La tregua en Gaza y los dilemas de Netanyahu y Hamás
Traducción de César Ayala a partir del sitio del autor.
Correspondencia de Prensa, 5-6-2024
Desde finales de la semana pasada, las noticias relacionadas con la guerra genocida en curso en la Franja de Gaza se han visto eclipsadas por el proyecto de tregua que el presidente estadounidense Joe Biden anunció el viernes, atribuyéndolo a «Israel» sin especificar qué órgano de gobierno israelí lo había aprobado. Los comentaristas de los medios de comunicación consideraron bastante extraño que una propuesta israelí fuera anunciada por el Presidente de Estados Unidos en lugar de serlo por fuentes oficiales israelíes. La confusión aumentó cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, pareció querer distanciarse del proyecto afirmando condiciones que aparentemente lo contradecían, o lo complicaban, siendo la más importante su insistencia en continuar el ataque hasta que se eliminen por completo las capacidades militares y políticas de Hamás y se garantice el control de seguridad israelí sobre toda la Franja.
Lo cierto es que esta aparente confusión refleja un verdadero estado de confusión que gira principalmente en torno al propio Netanyahu. Esto se debe a que el líder sionista se encuentra atrapado entre dos fuegos: La presión estadounidense apoyada por la oposición israelí y por un grupo dentro de su propio partido, el Likud, dirigido por el ministro de «Defensa» Gallant, y la contrapresión ejercida por los aliados de Netanyahu en la extrema derecha sionista. ¿Cuál es la naturaleza de estas dos presiones opuestas?
Empecemos por la presión de los dos bloques «neonazis» con los que Netanyahu se alió hace año y medio para obtener la mayoría en la Knesset que le permitió volver al poder. Es consabido que estos dos bloques creen que no tiene sentido concluir ningún acuerdo con Hamás, aunque sea temporal, y que el objetivo de la guerra en curso debe ser que el Estado sionista se apodere de toda la Franja de Gaza y la anexione a su territorio como parte de «Eretz Israel» (la Tierra de Israel) entre el río y el mar. (Este se ha convertido en el objetivo común de la extrema derecha sionista después de que se viera obligada a reducir el proyecto del «Gran Israel» al detenerlo en las fronteras del Sinaí en el sur y del río Jordán en el este, mientras se expandía hacia el norte hasta los Altos del Golán y codiciaba parte del sur del Líbano). Los dirigentes de la extrema derecha sionista aspiran a deportar a los gazatíes de la Franja de Gaza —o incitarlos a abandonarla «voluntariamente», como afirman con descarada hipocresía— y sustituirlos por colonos judíos. También consideran que este objetivo es más importante que la vida de los cautivos que aún mantienen Hamás y otras facciones palestinas en Gaza.
Por otra parte, las dos principales alas partidistas del imperialismo estadounidense consideran que los intereses de su Estado se logran mediante la formación de una alianza militar regional que incluya al Estado sionista y a los aliados árabes de Washington, a saber, desde el Océano hasta el Golfo: el Reino de Marruecos, Egipto, el Reino de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y otras monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo, así como el Reino Hachemita de Jordania. Es un proyecto por el que Donald Trump hizo decididos esfuerzos mientras estuvo en la Casa Blanca, y sus esfuerzos fueron continuados por su sucesor, Biden, que ha sido casi indiferenciable de él en lo que respecta al «Gran Oriente Medio». La realización de este proyecto requiere, sin embargo, una «solución» de la cuestión palestina basada en la creación de un «Estado palestino» que le daría su respaldo y engañaría así a la opinión pública árabe (en la creencia de los gobiernos interesados).
En cuanto al destino de Gaza según esta visión, sería una vuelta a lo que surgió de los Acuerdos de Oslo, es decir, una Autoridad Palestina encargada de gestionar las zonas palestinas densamente pobladas, mientras que el ejército sionista rodea estas zonas y las supervisa desde el punto de vista de la seguridad además de dicha autoridad. Pero la experiencia ha demostrado que una Autoridad Palestina que coopere con la ocupación no es capaz de controlar por sí sola la resistencia popular. Los funcionarios estadounidenses y sus aliados árabes también coinciden en que la actual Autoridad con sede en Ramala es incapaz de impedir que Hamás recupere el control de Gaza si el ejército sionista se retira de las zonas pobladas de la Franja. Creen, por tanto, que la solución ideal sería desplegar una «fuerza de mantenimiento de la paz» árabe en esas zonas pobladas, una fuerza en la que podría apoyarse la Autoridad Palestina que colabora con la ocupación para controlar a la población. Citando fuentes occidentales, el Financial Times reveló que tres países árabes han expresado su voluntad de enviar fuerzas a Gaza: Egipto, Marruecos y Emiratos Árabes Unidos.
