Brasil – La recuperación de los ingresos de los más pobres muestra la brecha de la desigualdad. [Marcelo Ribeiro y André Salata – Entrevista]

Entrevista con Marcelo Ribeiro y André Salata

La recuperación de los ingresos de los más pobres muestra la brecha de la desigualdad

Según los investigadores, sí hay una recuperación para los que tienen menos ingresos, pero la situación es tan mala que la mejora ni siquiera cambia el panorama de la desigualdad en Brasil.

João Vitor Santos

Revista IHU, 18-4-2022

Traducción de Correspondencia de Prensa, 18-4-2022

Aunque hay quienes defienden insistentemente lo contrario, las cifras no son imparciales. De hecho, los que creen firmemente en ellas sólo ven el mundo desde una mitad. Esto se pone de manifiesto cuando miramos los datos del último Boletín del Observatorio de las Metrópolis. Inmediatamente, notamos que, con el descenso de la pandemia en Brasil, hubo una recuperación de las pérdidas de los más pobres. «Los ingresos de este estrato inferior se han ido recuperando. Pero la recuperación es lenta y todavía insuficiente para alcanzar el nivel del periodo anterior a la pandemia. Si consideramos el cuarto trimestre de 2019, la renta -el ingreso familiar per cápita del trabajo- de este grupo era de 278 reales (1 dólar = 4,70 reales: ndt), y ahora ha llegado a 239 reales», señala el científico social André Salata, en una entrevista conjunta con el economista Marcelo Ribeiro, concedida por correo electrónico al Instituto Humanitas Unisinos – IHU.

Marcelo Ribeiro es licenciado en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Goiás -PUC-Goiás, máster en Sociología por la Universidad Federal de Goiás – UFG y doctor en Planificación Urbana y Regional por la Universidad Federal de Río de Janeiro -UFRJ. Es profesor del Instituto de Pesquisa e Planejamento Urbano e Regional – IPPUR de la UFRJ e investigador del Instituto Nacional de Ciência e Tecnologia Observatório das Metrópoles – INCT-OM. André Salata es licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad do Estado do Rio de Janeiro – UERJ, máster y doctorado en Sociología por el Programa de Postgrado en Sociología y Antropología de la Universidad Federal do Rio de Janeiro – UFRJ. Actualmente, es profesor de Sociología en el Programa de Postgrado en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul – PUCRS.

– Según el último Boletín del Observatorio de las Metrópolis, los más pobres han recuperado ingresos y los más ricos han perdido. Pero, ¿cuál es el efecto de esta recuperación, ya que parece que no se ha notado en las calles?

André Salata – Es importante dejar claro que los ingresos de los más pobres se están recuperando tras la enorme caída sufrida al principio de la pandemia. En la media de nuestras metrópolis, el 40% más pobre perdió aproximadamente un tercio de sus ingresos laborales entre el primer y el tercer trimestre de 2020, es decir, desde que se dejaron sentir en el país los primeros efectos de la crisis provocada por Covid-19.

Desde entonces, con la vacunación y la reanudación de las actividades, los ingresos de este estrato inferior se han ido recuperando, pero la recuperación es lenta y todavía insuficiente para alcanzar el nivel del periodo anterior a la pandemia. Si tenemos en cuenta el cuarto trimestre de 2019, la renta -ingreso familiar per cápita del trabajo- de este grupo era de 278 reales, y ahora ha llegado a 239 reales. En otras palabras, la caída de los ingresos fue gigantesca, y la recuperación aún es parcial. Por eso aún no hemos sentido sus efectos en nuestra vida cotidiana.

– Si los más pobres recuperaron sus ingresos y los ricos los perdieron, ¿significa eso que la desigualdad está disminuyendo? ¿Cuáles son los pros y los contras de una reducción de la brecha entre ricos y pobres según lo detectado por la investigación?

André Salata – Tan pronto como los efectos de la crisis causada por la pandemia de Covid-19 se hicieron sentir en las regiones metropolitanas de Brasil, los ingresos de los estratos socioeconómicos más bajos cayeron en picado. En el tercer trimestre de 2020, la renta media del 40% más pobre había caído un 32% respecto al primer trimestre de ese año. Mientras tanto, entre el 10% más rico el descenso había sido sólo del 2,5%.

