Brasil – Peleando en la oscuridad. [Marcelo Aguilar]

Lula da Silva en un acto de campaña en San Pablo, el 2 de octubre. Foto: AFP, MIGUEL SCHINCARIO

La campaña a nueve días del balotaje

Peleando en la oscuridad

Los señalamientos morales y los ataques difamatorios se comen las primeras semanas de campaña antes de la segunda vuelta. Canibalismo, satanismo, pedofilia y masonería dominan los titulares de la elección más importante en más de tres décadas.

Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 21-10-2022

Correspondencia de Prensa, 21-10-2022

«Fueron las peores 24 horas de mi vida», dijo el presidente Jair Bolsonaro a la prensa, al llegar a la Rede Bandeirantes para el primer debate presidencial de la segunda vuelta, que ocurrió el domingo. Lo dijo en relación con una denuncia que inundaba las redes sociales por esas horas, basada en una declaración que él mismo había hecho. En un pódcast, el presidente había vuelto a insinuar –como ya había hecho antes en una reunión con empresarios– que unas adolescentes venezolanas que conoció en un barrio de la periferia de Brasilia practicaban la prostitución; pero esta vez fue peor, porque dijo «pintou um clima», que en traducción libre sería algo así como «pintó onda», lo que le valió el ser acusado de pedófilo. Tal fue el impacto de la ofensiva de sus adversarios que, la noche previa al debate, Bolsonaro salió a negar las acusaciones en una transmisión en redes sociales a la 1 de la mañana.

Este tipo de casos dan la talla del tono de la discusión que hasta el momento pauta la segunda vuelta presidencial en Brasil. La última encuesta de Datafolha, publicada el miércoles, muestra un escenario apretado: 49 por ciento de los votos para Luiz Inácio Lula da Silva, 45 por ciento para Bolsonaro, con 1 por ciento de indecisos y 4 por ciento que declara voto nulo o en blanco. Según la encuesta de la consultora IPEC del 10 de octubre, el 94 por ciento de los electores ya sabe a quién van a votar. Seguramente sean las decisiones de indecisos y de quienes declaran que votarán en blanco las que definan la elección.

Alta temperatura

Tensión, esa es la palabra que define, según la doctora en Ciencia Política Denilde Holzhacker, a esta campaña. Y se refiere «no solamente al alto grado de rivalidad y confrontación entre ambas campañas, que refleja la polarización, sino también tensión en la opinión pública en relación con los resultados y el después». Holzhacker, que es profesora de la Escuela Superior de Propaganda y Marketing de San Pablo y desde 1994 estudia las elecciones, dice a Brecha que el clima es el más tenso de todas las elecciones que vio.

Afirma: «Esta es una campaña muy poco propositiva; se discutieron muy pocos proyectos y propuestas en términos de políticas públicas: es una de las campañas más pobres. Las dos campañas están con la estrategia de ampliar el rechazo de su oponente, y esto la ha convertido en una campaña de acusaciones y de cuestionamientos más que de discusiones sobre lo que se pretende hacer».

Para el sociólogo y politólogo Rudá Ricci, la tendencia es que esa situación se profundice: «Lula mantiene la diferencia que tuvo en la primera vuelta, y, por tanto, se espera un avance de la agresividad de la campaña de Bolsonaro en esta próxima semana, pues precisa conquistar votos de indecisos o aumentar el número de abstenciones principalmente entre los más pobres del país, que son en su mayoría electores de Lula». Y destaca un aspecto bastante imprevisible: «Hay movimientos sobre los que todavía no está tan clara su efectividad, una especie de campaña invisible en células evangélicas y reuniones por lo bajo con agrupamientos políticos. No tenemos instrumentos para medir con precisión el impacto de ese microcosmos de la política bolsonarista en los barrios y dentro de las iglesias».

Holzhacker prevé una segunda vuelta muy estrecha: «Lula tiene una ventaja considerable, y Bolsonaro tiene que tener la capacidad de mejorar esa comunicación con grupos más moderados, principalmente electores de Simone Tebet y Ciro Gomes. Lula tiene una ventaja muy grande en el nordeste que precisa mantener y ampliar, así como mantener Minas Gerais y mejorar su posición en San Pablo y Río. Es un juego que todavía está abierto. La expectativa es que Bolsonaro mejore su posición y quede más próximo a Lula; la pregunta es si tendrá condiciones de hacer esa arrancada final y superarlo de aquí al 30 de octubre».

