QUITO 19-8-2015 Mesías Tatamuez dirigente sindical en rueda de Prensa antes de la marcha hacia Carondelet – API -Sarch
Mario Unda, Quito, noviembre de 2024
Correspondencia de Prensa, 29-11-2024
El 31 de octubre de 2024 falleció Mesías Tatamuez, luchador incansable. Una vida dedicada a la organización social, a crearlas, a fortalecerlas, a defender su independencia frente a los gobiernos de turno, a procurar espacios de unidad para defender los derechos de las clases trabajadoras y del pueblo.
Organización
Desde muy joven, Mesías se unió a organizaciones de trabajadores y de campesinos en su natal provincia del Carchi. Su familia era campesina, y él entró a trabajar en una plantación de piretro. Esas experiencias le convencieron de que los trabajadores y los campesinos no pueden hacer valer sus derechos ni llevar adelante sus justas reivindicaciones si no están unidos y organizados. Por eso, en diversos momentos, contribuyó a formar sindicatos de trabajadores agrícolas y cooperativas de pequeños campesinos.
Esa temprana experiencia lo impulsó a tener una presencia activa en la Unoccar, la Unión de Organizaciones Campesinas del Carchi, de la que en poco tiempo llegaría a ser su presidente. Por aquellos años, el campo del país se encontraba atravesado por la movilización de miles de campesinos indígenas en pro de la Reforma Agraria; en 1964 se había dictado una primera ley de reforma agraria que poco avance tuvo, y en 1973, otro gobierno militar expidió una nueva ley de reforma agraria, fuertemente rechazada y resistida por los terratenientes y por los partidos de la derecha política. A causa de la violencia desatada contra la lucha campesina fueron asesinados varios dirigentes indígenas y campesinos, como Lázaro Condo, Mardoqueo León, Rafael Perugachi, Julio Rivas e Inocencio Franco. La lucha, para tener posibilidades de éxito, debe ser de alcance nacional. Era imprescindible que las diversas organizaciones provinciales fortalezcan su unidad en la organización nacional.
Mesías Tatamuez impulsó ese andar y se involucró en la dirigencia de la Fenoc (Federación de Organizaciones Campesinas, actual Fenocin), una de las principales organizaciones campesinas e indígenas de la época, sumándose en el equipo que producía el periódico de la Fenoc. Su conocimiento de las organizaciones de base, su trabajo junto con cooperativas, asociaciones y comunas, su comprensión de la situación existente en otras provincias y su presencia en los equipos de trabajo de la organización nacional lo llevaron a ser elegido presidente de la Fenoc.
La Fenoc era uno de los principales pilares de la Cedoc (Central Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas, actual CEDOCUT), que reunía en su interior organizaciones campesinas, indígenas, sindicales, de pequeños comerciantes y de pobladores urbanos. La unidad de los trabajadores del campo y de la ciudad fue también un objetivo presente en la labor de Mesías Tatamuez. Tras haber sido presidente de la Fenoc, fue elegido presidente de la Cedoc en períodos distintos. A fines de la década de 1990 e inicios de los 2000, un grupo de sindicatos le propuso que asuma su conducción para superar conjuntamente la que ha sido quizás la crisis más fuerte de la organización. A partir de entonces, uno de los ejes de la acción de Tatamuez y del equipo de trabajo y dirección que se conformó fue la recomposición y el fortalecimiento de la Cedocut en contextos políticos y sociales altamente complejos: la crisis del neoliberalismo, los golpes jurídicos y políticos contra el movimiento sindical, las transformaciones económicas y sociales en la relación capital-trabajo, la resistencia popular, el surgimiento del populismo correísta, la desbandada desde la izquierda y varias organizaciones sociales hacia el correísmo, la crisis populista y el retorno del neoliberalismo.
Unidad y lucha
Las clases trabajadores y el pueblo están normalmente fragmentados: los divide y separa el devenir de la economía, la legislación dirigida a dificultar sus afanes de unificación, las iniciativas de las clases dominantes y los gobiernos que buscan constantemente romper las organizaciones, cooptar dirigentes, incordiar a las bases con los dirigentes, enemistar a los sectores populares unos con otros. En esas condiciones, la persistente búsqueda por superar las dispersiones se vuelve fundamental para la lucha popular.
