Testimonio – Esteban Volkov, el guardián de la memoria. [Dossier]

Imagen: Reuters

Muere a los 97 años Esteban Volkov, nieto y guardián de la memoria de León Trotsky

Superviviente del terror estalinista, con 14 años fue testigo directo del asesinato de su abuelo en la casa de Ciudad de México que él mismo acabaría convirtiendo en museo.

David Marcial Pérez, desde México

El País, 18.6.2023

Correspondencia de Prensa, 18-6-2023

Esteban Volkov Bronstein, nieto y guardián de la memoria de León Trotsky, ha muerto la noche de este sábado en Ciudad de México, el último refugio de su abuelo en el exilio y a donde ordenó traerle siendo un niño en 1939. Una década antes, Josef Stalin había jurado borrar de la tierra a toda la estirpe del que había sido uno de los artífices de la revolución rusa y jefe del Ejército Rojo. Superviviente del terror estalinista, el niño Volkov fue testigo directo del asesinato de su abuelo, uno de los hitos de la historia política del siglo XX. Fue en aquella casa de aires coloniales donde él solía jugar con los galgos rusos de la familia y que décadas después acabaría convirtiendo en un museo para honrar la memoria de su abuelo, que marcó de forma trágica a toda su familia.

Nacido en Yalta, Ucrania, en 1926, su nombre original era Vsevolod. A los cinco años salió de Moscú con su madre hacia la isla turca de Prínkipo, primer refugio de Trotski. “Vivimos en casa del abuelo en las Islas de los Príncipes, en el mar del Mármara”, solía recordar de aquella primerísima época. En 1932 madre e hijo se mudan a Berlín, donde el partido nazi empezaba ya su ascenso al poder. A las pocas semanas ella, enferma de tuberculosis, se quita la vida dejando abierto el gas de la cocina. Pasa un año y medio en un internado de Viena dirigido por discípulos de Sigmund Freud y en 1934 lo envían a París con su tío León Sedov, mano derecha de Trotsky, que moriría delirando en una clínica, supuestamente envenenado, apenas cinco años después. Su padre y sus tíos abuelos acabarían también fusilados.

Después de la truculenta muerte de León, Trotski ordena que lo manden a México con él y le ponen de nombre Esteban. O Sieva, como le llamaba cariñosamente su abuelo. Apenas un año después, el martes 20 de agosto de 1940, llega el asesinato. En una entrevista con este diario, Volkov rememoraba en 2015 los detalles del acontecimiento. Era medio día y cuando Esteban llega de la escuela a casa han pasado solo unos minutos después de que su abuelo hubiera recibido el pioletazo homicida de Ramón Mercader, el agente estalinista que durante meses se había infiltrado en el círculo más cercano de Trotsky. “Cuando escuchó mis pasos, les dijo a los guardias: “Mantengan a Sieva alejado. No debe ver esta escena”, recordaba. En un recodo del jardín, dos policías sujetaban al asesino enviado por Moscú. “En ese momento no lo reconocí. Tenía la cara ensangrentada y emitía extraños chillidos y aullidos”.

Tres meses antes, en mayo, un primer ataque a balazos liderado por el muralista estalinista David Alfaro Siqueiros había dejado algún rasguño en el pie de Sieva. “Tuve mucha suerte. Un asaltante vació seis disparos, en mi colchón. Pero me refugié bajo la cama. Recuerdo el ruido terrible, el olor a pólvora”, recordaba en otra entrevista. La familia decidió extremar la seguridad de la casa del barrio de Coyoacán, al sur de la capital. En el recorrido que este diario hizo en 2015, Volkov recordaba: “Muchos dicen que esto era una fortaleza. ¡La fortaleza de Trotski! No era ninguna fortaleza. Eso sí, después del primer atentado se tapiaron algunas ventanas y se levantaron muros”.

