Entrevista a Ilyá Budraitskis
Dimitris Givisis
Traducción de Viento Sur, 2-4-2025
Correspondencia de Prensa, 7-4-2025
Ilyá Budraitskis, historiador y autor, profesor de la Universidad de California en Berkeley y una de las voces más importantes del pensamiento intelectual de izquierda ruso, habla con Epochi sobre la lógica imperialista que preside las conversaciones entre EE UU y Rusia con respecto al final de la guerra en Ucrania, los objetivos de ambas partes y la posición de la izquierda rusa ante un posible acuerdo de paz.
¿Cómo podemos contemplar la cuestión de la liberación de Ucrania en estos momentos, dado el entorno internacional adverso creado por la agresión de Trump y Putin y con una Europa que ha perdido la brújula?
Durante los tres años de esta terrible guerra, que ha costado enormes sacrificios a Ucrania, el país ha sido capaz de defender su independencia contra el ejército enormemente superior del agresor imperialista. Por supuesto, esto no habría sido posible sin el suministro de armas por parte de Occidente, pero el factor principal ha sido la valentía de la propia población ucraniana y su elevada motivación. Hoy, los recursos de la nación están al límite, y el gobierno ucraniano tendrá que aceptar la paz a cambio de pérdidas territoriales.
El destino de Ucrania importa ahora al mundo entero, puesto que suscita la cuestión de los derechos y la soberanía de los Estados pequeños. Si el pacto de Trump con Putin sigue adelante con respecto a la división del territorio y los recursos naturales de Ucrania, creará un precedente similar al del pacto de Múnich de 1938 y demostrará que los Estados pequeños son meros peones en el juego de las grandes potencias.
¿Que muestra hasta ahora el progreso de las negociaciones entre EE UU y Rusia?
A diferencia de la Rusia de Putin, que tiene un objetivo claro en esta guerra ‒la eliminación de Ucrania como Estado independiente y la incorporación de sus territorios, de una forma u otra, en su esfera de influencia‒, Trump no tiene un plan de paz específico. Ucrania se halla en la periferia de sus intereses y representa más bien un objeto de negociación para lograr otros objetivos geopolíticos, en primer lugar, el refuerzo de la posición de EE UU en la confrontación económica y política con China.
Así, el estado actual de las negociaciones se asemeja a una serie unilateral de concesiones al Kremlin (de momento en el plano de la retórica), que según cree probablemente Trump, le permitirán restablecer relaciones de confianza entre Moscú y Washington. Al mismo tiempo, hemos de comprender las diferencias fundamentales entre los dos países: Rusia es una dictadura opresora con un adoctrinamiento ideológico masivo, basado en un sentimiento antioccidental y sobre todo antiestadounidense. Todas las doctrinas oficiales del Kremlin en materia de política exterior identifican la OTAN y EE UU como las principales amenazas, y Rusia, especialmente desde 2022, depende absolutamente de las exportaciones chinas. Es sumamente difícil imaginar que la habilidad negociadora de Trump logre cambiar radicalmente la política exterior rusa.
Al mismo tiempo, la posición de Trump en su propio país puede verse muy desestabilizada en los próximos años; algunas de sus medidas, como los recortes drásticos de los programas sociales, ya comienzan a generar malestar. En el primer mes de su vuelta al poder, Trump todavía no ha conseguido transformar el sistema político estadounidense en una dictadura personal, y para las elites estadounidenses la idea de tener la Rusia de Putin como aliada estratégica sigue siendo en gran medida inaceptable. No obstante, está claro que ambos líderes, pese a sus diferencias, comparten la idea de una política mundial como asunto exclusivo de unos pocos jugadores globales, dividiendo el resto del mundo en esferas de influencia. En suma, no creo que las conversaciones entre EE UU y Rusia lleguen a buen puerto. Al contrario, por su mismo formato reflejan el retorno de la lógica imperialista en su esencia más pura, a imagen y semejanza de lo que ocurrió en la primera parte del siglo XX. Esta lógica, como es sabido, condujo a dos guerras mundiales.
¿Cuáles son las características de la ideología imperialista de Putin? ¿Qué piensa usted que espera sacar de la incipiente normalización de las relaciones con Trump? ¿Únicamente la división de Ucrania?
Una clave de la visión del mundo que tiene Putin es la idea de una Rusia histórica que se extiende mucho más allá de las fronteras de la actual Federación Rusa. Los territorios históricos incluyen, como mínimo, todas las antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas los países bálticos, y como máximo, todos los territorios que han estado alguna vez bajo influencia rusa o soviética. Por tanto, Polonia o Finlandia, por ejemplo, tienen algo que temer realmente. Putin está profundamente convencido de que los países de Europa Oriental no gozan de una verdadera soberanía e inevitablemente serán de hecho colonias de una u otra gran potencia. Pienso que en general, Trump comparte este enfoque neocolonial, como demuestran, por ejemplo, sus declaraciones sobre Canadá y Groenlandia. Otra cosa es que, desde el punto de vista de Trump, Rusia es un país en declive, tanto económica como militarmente. Por tanto, no ve a Putin como a un igual, sino como un posible socio menor en su confrontación con China.
¿Cómo ve la burguesía rusa el final de la guerra? ¿Hay conflictos de intereses en su seno o se alinea plenamente tras los planes de Putin?
La burguesía rusa no existe como sujeto político; no tiene partidos ni representantes públicos para expresar sus puntos de vista e intereses independientes. Esta situación tiene que ver con los fundamentos mismos del capitalismo postsoviético, cuando la propiedad del Estado se repartió entre personas particulares bajo el control de la elite burocrática. La propiedad en Rusia solo está garantizada si se muestra lealtad total a Putin y su gobierno. Por consiguiente, los empresarios rusos deben acatar sus decisiones como algo dado, no negociable.
Por ejemplo, está claro que el inicio de la invasión de Ucrania en 2022 no fue bien recibido por ninguno de los llamados oligarcas en Rusia, que se vieron afectados por las sanciones y perdieron muchos de sus activos fuera del país. No obstante, casi ninguno de ellos criticó abiertamente la invasión, pues hacerlo implicaría perder todas sus propiedades y tal vez incluso su libertad personal. Evidentemente, esto no significa que no existan conflictos soterrados en el seno de la burocracia rusa y las grandes empresas asociadas, pero esos grupos de interés no pueden, debido al diseño actual del régimen, influir de modo importante en las decisiones en materia de política exterior.
¿Cómo enfoca la izquierda rusa un posible acuerdo de paz y las cuestiones asociadas al final de la guerra?
Hoy, en el interior de Rusia reina una dictadura brutal que anula cualquier opinión que difiera de la posición de Putin. Entre los cientos de presos políticos hay muchos anarquistas, como Azat Miftájov 1, y socialistas, como Boris Kagarlitsky 2, que se opusieron abiertamente al militarismo y al imperialismo. Varios activistas de izquierda fueron forzados a abandonar el país después de 2022. Ninguno de ellos ven con entusiasmo un posible acuerdo entre Trump y Putin, pues no hará más que reforzar la dictadura rusa y el desarrollo de sus ambiciones imperiales.
*Artículo original publicado en ESSF, 2-3-2025
Notas
- Condenado inicialmente a seis años de prisión por un atentado, según el testimonio de un agente secreto, contra la sede de Rusia Unida, y posteriormente a cuatro años más a causa de una conversación que mantuvo supuestamente en la cárcel con otros presos. ↩
- El eminente sociólogo marxista ruso cumple una sentencia de cinco años de prisión por “incitación al terrorismo” debido a un artículo que publicó en su blog sobre la guerra en Ucrania. ↩