La esclavitud contemporánea: una nueva relación laboral de un capitalismo poderoso y estructurado
El sociólogo afirma que necesitamos revisar lo que creemos saber sobre la sociedad brasileña contemporánea para luego comprender los movimientos de capital que convierten a las personas en esclavos.
João Vitor Santos
Revista IHU, 8-5-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa, 10-5-2023
El caso de cerca de 200 trabajadores rescatados de una situación cercana a la esclavitud, en Bento Gonçalves, en Serra Gaucha, (Véase: https://correspondenciadeprensa.com/?p=33127) ha sido tipificado como esclavitud contemporánea. Pero, ¿qué es? Para el sociólogo José de Souza Martins, no hay ninguna diferencia real con el trabajo esclavo tal como lo conocemos. “Incluso antes de la firma de la Ley Áurea, trabajadores libres y pobres originarios precisamente del Nordeste, en gran número, eran empleados en actividades complementarias a la esclavitud”, recuerda. “Esas relaciones en el capitalismo brasileño son una mezcla que lo diferencia de un capitalismo basado en relaciones jurídicamente igualitarias y propiamente salariales, es decir, capitalistas”, agrega, en esta entrevista para el Instituto Humanitas Unisinos – IHU.
– En este caso de Serra Gaúcha, hay algunos elementos que llaman la atención. Uno de ellos es el hecho de que estos trabajadores se encontraban en una de las regiones consideradas más prósperas de Brasil, y el hecho de que fueron reclutados en regiones muy pobres de Bahía. ¿Qué podemos deducir de estos marcadores sociales, e incluso de ciertos estigmas, sobre este caso, estas dos?
Históricamente, la fuerza de trabajo, en la sociedad capitalista, es una mercancía y la mercancía en esa sociedad va a las regiones que carecen de mano de obra, donde hay mercado de trabajo. En Europa, en las cosechas de frutas y también en la vendimia, se emplea mano de obra migrante, pero bajo normas legales que aquí no se cumplen. En el caso brasileño, como demuestra lo ocurrido en Rio Grande do Sul, es el Brasil pobre el que sostiene al Brasil rico y no al revés.
Lo escandaloso, sin embargo, es que la conciencia local y regional de esta injusticia atribuye la culpa de ella a la propia víctima, como se ve en la manifestación de una entidad empresarial y de un concejal de Caxias do Sul. Se dice que el Bolsa Familia desinteresa a los pobres del Sur de la oferta regional de mano de obra, lo que obliga a las empresas que necesitan trabajadores para recoger uva a buscarlos en Bahía.
O sea, en esta mentalidad, son esclavos por ser bahianos. Si fueran gaúchos (denominación de los habitantes del estado de Río Grande do Sul: ndt), no lo serían. Aquí es donde aparece entre nosotros uno de los aspectos más crueles de la esclavitud moderna: el prejuicio, el desprecio y la falta de respeto por los derechos sociales de la víctima y por su condición humana. No sólo por parte de quienes se benefician de su trabajo, sino de quienes, empresarios y políticos, están moralmente obligados a garantizar que los derechos que se aplican a los demás también se apliquen a las víctimas.
– A raíz de este caso, las grandes bodegas dijeron desconocer estas condiciones de trabajo, promovidas por empresas subcontratadas. ¿Cuál es la responsabilidad de las industrias y de las grandes marcas en esta realidad que se constituye como “esclavitud con etiqueta”?
La tercerización fue adoptada en la década de 1980, cuando la ocurrencia de trabajo esclavo, especialmente en la apertura de nuevas haciendas en la región amazónica, comenzó a resonar internacionalmente como una violación de los tratados, de los cuales Brasil es signatario desde 1926, sobre trabajo libre. Se estimuló la creación de una coartada para las empresas acusadas de practicar la esclavitud. Con eso, quedaban libres de la represión y de los respectivos castigos ya contenidos en la legislación brasileña.
El último párrafo de esta nota, sin el barniz hipócrita de las notas oficiales, dice lo siguiente: La falta de mano de obra los hizo esclavos, porque los pobres viven del Bolsa Familia y podrían estar trabajando para nosotros.
Contrariamente a lo que imaginan quienes tienen suposiciones sobre la esclavitud actual, no siempre se trata de trabajo bruto, como el de talar la selva en la Amazonia de los años setenta, realizado por gente tosca. Y que, por eso mismo, no merecen que se les pague lo que vale su trabajo, contenido en el producto final que de él resulta.