Hasta los años setenta, Volkov vivió en esa misma casa, donde crió a sus cuatro hijas. Y en 1990 decidió convertirla en museo. Un fijo en todas las guías turísticas de la ciudad, su impulso y dedicación la convirtió también en punto de encuentro de figuras e intelectuales ligados a su abuelo. Como el escritor cubano Leonardo Padura, autor de El hombre que amaba los perros, uno de los mejores acercamientos novelados al universo de Trotsky y su asesino. Padura volvió al lugar del crimen en 2017. En en aquel encuentro, desde un patio de la casa abarrotado de gente, el escritor cubano explicó, acompañado de su amigo Volkov, los detalles de su gran novela basada en una historia real donde, como le dijo un amigo, “todos mienten”.

El nieto de Trotsky ha sido el albacea de su memoria más que de su doctrina. “Yo siempre he estado alejado de la política. Mi papel ha sido dar testimonio de lo que viví. La persecución feroz que sufrió mi familia, el alud de mentiras y de falsedades monstruosas”. Trotsky tampoco quiso meterlo en sus asuntos. De hecho, reprendía a sus guardias si lo hacían: “No hablen de política con mi nieto”, ordenaba.

En México el joven Esteban estudió química y en los años cincuenta formó parte del laboratorio mexicano que sintetizó por primera vez en la historia el elemento base de la píldora anticonceptiva. Después montó por libre una pequeña planta de reciclaje de desechos. Su mujer, la madrileña Palmira Fernández, tenía también un pasado digno del de su marido. Su familia había quedado dividida entre el bando nacional y el republicano tras la Guerra Civil y ella estuvo trabajando varios años como jefa de taller de Balenciaga hasta que lo dejó todo y se fue a México para reunirse con sus hermanos, exiliados del bando perdedor.

En el salón de la casa donde vivió lo últimos años, había un un cuadro. Es una representación pesadillesca del momento final de su abuelo, que aparece acurrucado en brazos de su compañera, Natalia Sedova, espantado ante la muerte. A Volkov no le gustaba, como contó también a este diario. Se quejaba de que no era fidedigno porque Trotsky se mantuvo en pie tras el golpe, “con las gafas rotas y la cabeza ensangrentada, señalando a Mornard”, decía empleando el nombre falso de Mercader como si no mereciera uno propio. Para enmendar la imprecisión histórica, el nieto de Trotsky decidió tapar la expresión de horror de su abuelo con un trozo de cinta adhesiva.

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Esteban Volkov (1926-2023)

Claudio Albertani

La Jornada, 18-6-2023

A los 97 años, partió Esteban Volkov, uno de los últimos sobrevivientes de las purgas de Stalin. Nacido en 1926, Sieva –como le decíamos quienes lo quisimos– vivió el estalinismo en carne propia. Su madre, Zinaida Bronstein, conocida como Zina, era hija de la primera compañera de Trotsky, Aleksandra Sokolovskaya, prominente revolucionaria por cuenta propia. Su padre, Platón Volkov, miembro del sindicato de docentes, fue fusilado en 1937. Nina, hermana de Zina, murió de tuberculosis en 1928. La hija de aquella, Volina, entonces de 3 años, quedó a cargo de la abuela Aleksandra, quien dirigía la Oposición de Izquierda en Leningrado.

En enero de 1931, Zinaida obtuvo una visa para iniciar un tratamiento en el extranjero y llegó a Prinkipo, Turquía, donde Trotsky se encontraba exiliado. Tenía consigo al pequeño Sieva, pero dejaba atrás a Platón y a su otra hija, Aleksandra. Abrumada por la muerte de su hermana Nina, a quien había atendido estando ella misma enferma, Zinaida viajó a Berlín, para curarse. Sieva se quedó con Trotsky y Natalia Sedova, su segunda esposa, de manera que no pudo alcanzar a su madre sino hasta finales de 1932. Aterrada por el nazismo y carcomida por la enfermedad, Zina se quitó la vida con el gas el 5 de enero de 1933.

