Luisa González, 9 de febrero. Afp, Rodrigo Buendia
La primera vuelta en Ecuador. Crecimiento progresista en un país militarizado
Brecha, 14-2-2025
Correspondencia de Prensa, 15-2-2025
Luego de 14 meses de presidencia de Daniel Noboa, que sucedió a 13 del banquero Guillermo Lasso, después de meses de apagones y una violencia desbocada, en las elecciones del domingo emergió una sociedad polarizada. Se evidenció además un cambio en la sensibilidad ecuatoriana y en el orden de prioridades de los votantes.
«Debería ocurrir un “milagroso huracán” que revuelva toda la mesa del juego electoral para que se desbarate todo el armaje construido para que Daniel Noboa gane las elecciones», escribió el analista Gustavo Isch en el portal periodístico ecuatoriano Plan V, a una semana de las votaciones. El resultado parece darle la razón: el 44 por ciento que cosecharon tanto el presidente Noboa como la correísta Luisa González deja el balotaje en el aire, con grandes posibilidades de que se concrete un cambio en el Palacio de Carondelet.
Lo cierto es que la segunda vuelta podría ser definida por los votantes de Leonidas Iza, expresidente de la principal organización indígena, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, que llegó tercero con un 5 por ciento y puede inclinar la balanza a favor de Revolución Ciudadana, el partido de González y Rafael Correa. Un escenario que pocos esperaban, ya que el techo de esa corriente, que gobernó Ecuador entre 2007 y 2017, estaba en poco más del 30 por ciento en primera vuelta, como sucedió un año atrás.
El año que lleva Noboa en el gobierno ha sido traumático para la población ecuatoriana, y eso puede explicar el empate con González y su probable derrota en el balotaje. En 14 meses se han sucedido una serie de calamidades que ningún otro gobierno democrático ha debido surfear, en gran medida por la impericia del joven multimillonario de 37 años, hijo de la familia más rica del país.
Llegó al gobierno porque el entonces presidente Guillermo Lasso, en mayo de 2023, disolvió el parlamento y llamó a elecciones extraordinarias para evitar el juicio político que le había iniciado el Legislativo. En enero de ese año, había salido a la luz el vínculo del presidente banquero con la mafia albanesa a través de una publicación del medio digital La Posta. Al igual que su antecesor, Lenín Moreno, también acusado de corrupción, Lasso se fue del país y hoy vive en Miami donde imparte clases y seminarios en la Universidad Internacional de Florida.
Por su parte, nacido en esa ciudad estadounidense e hijo del hombre más rico del país, Noboa llevaba poco más de un mes en el cargo cuando decretó el estado de excepción, a raíz de la fuga de prisión de un destacado narcotraficante, y el inicio de un «conflicto armado interno». En un mes detuvo a casi 10 mil personas y más de 200 fueron acusadas de «terrorismo», aunque luego fueron puestas en libertad por la Justicia.
Las crisis se sucedieron de forma casi ininterrumpida. Desde el vamos, Noboa tuvo fuertes encontronazos con su vicepresidenta, Verónica Abad, a la que terminó apartando del cargo y enviándola al exterior. A principios de abril decidió el ingreso de policías y militares a la embajada de México en Quito para secuestrar al exvicepresidente de Correa, Jorge Glas, asilado en la sede diplomática por estar acusado de corrupción.
Luego llegaron los apagones de hasta 14 horas diarias, una violencia exacerbada y crímenes tremendos, como el asesinato de cuatro niños pobres en Guayaquil por militares, quienes los secuestraron, desaparecieron e incineraron cerca de un cuartel. Pese a la militarización, enero de 2025 fue el mes más violento en la historia ecuatoriana, con 750 asesinatos. «Esto contradice una de las pocas fortalezas del relato oficialista de Noboa, que sostenía haber bajado los niveles de violencia y de homicidios en un 15 por ciento», señaló a Brecha el consultor y periodista radicado en Ecuador Decio Machado.
El 6 de febrero, en plena campaña, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU publicó sus conclusiones sobre el país, en las que expresa su alarma «por el aumento de los homicidios violentos y las desapariciones de niños», e insta a Ecuador «a ocuparse de las muertes de niños, especialmente en operaciones militares, y a garantizar una investigación, un procesamiento y una justicia adecuados».
La realidad contra las redes
Pese al casi monopolio mediático que cinceló la candidatura de Noboa, quien violó la legislación electoral al no renunciar a su cargo para hacer campaña, la realidad terminó por imponerse. En TikTok, donde se sube el 87 por ciento de la publicidad electoral, Noboa gastó 12 veces más que González, en lo que Machado considera «una brutal desigualdad en los medios», además de haber colocado «todo el patrimonio estatal a su servicio, como hacía también Correa en las campañas electorales».