Tu veneno

Parte de la izquierda, sobre todo en redes sociales, empezó a bailar con la música bolsonarista. El primer embate de la campaña para la segunda vuelta fueron acusaciones cruzadas sobre religión. La campaña de Bolsonaro inventó una supuesta alianza de Lula con el diablo, y los internautas de izquierda respondieron con videos de Bolsonaro en una sede de la masonería, noticia que preocupó en filas del gobierno, por su posible impacto en la base evangélica. Los izquierdistas redoblaron la apuesta con ofensivas, como la acusación de pedofilia contra Bolsonaro, que, según Ricci, responden a una especie de «campaña paralela» de Lula, liderada por el diputado federal de Avante André Janones. «El principal objetivo es soltar bombas en el cuartel general del adversario, obligándolo a retroceder para defenderse. Y este ataque fue hasta el momento el más importante y certero, a tal punto que lo obligó a hacer un live a la 1 de la mañana», agrega. Si tiene efecto electoral, todavía no está del todo claro, pero según el analista el objetivo es otro: «Las encuestas recientes no indican efectivamente que este tipo de acciones ganen votos, entonces, ¿cuál es la importancia de ese tipo de ataques? Que el otro lado tiene que defenderse, y al tener que defenderse se paraliza, y es lo que la campaña de Lula precisa para ganar la elección».

En el marco de esta estrategia ya se le había acusado a Bolsonaro de caníbal, por declaraciones que dio en 2016 a un periodista del New York Times en las que afirma que, en el contexto de una visita a una región amazónica, no tendría problemas en comer la carne de un indígena, lo que, según el entonces diputado, «es parte de la cultura de ellos». El papel de Janones en las redes sociales, su ecosistema natural, le ha ganado el mote de Carluxo de esquerda, en oposición a Carlos Bolsonaro, el hijo y coordinador de redes sociales del presidente, y a sus métodos algo parecidos a un «bolsonarismo en sentido contrario».

El propio Janones ya ha declarado en varias oportunidades que su estrategia responde a darle de tomar su «propio veneno» a los bolsonaristas. A su vez, concentra los ataques en su persona, para dejarle el camino libre a Lula. Ricci, que ya trabajó en la coordinación de campañas del Partido de los Trabajadores (PT), afirma que Janones «está haciendo una campaña violentísima contra Bolsonaro y los bolsonaristas, que es algo que el PT no hace desde mucho tiempo atrás: el PT de la década del 80 era mucho más agresivo, pero la mayoría de los simpatizantes del partido en el siglo XXI no están muy acostumbrados a eso».

La otra campaña del PT, la oficial, está centrada en la figura de Lula como estadista, en las pautas económicas, como el combate al hambre y a la pobreza, e incluye enormes actos en varias regiones del país, sobre todo en los lugares donde cree que puede dar vuelta el resultado o puede aumentar su votación, como Río de Janeiro, San Pablo y el nordeste. Ricci agrega un dato: «Esos grandes mitines que Lula hace son típicos del siglo XX, pero no del XXI. Hoy las personas se juntan en grupos más chicos y en redes sociales, y es ahí donde Bolsonaro actúa mejor. Es común escuchar gente que pregunta: ¿cómo es posible que con esos actos tan masivos que Lula hace tan seguido, y Bolsonaro no, haya tan poca diferencia de votos entre los dos candidatos?».

Viejos fantasmas

Bolsonaro mantiene sus viejas armas. Usa a destajo en su campaña los métodos que lo llevaron a la presidencia: los ataques permanentes al PT, la amenaza comunista, la coacción empresarial sobre los trabajadores y la distribución a gran escala de noticias falsas. Explorar los grupos de distribución de noticias de la campaña oficial, del propio presidente y sus hijos, es un viaje a los confines de la mentira. El tono es de «guerra santa». Proliferan las apelaciones al miedo: Lula cerrará iglesias si gana la elección, Lula va a legalizar las drogas y el aborto –punto que no figura en su plan de gobierno–, y Lula es un títere del crimen organizado.

Esta narrativa tuvo su punto más alto durante la reciente visita del candidato petista al conjunto de favelas cariocas conocido como Complexo do Alemão, en la que el expresidente fue fotografiado usando un gorro con la sigla CPX, que se refiere a «Complexo». Rápidamente, los bolsonaristas trataron de asociar la sigla con una facción criminal. Incluso, en el debate televisivo, Bolsonaro insistió en ese punto. El actual presidente asoció a los habitantes de la favela con traficantes, algo que puede ser visto como un tiro en el pie, según Holzhacker: «Bolsonaro erró al asociar como un todo a las personas que viven en las favelas con el narcotráfico. Fue bastante negativo para él, que precisa del electorado más pobre». Lo mismo hizo recientemente con los nordestinos, al insinuar que el analfabetismo los había inducido a votar a Lula.