La vendimia no la hace cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es un trabajo delicado que requiere mucho cuidado por parte de quienes cortan los racimos y los colocan en el contenedor para su transporte a las plantas de procesamiento. Hay en ello un conocimiento y un cuidado artístico milenarios, de la época en que el trabajo y el arte no estaban separados y en que lo sagrado no estaba ausente de una labor tan altamente simbólica. Conviene recordar la función litúrgica del vino.
No por casualidad, en los lugares tradicionales donde se cosecha la uva para la vinificación, ésta se practica con ritos festivos, en los que participan los propios dueños de las plantaciones con toda la solemnidad de la tradición.
Esclavitud sin etiqueta
Sólo el trabajo libre puede ser trabajo “con etiqueta”. Nunca trabajo esclavo. El trabajo esclavo atrapado en Rio Grande del Sur no es, por tanto, exactamente “esclavitud con etiqueta”, sino esclavitud sin etiqueta. La etiqueta ganada por el afán de lucro en conflicto con lo que debe ser el trabajo libre.
Las uvas utilizadas en la producción del vino que de ellas resulta están mancilladas por la violación de una tradición vitivinícola sagrada. Los gauchos de la región lo saben perfectamente, incluso
Los gauchos de la región lo saben perfectamente, incluso los arrogantes y prejuiciosos que echan la “culpa” de la esclavitud a la víctima, como ha ocurrido en pronunciamientos fuera de lugar en estos días.
El caso internacional más notorio de utilización de la esclavitud en la producción de artículos de lujo era, hasta hace poco, el de las alfombras finas de la India, vendidas como joyas a precios muy elevados en Europa y en Estados Unidos. Alfombras fabricadas por niños esclavizados, a menudo vendidos por sus padres a los productores para pagar las deudas contraídas en el trabajo, deudas transmitidas de padres a hijos. Una artesanía preciosa porque sólo las delicadas manos de los niños pueden tejerlas.

– Durante mucho tiempo, la historiografía dijo que no hubo esclavitud de negros en Rio Grande do Sul. Sin embargo, las investigaciones actuales han demostrado que se trata de una gran falacia y que la esclavitud en el Brasil colonial e imperial fue muy dura en el sur del país. ¿Qué revela esta idea de que no hubo esclavitud en el Sur?
Esta suposición es muy extraña. De hecho, las investigaciones que niegan tal suposición no son “más actuales”, es decir, más recientes. El mejor y más bien hecho estudio histórico-sociológico sobre la esclavitud negra en Brasil tiene como referencia precisamente Rio Grande do Sul. Me refiero a “Capitalismo e escravidão no Brasil meridional”, de Fernando Henrique Cardoso, asistente de Florestan Fernandes, de principios de los años 60, basado en investigaciones históricas realizadas en Pelotas (ciudad en Río Grande do Sul: ndt). Fue la primera vez que el método dialéctico se utilizó correctamente y de forma muy competente en la sociología brasileña. Es un estudio innovador, que abrió importantes caminos para la renovación de los estudios sociológicos entre nosotros con el uso de este método.
Asistí a un seminario en México, patrocinado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una conferencia de Cardoso sobre este libro, a la que asistió el gran historiador francés Pierre Vilar, que quedó asombrado. Se quedó atónito y reaccionó diciendo que el libro tenía que publicarse pronto. Fernando Henrique le explicó que el libro ya había sido publicado hacía mucho tiempo. Al parecer, ya era un libro desconocido en el propio Rio Grande do Sul.
– El reciente caso en la Serra Gaúcha llama la atención por el número de trabajadores y por las terribles condiciones en las que vivían. Pero, desgraciadamente, casos como este no son nuevos en el trabajo agrícola. ¿El sometimiento de los trabajadores a situaciones análogas a la esclavitud en el Brasil rural sigue siendo una realidad?
No se trata de “sigue siendo una realidad”. Se trata de “es una realidad desde hace mucho tiempo”. La “esclavitud contemporánea” ha ido creciendo en actividades laborales temporales, como la recogida de fruta, la reforestación, la confección de ropa. De hecho, esto ocurre en Brasil desde hace más de un siglo. Incluso antes de la firma de la Ley Áurea, un gran número de trabajadores libres y pobres del Nordeste eran empleados en actividades complementarias a la esclavitud. Sobre todo en trabajos pesados y peligrosos, en los que era necesario prescindir del esclavo negro, que se volvía cada vez más caro, dados los riesgos del trabajo.
