Jóvenes israelíes atacan a un grupo de periodistas, en su mayoría palestinos, en la Puerta de Damasco de la ciudad vieja de Jerusalén antes de la Marcha de las Banderas, el 5-6-2024. (Chaim Goldberg/Flash90)
Con consignas como «quemar Shuafat» y «arrasar Gaza», la Marcha de las Banderas de Jerusalén ilustra la banalización de una política.
Oren Ziv*
A l’encontre, 7-6-2024
Traducción de Correspondencia de Prensa, 10-6-2024
La marcha anual de las banderas del «Día de Jerusalén» es conocida desde hace tiempo por ser una demostración abierta de la supremacía judía. Cada año, para celebrar la ocupación israelí de Jerusalén Este en 1967 y la continuidad del control sobre la ciudad, decenas de miles de judíos israelíes, en su mayoría jóvenes, recorren la ciudad vieja, acosando y atacando a los residentes palestinos y gritando consignas racistas, todo ello bajo protección policial.
Sin embargo, mientras que antes se podía decir que sólo algunos de los participantes adoptaban este tipo de comportamiento, este año se convirtió en la norma. Envalentonados por la brutal guerra de venganza de su gobierno contra la Franja de Gaza, casi todos los participantes que se reunieron en la Puerta de Damasco [que da acceso a la ciudad vieja de Jerusalén] antes de la marcha de ayer por la tarde participaron en la provocación.
Entre los cánticos más populares figuraron «Que arda tu pueblo», «Shuafat está en llamas» [un distrito de Jerusalén Este con una población predominantemente palestina], «Mahoma ha muerto» y la canción genocida «venganza», que reproduce una prescripción bíblica contra los palestinos: «Que su nombre sea borrado». El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, llegaron a la Puerta de Damasco con sus guardaespaldas hacia el fin de los festejos y se unieron alegremente a los manifestantes que cantaban y bailaban. [Se les unió la ministra de Transportes, Miri Regev, miembro del partido Likud].
Junto a los cánticos, algunos participantes llevaban banderas del grupo supremacista judío Lehava 1, así como pancartas en las que se leía «Una bala en la cabeza para cada terrorista» y «Kahane tenía razón». 2 Algunos hacían referencia explícita al actual asalto israelí a Gaza, exigiendo «arrasar Rafah» y enarbolando la bandera de Gush Katif, el bloque de asentamientos israelíes que fue evacuado de Gaza en el marco del «plan de retirada israelí» de 2005 y que muchos en la derecha israelí esperan que sea reconstruido. Algunos exhibían pancartas que representaban a los rehenes aún secuestrados por Hamás en Gaza.
Sin embargo, el objetivo principal de los participantes no era Gaza, sino el Monte del Templo/Haram al-Sharif. La jornada comenzó con más de un millar de judíos subiendo a este lugar sagrado para judíos y musulmanes y administrado conjuntamente por la policía israelí y el waqf islámico [una fundación formada por la monarquía jordana, a la que se incorporaron funcionarios de la Autoridad Palestina en 2019]. Muchos de los manifestantes llevaban banderas israelíes y algunos violaron el «statu quo» del lugar, establecido desde hace mucho tiempo, al realizar oraciones colectivas.
Estaban encabezados por militantes que no sólo aspiran a permitir que los judíos recen en ese lugar, sino también a reconstruir un templo judío en el emplazamiento de la mezquita de Al Aqsa y de la Cúpula de la Roca. Durante la marcha, un grupo de jóvenes llevaba camisetas con la imagen de la Cúpula de la Roca en demolición.
Aparte de detener a un puñado de manifestantes que agredieron a los periodistas, la policía -incluido el jefe de policía y varios oficiales superiores- no hizo nada por impedir o sancionar las provocaciones. Esta ausencia de intervención policial fue especialmente flagrante a la luz de la represión que siguió el 7 de octubre, en la que la policía detuvo y acusó a cientos de ciudadanos palestinos por expresar su oposición a la guerra en Gaza, ya fuera en las redes sociales o en pequeñas manifestaciones no violentas.
Este sistema de doble rasero tiene su origen en la política del gobierno israelí: lo que cuenta no es el contenido del discurso, sino la persona que lo pronuncia. Así, mientras los palestinos son detenidos por mensajes en las redes sociales, los judíos tienen vía libre para celebrar el Día de Jerusalén atacando a los palestinos y reclamando su muerte.
