Brasil – «La Amazonia genera cada vez más dólares para el país, pero su pueblo vive mal, pierde su gran riqueza». [Entrevista con Lúcio Flávio Pinto]

Área de minería de bauxita en la Flona Saracá-Taquera, estado de Pará, próxima a la unidad de preservación. Foto: Carlos Penteado/CPI-SP

«La Amazonia genera cada vez más dólares para el país, pero su pueblo vive mal y pierde su gran riqueza, la rara combinación de agua, selva y sol»

Una forma de entender estos procesos, es observar el aluminio extraído de la región y entregado a las grandes multinacionales que lo procesan.

João Vitor Santos

Revista IHU, 16-5-2023

Traducción y edición de Correspondencia de Prensa, 17-5-2023

Si hasta el siglo XX la región amazónica brasileña era vista como un territorio a ser colonizado, los aires del siglo XXI cambiaron su rumbo y se vio que la colonización era una práctica -violadora de los derechos humanos y de los derechos de la Tierra-, a ser abandonada y combatida. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero ¿han sido efectivas las transformaciones?

Para él, es necesario «buscar el origen de las grandes empresas implantadas en la región, reconstituyendo su ingeniería y su enfoque». Y sin deslumbramientos, como estamos viendo ahora con el caso de China. En su opinión, corremos el riesgo de salvar nuestras riquezas naturales de la codicia de los norteamericanos, para entregárselas en bandeja a los chinos.

Lúcio Flávio critica la posición de los gobiernos del PT, que se basaron en un desarrollismo que dejó de lado la diversidad de formas de vida en la Amazonia, y advierte: «la izquierda primitiva (o peripatética) sigue creyendo que las regiones y los pueblos primitivos sólo pueden evolucionar bajo la modernización de las relaciones de producción. Modernización, para esta izquierda de catecismo o aprendizaje oral, significa carreteras, energía hidroeléctrica, fábricas, campos de siembra, productos aceptables para el mercado». Para él, esta realidad también necesita ser transformada. A continuación la entrevista.

– En un artículo publicado recientemente, usted señala que estamos viviendo el resultado frustrante de «medio siglo de lucha para instalar un polo de aluminio en la Amazonia». ¿Cuál es la importancia de este polo y por qué la lucha por su instalación parece haber fracasado?

El mundo se volvió definitivamente hacia la Amazonia tras la primera crisis del petróleo, en 1973, en busca de productos intensivos en aluminio. El país más afectado por la repentina subida del precio del petróleo fue Japón. Como la producción de aluminio en su propio territorio no era viable, Japón planificó el mayor proceso de transferencia industrial de todos los tiempos. Y estableció un polo de alúmina y aluminio a 50 kilómetros de Belém/Pará.

En principio, esperaba extraer de allí el 30% de sus necesidades del metal. Luego lo redujo a la mitad, al 15%. Aun así, era la mayor y mejor planta japonesa, aunque a 20.000 kilómetros de Japón. Y a un coste de extracción más barato que el que obtendría en el propio Japón. Era un proyecto extremadamente ventajoso para los japoneses. Pero los brasileños no consiguieron implantar un polo metalúrgico para impedir la exportación de lingotes, el primer artefacto de la cadena de producción. Son casi tres décadas de aluminio primario, de bajo valor agregado, yendo para Japón.

El golpe se profundizó cuando el consorcio Vale (gigante de la minería y principal consumidor de energía eléctrica de Brasil: ndt) , que era el mayor accionista de las plantas de alúmina y aluminio, vendió su participación a la multinacional noruega Norsk Hydro. La privatización fue rematada por la entrada, ahora, de la multinacional suiza Glencore. Tras la privatización, la desnacionalización. Un esquema completamente colonial.

– ¿Cómo entender este proceso de desnacionalización del procesamiento de la bauxita?

Es el resultado de una iniciativa de las mayores empresas del sector, que buscaron completar su integración, desde la bauxita hasta los productos finales, protegiéndose así de la fluctuación que siempre tienen las commodities, especialmente el mineral, con una bolsa especializada en Londres, y de eventuales contratiempos políticos. Además de crear un flujo de caja único para todas las operaciones, a fin de controlar mejor el proceso de producción y el flujo de ingresos, gastos e inversiones.