– Usted fue miembro del Consejo de Administración del Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas contra las Formas Contemporáneas de la Esclavitud. ¿Qué caracterizaba entonces a las formas contemporáneas de esclavitud y cuáles son, hoy en día, las más comunes?
La situación laboral internacional no ha cambiado. Fui miembro del Consejo durante 12 años y seguí muy bien lo que ocurría en el mundo en relación con esto. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, hoy hay en el mundo cerca de 50 millones de personas sometidas a alguna forma de esclavitud. De esta cifra, el 22% son mujeres esclavizadas por matrimonios forzados. En China y Sri Lanka, los padres venden a sus hijas, ya adolescentes, como esposas. De hecho, como esclavas sexuales y también como esclavas productivas. La situación varía mucho.
Mi último acto, en 12 años en la ONU, fue referir y presentar a los embajadores en la Asamblea de Derechos Humanos el caso de una mujer de Níger, la quinta esposa de un musulmán. En el Islam, un hombre puede tener cuatro esposas legítimas. La quinta, si la tiene, es reconocida como esclava. Esa mujer se benefició de una decisión del Tribunal Supremo de su país que la liberó y le reconoció el derecho a una compensación monetaria. Una indemnización ridícula. A través de una ONG, que se quejó en su nombre, el caso llegó a la ONU, a la que acudió en persona y fue atendida por la Junta. Pidió cinco vacas con las que poder sobrevivir, que la ONU, a través de una institución suiza, le proporcionó.
El otro 28% de los 50 millones son personas sometidas a trabajos forzados. Se concentran sobre todo en Asia, empleados en actividades productivas. No sólo en la agricultura.
Un “negocio” lucrativo
La esclavitud ha demostrado ser una empresa rentable y floreciente. En 2005, la esclavitud valía 32.000 millones de dólares. En 2013, los beneficios de la esclavitud habían saltado a 150.000 millones de dólares. A la luz del crecimiento del número de esclavos desde entonces, cabe suponer que estas ganancias han experimentado un incremento aún mayor. Esclavizar a seres humanos, generalmente frágiles e indefensos, en situaciones de extrema vulnerabilidad, y traficar con ellos se ha convertido en un negocio muy rentable porque depende de pocas inversiones materiales y porque la miseria del mundo ha aumentado la oferta de víctimas en el mercado de la iniquidad.
Todavía durante mi estancia en la ONU, aparecieron dos casos de esclavitud en Inglaterra y casos también en Estados Unidos. Inglaterra fue el país pionero en la lucha contra la esclavitud, a través de la Sociedad Antiesclavista, que aún existe, y de la que Joaquim Nabuco, nuestro embajador en aquel país, fue activista incluso durante nuestro período esclavista.
Los dos casos ingleses se referían a inmigrantes ilegales chinos y griegos, introducidos en el país por traficantes de estas nacionalidades. Los chinos se empleaban en la recogida nocturna de marisco en una playa adecuada. Lo hacían con la marea baja. La zona de esta recogida estaba alejada de la orilla, donde la marea subía muy deprisa, lo que dificultaba a los trabajadores regresar rápidamente a tierra firme. Fue con el ahogamiento de varios cuando el problema llegó a oídos de las autoridades. Sólo recibían como pago una botella de agua, una barra de pan y una lata de comida para perros. Lo que sobraba era para pagar el transporte y la introducción clandestina en el país.
El grupo de griegos trabajó en Cornualles cortando y recogiendo flores, también para pagar la entrada clandestina en Inglaterra.
– Ha tocado brevemente un punto que me gustaría recuperar: ¿puede considerarse la externalización del trabajo como una puerta que se abre a la esclavitud contemporánea?
La subcontratación no es simplemente una puerta que se abre a la esclavitud, sino una puerta que la institucionaliza. Una solución legal que encubre y protege a los beneficiarios de la esclavitud en Brasil, como en el caso de Rio Grande do Sul. La esclavitud se ha convertido en un negocio lucrativo, aparentemente legal, destinado a racionalizar la contratación y el empleo de trabajadores en determinadas actividades. Una de las bodegas que contrató subcontratistas involucrados en la práctica de la esclavitud divulgó una nota con la información de que pagaba R$ 6.500,00 (1.300 dólares: ndt) por trabajador por mes a la empresa que lo reclutaba. Este recurso crea un capitalismo paralelo al capitalismo dominante basado en la técnica de reducir costes intensificando la explotación del eslabón débil de la producción, el trabajador. Por esta razón, el beneficio de estas empresas de tráfico de seres humanos es un beneficio brutal, inmenso. Al ser un trabajo temporal, ilegal y sin estabilidad, debilita aún más al trabajador y lo deja completamente a merced de una entidad invisible que no tiene ninguna responsabilidad en la injusticia que sufre.