Entonces, Sieva, de 7 años, quedó a cargo de Lev Sedov –nacido en 1905, hijo de Trotsky y de Natalia– quien lo llevó a París, donde vivía y dirigía el movimiento trotskista. Sin embargo, en 1938, Sedov perdió la vida a raíz de una operación de apendicitis, aunque con toda seguridad fue envenenado por agentes de Stalin.

Detenida en 1935 por la policía secreta (GPU), la abuela Aleksandra fue vista por última vez en un campo de trabajo de Kolymá en 1937. De Volina se perdieron los rastros en las purgas, así como de Alexandra Volkov, la hermana de Sieva. Platón fue fusilado en 1938.

La odisea de Sieva no terminaba aún. Según él mismo me contó, vivió algún tiempo en París a cargo de Dina Vierny (Dina Aïbinder, 1919-2009), coleccionista, galerista y musa del escultor Aristide Maillol, además de militante trotskista y en algún momento amante de Vlady, el hijo de Víctor Serge.

En 1939, Marguerite Thevenet y Alfred Rosmer, viejos militantes obreros y amigos de Trotsky, llevaron a Sieva a México, al término de una larga batalla judicial entre Trotsky y Jeanne Martin des Pallières, la viuda de Sedov, para la obtención de su custodia. Sieva tenía entonces 13 años. En mayo de 1940 fue herido durante el atentado de Siqueiros a Trotsky; conoció al que sería, finalmente, el asesino, creyéndolo “un camarada” y en agosto vio cómo mataron a su abuelo.

Los siguientes 83 años, Sieva los vivió en México de manera relativamente tranquila, cuidando la memoria del abuelo y contribuyendo a crear instituciones como el Museo Casa León Trotsky, consagrado a la memoria del revolucionario ruso. Emprendió asimismo una carrera científica, se casó y procreó a cuatro hijas, todas mujeres brillantes. Y lo más importante: nunca perdió la esperanza en la posibilidad de construir un mundo mejor.

La vida de Sieva simboliza la tragedia de una revolución que se devora a sí misma. Se podría decir que con él muere –ahora sí– el siglo XX con sus utopías y sus pesadillas; pero, al mismo tiempo, con su personalidad suave y también con su terquedad, Sieva simboliza el humanismo revolucionario que nunca muere. Nunca olvidaré sus ojos azules, su camaradería y el honor que me hacía al invitarme a mí, anarquista de toda la vida, a sus cumpleaños que celebrábamos en un restaurante ruso del sur de la Ciudad de México.

Sobre la vida de Sieva hay que señalar el documental de Adolfo García Videla, Mis memorias con Trotsky: Entrevista a Esteban Volkov, que se presentó en el plantel Centro Histórico de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México el 20 de agosto de 2013. Fiel a sí mismo, Volkov señaló en esa ocasión que “el capitalismo ha llegado a un nivel de explotación, de destrucción del planeta; el marxismo es una de las opciones que existen. Ojalá hubiera otras ideologías, otros métodos que nos pudieran dar una solución para salir de este infierno en el que está viviendo gran parte de la población”.

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Esteban Volkov un testigo de nuestro tiempo

Manuel Aguilar Mora *

Ciudad de México, 17-6-2023

Esteban Volkov, a la edad de 97 años falleció en la Ciudad de México ayer 16 de junio de 2023. Con su muerte desaparece el último sobreviviente que conoció y vivió al lado de uno de los más grandes revolucionarios de todos los tiempos, su abuelo León Davidovich Bronstein, el personaje ucraniano-ruso conocido en la historia como León Trotsky. Con su partida desaparecen los personajes que vivieron, actuaron, revolucionaron, padecieron y sufrieron una de las épocas históricas más impactantes del siglo XX que forjó el mundo en que vivimos, la que se inició en octubre de 1917 con la victoria de la revolución socialista rusa, la instauración de la URSS como la primera República de obreros y campesinos de la historia, la expansión planetaria de las ideas marxistas y después la inconmensurable y catastrófica tragedia que fue la contrarrevolución burocrática soviética que impuso sobre los pueblos soviéticos el atroz y criminal régimen totalitario encabezado por Stalin.

