Casi 10 mil personas viven en áreas de riesgo en Sol Nascente, comunidad de Brasilia que superó a Rocinha en población y número de viviendas.
Outras Palavras, 18-5-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa, 19-5-2023
Diariamente, Correos entrega más de 60 mil cartas y paquetes en todo el Distrito Federal (DF, Brasilia). En Sol Naciente, sin embargo, la historia es diferente. Los 32.000 hogares de la mayor favela de Brasil no reciben correo, ni siquiera facturas. Si compras algo por Internet, por ejemplo, tendrás que recogerlo en una oficina de correos o en un apartado postal situado a un mínimo de 5 kilómetros. Como las calles de Sol Nascente carecen de identificación, los carteros no encuentran las direcciones. El mismo contratiempo afecta a los repartidores que trabajan para aplicaciones. Sólo los comerciantes de los alrededores pueden hacer entregas allí, porque conocen bien la geografía local. Según el Censo de 2022, la comunidad -que tiene 93 mil habitantes y es vecina de Ceilândia, una de las regiones administrativas del Distrito Federal- superó a Rocinha (Río de Janeiro) en población y número de viviendas. La favela carioca, la más poblada del país durante décadas, tiene ahora 67.000 habitantes y 31.000 viviendas.
Las principales calles de Sol Naciente están asfaltadas, pero hechas jirones. La falta de reparación, unida al frecuente tráfico de autos, autobuses y camiones, ha provocado grietas y depresiones en el pavimento. Más comunes son los caminos de tierra. Estrechos, tortuosos y llenos de pozos, se llenan de polvo en los periodos secos, dificultando la limpieza de las casas y la respiración. En época de lluvias, el problema son las inundaciones. Como casi no hay alcantarillas en la comunidad, el agua se adueña de las calles, arrastrando lo que encuentra por delante e invadiendo las casas.
“En cuanto empieza a llover, me vuelvo loca. El pecho me explota de miedo”, dice Ana Lúcia Dias da Silva, de 54 años, que vive en Sol Nascente desde 2021. El pasado diciembre, en vísperas de Navidad, una tormenta derribó el muro de su residencia. El agua invadió la propiedad y lo destruyó todo. No quedó ni un mueble para contarlo. “Fue desesperante. Sólo pude recuperarme gracias a las donaciones. La culpa es del gobierno, que nunca se ocupó de las infraestructuras aquí”. Desempleada, Silva cuida de una hermana con discapacidad física y de dos nietos. Antes de la tormenta de diciembre, la familia ya se había enfrentado a cuatro inundaciones. “No tenemos otro lugar adonde ir. Estamos en manos de Dios… Cuando llueve, lo único que puedo hacer es rezar y pedir que el chaparrón no sea demasiado fuerte. Mi psicología está en las últimas”.
Alrededor de 10.000 habitantes de favelas ocupan zonas con riesgo de inundaciones y corrimientos de tierra o contaminadas por ser antiguos vertederos. Un estudio de 2019 de la Compañía de Fomento Habitacional del Distrito Federal (Codhab) sugería la retirada de 2.500 viviendas que estaban en esos lugares. Cuatro años después, la situación debe ser peor, pues Sol Nascente ha crecido.
No sólo eso, otras cuatrocientas viviendas se encuentran en puntos de la comunidad por donde pasan las tuberías de alcantarillado instaladas por la Compañía de Saneamiento Ambiental del Distrito Federal (Caesb). Defensa Civil prohíbe construir en esos tramos, considerados inseguros. En 2019, una de las tuberías se rompió. Hubo un gran estruendo y el agujero que se abrió se tragó una casa casi por completo.
Con tantas propiedades amenazadas, la legalización y la consiguiente titulación de los terrenos se hace imposible. Hace dos años, sólo el 8,5% de las parcelas que componen Sol Nascente estaban regularizadas. Para que la situación mejore, es necesario actualizar el estudio de 2019 y elaborar un plan de reubicación para las familias en peligro.
Las ocupaciones que dieron origen a la favela comenzaron en 1998. Inicialmente, las 978 hectáreas donde se estableció la comunidad -un área similar a mil campos de fútbol- albergaban granjas que abastecían a la Feria de Productores y Mayoristas de Ceilândia. Los arrendatarios de aquellas modestas propiedades fueron instalados en la década de 1970, en el marco de un programa gubernamental que pretendía desarrollar zonas rurales inexploradas del Distrito Federal. Los contratos de arrendamiento tenían una duración de quince años, renovables por un período igual.

Los primeros residentes de la favela en desarrollo procedían de las afueras de Ceilândia. Incapaces de pagar el alquiler, invadieron los establos y las plantaciones de algunas fincas. Simultáneamente, algunos de los granjeros vendieron las tierras que alquilaban a precios atractivos. Aunque ilegales, las negociaciones se desarrollaron con normalidad, sin que ninguna autoridad interfiriera.
