A l’encontre, 13-10-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa, 15-10-2023
Cuando se trata de atacar Gaza, la política actual de Israel se centra más en causar daño que la precisión.
Vivimos una realidad infernal, impulsada por una sed de venganza que se manifiesta en crímenes de guerra. El objetivo de Israel no es atacar objetivos militares o infraestructuras terroristas. Es atacar a más de dos millones de personas, incluidos niños y ancianos. La magnitud de la catástrofe que nos espera es difícil de imaginar.
En los últimos días, en Israel, voces de personas por lo demás razonables -personas asociadas a los valores humanistas y a los derechos humanos- han expresado esta sed de venganza. Han justificado la aniquilación de Gaza por motivos de seguridad o incluso humanitarios. He oído a otros que adoptan la retórica de los extremistas de derecha que insisten en que todo habitante de Gaza es un antisemita sediento de sangre que apoya la atrocidad cometida por Hamás durante el fin de semana del 8 de octubre. 1
Pero es precisamente nuestra humanidad la que está a prueba. Cada imagen y cada testimonio desde el infierno del sur de Israel, cada llamamiento desesperado y desgarrador de quienes siguen buscando a sus seres queridos, cada actualización sobre el número de muertos que no deja de aumentar, todo ello amenaza con hacernos perder nuestros valores y ceder al llamado de la venganza.
El ataque criminal de Hamás sumió a muchos israelíes en un miedo existencial que no habíamos conocido antes, al menos no en esta generación. Hoy, el miedo, la rabia, el odio y el dolor amenazan con causar estragos no sólo en Gaza, sino también en nosotros como individuos y como sociedad.
La ética nunca es un privilegio, un lujo, un accesorio que pueda ponerse cuando convenga o quitarse cuando sea menos conveniente. La ética no es una benevolencia imposible de adoptar durante una catástrofe.
Insistir en la ética significa insistir en el contexto, sin el cual esta horrible violencia pierde su significado y se reduce a «animales humanos que quieren destruirnos sin motivo» [alusión a la declaración del ministro de Defensa Yoav Gallant]. Insistir en la ética y el contexto no equivale a justificar un crimen. Al contrario, significa asegurarnos de que nuestra comprensión de la realidad incluye todos los factores que contribuyen a ella, para que podamos cambiarla con mayor eficacia.
Si los crímenes de Hamás justifican la destrucción total mediante el castigo colectivo de la población de Gaza, ¿qué ética podemos pretender para condenar a Hamás, sobre todo teniendo en cuenta el daño que Israel la ha infligido a esa región a lo largo de los años? Si la elección de Hamás en Gaza, todos estos años atrás, justifica la eliminación de su población del planeta, ¿cuál debería ser el castigo del público israelí por elegir a líderes fascistas y criminales de guerra que imponen regularmente la destrucción y la muerte a los palestinos?
Nuestro compromiso con la ética y los principios de los derechos humanos no puede estar condicionado por nuestros sentimientos subjetivos. Se trata de trazar líneas rojas que no deben traspasarse, ni siquiera en tiempos de guerra. No hay rabia que justifique los crímenes de guerra.
La necesidad de recurrir al «tribalismo» israelí y aferrarse a él es comprensible. Pero no sacrificando nuestra comunidad política. La solidaridad judeo-árabe que hemos logrado construir en este país ha sido difícil de poner en marcha. Es pequeña y frágil, y se enfrenta a una prueba terrible. No debemos fracasar.
Ningún civil es un «daño colateral». Los crímenes de guerra son una abominación que nunca puede justificarse. Sólo podemos esperar que el día en que este polvo tóxico se asiente, el bando que se define a sí mismo como el bando de los «derechos humanos» sea capaz de mirarse al espejo. (Artículo publicado originalmente en +972, 11-10-2023)
* Orly Noy es redactora en Local Call, activista política y traductora de poesía y prosa farsi. Es presidenta de la junta ejecutiva de B’Tselem y militante del partido político Balad, Centro de Información Israelí sobre Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, miembro del Colectivo Cívico Mizrahi y de la Coalición Mujeres por la Paz. Sus textos tratan de las líneas que se entrecruzan y definen su identidad como mujer, mizrahi (comunidades judías muy variadas del Medio Oriente, de África del norte, del Cáucaso, de Asia central y de la India) y militante de izquierda.
Nota de A l’encontre
- Es necesario recordar la postura adoptada por Amnistía Internacional, una organización denostada -entre otras cosas por su caracterización de la situación de apartheid en Israel- por quienes son cómplices propagandísticos de la política del gobierno de Netanyahu: «Los videos analizados por el Laboratorio de Pruebas de Crisis de Amnistía Internacional muestran a combatientes palestinos disparando deliberadamente contra civiles el primer día de los ataques y tomándolos como rehenes… «Masacrar a civiles es un crimen de guerra y nada puede justificar estos reprobables ataques. Hemos verificado videos escalofriantes que muestran a hombres armados disparando a civiles y tomando a personas como rehenes. Un vídeo inquietante muestra a hombres armados haciendo desfilar a una mujer por el centro de Gaza, como en una pesadilla. Todos los civiles que han sido secuestrados, incluidos los niños, deben ser liberados inmediatamente. Estos crímenes deben investigarse en el marco de la investigación en curso de la Corte Penal Internacional sobre los crímenes cometidos por todas las partes en el conflicto actual», ha declarado Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional. «El bien documentado historial de crímenes de guerra de Israel no excusa los horribles actos cometidos por los grupos armados palestinos, ni les exime de sus obligaciones en virtud del derecho internacional de respetar los principios fundamentales de humanidad y protección de la población civil.» ↩