Venezuela: «difícil de creer.»
Pablo Stefanoni
Nueva Sociedad, 29-7-2024
Correspondencia de Prensa, 31-7-2024
Reproducimos este artículo de Pablo Stefanoni publicado en la revista Nueva Sociedad y agregamos notas de la redacción del sitio A l’encontre, que tradujimos. (Red. de Correspondencia de Prensa)
El resultado electoral en Venezuela plantea dudas fundadas, por lo ocurrido tanto durante el propio conteo de los votos como en los meses anteriores, y vuelve a sumir al país en la incertidumbre. ¿Tiene la oposición un plan B?
El presidente chileno, Gabriel Boric, resumió una sensación generalizada cuando se difundieron los resultados oficiales de las elecciones venezolanas con 80% de los votos escrutados: «difícil de creer». La forma en que el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, presentó a medianoche los resultados no hizo más que sumar dudas a las que ya planteaban la campaña electoral y la propia jornada electoral, marcada por diversos tipos de incidentes.
Amoroso anunció una «agresión en contra del sistema de transmisión» para justificar los cortes en el proceso de totalización de datos, y luego leyó el «primer boletín» que «marca una tendencia contundente e irreversible» en favor del oficialismo con «el 80% de las mesas escrutadas y con un nivel de participación del 59%». Según esos resultados, Nicolás Maduro habría obtenido 51,20% y el opositor Edmundo González, 44,2%. Finalmente, el funcionario anunció una investigación sobre «acciones terroristas» contra el sistema electoral. Ex-diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y representante del ala dura del chavismo, Amoroso no es alguien que, precisamente, dé una imagen de ecuanimidad, en un consejo donde, en el marco de los acuerdos preelectorales, la oposición consiguió nombrar a dos de los cinco rectores (que al momento de escribir este artículo no se habían pronunciado pero, según Amoroso, firmaron la declaración de Maduro como ganador del proceso). La oposición reclama poder verificar las actas.
«Desde el principio de nuestra cobertura de esta campaña, sabíamos que el día de las elecciones presidenciales no sería el final, sino que marcaría la pauta para el día después», escribió el periodista Raúl Stolk en el periódico en inglés Caracas Chronicles. Y el día después anticipa nuevas crisis, que podrían echar por tierra la relativa reincorporación del gobierno de Maduro a la «comunidad internacional», luego del reconocimiento de medio centenar de países de Juan Guaidó como «presidente encargado» en 2019, que terminó -en el marco de varios casos de corrupción en su administración paralela- con un fuerte desgaste de la oposición.1. Ahora prefieren la vía electoral. Se firmaron acuerdos en Barbados, en octubre de 2023, relativos a la organización de las elecciones presidenciales de 2024, que condujeron al día siguiente a una suspensión de seis meses por parte de Estados Unidos de varias medidas coercitivas unilaterales contra las exportaciones venezolanas de petróleo, gas y oro».] El reposicionamiento opositor vino de la mano de María Corina Machado, que pasó de ser vista como demasiado ultra a emerger como una dirigente capaz de «reencantar» a una parte significativa de la población, incluso en zonas tradicionalmente chavistas.
Estas elecciones fueron particularmente complejas. La oposición -traccionada por la popularidad de Machado- logró organizar enormes manifestaciones en favor de la candidatura de Edmundo González, el diplomático elegido por consenso tras la inhabilitación de la dirigente, que ganó las primarias opositoras con 90% de los votos en octubre de 2023. A diferencia de Nicaragua, donde el régimen de Daniel Ortega simplemente detuvo a todos los opositores que intentaron presentarse a las presidenciales y luego los expulsó del país, en Venezuela el gobierno se propuso debilitar a la oposición de manera dosificada, con detenciones de personas del entorno de Machado, inhabilitando a la candidata más popular por haber pedido la intervención extranjera en Venezuela y limitando el voto en el exterior, cuando hay alrededor de cinco millones de venezolanos fuera del país.