Biden necesita una tregua que podría atribuir a los esfuerzos de su administración ante la opinión pública estadounidense, especialmente entre los votantes tradicionales del Partido Demócrata, para limitar la pérdida electoral que probablemente sufrirá en algunos círculos. Su administración realizó grandes esfuerzos para persuadir al gabinete de guerra israelí creado tras la operación «Inundación de Al-Aqsa» de que acordara un segundo proyecto de tregua, cuya primera fase consiste en un alto el fuego de seis semanas durante el cual se liberaría, como es habitual, a un número de cautivos israelíes y a un mayor número de detenidos palestinos, junto con la retirada del ejército sionista de las zonas densamente pobladas de Gaza (como estipulan los Acuerdos de Oslo). En realidad, estas zonas se han reducido considerablemente, ya que la mayoría de los gazatíes se han visto desplazados y confinados en zonas restringidas de refugio.
Aunque el proyecto estipula una segunda fase durante la cual se liberaría a los cautivos israelíes restantes y a un lote adicional de detenidos palestinos, Netanyahu discrepó públicamente de la promesa del proyecto de una retirada completa israelí de Gaza durante esta misma fase, subrayando que nunca lo había aceptado, y que el ejército sionista no pondría fin a la guerra antes de asegurar la eliminación completa del potencial de Hamás en la Franja. Sin embargo, lo que Biden y los miembros del gabinete de guerra sionista quieren realmente no es más que una tregua temporal que conduzca a la liberación de todos los cautivos israelíes, excepto los soldados varones, para poder afirmar ante la opinión pública que hicieron todo lo posible por salvar a los que podían salvarse. El resto se considerará parte del costo normal de la guerra que los soldados están dispuestos a pagar cuando se alistan en las fuerzas armadas. Los miembros del gabinete de guerra saben que completar su ocupación de la zona de Rafah probablemente provocará la muerte de los cautivos que constituyen la última carta en manos de los dirigentes de Hamás dentro de la Franja de Gaza. Por lo tanto, quieren reducir el número de estos cautivos a lo que la opinión pública israelí pueda soportar.
En cuanto a esta segunda fase del proyecto y a la tercera (reconstrucción de la Franja de Gaza), no se conseguirán ya que la tregua no irá más allá de su primera fase, que es lo que convenció a Netanyahu para aceptar el proyecto en primer lugar, aunque fuera a regañadientes, porque sabía que sus aliados de extrema derecha no lo aceptarían. Esta es la razón del malentendido y la confusión surgidas en los últimos días, cuando Netanyahu intenta convencer a sus aliados de que no rompan su alianza con él y retiren el apoyo de sus bloques a su primer ministro, obligándole así a apoyarse en la oposición, ya sea el partido de Gantz, que se unió al gabinete de guerra, o el partido de Lapid, que se negó a unirse a él. Ambos partidos han expresado su voluntad de apoyar la permanencia de Netanyahu en su cargo hasta las próximas elecciones parlamentarias si acepta la tregua y tras ella el proyecto de asentamientos basado en la participación de las fuerzas árabes con las sionistas en control de la seguridad de la Franja de Gaza.
Es una elección difícil la que afronta hoy Netanyahu, resultado inevitable de su dependencia de dos grupos extremistas, en comparación con los cuales el propio Partido Likud, a pesar de sus raíces fascistas, parece «moderado». Es una elección igualmente difícil, si no más, la que afrontan los dirigentes de Hamás dentro de la Franja de Gaza en el lado opuesto, ya que se les pide que renuncien a su última carta para asegurar su supervivencia, a cambio de unas semanas de tregua acompañadas de una entrada masiva de ayuda necesaria para evitar la muerte de un gran número adicional de gazatíes, niños en particular.
–Artículo original en árabe, Al-Quds al-Arabi, 4-6-2024
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