Sin embargo, la realidad que viven los ecuatorianos parece caminar en sentido contrario de las tendencias que marcan las redes. Como consecuencia de los apagones, Ecuador fue, junto con Haití, el único país de América Latina que cerró 2024 con una contracción económica. Se han perdido 150 mil puestos de trabajo en lo que Machado define como «un gobierno muy malo, con muy poca posibilidad de poner encima de la mesa más que un legado de expectativas incumplidas».
Este conjunto de situaciones que agobian a la población y que no supo enfrentar ni resolver el presidente Noboa pueden explicar lo que algunos denominan la «resurrección» del partido de Correa. En diálogo con Brecha, los redactores de la revista y colectivo político-cultural quiteño Desde el Margen afirman que la población empieza a visualizar que «las élites económicas, junto con las élites transnacionales, en alianza con las fuerzas militares, manejan economías legales e ilegales en un Ecuador cuya geografía y moneda [el dólar] lo han convertido en el país ideal para el tránsito de droga y lavado de dinero». Esta realidad ha dado forma a un «narco-Estado, cuya herramienta de instauración y legitimación ha sido la creación de un clima de terror y ofertas de seguridad que controlan las subjetividades de la gran mayoría de ecuatorianos».
El clima de intenso miedo que vive la población pegó un brutal salto adelante entre 2021 y 2024, cuando más de 600 personas fueron asesinadas en el contexto de masacres carcelarias, lo que reveló una crisis institucional y social que, en opinión de Desde el Margen, «fue creada con el objetivo de acercar el terror a la sociedad» a través de asesinatos en la vía pública y hasta televisados, cuerpos desmembrados, colgados, lo cual instauró una narrativa que culpa a las mafias narcotraficantes, pero exime al Estado. Desde entonces, la vida cotidiana en la capital, Quito, se clausura apenas oscurece y el bullicio céntrico da paso a un inquietante vacío dominado por las sombras.
El estilo político que apostó a resolver los problemas a través de la militarización no nació de golpe, sino que tuvo un fuerte antecedente en la pandemia de covid 19: «Las calles de barrios populares y de clase media se llenaron de militares. Una situación de control al estilo bélico se instauró en la cotidianidad de lo que luego “los expertos” llamarían nueva normalidad. Es en ese momento, según nuestro pensamiento, que la militarización y el pensamiento securitista empiezan a ser aceptados por la población», reflexionan en Desde el Margen.
El escenario de la militarización conoció su principal triunfo en la consulta popular de abril de 2024, convocada por Noboa, cuando el 73 por ciento de los votantes aprobó el patrullaje permanente de las Fuerzas Armadas. «Esto explica los niveles de impunidad que han caracterizado a este gobierno. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su informe expuesto en enero de 2025, registra 27 personas víctimas de desaparición forzada en Ecuador durante el gobierno de Noboa; de estas, nueve son niños», sigue el colectivo.
Por eso, Machado sostiene que en este escenario de absoluto control militar del país, con las instituciones y los medios de comunicación subordinados al presidente, el empate en la primera vuelta significa «un claro triunfo del partido de Correa». «Creyeron que el oficialismo ganaría en la primera vuelta y todo terminó en un empate técnico. Ahora el gobierno tiene problemas serios, porque daban al correísmo como casi muerto.»
En su opinión, hay dos razones que explican el ascenso de Revolución Ciudadana, que logró romper su techo de una década por debajo del 40 por ciento en las primeras vueltas. La primera es que estamos ante la primera campaña electoral que no dirige Correa desde Bruselas, donde reside, sino que fue orientada por profesionales especializados en marketing electoral que propusieron hacer hincapié en el futuro y no en el pasado (las virtudes de los gobiernos de Correa) con un discurso más dialoguista y amable. «El viejo discurso de Correa asusta», sentencia Machado. En tres elecciones pudo comprobarse que aquella retórica no consigue llegar a los jóvenes, que eran niños durante la década correísta y no conocieron al Ecuador anterior a la «revolución ciudadana» como para poder establecer comparaciones.
Por otro lado, el sentimiento popular anti-Noboa es algo muy nuevo, nacido y crecido en los últimos meses. Se trata de un sentido común que diría «no se puede matar niños, no se puede hacer lo que le hizo a la vicepresidenta, no debe viajar a cada rato a Estados Unidos ni violar leyes». Sin embargo, y en esto coinciden los entrevistados, la crítica al gobierno no implica necesariamente el rechazo al uso de las Fuerzas Armadas para el orden interno, lo que revela hasta qué punto la sucesión de estados de excepción ha mellado las convicciones democráticas de la sociedad.