El pastor Ronaldo Aguiar, de 51 años, es uno de esos “hijos de Ceilândia” que encontraron en Sol Nascente la posibilidad de tener un hogar propio. En 2001, él y su mujer vendieron un coche y reunieron sus escasos ahorros para comprar una parcela de 300 m² en la comunidad, donde construyeron una residencia sencilla, cubierta de tejas de amianto-cemento. “En nuestra calle no había prácticamente nada. Aparte de mi casita, sólo había otras tres, además de barro, piedras y arbustos. Recibía menos de un salario mínimo. Tener mi propio rincón fue un alivio”, recuerda Aguiar. Cuando se instaló allí, el pastor no pagaba el agua ni la electricidad. Me las arreglaba para hacerlo todo a duras penas”. Incluso con una infraestructura tan precaria, invirtió en mejorar su casa. “En poco tiempo, el panorama cambió. Llegaron otras familias y Sol Naciente despegó. Mucha gente sin dinero construyó como pudo, en parcelas mucho más pequeñas que la mía”.
En las dos últimas décadas, la población de las favelas ha aumentado un 1.299%. En 2000 vivían allí unas 7.500 personas, según la Compañía de Planificación del Distrito Federal (Codeplan). En 2021, el número de habitantes saltó a 93 mil en la actualidad. La mayoría son mujeres (50,3%) y se declaran negras o morenas (67,9%). La edad media de los residentes es de 28,6 años y el ingreso medio es de 1.578,78 reales. (320 dólares)
Hoy, el lote de Aguiar está legalizado. El pastor no sólo empezó a pagar el IPTU (impuesto de propiedad), sino también a disfrutar de conexiones regulares de agua y electricidad. “Por desgracia, el gobierno sigue haciendo muy poco por la comunidad”, se queja. “Faltan cosas básicas por aquí”.
La primera de las cinco escuelas de Sol Nascente apareció en 1999, pero las instalaciones oficiales de alcantarillado no empezaron hasta diez años después. El primer puesto de salud apareció en 2018, y el hospital aún no ha llegado. Las zonas de ocio se limitan a tres pistas polideportivas, tres gimnasios comunitarios y un campo de césped sintético.
En 2019, la comunidad dejó de pertenecer a Ceilândia y se convirtió en una región administrativa independiente. El Gobierno del DF decidió la autonomía con el pretexto de mejorar la calidad de vida local. Hasta ahora, sin embargo, la sede de la administración regional no está totalmente lista y sus empleados trabajan de forma improvisada.
“El urbanismo del Distrito Federal ha intensificado un fenómeno que ya existía en otras ciudades del país: la segregación entre ricos y pobres”, afirma Aldo Paviani, geógrafo y profesor emérito de la Universidad de Brasilia (UNB). La miseria se concentra en los bordes del rico Plan Piloto. Allí vive una parte importante de la población, que depende de los servicios y empleos que se ofrecen en las regiones más prósperas. “La especulación inmobiliaria ha alejado a los negros y a los pobres de la riqueza, obligándoles a realizar cada día el trayecto periferia-centro. Sol Nascente, en concreto, es la periferia de la periferia, pues acogió a quienes ya no podían permitirse vivir en Ceilândia”, explica Pavani. La favela está a 35 km de Plan Piloto. El profesor defiende la descentralización de empleos y equipamientos públicos, asociada a la mejora del transporte público. “El modelo de urbanización basado en la segregación es una máquina de triturar a la gente y hay que superarlo”.
Sol Nascente se divide hoy en tres secciones. El gobierno del Distrito Federal afirma que sólo ha regularizado algunas manzanas de las secciones 1 y 2. Aún no hay previsión para la legalización del resto. El gobierno también informa que concluyó el sistema de captación de aguas pluviales en parte de los tramos 1, 2 y 3. Paralelamente, está construyendo las denominadas balsas de retención, que recibirán el agua captada por las alcantarillas y la librarán de impurezas antes de verterla a los arroyos.
En cuanto a los edificios construidos sobre las tuberías de alcantarillado, la Caesb afirma que ha estado realizando adaptaciones para garantizar su seguridad. La empresa estima que, entre los 32 mil hogares de la comunidad, cerca de 8 mil no reciben agua entubada.
Pueden hacer o prometer lo que sea, no creo que cambie nada”, lamenta el portero y chofer de la aplicación Vicente Lago. Tiene 33 años y lleva casi veinte en Sol Nascente. Vive de alquiler, con su mujer y su hija, en una carretera sin asfaltar. “Evito encender la aplicación cerca de mi casa porque el GPS no localiza las calles. Es difícil moverse por allí. El conductor que no conoce la zona acaba perdiéndose, además de tener que esquivar baches y basura”.
Desde 2021, Lago planea abandonar la comunidad. Quiere comprar un apartamento en Samambaia, otra región administrativa del DF. Su hija de seis años ya estudia en una escuela pública a las afueras de Sol Nascente. “Quiero que la niña crezca en un lugar mejor. Mi mujer y yo trabajamos duro para ahorrar dinero. Ella vende ropa de mujer en su pequeña tienda. Si todo va bien, podremos mudarnos en diciembre”.
(Artículo publicado originalmente en Piauí, 16-5-2023)