Estación de compresión de Gazprom, cerca de San Petersburgo. Foto: Peter Kovalev/TASS/Sipa USA/SIPA
Basta, 12-6-2025
Traducción de Correspondencia de Prensa, 22-6-2025
Los volúmenes de fertilizantes químicos importados a Francia desde Rusia se han disparado desde el inicio de la guerra en Ucrania. Si bien la agricultura orgánica permite producir a gran escala sin fertilizantes sintéticos, el gobierno recorta su financiamiento.
Hace más de tres años que la adicción del modelo agrícola francés a los fertilizantes químicos contribuye a financiar la guerra de Putin.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania en 2022, las importaciones francesas de fertilizantes rusos han aumentado un 86 %, pasando de 402 000 toneladas en 2021 a 750 000 toneladas en 2023. Estas cifras, mencionadas en un reciente informe de Amigos de la Tierra, probablemente estén subestimadas.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Las sanciones sobre el gas ruso, materia prima esencial para los productores de fertilizantes químicos, llevaron a los fabricantes europeos de fertilizantes a reducir su producción. Sin embargo, el consumo de nuestros agricultores no se redujo y continuaron abasteciéndose en… Rusia. Si bien las importaciones de gas son objeto de sanciones, las de fertilizantes nitrogenados no lo son. Francia, primer consumidor europeo de fertilizantes químicos, figura incluso entre los principales importadores europeos de fertilizantes rusos, junto con Polonia y Alemania.
Las regiones de grandes cultivos, como el norte y el este de Francia, así como la cuenca parisina, son las más dependientes de los fertilizantes sintéticos. Es precisamente esta dependencia la que explica la ausencia de un embargo sobre los fertilizantes procedentes de Rusia.
Por lo tanto, el régimen de Putin sigue siendo un proveedor imprescindible para la agricultura europea, con 2,5 millones de toneladas de fertilizantes químicos vendidos a los europeos desde enero. Este comercio le habría reportado más de 2500 millones de euros en 2023 y más de 1200 millones de euros en 2024.
Aumentar el rendimiento a cualquier precio
Este consumo astronómico de fertilizantes permite aumentar el aporte de nitrógeno, que es fundamental para fertilizar un ecosistema, ya sea cultivado o natural, como recuerda el ingeniero agrónomo Xavier Poux. En el siglo XIX, la agricultura europea garantizaba la fertilización de los suelos mediante el uso de leguminosas forrajeras como el trébol o la alfalfa. Estas plantas tienen la propiedad de fijar el nitrógeno del aire gracias a la simbiosis que mantienen a través de sus raíces con bacterias.
En 1913 se produjo un punto de inflexión. Fritz Haber y Carl Bosch desarrollaron un proceso industrial mediante el cual el nitrógeno gaseoso de la atmósfera se combina con hidrógeno, a alta presión y temperatura, para producir amoníaco y, posteriormente, nitrato. En un primer momento se utilizó para la fabricación de explosivos, antes de pasar a utilizarse masivamente como fertilizante en la agricultura gracias a su aporte nutritivo inmediato.
Los fertilizantes sintéticos se extendieron a Norteamérica, Inglaterra y, posteriormente, a todos los países industrializados después de la Segunda Guerra Mundial, «gracias a la aplicación de políticas agrícolas públicas de un voluntarismo sin precedentes en la historia», subrayan los investigadores en la revista Sésame. La forma en que estos fertilizantes sintéticos han impulsado hasta ahora los rendimientos explica las razones de su éxito.
A pesar de los graves problemas medioambientales que genera el uso masivo de fertilizantes sintéticos —emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación del agua, algas verdes, empobrecimiento de la biodiversidad—, casi la mitad de la humanidad depende actualmente de los fertilizantes sintéticos Haber-Bosch para su abastecimiento.
Los fertilizantes importados de Rusia finalmente sujetos a aranceles adicionales
El Parlamento Europeo aprobó finalmente el 22 de mayo un recargo sobre los millones de toneladas de fertilizantes importados de Rusia a Europa. El texto prevé la aplicación a partir de julio de aranceles aduaneros que aumentarán progresivamente durante tres años, hasta cortar totalmente el suministro de fertilizantes nitrogenados procedentes de Rusia y su aliado bielorruso. Los partidos de izquierda, centro y derecha europeos apoyaron la medida, mientras que la extrema derecha se opuso.
Aunque organizaciones como Amigos de la Tierra han pedido que las importaciones rusas sean sancionadas, ven dos efectos perversos. El primero es un desplazamiento de las importaciones «hacia otros países exportadores, muchos de los cuales también son belicosos o autoritarios», como Estados Unidos, Argelia o Qatar.
El segundo riesgo es el de un aumento brusco del precio de los fertilizantes para el sector agrícola, que sigue siendo muy dependiente de estos productos. Los industriales europeos ya se frotan las manos, al igual que los lobbies de fertilizantes Fertilizers Europe y la Unión de Industrias de Fertilizantes (UNIFA). La multinacional noruega Yara podría verse beneficiada por esta medida, ya que está cerrando sus fábricas europeas para trasladar su producción a Estados Unidos. Este país ha puesto en marcha recientemente una política fiscal que subvenciona fuertemente la extracción de gas, la producción de amoníaco y los fertilizantes químicos.
¿Acabar con la agricultura ecológica?
Sin embargo, es posible practicar una agricultura productiva sin fertilizantes químicos. La agricultura ecológica logra precisamente prescindir por completo de los fertilizantes sintéticos, lo que constituye uno de sus principios fundamentales. «Si cambiamos las rotaciones y aprovechamos al máximo el nitrógeno presente de forma natural en las praderas con las leguminosas, podemos prescindir por completo de los fertilizantes sintéticos», recuerda Xavier Poux.
Son numerosos los estudios que demuestran que es posible alimentar a Europa en cantidad suficiente sin recurrir a fertilizantes químicos, como este artículo de la revista científica Nature en 2017, el escenario Tyfa en 2018 o los estudios del CNRS en 2021 y en 2022.
Sin embargo, es necesario que las alternativas sean accesibles y que la agricultura orgánica reciba más financiamiento. Pero el Gobierno francés ha decidido todo lo contrario. La ministra de Agricultura, Annie Genevard, anunció el 20 de mayo que el presupuesto asignado a la Agencia Bio, encargada del desarrollo y la promoción de la agricultura orgánica, va a sufrir un recorte de 15 millones de euros.
«El Ministerio acaba de encontrar 30 millones de euros para salvar el sector de la avellana, que representa 350 explotaciones agrícolas en Francia, pero tiene los bolsillos vacíos cuando se trata de las 60 000 explotaciones ecológicas que producen alimentos saludables y protegen los recursos», deplora Loïc Madeline, de la Federación Nacional de Agricultura Ecológica. «Salir de nuestra dependencia estructural de los fertilizantes químicos es la única manera de alcanzar nuestra soberanía alimentaria», advierten, por su parte, Amigos de la Tierra. Y dejar de financiar la maquinaria bélica del régimen de Putin.
Señora ministra Annie Genevard, en tiempos de restricciones presupuestarias, le proponemos gratuitamente un eslogan: «La solidaridad internacional es también comer productos ecológicos y locales».
*Sophie Chapelle, periodista, radicada en la región de Lyon que trata principalmente temas relacionados con la ecología.