Por lo tanto, todo el mundo perdió en nuestras metrópolis, pero los más pobres sufrieron proporcionalmente más, lo que provocó un aumento de la desigualdad. En consecuencia, el aumento de la desigualdad en el primer año de la pandemia fue notable. El coeficiente medio de Gini – cuanto más alto, mayor es la desigualdad – de nuestras metrópolis pasó de 0,602 a 0,635 en sólo dos trimestres, lo que supone un aumento muy fuerte si tenemos en cuenta las características de esta medida.

Sin embargo, en los últimos trimestres la situación es diferente. La renta media del 40% más pobre se ha ido recuperando, y del cuarto trimestre de 2020 al cuarto trimestre de 2021 aumentó un 22%, pasando de 195 reales a 239. Mientras, en el mismo periodo, la renta media del 10% más rico cayó un 7%, pasando de 6.917 a 6.424 reales.

Hay dos factores principales para entender este movimiento. En primer lugar, los ingresos de los más pobres habían sufrido una enorme caída al principio de la pandemia y, con la vacunación y la reanudación de las actividades, se han ido recuperando, aunque lentamente y sin llegar a los valores de antes de la crisis provocada por Covid-19.

Por otro lado, la renta de los más ricos, que en realidad expresa la parte de la población que solemos llamar clase media (alta), había sufrido un choque mucho menor al principio de la pandemia, y por tanto tiene menos margen de recuperación.

Y en segundo lugar, en los últimos trimestres hemos visto un aumento considerable de la inflación, que afecta a todos los estratos. Sin embargo, entre los más pobres, la recuperación de las actividades ha compensado con creces las pérdidas causadas por la inflación. No ocurre lo mismo entre los más ricos, cuyos ingresos no habían sufrido un golpe tan fuerte al principio. Los más ricos, pues, ven cómo la inflación erosiona su poder adquisitivo en un contexto económico en el que es difícil negociar aumentos salariales que puedan sustituir una parte importante de los ingresos reales perdidos.

La consecuencia es una reducción de las desigualdades medias en las metrópolis, que vuelven a valores más cercanos a los del periodo anterior a la pandemia. Sin embargo, se trata de volver a ese nivel en una situación diferente, en la que tanto los más ricos como los más pobres tienen menores ingresos. Esto, obviamente, está lejos de ser la mejor manera de reducir la desigualdad, y es muy diferente de lo que había ocurrido en Brasil entre aproximadamente 2004 y 2014, cuando todos los estratos aumentaron sus ingresos, pero los estratos más bajos aumentaron proporcionalmente más.

– ¿Cuál es la naturaleza de esta recuperación de los ingresos de los más pobres y cómo interpretan los movimientos de recuperación?

Marcelo Ribeiro – Una parte importante del trabajo de las personas que ocupan el estrato del 40% más pobre se caracteriza por actividades informales y precarias. Se trata de actividades laborales que las personas consiguen realizar porque no hay grandes exigencias en términos de cualificación y que no dependen necesariamente de ser contratadas por un empleador, no teniendo que pasar por un proceso de selección.

Estas actividades de carácter informal y precario son muy comunes en las metrópolis brasileñas y tienden a aumentar su participación, especialmente en un contexto de crisis económica, cuando el mercado laboral formal no tiene contrato o está reduciendo su fuerza de trabajo. Estas actividades se presentan, por tanto, como una alternativa de supervivencia para muchos brasileños. Aunque se presentan como una alternativa, porque son actividades que no tienen barreras de entrada y, por tanto, existe una gran competencia entre quienes participan en ellas, podemos entender que son actividades laborales con niveles de remuneración muy bajos.

Podemos ejemplificar esto con las actividades laborales tradicionales existentes en nuestras metrópolis, como la venta ambulante, o con las nuevas actividades informales y precarias que han surgido en los últimos tiempos vinculadas a las plataformas tecnológicas (apps), como es el caso de los repartidores de todo tipo de mercancías o los conductores de Uber.