Bolsonaro ha hecho del Palacio de Planalto –que, según su esposa, antes de que el excapitán llegara estaba «consagrado a los demonios»– su búnker de campaña. En gesto desafiante, hizo colgar una bandera gigante de Brasil del techo de la fachada y ha recibido en la sede del Ejecutivo a diversos grupos de apoyo, junto con los que ha dado conferencias de prensa. Tal es el caso de una comitiva de cantantes de sertanejo, uno de los ritmos musicales más populares del país, integrada, entre otros, por Gusttavo Lima, Leonardo y Zezé di Camargo. Este grupo acompaña al presidente desde 2018.

«Uno de los problemas de Bolsonaro es que él debería estar enfocado en la ampliación de su base de votos, pero en los últimos 15 días solo ha hecho campaña para su burbuja, para aquellos que ya están vinculados a su ideario», afirma Ricci. Esta lectura es reforzada por un momento clave del debate del domingo: el tercer bloque. El peor desempeño de Lula se dio en ese momento, cuando, cuestionado sobre la corrupción en la Petrobras, habló demasiado, agotó su tiempo –en ese bloque los candidatos tenían 15 minutos cada uno para usar como mejor entendieran–, no dio respuestas contundentes y le dejó a Bolsonaro más de cinco minutos para hablar al final. Sin embargo, Bolsonaro usó todo ese tiempo, que podía ser considerado una oportunidad de oro, para hablar de la supuesta amistad de Lula con Daniel Ortega, la persecución a cristianos por el régimen nicaragüense y la «defensa de dictaduras» supuestamente practicada por el petista, todos temas que dialogan con un público ya convencido y que difícilmente capturen indecisos; algo que fue visto como un alivio por integrantes de la comitiva petista presentes en el debate.

El debate marcó el acercamiento de un viejo conocido y eventual desafecto: el exjuez y exministro de Justicia de Bolsonaro, Sergio Moro. Para Holzhacker, «traer a Moro al debate, y haber colocado a Lula en una situación incómoda al hablar de la corrupción, permitió a Bolsonaro señalarle a cierto público que él estaría del lado de los contrarios a la corrupción. Ahí puede haber reconquistado algunas posiciones en un electorado que es antipetista y favorable a la operación Lava Jato».

Marcas profundas

Gane quien gane, a Brasil le esperan tiempos convulsos. Una victoria de Bolsonaro con mayoría en el Congreso abre camino para un avance autocrático. El actual presidente ha dicho recientemente que analiza ampliar el número de integrantes del Supremo Tribunal Federal, con el objetivo de «equilibrarlo», lo que en la práctica podría significar una mayoría favorable a Bolsonaro y sus políticas. La medida ha sido criticada ampliamente y denunciada como una nueva amenaza autoritaria del ultraderechista.

En caso de victoria de Lula, deberá negociar con un Legislativo con significativa representación opositora, contemplar intereses de diversos sectores que integran su abanico de alianzas y enfrentar enormes desafíos de reconstrucción institucional tras el paso del bolsonarismo por el poder. Para Ricci, el principal problema es la estabilidad del país: «Sea cual sea el resultado, el bolsonarismo va a salir muy fuerte. Y lo que es importante en una elección no es solamente la victoria electoral, sino también la victoria política. Dilma ganó la elección, pero perdió la política. Bolsonaro puede perder la elección, pero [puede] salir fuerte políticamente, y eso puede hacer que el país se prenda fuego en 2023. Puede salir como un líder de masas de extrema derecha con un poder de artillería gigantesco».

En una perspectiva más amplia, el avance de la ultraderecha bolsonarista y la consecuente desaparición electoral de la derecha tradicional seguramente dejarán marcas profundas en la concepción brasileña de la política. La campaña se ha vuelto más sucia, con debates sobre asuntos más alejados del día a día de las grandes masas del país. Canibalismo, satanismo, pedofilia, masonería, entre otros, han dominado los embates en redes sociales en las últimas semanas, y han permeado los debates políticos. Vastos sectores de la izquierda entienden que este sea quizás el único camino para desgastar al bolsonarismo de cara a la elección del 30 de octubre: usar sus propias armas y jugar en su propio terreno. El tiempo dirá si están en lo cierto. «Lamentablemente, este es el tono de la política brasileña. Esta es ahora la lógica hegemónica: la barbarie. Y esta barbarie es resultado de muchísimos años de mentiras, acusaciones exageradas y suposiciones, que generaron un fuerte resentimiento, y los grandes medios tienen un papel central en esto», cierra Ricci.