– Usted está trabajando en un libro sobre el problema actual de la esclavitud en Brasil. ¿De qué tipo de esclavitud se trata y cuál es su relación con la esclavitud que ha tratado en obras anteriores?
Es la misma esclavitud. No ha habido ningún cambio entre las prácticas esclavistas de los años setenta y las actuales. El campo de aplicación se ha ampliado y diversificado. Pero la lógica es la misma.
En este nuevo libro mío, desarrollo y propongo una teoría de la esclavitud actual, la llamada “esclavitud contemporánea”. En ella, sugiero una comprensión sociológica revisionista, antagonista y crítica en relación con las interpretaciones difundidas y practicadas por la mayoría de los militantes y organismos antiesclavistas, incluso religiosos.
– ¿Quién esclaviza hoy en Brasil? ¿Quién esclaviza? ¿Por qué se mantienen esas relaciones?
En el Brasil actual, los esclavizados son generalmente jóvenes varones cuya permanencia en la casa familiar durante la temporada baja de la agricultura familiar representa una carga por ser un período de escasez. En general, la seducción se produce mediante señuelos, promesas milagrosas y ocultación de los mecanismos de endeudamiento.
Es también la persona que, en la esclavitud temporal, piensa que va a amasar recursos para una prueba de entrada modesta en la sociedad del consumo y de los bienes superfluos. Es una forma cruel de entrar en las promesas del capitalismo a través de las trampas de una puerta anticapitalista.
Estas relaciones anómalas se sostienen porque son constitutivas del capitalismo que tenemos, un capitalismo basado en supuestos de la economía neoliberal, que depende de la negación de la libertad para establecerse.
Esta es una contradicción fundamental de un capitalismo sin futuro. El nuestro.
– ¿En qué consiste el peonaje, concepto presente en su obra, y cómo se transforma en esclavitud por deudas?
Peonaje es una palabra que proviene del término “peón”, que heredamos de la metrópoli. Los documentos del siglo XVII la mencionan para significar la diferencia social y estamental entre los “limpios de sangre”, la gente de calidad, los nobles, caballeros, que no andaban por su propio pie, que eran llevados, o andaban calzados, y los que andaban descalzos, pisando su propio pie, blanco o no: los peones.
Los peones eran personas muy pequeñas. Cuando se daba limosna en los siglos XVII y XVIII, el valor se definía por esta diferencia. A partir de las investigaciones que hice en los archivos de las órdenes religiosas, aquí y en Portugal, se pudo comprobar que había un valor fijo de la diferencia: un noble pobre valía hasta 36 veces más que una persona pobre sin calidad, un peón.
La presentación personal decía cuánto valía una persona socialmente. Estar descalzo decía mucho. Definía un destino. La persistencia de la palabra peón para definir a las víctimas de la esclavitud por deudas es un indicio significativo de que el peón es menos que una persona. Es alguien cuya designación indica que sus necesidades no se definen por lo que le falta, sino por un estigma de nacimiento.
– Entre sus actuales proyectos de investigación se encuentran también los análisis en los archivos de las granjas de la Orden de São Bento en el casco antiguo y la ciudad de São Paulo. ¿Qué ha revelado esta investigación en tierras benedictinas sobre la esclavitud y la organización del trabajo?
Mi investigación en los archivos benedictinos se realizó en São Paulo, Bahía, Pernambuco y Portugal. La esclavitud en la Orden de San Benito difería significativamente de la esclavitud en general. Los monjes eran monjes filósofos, intelectuales. Crearon el modelo para la abolición progresiva de la esclavitud en Brasil. Al día siguiente de la Ley de Vientre Libre, en 1871, abolieron la esclavitud en monasterios y haciendas, 17 años antes de la Ley Áurea, sin exigir del gobierno ninguna compensación por la enorme pérdida que habían sufrido.
Además, ya en el transcurso del siglo XVIII, hay indicios en sus documentos de que la esclavitud en sus fincas no se basaba en el nacimiento, no tenía una base racial, sino en la condición social. Uno de los casos que he analizado fue el de un administrador de indios que también era amo de los esclavos y arrendatario de un terreno en una de las estancias. Tenía un pleito con el abad para recibir el valor de un pedazo de harina de mandioca que le había vendido. Esto dio lugar a un debate en el monasterio al que estaba adscrito sobre si había que pagarle o no.