– Otro hecho que llama la atención es que miles de familias cuyos ingresos laborales, ya de por sí insuficientes, se enfrentan a pérdidas desde hace dos años. ¿Cómo podemos medir su impacto en la vida de las personas? ¿Cómo explicar estas pérdidas, en un contexto en el que los más pobres parecen haber recuperado sus ingresos?

André Salata – Hay varias razones por las que la caída de los ingresos entre los más pobres ha sido tan acentuada. Yo destacaría tres.

1) Existe una gran diferencia entre estratos en cuanto a la cualificación de la mano de obra, con la concentración de personas menos cualificadas más cerca de la base de la pirámide. En un momento de crisis, como la pandemia, los menos cualificados se encuentran en una situación muy vulnerable, ya que son más fácilmente sustituibles;

2) En segundo lugar, en estos estratos también hay una concentración muy grande de personas que trabajan en el sector informal, y sienten inmediatamente los efectos de la reducción de actividades en sus ingresos. Como no cuentan con ninguna protección, la caída de los ingresos laborales es instantánea;

3) Y, en tercer lugar, también hay una concentración de ocupaciones que no permiten el traspaso a la modalidad a distancia, como ocurre en las ocupaciones de clase media. Y el resultado de estos tres factores es el fuerte aumento de la desigualdad que presenciamos en el primer año de la pandemia.

En los últimos trimestres, debido en gran parte a la vacunación, se ha producido un proceso de recuperación de la actividad económica. Y esto ha beneficiado a estas familias más pobres. Entre el cuarto trimestre de 2020 y el cuarto trimestre de 2021, la renta -la renta familiar per cápita del trabajo- de los más pobres de nuestras metrópolis aumentó más de un 20%. Pero se trata de un aumento sobre una base extremadamente baja, y después de una caída brutal de los ingresos de este estrato.

Incluso en el cuarto trimestre de 2021, la renta media de los más pobres era un 8,5% inferior a la del cuarto trimestre de 2019, antes de la pandemia. Por lo tanto, estamos hablando de una enorme porción de la población que tradicionalmente ya tiene ingresos muy bajos, que durante la pandemia fue la más afectada, y que ha vivido los dos últimos años con ingresos inferiores a los que estaba acostumbrada.

Los resultados se muestran en los gráficos que elabroamos. Por ejemplo, la proporción de familias que viven con ingresos laborales inferiores a una cuarta parte del salario mínimo alcanzó casi el 30% en el punto álgido de la pandemia. Se trata de una tragedia social que se expresa no sólo en números, sino que es perceptible para cualquier residente de las áreas metropolitanas brasileñas, a partir del aumento del número de mendigos, vendedores ambulantes en las calles, etc.

– Según lo que usted ha precisado, esta recuperación de la renta de los más pobres, aunque tímida, está relacionada con el enfriamiento de la pandemia en Brasil. ¿Se puede decir que cuanto más controlada esté la Covid-19, mayor será la recuperación de las pérdidas?

Marcelo Ribeiro – Aunque no hayamos realizado un análisis de causalidad entre estos fenómenos – porque eso depende del control de varias variables -, por las observaciones que hemos presentado a partir de los datos que divulgamos, encontramos que en la medida en que se produjo el avance de la vacunación en la población brasileña, se hizo posible que muchos trabajadores que estaban ociosos durante la fase más aguda de la pandemia volvieran al mercado de trabajo, y eso contribuyó al aumento de la renta principalmente entre las personas que están en el estrato del 40% más pobre.

Como Brasil tiene ahora una alta cobertura de vacunación, podemos considerar que la contribución de la vacunación a la reanudación de la actividad económica ya se ha producido. Esto significa que el proceso de recuperación de los niveles de renta o incluso su elevación a niveles superiores depende, fundamentalmente, de un crecimiento económico sostenible y también del enfriamiento del proceso inflacionista que venimos observando actualmente, dado que el aumento de la inflación ha provocado una pérdida del poder adquisitivo de las rentas nominales.

– Los datos de la encuesta se refieren a la realidad de las metrópolis brasileñas, pero de ellos, ¿podemos deducir que la realidad de las ciudades más pequeñas es similar? ¿Cómo proyecta la realidad del campo brasileño, especialmente en este contexto post-pandémico?