Fueron, además, elecciones surgidas de negociaciones con la oposición y Estados Unidos, que involucraron un alivio de las sanciones petroleras. Asimismo, Venezuela entregó a estadounidenses detenidos en Caracas a cambio del empresario Alex Saab, señalado como testaferro de altos cargos del chavismo y que ha regresado al país como un héroe y fue incorporado a la cúpula del poder. El relajamiento de las sanciones permitió a Petróleos de Venezuela (PDVSA) buscar acuerdos con empresas transnacionales.2 y Repsol [grupo español], seguir operando en Venezuela. Altos responsables de la administración estadounidense afirmaron que Washington aún no había decidido si reaccionaría. «No hay planes en este momento para cambiar retroactivamente las licencias [de exploración y extracción] concedidas anteriormente», dijo un funcionario. Eric Farnsworth, vicepresidente del Council of Americas, un grupo de presión empresarial, dijo que no había muchas opciones válidas para Estados Unidos, con Washington preocupado por sus propias elecciones y «poco favorable a abordar otra crisis mundial desordenada». La economía del país rico en petróleo, estimulada por una relajación de los controles de precios y de divisas, se ha recuperado ligeramente tras contraerse tres cuartas partes entre 2013 y 2021. Durante este período, el país se enfrentó a una hiperinflación, cortes regulares de electricidad y escasez de alimentos y de medicamentos. Alrededor de 7,7 millones de venezolanos, casi una cuarta parte de la población, han abandonado el país». Esta última indicación del FT se refiere también a la preocupación de la administración Biden por «regular» el flujo de emigrantes venezolanos hacia Estados Unidos.]
Fue un tira y afloja, en el marco del incumplimiento de los acuerdos, pero la situación no volvió al punto previo a las negociaciones. Un sector de la burguesía venezolana -que hoy mezcla a viejas y nuevas elites- se acercó hace tiempo al gobierno, sobre todo a la poderosa vicepresidenta Delcy Rodríguez, al considerar que Maduro, en el marco de la «normalización» relativa de la economía, era el garante de sus negocios.
Tras 25 años de chavismo y más de una década de Maduro en el poder, estas elecciones se dieron, en efecto, en el marco del esfuerzo del gobierno por mostrar que la crisis ya pasó y que en Venezuela está «todo muy normal». Tiendas y supermercados llenos de productos importados, nuevos restaurantes chics en Caracas, reposición de vuelos con España y Portugal… la mezcla de dolarización de facto y liberalización económica provocó un efecto abundancia en medio de fuertes desigualdades sociales y con grandes sectores de la población dependientes de la ayuda estatal o de diversos rebusques, legales o ilegales -lo que en Venezuela llaman «matar tigritos»-. Muchos periodistas pro-Maduro que en las elecciones viajaron a Venezuela mostraron esa Caracas ostentosa que vio renacer la vida social -gracias también a una disminución de la inseguridad, mediante métodos bastante brutales- después de los peores años de escasez, violencia urbana y derrumbe social, como refutación de las «mentiras» sobre la situación venezolana.
Machado, hoy líder indiscutida de la oposición, fue la primera en salir al ruedo, señalando que Venezuela «tiene un nuevo presidente electo en Edmundo González Urrutia» y que los votantes le dieron «una victoria abrumadora» a la oposición. Según sus datos, González Urrutia ganó con 70% de los votos frente a 30% de Maduro.
Tras años de divisiones entre partidarios de participar en el juego electoral y de boicotearlo, esta vez hubo consenso en que la batalla debía darse en el terreno electoral, en un contexto de fuerte pérdida de popularidad de Maduro. El «efecto Barinas» -la derrota del chavismo en la «tierra de Chávez» en las elecciones regionales de 2022, gracias a la unidad y perseverancia opositoras- sirvió para convencer a los radicales, como la propia Machado, de la utilidad de competir en las urnas y abandonar las fantasías insurreccionales, que buscaban el quiebre en las Fuerzas Armadas y que, al final, terminaban beneficiando al gobierno, que suele acusar de «golpistas» a los opositores.
