Manuel Aguilar Mora, Ciudad de México, 1-9-2024
Boletín de la Liga de Unidad Socialista (LUS), editorial, 9-2024
Correspondencia de Prensa, 5-9-2024
Septiembre será un mes turbulento en sumo grado en la que de por sí fue una torbellinesca política en el agonizante sexenio obradorista. El último mes del gobierno de Amlo, en el cual cada día se acercará al 1° de octubre, inicio del gobierno de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Un mes de crisis como dice la clásica definición de Gramsci, un gobierno está acabándose, pero el siguiente todavía no llega. Un mes en que sucederán acontecimientos decisivos cuyo objetivo es el total cambio del régimen tal y como lo plantea el Plan C, como llaman al paquete de reformas propuestas por Amlo el 5 de febrero y de las cuales sobresalen las estelares: las del poder judicial y las de los organismos autónomos como el INE (Instituto Nacional Electoral) de los cuales se propone su desaparición.
Todo ello con el fundamento del resultado de las elecciones del 2 de junio pasado en las que el partido oficial, Morena, arrasó con más de 36 millones de votos. Pero estos controvertidos resultados se produjeron desde el inicio mismo del gobierno obradorista en 2018 con la decisión del presidente de forjar un régimen autoritario en donde su hegemonía fuera absoluta con el control de los tres poderes estatales. Meta que ha logrado creando durante todo el sexenio, desde su tribuna privilegiada del Palacio Nacional y con el poderío de todo el Estado, las condiciones para garantizar tal hegemonía, conseguida finalmente con la mayoría calificada de la Cámara de Diputados y también la muy posible de la Cámara de Senadores (le faltan sólo dos para ello, lo cual el cínico mercadeo parlamentario le permitirá conseguir más pronto que tarde).
¿Qué significa este cambio de régimen? ¿Por qué ha sido posible? Las preguntas están en boca de millones. Amlo ha jurado y perjurado que no quiere ser ni cacique transexenal, ni jefe máximo. Que se retirará de la vida política en su rancho de La Chingada al cual ni su esposa lo acompañará pues se quedará en la Ciudad de México para atender y cuidar al joven hijo que procrearon. Nadie le cree, en todo caso muy pocos son los ingenuos que lo creen. Por eso, estos días de septiembre y octubre serán muy importantes para visualizar cómo comenzará a desarrollarse el gobierno siguiente: será, como lo afirma Claudia, el del “segundo piso” de la 4T, manteniéndose Amlo como el gran patriarca político del régimen o la primera presidenta mujer de la historia de México impondrá finalmente su propio estilo.
Los regímenes políticos cambian cuando se agotan los antiguos. Pero no son revoluciones. Son ajustes estatales del sistema capitalista dominante. El obradorismo con su 4T vino a realizar un importante cambio de régimen para impedir que la catástrofe de los gobiernos del PRIAN (Partido Revolucionario Institucional + Acción Nacional) pudieran conducir a una fuerte y posible inminente crisis social, cuyos anuncios se hicieron muy evidentes en varias ocasiones, por ejemplo, en 1994 (levantamiento neozapatista y los asesinatos de Donaldo Colosio y Ruiz Massieu) y sobre todo en 2014 con la desaparición de los 43 de Ayotzinapa.
La misión de Amlo estaba bien clara, hacerla de bombero y restablecer lo mejor posible las condiciones para el funcionamiento “normal” del sistema. Su gran capacidad demagógica y su profundo conocimiento del Priato (sistema impuesto por los sucesivos gobiernos del PRI) en el que se formó como líder político regional y después nacional, le dieron las aptitudes para, en una larga marcha oposicionista, llegar a la presidencia en el momento en el cual sus atributos y carisma eran oportunos y necesarios. Hoy muy bien puede decir “misión cumplida” pero como sucede siempre en jefes populares dotados de superegos, Amlo no esconde su vocación autoritaria desplegada durante su sexenio que tiene todas las intenciones de extender en el próximo gobierno de su sucesora, la “giganta” según él Claudia Sheinbaum.
Le pretende dejar a Claudia y muy posiblemente lo logrará por su control hasta el último día de su gobierno de todo el aparato estatal y la sobrerrepresentación parlamentaria de Morena, el partido oficial, la agenda ya delineada del próximo sexenio, “el segundo piso” de la 4T. Pero ese legado está envenenado con numerosas situaciones conflictivas. Un país con decenas de miles de muertos consecuencia de los enfrentamientos de los carteles de delincuentes que han ensangrentado el país como si estuviéramos en guerra, con el enojo de los familiares de los miles desaparecidos, en especial con los de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que han calificado de traidor a Amlo por no haber cumplido su promesa de encontrar a sus hijos. Un gobierno del poderoso vecino que ha decidido entrar directamente a reprimir a las bandas que exportan su droga a Estados Unidos deteniendo al Mayo Zambada, el patriarca de las bandas protegido durante décadas por los gobiernos tanto el federal como el estatal de Sinaloa, poseyendo así una poderosa arma para presionar fuertemente al gobierno mexicano. Una economía endeudada en la que se dio un sexenio de casi crecimiento cero (menos del uno por ciento) sin estrategia para aprovechar el fenómeno del “near shoring” para la economía mexicana que ya desbancó a la china como la principal fuente de exportaciones al mercado estadounidense. Con la decisión de los miles de trabajadores del poder judicial que se han movilizado en un paro (en realidad una huelga) para defender sus trabajos amenazados por la reforma judicial la cual no sólo ha encontrado oposición interna sino también de los dos gobiernos que con el mexicano conforman el tratado comercial que es clave para la economía nacional, el de Canadá y en especial el de EUA. Y con la entrada en la lid de los estudiantes de leyes y sus aliados de otras escuelas y facultades que han comenzado a movilizarse.
En este enrarecido ambiente se darán los acontecimientos decisivos de septiembre en que cada día se irán agotando los atributos del poder de Amlo en proporción inversamente proporcional en que los atributos de la nueva encarnación del poder ejecutivo irán creciendo hasta sentarse el 1º de octubre en la “silla maldita” (famoso dicho de Zapata) la primera mujer presidenta de México. ¿Cuánto tiempo los candados obradoristas se mantendrán hasta que Claudia use las llaves de su poder presidencial para ejercer ella misma su mandato? ¿Se mantendrá un sexenio más Amlo como “jefe máximo”?
La gran burguesía no considera a Morena su partido, aunque su aceptación del obradorismo en nada la ha molestado. Los Slim, los Larrea, los Azcarraga no se pueden quejar: en un gobierno que se jacta de “primero los pobres” como el propio Amlo lo ha dicho, han tenido colosales ganancias extraordinarias. De hecho, según lo ha registrado el INEGI, los que menos han recibido asistencia y su número ha crecido es el sector poblacional de los que viven en la extrema pobreza plena con la situación por la que atravesamos. Es la polarización característica de los regímenes bonapartistas.
Como se aprecia, el horizonte de México, en consonancia plena con el momento por el que atravesamos al nivel mundial, está lleno de interrogaciones. La urgente tarea de los socialistas revolucionarios no obstante sigue siendo la imperiosa necesidad de apresurar su reagrupamiento y plantarse en el seno de los movimientos sociales como la alternativa estratégica fundamental para superar la compleja situación actual y enrumbar al país hacia una revolución de los trabajadores, las mujeres y todos los oprimidos y explotados del capitalismo para poner los fundamentos de un México democrático, libertario, independiente, feminista, cuidador del medio ambiente y ante todo y sobre todo internacionalista solidario con las luchas de todos los pueblos, en especial de sus vecinos de Latinoamérica y de Estados Unidos y Canadá.