Marcelo Ribeiro – Hoy en día, Brasil tiene una red urbana mucho más compleja y diversificada que hace 40 años, cuando había unos pocos grandes centros urbanos -que llamamos metrópolis-, unas pocas ciudades de tamaño medio y muchas pequeñas poblaciones. Actualmente, además de haber aumentado el número de metrópolis en el país, tenemos un gran número de ciudades de tamaño medio. Estas ciudades medianas también tienen estructuras económicas más diversificadas, lo que las acerca a las estructuras económicas y, por tanto, al mercado laboral de las metrópolis del país. En este sentido, podemos decir que aunque nuestros datos se refieren a regiones metropolitanas, podemos encontrar similitudes en estas condiciones de remuneración, especialmente en las ciudades medianas.

Evidentemente, las alternativas de supervivencia, cuando las personas no consiguen un empleo y, por tanto, una remuneración, son diferentes según el contexto urbano en el que se encuentren. En una metrópoli, donde la condición para la reproducción social depende en gran medida de los ingresos, las alternativas que las personas buscan para asegurar su supervivencia se encuentran en actividades informales en el mercado laboral y a menudo en condiciones precarias. En una ciudad pequeña, las alternativas pueden encontrarse mejor en la producción para el autoconsumo. Por lo tanto, la condición urbana es muy importante para analizar las posibilidades de reproducción social de las familias.

Al considerar que más del 85% de la población brasileña vive en las ciudades, aunque en las metrópolis este contingente corresponda al 40%, una mirada a las condiciones sociales de la población que vive en las metrópolis es fundamental para entender la actual cuestión social del país.

– En las últimas semanas, el IPCA (Índice Nacional de Precios al Consumidor Amplio) ha mostrado un enorme aumento del costo de la canasta básica de alimentos. En cierta medida, estos aumentos, que también se venían señalando desde hace tiempo, ya tienen algún impacto en los ingresos de los brasileños? ¿Cómo aparece esto en la encuesta y cómo se deduce que debería aparecer en futuras muestras?

André Salata – Sí, esto aparece claramente en los datos. Por ejemplo, el valor real de la renta media de los más ricos cayó un 8,05% en 2021. Sin embargo, si no tenemos en cuenta la inflación y trabajamos con valores nominales, la variación fue de -0,94. Entre los más pobres, por su parte, el aumento de los ingresos en un 20,9% se habría elevado al 30,3% en un hipotético escenario sin inflación. En otras palabras, la inflación ha presionado el poder adquisitivo a la baja durante los últimos trimestres, limitando la recomposición de los ingresos que ha supuesto la vacunación y la reanudación de la actividad económica.

La tendencia, al parecer, es que la inflación no pierda fuerza rápidamente. La inflación de marzo de 2022, por ejemplo, fue la más alta del mes desde la creación del Plan Real. Y por ello es muy probable que siga perjudicando el poder adquisitivo de la población y la capacidad de la economía para recuperar los ingresos perdidos durante la crisis.

– Basándose en los datos de este informe, ¿qué proyecciones futuras hacen? ¿Qué caminos podemos iluminar para que las pérdidas de ingresos de los brasileños se recuperen, y quién sabe si incluso se reviertan?

Marcelo Ribeiro – La obtención de ingresos, en una sociedad monetizada como la nuestra, depende en gran medida del acceso al mercado laboral, especialmente a través de los puestos de trabajo. La generación de empleo depende, a su vez, del proceso de crecimiento económico del país, y para que eso ocurra hay varias variables implicadas, pero la actuación del gobierno central en este proceso es fundamental, especialmente estimulando la reanudación del crecimiento económico. En resumen, el crecimiento económico es fundamental para la generación de empleo e ingresos, y en las condiciones en las que nos encontramos hoy, esto depende de la acción activa del Estado.

Sin embargo, el aspecto inflacionista es algo muy importante que hay que observar, ya que, como estamos viendo actualmente, el alto nivel de precios en la economía lleva a una reducción del poder adquisitivo de las rentas nominales, contribuyendo a una reducción de la demanda de bienes y servicios y, por tanto, desincentivando la propia actividad económica.