Proveniente del ala dura de la oposición y de la elite caraqueña, María Corina se granjeó una imagen combativa hace más de una década, cuando retó a Hugo Chávez a un debate y este le respondió que primero ganara las primarias opositoras, para estar a la altura, ya que las «águilas no cazan moscas». La líder de Vente Venezuela fue una de las referentes de las protestas callejeras denominadas «La Salida», en 2014, y de manera general se ubicó en el ala más dura de la oposición, beneficiada en los hechos por una política oficial -de represión y manipulación electoral- que desacreditó a los moderados. Al final, Machado ganó las primarias que le reclamaba Chávez. Y fue particularmente masiva su convocatoria en el interior de Venezuela, alejada de la nueva «normalidad» económica caraqueña. María Corina logró articular un bloque transideológico con sectores moderados, en favor de la recuperación de un marco institucional en el que se puedan procesar las contiendas políticas y sociales. Es el caso, entre otros, de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, que incluye a ex-ministros de la época de Hugo Chávez 3, un equilibrio que debe preservar las garantías y derechos de los ciudadanos y, en definitiva, la paz. Que este camino escogido conduce, paso a paso, a la instalación de un gobierno de facto, sin respeto a la Constitución, las normas, las reglas, la legalidad ni la legitimidad. Un camino que conduce a la ilegitimidad absoluta. Esta afirmación se basa en hechos públicos y verificables, que no pueden ser ocultados por un discurso que mezcla el anuncio de medidas reaccionarias con viejos símbolos de la ideología socialista y de la revolución bolivariana vaciados de su contenido. Hablamos de medidas y acciones concretas del gobierno, por acción u omisión, que cambian para peor la vida cotidiana de los ciudadanos de a pie y sus ya pésimas condiciones de vida, y que hieren el cuerpo mismo de la nación.»
La plataforma está firmada por ex ministros de Chávez: Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio, Gustavo Márquez, Oly Millán; el miembro de la Asamblea Constituyente Freddy Gutiérrez; el ex mayor general Cliver Alcalá Cordones; profesores, activistas sociales, ambientales e indígenas: Santiago Arconada, Esteban Emilio Mosonyi, Edgardo Lander; miembros de la organización socialista revolucionaria Marea Socialista Juan García, César Romero y Gonzalo Gómez. La declaración, con fecha del 11 de abril de 2024, fue firmada por Santiago Arconada, Gustavo Márquez, Héctor Navarro, Roberto López, Luis Mogollón, Ana Viloria, Edgardo Lander, Juan García y Oly Millán.] distanciados del «madurismo». 4
El gobierno buscó, anticipadamente, legitimar el resultado electoral con actos masivos de campaña, que mostraran apoyo popular y recordaran esas mareas «rojas rojitas» de la era Chávez, cuando el proceso bolivariano compensaba con gigantescas dosis de épica sus deficiencias en la gestión. Pero las camarillas burocráticas, y a veces mafiosas, terminaron por reemplazar lo que había de energía popular. El propio Maduro enfatizó la dimensión militar-policial del régimen vigente. «Somos un poder militar, porque la Fuerza Armada Nacional Bolivariana me apoya, es chavista, es bolivariana, es revolucionaria; somos un poder policial. Somos la unión cívico-militar-policial perfecta”, dijo pocos días antes de las elecciones. También habló de «un baño de sangre» si la derecha llegaba al poder. 5
Resulta difícil pensar que Maduro entregue «normalmente» el mando, ya que el bolivarianismo constituye un entramado de poder y negocios, que involucra a viejas y nuevas burguesías, y a las propias cúpulas militares. En la llamada trama PDVSA-cripto, que desencadenó una purga en el interior del chavismo que provocó la caída del otrora poderoso ministro de Petróleo Tareck El Aissami, se calcula que el dinero sustraído podría llegar a 16.000 millones de dólares. Más de 65 funcionarios y empresarios fueron detenidos en esta «perestroika» boliviariana.