Esteban era la encarnación misma de los tiempos por los que atravesó en su larga vida. Era el último sobreviviente de una familia víctima de la venganza ciega y asesina del dictador soviético que no sólo combatía a sus enemigos, entre los que destacaba ciertamente en primer lugar Trotsky, sino que se iba también sobre sus familiares y amigos, aunque no tuvieran vínculo o adhesión alguna con las políticas opositoras a su régimen. Desde su infancia misma la venganza estalinista se cebó sobre su familia, alcanzó a sus padres, después a sus tíos los dos hijos de Trotsky con su segunda esposa Natalia Sedova, a muchos de los amigos y secretarios de su abuelo hasta culminar con el infame, atroz asesinato del propio Trotsky a manos de un testaferro que había logrado astutamente infiltrarse hasta la propia casona de Coyoacán. Así Esteban fue testigo y protagonista de los tiempos turbulentos del siglo XX.

A pesar de que desde fines de los años setentas, con motivo del centenario del nacimiento de Trotsky comenzó a planearse la transformación oficial de la vieja casona de Coyoacán en un museo y personalmente participé en algunas reuniones no coincidí en ninguna de las reuniones con Esteban, quien había sido y hasta su muerte lo siguió siendo el principal promotor y constructor de lo que hoy es uno de los sitios insignia más importantes de la lucha revolucionaria, socialista e internacionalista que representa la vida y la obra de León Trotsky. Fue hasta los años noventa cuando se iniciaron mis relaciones más estrechas junto con las de un conjunto de amigos y amigas con Esteban. Fue entonces cuando lo vi en varias ocasiones con motivo de actos y reuniones en el Museo y también compartimos junto con él comidas y veladas. Especialmente recuerdo las reuniones de muchos amigos con él en un restaurant ruso de la Colonia del Valle.

Una cuestión que en tales encuentros siempre teníamos como motivo de pláticas y comentarios era la escritura de sus memorias, o sea las memorias del último personaje que existía que había conocido y vivido con Trotsky. Me decía que sí las estaba escribiendo e incluso me contaba que había llegado hasta los momentos en que se había celebrado en muchos lugares el centenario de su nacimiento. Pero que le costaba trabajo lidiar con polémicas y anécdotas complejas en las que había participado. Seguramente será muy importante para las personas encargadas de cuidar sus bienes hacer públicas las páginas, si existen, de esta autobiografía inconclusa.

Ya un día después de su muerte están circulando en la red internacional muchos homenajes y semblanzas que son testimonios valiosos que explican, evalúan y marcan la enorme personalidad que Volkov fue y representó. Su contribución, insisto, en la preservación y el cuidado del Museo Casa de León Trotsky en Coyoacán siempre serán dignos de respeto y de agradecimiento por parte de muchísimos seguidores, simpatizantes o simplemente admiradores del personaje histórico que fue Trotsky.

Ciertamente es el propio Trotsky y sus continuadores quienes nos enseñaron a rehuir, a rechazar cualquier culto a la personalidad y a pugnar para que el mundo deje de ser lo que hoy es y surja el mundo democrático, plural, tolerante, libre, fraternal y solidario de la utopía posible por el que ellos lucharon y murieron. Pero también debemos ser dignos de sus herencias y acervos, sus vidas no deben olvidarse y deben permanecer presentes, para que sus muertes físicas no se lleven también sus luminosas ideas, ejemplos, enseñanzas y así sigan viviendo entre nosotros. Esteban Volkov estará siempre vivo entre nosotros.

* Manuel Aguilar Mora, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS), profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Autor de numerosos libros sobre la historia política, económica y social de México.

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