Una nueva realidad política y cultural
Andrea Aguirre, del colectivo feminista y anticarcelario Mujeres de Frente, dijo a Brecha que «en todas las provincias militarizadas sale afectado Noboa», en particular en las provincias de la Costa, donde las desapariciones forzadas y la represión militar han sido mayores. «La desaparición y el asesinato de los cuatro de Guayaquil tiene que analizarse en el contexto de una resistencia a la militarización y a la construcción de un enemigo interno racializado.»
Este colectivo considera que el clientelismo juega un papel muy fuerte en la política de Noboa, que va de la mano de la militarización y la complementa. El hecho de que Iza haya conseguido el 5 por ciento, con medio millón de votos, las feministas lo consideran un enorme triunfo ante la polarización dominante, cuestión que «da cuenta de cierta esperanza en los movimientos sociales». Su candidatura consiguió mantenerse con relativamente buena votación pese al voto útil. «Nos ubicamos en las resistencias y allí encontramos que refleja la confianza en nosotras como movimientos sociales.»
El desafío de mantener viva la llama de la protesta social resulta especialmente importante luego de años en los que imperó el estado de excepción como núcleo de la política estatal hacia la población en general, y hacia los movimientos y pueblos originarios en particular. Desde el Margen aporta un detallado recuento de los días de estado de excepción en los últimos años para intentar explicar los cambios en la subjetividad de los ecuatorianos. En los 14 meses del gobierno de Noboa, hubo más de 250 días bajo estado de excepción. La aplicación de esta figura se disparó luego del exitoso levantamiento indígena de 2019, que forzó al gobierno de Moreno a retirar las medidas de ajuste económico que había decretado. En sus cuatro años de su gobierno, la población vivió 858 días bajo estado de excepción, seis de cada diez días de su vida. En 2021 asumió la presidencia Lasso, quien decretó el estado de excepción en 23 ocasiones.
Todos los consultados sostienen que apelar de forma sistemática a la militarización ha dejado heridas en una sociedad profundamente polarizada. Prueba de ello es que dos de las 16 candidaturas a la presidencia se alzaron con casi el 90 por ciento de los votos. Este bipartidismo no es totalmente nuevo, aunque es posible que el viejo anclaje a favor y en contra de Correa esté cambiando sutilmente. Una de las consecuencias de los cambios culturales en curso es que los principales candidatos no han mencionado la militarización como un problema ni elevaron propuestas para superarla, lo que permite pensar que existe una normalización de la presencia de los uniformados en las calles.
Al igual que los demás progresismos, el correísmo fue posible por el breve período de alza en los precios de las exportaciones, definido como boom de los commodities, entre 2003 y 2013. Los excedentes permitieron al Estado la realización de grandes obras de infraestructura que mejoraron las comunicaciones entre la costa, la sierra y la selva, represas hidroeléctricas que mejoraron la provisión de energía eléctrica y la construcción de una importante red de escuelas y centros de salud.
Evaporada esa bonanza, el país entró en una crisis de estancamiento que en muy pocos años se convirtió en debacle y violencia, lo que delineó una «guerra interna», como prefiere nombrarla el actual presidente. El proceso fue vertiginoso desde 2021 y condujo a «cambios de la subjetividad, cuyo sentido y percepción de la realidad coinciden más con un proyecto militar-securitista que con uno popular», destaca Desde el Margen, que concluye que los estados de excepción continuos «han sido las herramientas principales para este moldeamiento de las subjetividades».
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Números de la resurrección correísta
En las elecciones de 2013, Rafael Correa consiguió su máxima votación con el 57 por ciento de los sufragios y ganó cómodamente en primera vuelta, mientras el banquero Guillermo Lasso alcanzó apenas el 22 por ciento.
El sucesor nombrado por Correa, su vicepresidente Lenín Moreno, obtuvo en las presidenciales de 2017 apenas un 39 por ciento en la primera vuelta. Cuatro años después, en 2021, Andrés Arauz encabezó la candidatura presidencial del correísmo bajo el membrete Unión de la Esperanza, pero alcanzó solo el 32 por ciento de los votos en primera vuelta y fue derrotado en la segunda por Lasso. Fue la primera elección que perdieron los partidarios de Correa.
En las elecciones anticipadas de 2023, Luisa González alcanzó una votación muy similar, con el 33 por ciento frente al 23 por ciento del actual presidente Daniel Noboa, que la adelantó en el balotaje.
Este domingo, González pasó al 43,94 por ciento, apenas décimas por debajo de Noboa (44,18), lo que indica que el correísmo registró un crecimiento de entre 11 y 12 puntos.