El discurso de la izquierda campista, que considera que, al final de cuentas, entre Maduro y María Corina Machado es necesario optar por el primero porque la oposición viene por los derechos sociales y por la entrega del patrimonio público (mediante la privatización de PDVSA), tiende a pasar por alto la dimensión del saqueo y la dinámica de «Estado depredador» en la que derivó la Revolución Bolivariana. Cuando se dice que María Corina es Javier Milei, se pretende ignorar que mientras este último se propone «destruir el Estado desde adentro», sobre la base de su delirante paleolibertarismo, el gobierno de Maduro lo ha ido destruyendo en los hechos, con una retórica revolucionaria: ha provocado un desplome de los servicios de salud y educación y ha derrumbado la producción petrolera. En ese sentido, el «presidente obrero» Maduro no es lo opuesto a Milei, sino que ambos son lo opuesto a un Estado social sostenido en una institucionalidad democrática sólida. El propio Partido Comunista de Venezuela acusó de neoliberal y autoritario a Maduro y su dirección, como la de otros partidos, fue intervenida por el Estado. Fue el propio madurismo el que desacreditó a la izquierda en Venezuela.
La izquierda pro-Maduro o «Maduro-comprensiva» -que atribuye todos los problemas a las sanciones estadounidenses- tampoco suele considerar que el caso venezolano actuó como un espantapájaros en la región, en perjuicio de la izquierda. Como el único país que se declaró socialista tras la caída del Muro de Berlín, el caso venezolano fue un gran activo para las derechas latinoamericanas desde mediados de la década de 2010, en una región que comenzó a llenarse de inmigrantes venezolanos como prueba del fracaso del «socialismo», sinónimo de caos económico y violaciones a los derechos humanos.
En estos días, asistiremos a la continuación recargada del show de insultos entre Maduro y Milei. Maduro acusó al mandatario argentino de «sociópata sádico», de «nazifasta» y de «bicho cobarde, feo y estúpido», y Milei lo denunció como «dictador comunista», promotor de «miseria, decadencia y muerte». «Dictador, afuera», tuiteó… La polémica es ganancia para ambos.
Hoy, todas las miradas están puestas en el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. Poco antes de la elección, el mandatario dijo en un diálogo con periodistas que lo había asustado la declaración de Maduro sobre el baño de sangre, y que el presidente venezolano tiene que entender que «cuando pierdes, te vas». Maduro respondió diciendo que el que se asustó «se tome una manzanilla». Lula da Silva envió a Caracas a Celso Amorin, su referente en política exterior, quien lo mantiene informado desde allá. 6 dos días antes de lo previsto sin haber podido verificar los resultados. Según el comunicado emitido tras su partida, la elección presidencial no cumplió las normas internacionales y «no puede considerarse democrática»».] Maduro, por su parte, con apoyo de China y Rusia, apostará a que la espuma baje y a quedar como el presidente de hecho y de derecho. Tras el fracaso de la estrategia Guaidó, reconocer a Edmundo González no aparece en el menú de la «comunidad internacional». Habrá que ver cuál es el plan B opositor y cuál es la pauta para el día después que dejan estas elecciones, en un país donde el poder se ha ido escindiendo del veredicto de las urnas.
Notas de A l’encontre:
- Véase el artículo de Thomas Posado, «La “présidence” Guaidó: bilan critique d’une expérience inédite en relations diplomatiques», en Annuaire français de relations internationales, 2024. En conclusión, Thomas Posado escribe: «De hecho, el experimento Guaidó llegó a su fin en enero de 2023. Su autoproclamación se basó en su cargo de presidente de la Asamblea Nacional. El mandato legislativo terminó en enero de 2021. Esa mayoría parlamentaria, favorable a la oposición, ha prorrogado su mandato ad hoc cada año desde entonces. Sin embargo, la estrategia de cambio rápido de régimen encarnada en el reconocimiento de Guaidó como jefe de Estado es reconocida ahora como un fracaso incluso en las filas de la oposición. Dentro de esta asamblea paralela, tres de los cuatro principales partidos de la oposición (AD-Acción Democrática, PJ-Primero Justicia, UNT-Un Nuevo Tiempo), partidarios de negociar con el gobierno de Maduro, sustituyeron a Juan Guaidó en enero de 2023 por un triunvirato más conciliador formado por un diputado de cada partido y liderado por Dinorah Figuera (PJ). Fueeronvdisueltas las representaciones diplomáticas del «gobierno interino» y la nueva dirección nombró una comisión de cinco miembros para administrar los activos en el extranjero, como Citgo [una empresa registrada en Estados Unidos, propiedad de PVDSA-Petróleos de Venezuela SA, que refina y distribuye gasolina en Estados Unidos, pero a la que la administración estadounidense prohibió en 2019 transferir sus ingresos a la empresa matriz ↩