Periodistas agredidos
Las violencias empezaron alrededor de la una de la tarde. En ese momento, la policía ya había despejado una carretera que atraviesa el barrio musulmán de la ciudad vieja, obligando a los residentes palestinos a regresar a sus casas y a los propietarios de comercios palestinos a cerrar sus negocios.
Como resultado, los primeros manifestantes sólo podían dirigir su ira contra unos pocos periodistas que ya habían llegado para cubrir la marcha. El periodista palestino Saif Kwasmi fue agredido por la multitud, mientras que el periodista de Haaretz Nir Hasson también fue tirado al suelo y golpeado. En lugar de detener a los manifestantes, la policía arrestó e interrogó a Kwasmi, que fue acusado de incitar a la violencia.
La mayoría de los periodistas no pudieron acercarse a los manifestantes. Antes de que llegara el grueso de la multitud, la policía obligó a todos los periodistas a refugiarse en un pequeño recinto situado frente a la Puerta de Damasco; según los responsables policiales, si les permitían a los periodistas que acompañaran a los participantes por el casco antiguo habría sido una provocación peligrosa, dada la hostilidad de los manifestantes hacia los medios de comunicación.
Tras varias horas y numerosas llamadas a la oficina del jefe de policía, los periodistas inmovilizados fueron autorizados a circular entre los manifestantes, pero sólo tras advertirles de que lo hacían por su cuenta y riesgo. Para entonces, los manifestantes ya habían arrojado varias botellas de plástico a la zona de prensa y habían insultado a los periodistas.
Poco antes del final de estas «ceremonias», Ben Gvir llegó a la Puerta de Damasco. Rodeado de un gran dispositivo de seguridad que impedía a los periodistas acercarse y hacerle preguntas, el ministro aprovechó la ocasión para declarar su rechazo total al delicado statu quo religioso del Monte del Templo/Haram al-Sharif, que estipula desde hace tiempo que los judíos tienen derecho a visitar el lugar, pero no a rezar en él.
«He vuelto aquí para enviar un mensaje a Hamás y a todas las casas de Gaza y Líbano: Jerusalén es nuestra. La Puerta de Damasco es nuestra. El Monte del Templo es nuestro», proclamó. «Hoy, de acuerdo con mi política, los judíos han entrado libremente en la ciudad vieja y los judíos han rezado libremente en el Monte del Templo. Lo decimos de la forma más sencilla posible: esto es nuestro».
En las precedentes marchas del Día de Jerusalén, Ben-Gvir no era más que uno de los muchos participantes. Hoy, es el ministro a cargo de la policía, responsable de la seguridad de la marcha y de facilitar el ascenso de los judíos al recinto de Al-Aqsa. Aunque el primer ministro Benyamin Netanyahu tomó distancia de la intención declarada de Ben-Gvir de alterar el statu quo, en última instancia es el ministro de Seguridad Nacional quien aplica la política.
El Día de Jerusalén era un acontecimiento excepcional, en el que el racismo y la supremacía judía, que siempre han existido en la sociedad israelí, quedaban expuestos a la vista de todos. Pero hoy, mientras continúa la venganza del ejército en Gaza con el apoyo activo de la mayoría de los israelíes, mientras se intensifica la violencia militar y de los colonos en Cisjordania y mientras se llevan a cabo campañas para perseguir y acallar la disidencia dentro de la línea verde, la Marcha de las Banderas no es sino un ejemplo más de cómo Israel ha trivializado el extremismo.
– Artículo original publicado en +972, 6-6-2024.
* Oren Ziv es fotoperiodista y reportero del sitio web israelí en hebreo Local Call -que trabaja de manera conjunta con +972. Es miembro fundador del colectivo de fotógrafos Activestills.
Notas de A l’encontre
- Por ejemplo, se opone a los matrimonios entre judíos y no judíos, en particular a los matrimonios entre mujeres judías y hombres árabes, y utiliza la violencia contra los palestinos y los solicitantes de asilo africanos. ↩
- Meir Kahane fundó la Liga de Defensa Judía en Estados Unidos y el partido de extrema derecha Kach en Israel, que fue prohibido en 1994 y clasificado como organización terrorista. Kach apoya la colonización masiva de Cisjordania y la Franja de Gaza con una dimensión sionista religiosa. Kahane fue elegido miembro de la Knesset en 1984 -tras haber fracasado tres veces- aprovechando la «permisividad» de las estructuras políticas y jurídicas del Estado de Israel, que sólo tomó medidas para inhabilitar al partido Kach tras su elección. Kahane fue asesinado en Estados Unidos en noviembre de 1990. ↩