Un tercio de la persona del indio era libre, igual y persona de pleno derecho. Era él quien había producido la harina y, por tanto, había que pagarle: era dueño de esa parte de su persona y era dueño de su trabajo.

– ¿Cuál fue el papel del colonato, en la historia agraria de Brasil, para la ruptura de las relaciones de trabajo esclavo? ¿En qué medida la absorción de las pequeñas propiedades rurales por los latifundios y la lógica del agronegocio contribuyeron a la “invención” de nuevas formas de esclavitud?
Estudié este tema en mi libro O cativeiro da terra (Contexto, 2010). Brasil no evolucionó de la esclavitud al trabajo libre y asalariado, sino a una combinación de relaciones laborales. Sólo la cosecha de café, que era la referencia, se pagaba en metálico, por tanto de forma propiamente asalariada. El permiso para cultivar alimentos propios en tierras agrícolas constituía una situación de arrendamiento de la tierra a cambio del pago en trabajo, es decir, de un colono como arrendatario del terrateniente, la inversa de la situación de un asalariado.
Al ocuparse de la plantación de café, el colono contrataba la mano de obra gratuita de su familia. Si se necesitaban más recolectores para la cosecha, era responsabilidad del colono pagar el jornal, responsabilidad del patrón. El agricultor efectuaba el pago, pero lo cargaba en la cuenta del colono. Además, estaban las tareas gratuitas, como hacer cercas, apagar fuegos. Era una relación laboral libre pero compleja, que no se reducía al salario propiamente dicho y que no solía confundirse con el patrón.
Pequeña propiedad y latifundio
La pequeña propiedad no fue absorbida por el latifundio. La pequeña agricultura, no la propiedad, que fue incorporada al latifundio, como en la agricultura de caña del Nordeste o en las plantaciones de café de São Paulo, no se practicaba en tierras de propiedad del pequeño agricultor. Sólo en el Nordeste, durante la dictadura militar, el gobierno reconoció el derecho de enfiteusis de los cañeros de la región sobre sus tierras, el llamado sitio. Lo que constituye un derecho de propiedad.
Los territorios donde se recluta a los trabajadores que acaban convirtiéndose en esclavos están muy alejados de los lugares donde tiene lugar la esclavización. Esta es una táctica para hacerlos más vulnerables: el desamparo debido a la distancia en relación a la comunidad y a la familia de origen.
– Si en el campo vemos situaciones laborales análogas a la esclavitud, en la ciudad no es diferente, ya que tenemos noticias de fábricas clandestinas que mantienen a personas en verdaderas prisiones. ¿Cuál es la similitud y la diferencia entre esta esclavitud rural y la esclavitud urbana contemporánea, especialmente en la producción de grandes marcas?
La esclavitud en el Brasil actual presenta variaciones significativas de una situación a otra. Lo que las hace converger es la vulnerabilidad de la víctima. No sólo la pobreza, sino también el engaño de suponer que el trabajo, que sólo se revelará cautivo en el curso de los acontecimientos, es una puerta al nuevo mundo de la superación de la pobreza. La sociedad de consumo es el fantasma detrás de todo esto.
La similitud básica de estas situaciones está en la complicidad de la víctima. Los reclutadores, traficantes y beneficiarios del trabajo esclavo utilizan el desempoderamiento resultante de las diferencias culturales entre la víctima y el explotador como instrumento de dominación. Hay una biculturalidad que separa a las personas en un país como Brasil, que hace vulnerables a los que vienen de los sectores más atrasados de la sociedad, que dan a las palabras un significado que no tienen.
– Si todavía existen situaciones análogas a la esclavitud en el campo y en la industria, también las hay en el hogar, ya que vemos a trabajadoras domésticas rescatadas de esas condiciones. ¿Cómo analiza esta relación entre esclavitud y trabajo doméstico?
A granel, los casos de servidumbre doméstica aparecen en los periódicos casi todos los días. La víctima es tratada como una empleada y miembro de la familia, que trabaja sin salario ni derechos, como si explotarla fuera un favor y el trabajo un pago justo por este favor, la comida y la vivienda bajo la escalera, como se suele decir. La justicia, cuando ha tenido que actuar, ha procesado y condenado a los responsables. La diferencia en estos casos es que las víctimas están en cautiverio, casi siempre porque fueron abandonadas por su familia de origen.
