traumatizados.
¿Cómo ha afectado la guerra ruso-ucraniana a Siria?
Ha habido tanta solidaridad y apoyo de sirios a ucranianos, y al revés, que ha sido hermoso verlo. Creo que nos identificamos mucho con las luchas del otro por varias razones. Ambos tenemos un enemigo común en el Estado ruso, ambos hemos pasado por levantamientos populares, antes de entrar en una situación de conflicto y ambos hemos tenido que lidiar con algunas de las políticas campistas de las que hemos estado hablando, en las que nuestras luchas han sido desacreditadas, apoyando a nuestros enemigos. Esto, y nuestro trauma colectivo, nos ha unido. Muchos sirios han viajado a Ucrania en misiones de solidaridad y, al principio del conflicto, tendieron la mano para dar consejos prácticos, por ejemplo, sobre cómo protegerse de los ataques de «doble toque», que es una de las tácticas favoritas de Rusia para matar al mayor número posible de civiles (después de un bombardeo, Rusia vuelve a bombardear la zona una vez que llegan los equipos de rescate). Y he llegado a conocer a muchos ucranianos por su solidaridad con Siria. Los sirios se alegran cuando ven que los generales rusos, implicados anteriormente en crímenes de guerra en Siria, son abatidos en Ucrania: es una pequeña muestra de justicia para nosotros. Esperamos que Ucrania se libere algún día del imperialismo ruso como esperamos que Siria también se libere.
Pero a un nivel más amplio, la guerra ruso-ucraniana no afectó tanto a Siria. Rusia sí tuvo que retirar algunas tropas de Siria para trasladarlas a Ucrania, pero esto no supuso una gran diferencia dado el momento, cuando la mayoría de las grandes batallas ya habían terminado.
Tratamos de demostrar en el discurso global por qué es importante derrotar a Rusia, sobre todo porque Ucrania no es el primer país atacado por ella. Antes estuvieron Siria, Georgia, Chechenia. Así que se podría circunscribir un patrón de invasión. Por lo tanto, podríamos construir la solidaridad en torno al argumento antiimperialista de que defender y ayudar a Ucrania implica defender y ayudar a Siria y viceversa. ¿Piensas que esto puede ocurrir?
Sin duda, es algo que tenemos que impulsar; hay tal ausencia de comprensión de Rusia como potencia imperialista, no sólo hoy, sino históricamente. Existe un desconocimiento total entre los occidentales del papel histórico de Rusia; basta con mirar en el mapa el tamaño de Rusia para saber que se trata de un Estado creado a partir de la conquista colonial. A menos que desafiemos la visión del mundo de la gente -en la que el mundo occidental es el centro de todo- seremos incapaces de responder a algunos de los desafíos a los que nos enfrentamos actualmente a nivel mundial.
Desde el exterior, parece que la revolución siria es una causa perdida, pero en agosto del año pasado se produjo una nueva oleada de protestas en el sur de Siria. ¿Cómo valora la situación actual y la esperanza de que finalmente se pueda derrocar a Assad?
En partes del país que no están bajo el control del régimen de Assad, como la provincia de Idlib y partes del norte de Siria, las protestas semanales contra el régimen han continuado desde 2011 hasta hoy. Esto demuestra que la gente aún no ha renunciado a los valores y las reivindicaciones de la revolución.
Desde agosto se viene produciendo un levantamiento en la provincia meridional de Sweida. Esto es interesante porque Sweida tiene una población mayoritariamente drusa y sus habitantes adoptaron una posición de neutralidad cuando comenzó la revolución. No se unieron a la revolución, pero tampoco se solidarizaron con el régimen. Sin embargo, las condiciones de vida se deterioraron mucho en los últimos años a medida que la economía se hundía y esto hizo que la gente saliera a la calle a protestar. Y ahora piden claramente la caída del régimen y se identifican con otras zonas de Siria que luchan por la libertad -se oyen consignas en solidaridad con Idlib y viceversa- y se han producido muchos asaltos a oficinas del partido Baath en el poder y a posiciones del régimen. Como son un grupo minoritario, el régimen no respondió con la violencia masiva y las detenciones que vimos en otras zonas de mayoría suní -por las razones de las que hablábamos antes, que el régimen quiere presentarse como «defensor de las minorías»-, así que las protestas continúan hasta hoy.
También en el norte de Siria se han producido en los últimos meses levantamientos contra Hayat Tahrir Al Sham, que formalmente era Jabhat Al Nusra. Se trata de una milicia islamista autoritaria que tiene mucho poder y gobierna partes del noroeste del país. Está muy claro que los sirios rechazan toda forma de autoritarismo, ya sea el régimen o cualquier otro grupo. La lucha sigue siendo por la libertad y la democracia.
Usted ha escrito durante muchos años sobre la revolución siria, que cada vez parecía más desesperada.
Se me partió el corazón cuando leí su libro porque parece que no se puede hacer nada, y además los sirios no tienen tanto apoyo en el ámbito internacional como Palestina, por ejemplo, o Ucrania. ¿Cómo sobrevive usted personalmente todos estos años sin desesperarse? Pienso que los ucranianos necesitamos reflexiones de este tipo.
Los últimos años han sido muy traumáticos para los sirios. Nuestro país ha sido destruido y nuestros seres queridos detenidos, asesinados o desplazados. Los exiliados se enfrentan a la hostilidad, la violencia e incluso a la amenaza de regresar por la fuerza a Siria. Y ahora el mundo se está normalizando con el tirano que creó nuestra miseria. A veces es difícil tener fuerzas para seguir luchando, pero ¿qué podemos hacer? La situación continúa y nosotros también debemos continuar.
Los sirios que se encuentran en el terreno no han abandonado su lucha. Así que los que estamos fuera debemos seguir apoyándolos, concienciando sobre lo que está ocurriendo en Siria. Tenemos el lujo de la distancia y el espacio para respirar. Y lo que es más importante, podemos organizarnos, establecer conexiones con personas en lucha en otros lugares, como estamos tratando de hacerlo con esta conversación. Durante la última década y media, he entablado relación con personas de todo el mundo. Muchas de las cuales se sienten excluidas del discurso dominante de la izquierda por muchas de las razones de las que hemos hablado. Esto me da mucha energía, para relacionarme con otros, para trabajar en comunidad con personas de ideas afines, para intentar construir una nueva visión del internacionalismo, entre los de las periferias, que se centre en las personas, no en los Estados, y que esté en contra de todos los autoritarismos y de todos los imperialismos. Esperemos que en el futuro podamos construir juntos un nuevo movimiento.