La unidad en la organización es la base, pero no es suficiente. Una central sindical sola, aislada, no logrará avanzar más que si se construye, paralelamente, la unidad de los trabajadores. La Cedoc (y luego la Cedocut) han estado siempre presentes en los esfuerzos por darle continuidad y presencia al Frente Unitario de los Trabajadores. Mesías presidió el FUT en varios momentos de importantes luchas sociales, por ejemplo, en las movilizaciones de 2015 contra el gobierno de Correa y en las de 2019, incluyendo la gesta de Octubre, contra el gobierno de Moreno.
En sociedades tan heterogéneas y abigarradas, la unidad de las clases trabajadoras debe ser aún más amplia. Ha dependido de los momentos de las luchas sociales, y no solo de la situación de la Cedoc y de la Cedocut que en diversos momentos ha contado con la participación de pobladores urbanos y de pequeños comerciantes.
Las luchas populares deben librarse en todos los espacios. En las movilizaciones por las demandas sociales, en los procesos electorales, incluso en la participación en organismos del Estado en defensa de los intereses de los trabajadores, como lo hizo durante su paso por instancias tripartitas del IESS.
Y en todas las condiciones. Igual en épocas tranquilas y “normales” que en tiempos de alza y decaimiento de las luchas sociales. Igual durante los sobresaltos políticos que en tiempos de pandemias.
Independencia política de los trabajadores
Los gobiernos, representantes de los intereses de las clases dominantes, han buscado permanente debilitar y dividir a las organizaciones y movimientos sociales a través de diversos mecanismos y estrategias. La militarización y las constantes amenazas para atemorizar al pueblo y con el miedo doblegar las movilizaciones, la represión policial y militar, pero también las leyes para dificultar e impedir la organización de los trabajadores y sus acciones reivindicativas (desde las reformas de Borja hasta los intentos recientes de Noboa), las demoras en el reconocimiento de las organizaciones y sus directivas, la aquiescencia a los despidos, leyes para criminalizar la protesta social, como fueron en su momento las leyes de seguridad nacional de las dictaduras, mantenidas en los gobiernos que le siguieron, hasta el código integral penal de Correa y sus reformas, la circulación de narrativas de desprestigio de las organizaciones más fuertes y sus dirigentes. El movimiento popular ha sabido enfrentar estos embates a través de sus luchas. Mesías fue presidente del FUT (Frente Unitario de Trabajadores) durante algunas de las luchas más importantes de los últimos años: 2015 en épocas de Correa y 2019, cuando el gobierno de Moreno y el gran desborde de 2019. Por eso fue perseguido, apresado y juzgado igual por la última dictadura militar, que por los gobiernos supuestamente democráticos; Correa le dedicó varios ataques en sus sabatinas, y el gobierno de Moreno lo enjuició luego de la gran gesta popular de octubre de 2019. Pero las persecuciones no lo doblegaron.
Los gobiernos intentan socavar la organización popular combinando la represión con dádivas, prebendas y halagos. Un gobierno que combinaba el látigo y la zanahoria fue el de Correa. Le ofrecieron ser embajador en Uruguay, así como a Ricardo Ulcuango en Bolivia y a Segundo Andrango en Guatemala. Mesías Tatamuez no aceptó, comprendiendo bien el carácter antipopular del populismo correísta.
Pero alcanzar plenamente la independencia política significa que las clases trabajadoras tengan la capacidad de representarse por sí mismas también en los asuntos políticos. Si no tienen una herramienta propia para hacerlo, quedarán condenadas a ser manipuladas por cualesquiera de las facciones de la clase dominantes o por grupos que, pretendiendo ser representantes del pueblo, anhelan, en cambio, volverse dominantes ellos mismos.

Una organización política propia
La independencia política de la clase trabajadora no está completa hasta que se puede formar y fortalecer una representación política propia de los trabajadores y del pueblo. A mediados de la década de 1970, los campesinos se movilizaban bajo la consigna de “La tierra para el que la trabaja”, presionando para que el gobierno cumpla la ley de Reforma Agraria, mientras que las políticas desarrollistas del gobierno de Rodríguez Lara se habían traducido en impulso industrializador, incremento de los trabajadores asalariados y el aparecimiento de un joven proletariado que comenzó a vivir su propio proceso de politización y a transformar el rostro del movimiento sindical. En medio del ascenso de la organización y de la lucha de las clases subalternas, se constituyó la URT (Unidad Revolucionaria de los Trabajadores), agrupando a una capa de militantes y activistas, campesinos, obreros, estudiantes y jóvenes cristianos que fueron encontrando coincidencias políticas en medio de su trabajo cotidiano fundamentalmente en la Cedoc. En este empeño que participaron, entre muchos otros compañeros y compañeras, otros Fernando Velasco, Paco Rohn y Mesías Tatamuez.