Hace apenas una semana, el Ministerio de Trabajo y Empleo concluyó que una anciana desaparecida desde 1979 (¡!) se encontraba en condiciones análogas a la esclavitud en un hotel de Garibaldi.
Como también ocurre en la esclavitud rural, la víctima no se reconoce esclava, principalmente porque sin ese trabajo cae en un estado de indefensión. Es más común de lo que se cree que el trabajador liberado por los inspectores de trabajo regrese a la finca de donde salió y espontáneamente se someta de nuevo al cautiverio. O, en el caso de los trabajadores domésticos, no saben qué hacer cuando son liberados.
Esto nos enfrenta a las dificultades de una militancia a favor del fin de la esclavitud que refleja más la conciencia alienada del militante, generalmente de clase media, que la conciencia que el esclavo tiene de su situación.
La consecuencia puede ser dolor, sufrimiento e impotencia. No he visto ningún análisis ni debate sobre este complicado problema. Los activistas tienden a cerrar los ojos ante todo lo que va en contra de la euforia del espectáculo en que se ha convertido la lucha contra la esclavitud y del que ellos se han convertido en actores.
– ¿Es posible erradicar eficazmente la esclavitud hoy en día sin superar el capitalismo?
Superar el capitalismo es una cuestión muy complicada. Depende de la aparición de lo que Henri Lefebvre y Ágnes Heller, por separado, definieron como situaciones de necesidad radical. Aquellas que sólo pueden superarse como resultado de transformaciones sociales revolucionarias, es decir, profundas.
El mundo, no sólo la sociedad capitalista, está cada vez más alejado de las condiciones que engendran esas necesidades transformadoras. Escuché, de la propia Ágnes Heller, en una conferencia en la PUC (Pontificia Universidad Católica), aquí en São Paulo, que las necesidades radicales ya no existen.
He tratado este tema en otra perspectiva divergente y lo hice en mi reciente libro “Sociología de la ignorancia: ensayos sobre la incertidumbre del instante” (Unesp, 2021). En el caso brasileño, la dificultad es diferente y mayor porque nuestra alienación social es peculiar, nuestra cosmovisión crónica está del revés. Este es un hecho histórico y antropológico.
– ¿Qué caminos debemos construir para erradicar la esclavitud en el Brasil de hoy?
Lo que llamamos esclavitud es el nuevo modelo de relaciones laborales de un capitalismo poderoso y estructurado redefinido. En un mundo donde el trabajo está siendo sistemáticamente desvalorizado, económica, social y moralmente.
Tenemos que entender cuáles son hoy las contradicciones del capital y qué posibilidades históricas surgen de ellas. ¿Qué es posible, cuál es nuestro posible hoy? ¿Qué praxis transformadora estamos en condiciones de desarrollar a partir de estas observaciones?
Necesitamos revisar críticamente lo que creemos saber sobre la sociedad contemporánea y sobre la sociedad brasileña en particular. Hacer la severa autocrítica que nos permitirá ver lo que hasta ahora no hemos visto y no queríamos ver. Tirar a la basura los manuales de vulgarización del pensamiento de izquierda. Tenemos que pensar con cabeza propia, como sujetos de conciencia social compartida. Es lo que Florestan Fernandes definió como conciencia científica de la realidad social.
Leer con atención a los autores que, con prejuicios ideológicos, satanizamos en nombre de nuestro voluntarismo desinformado y de nuestro pobre e intolerante sentido común pequeñoburgués y reaccionario. Empezar de nuevo a repensar el capitalismo con nuevos instrumentos. Reconocer los errores e insuficiencias que bloquean nuestra comprensión del mundo. Si no nos liberamos a nosotros mismos, no liberaremos a nadie.
* José de Souza Martins es licenciado en Ciencias Sociales, máster y doctor en Sociología por la Universidad de São Paulo – USP. Fue profesor visitante en la Universidad de Florida y en la Universidad de Lisboa y miembro del Consejo de Administración del Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas contra las Formas Contemporáneas de la Esclavitud de 1998 a 2007. Fue Profesor de la cátedra Simón Bolívar en la Universidad de Cambridge (1993-1994). Es profesor jubilado de la USP. Entre sus últimos libros publicados figuran: O cativeiro da terra (Contexto, 2010), Sociologia do desconhecimento: ensaios sobre a incerteza do instante (Unesp, 2021), Fronteira: A degradação do outro nos confins do humano (2022), A política do Brasil lúmpen e místico (2021) y As duas mortes de Francisca Júlia: A Semana antes da Semana (2022).
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