- En un artículo publicado en el Financial Times el 30 de julio, Joe Daniels y Michael Stott, desde Caracas, afirmaban: «La disputada victoria electoral de Maduro también plantea un dilema a la administración de Joe Biden, que había negociado con Maduro unas elecciones abiertas y había suavizado temporalmente las sanciones a la petrolera estatal PDVSA en octubre de 2023. Estados Unidos volvió a imponer sanciones petroleras en abril de 2024, aunque concedió exenciones que permitieron a ciertas empresas, entre ellas Chevron, Maurel & Prom [filial del grupo estatal indonesio Pertamina ↩
- Esta corriente fue lanzada en octubre de 2016 con una declaración titulada «En Defensa de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y de la Democracia». En su introducción se expresa: «Vemos con extrema preocupación el avance paulatino pero sostenido y permanente de la limitación y eliminación de los derechos constitucionales de los ciudadanos y organizaciones del pueblo venezolano. Que se está construyendo, piedra a piedra, un edificio autoritario por parte de las autoridades y el gobierno. Que esta eliminación de derechos no sólo afecta las garantías y derechos económicos y sociales de la población más desfavorecida y la condición soberana del país, sino que avanza hacia la destrucción de las formas republicanas y democráticas de gobierno, liquidando el equilibrio institucional establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela-CRBV [aprobada en referendo el 15 de diciembre de 1999 ↩
- La «coalición» formada por el Partido Socialismo y Libertad (PSL) así como por el PPT/APR-Alternativa Popular Revolucionaria (de origen chavista opuesta al gobierno de Nicolás Maduro), Marea Socialista (socialistas revolucionarios, partidarios de la independencia del movimiento sindical frente al Estado y al PSUV) y la Liga de Trabajadores por el Socialismo-LTS adoptaron un acuerdo «para denunciar al gobierno y el fraude y defender la independencia política de la clase obrera, con el lema: «La clase obrera no tiene candidato». Sobre la base de esta consigna, decidimos llamar al voto nulo, porque ninguno de los candidatos, en particular Maduro y González Urrutia, reflejaba los intereses de los trabajadores, las mujeres y los jóvenes de los sectores populares». ↩
- El 30 de julio, Maduro habló durante más de una hora desde el palacio de Miraflores «al pueblo de Venezuela». Destacó la importancia de la «alianza cívico-militar-policial» contra la «violencia de la extrema derecha fascista». Durante el discurso, toda la oposición a los resultados electorales -que ciertamente procedía de barrios con diferentes bases sociales- fue comparada con «delincuentes drogados y armados», «pagados 150 dólares» y que obedecen las órdenes de los «gringos», es decir, de Estados Unidos. Así, establece una similitud entre este movimiento de repudio -aunque social y políticamente diferenciado- y el intento de golpe de Estado de la derecha contra Chávez en 2002. Además de Maduro, Diosdado Cabello, hombre fuerte del régimen proveniente del ejército y vicepresidente del PSUV desde 2011, dio «detalles» sobre «los autores de la violencia criminal detenidos». Discurso reproducido íntegramente por CNN Chile, 30 de julio de 2024. La actual situación postelectoral concreta la fórmula (en Le Soir, 30 de julio de 2024) utilizada por el historiador Thomas Posado (Universidad de Rouen, autor de Venezuela, de la révolution à l’effondrement. Le syndicalisme comme prisme de la crise politique, Presses universitaires du Midi, 2023): «Y desde el inicio de su presidencia, Nicolás Maduro intenta compensar esta pérdida de popularidad mediante la represión». ↩
- En una breve declaración del 29 de julio, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Brasil declaró: «En este contexto, espera la publicación por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) de los datos desglosados por mesa electoral, un paso esencial para la transparencia, la credibilidad y la legitimidad de los resultados de las elecciones».
Según Le Monde del 1 de agosto de 2024, «los diecisiete observadores del Centro Carter abandonaron el país [Venezuela ↩