En el trabajo dentro de la central sindical y en la afirmación de definiciones políticas clasistas la URT generó acercamientos a otros grupos, como el COR, que actuaba sobre todo en Guayaquil, y pequeños agrupamientos revolucionarios que se formaron en Cuenca y otras ciudades. Así, un poco más adelante se funda el MRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores), surgido de una fallida alianza de la izquierda socialista de entonces. A pesar de eso, el MRT fue confluencia y unidad: dirigentes y militantes obreros y campesinos y jóvenes izquierdistas provenientes de diversos movimientos y organizaciones de la izquierda socialista de entonces, o sin ninguna militancia previa. En pocas palabras, en el origen del MRT confluyeron dos factores: por un lado, el avance de las luchas sociales, campesinas, obreras y poblacionales, y la afirmación clasista y socialista de capas de trabajadores, estudiantes y activistas e intelectuales provenientes de distintas tradiciones del pensamiento revolucionario: el marxismo, la opción por los pobres, el trotskismo, el maoísmo, el castrismo, la “nueva izquierda”.
El MRT no duró mucho, pero tuvo vida intensa. El fatal accidente que cortó la vida del Conejo Velasco le privó de su dirigente más claro y sereno. El “retorno” a la democracia descolocó políticamente a toda la izquierda socialista; se dividieron y dispersaron el MRT, el PSRE, el MRIC, el MST, el MIR… Fue parte de la crisis de las izquierdas: unas, acomodándose más en su reformismo, redescubrieron el fetichismo del electoralismo, y del parlamentarismo, confundiendo la transformación social con la simple presencia en instancias estatales y poniendo en segundo plano la lucha social; otras, incapaces de juntar el socialismo y la democracia en un proyecto transformador dentro de las nuevas condiciones políticas. Pero subsistían las masas y las luchas. Al poco tiempo daría comienzo, encabezado por el movimiento sindical y por el FUT, un período de resistencias populares contra la implementación del modelo neoliberal que duraría casi un cuarto de siglo, pero los fragmentos de las antiguas organizaciones no lograron enlazar con el sentido político de las masas en movimiento.
Mesías fue un socialista convencido. El socialismo no era para él tal o cual partido u organización, sino el programa y la perspectiva por construir en medio de las luchas sociales, la convicción de que Sólo el socialismo es democracia. Igual que varios militantes del MRT y de otras organizaciones, ingresó al partido Socialista, llegando a ser diputado suplente durante un período; pero luego tomó distancias.
Viendo las debilidades políticas de una izquierda en crisis, sintiendo las limitaciones que a la lucha social le impone la carencia de una organización propia de los trabajadores, participó con varios compañeros y compañeras en un nuevo intento de reconstrucción del MRT; algunas discrepancias lo alejaron del espacio organizativo, pero no de las afinidades políticas ni del trabajo honesto compartido. La vida de Mesías fue el caminar de un luchador infatigable. Recordarlo y ponderar su trayectoria no es recordar aquello que quedó en el pasado ni quedarse en palabras y fórmulas. Su trayectoria es una parte importante de la trayectoria de las luchas sociales de campesinos, de indígenas, de obreros, y de todo el pueblo en contra de toda forma de explotación, de opresión y de humillación. Es el combate que sigue estando frente a nosotros: la entereza que no debe doblegarse ante las adversidades y las vicisitudes de la economía o de las pandemias, que no se inclina ante ningún gobierno y sus amenazas y persecuciones, ni ante sus halagos, ofertas y dádivas. Es el trabajo duro de sostener diariamente las organizaciones sociales, de buscar su unidad en medio de las diferencias y de épocas difíciles. Es el horizonte de la independencia política, organizativa y programática de las clases trabajadoras y del pueblo; de la construcción de un partido político propio, con identidad clara, la creación colectiva de una opción transformadora que se distinga claramente de todas las derechas y populismos que son y que vendrán.