– ¿Qué relación podemos establecer entre esta desnacionalización del beneficio de la bauxita y los acuerdos comerciales con los países asiáticos, especialmente China y Japón?

La visión política que se tiene de China, especialmente la izquierda, impide que muestre su cara económica. China actúa como una gran empresa en el comercio internacional, sólo que estatal y a gran escala. El país ocupa una posición cada vez más fuerte en las infraestructuras y la logística brasileñas.

Su incursión más reciente, hace una semana, fue avanzar en el sector de la energía eléctrica. Más allá de su propiedad de extensas líneas de transmisión de energía y centrales hidroeléctricas, ha conseguido colocar a un ejecutivo de su principal empresa en Brasil, Sate Grid, en el consejo del Operador Nacional del Sistema, que es el organismo de control administrativo y técnico del sector. El objetivo es el mismo que en Japón hace 50 años: garantizar que las materias primas lleguen más rápido y más barato a los puertos de exportación… y a China, por supuesto.

– Si hoy hablamos de pérdidas en la industria nacional del aluminio, en el pasado ya sufrimos con la privatización de toda esta cadena. ¿Podría explicar cómo ocurrió este proceso y sus consecuencias para la región amazónica?

La Amazonia es la región más internacionalizada de Brasil. Y continúa siéndolo, a una escala cada vez mayor. Por eso, la internacionalización debe ser un tema vital de debate. Sin xenofobia, estrechez nacionalista, prejuicios y – lo principal – con pleno conocimiento de causa. Es necesario buscar el origen de las grandes empresas implantadas en la región, reconstituyendo su ingeniería y su enfoque. Sólo así conseguiremos convertirnos en interlocutores competentes, en condiciones de trazar un rumbo mejor que el que hemos tenido hasta ahora.

El momento clave fue precisamente el nuevo reparto internacional del petróleo que siguió a la crisis de precios de 1973. Desde entonces, nos han noqueado y hemos perdido todas las batallas. Parecía que las circunstancias de la época iban a favorecernos. El cártel de las siete hermanas amenazado, incluso en los países donde tienen su sede, y el mayor comprador mundial de aluminio teniendo que cerrar sus fábricas de aluminio, inviables por el coste de la energía. Pero todos estos actores se han reorganizado y nosotros nos quedamos viendo pasar el carro. Porque, sin conocimiento ni información, no vimos pasar el vagón (o el tren, en el caso de los minerales).

Lúcio Flávio Pinto. Foto: archivo personal

– Usted vive desde hace mucho tiempo en la región amazónica y escribe sobre esta realidad. ¿Cómo analiza las transformaciones de esta región en los últimos años?

Suelo imitar al conejo del chiste, que le dice a su pareja después de un momento de amor: va a ir bien, ¿verdad? Esta es la sensación que tengo, a los 73 años, 57 de los cuales los he dedicado a intentar seguir, comprender y proyectar un futuro para la Amazonia. Parece que el próximo año será peor que el que pasó, aunque el año vivido haya sido malo. O que la mejoría a corto plazo no tendrá continuidad.

Considerando 1973 como un hito en la historia de nuestro tiempo en la Amazonia, cuando se enganchó en el comercio mundial como vendedora de commodities y proveedora de divisas al fisco nacional, la línea constante en estos 50 años, en un sube y baja de crecimiento exponencial y depresión, es hacia abajo. La Amazonia genera cada vez más dólares para el país, pero su pueblo vive mal y pierde su gran riqueza, la rara combinación de agua, selva y sol. Pierde su razón de ser amazónica.

– ¿Hasta qué punto percibe un cambio en la posición del Estado brasileño desde el actual gobierno con respecto a la Amazonia?

Los gobiernos del PT, con Lula y Dilma, han sido tan «desarrollistas» y perjudiciales para la Amazonia (que, en verdad, desconocen, como casi todos los brasileños) como sus predecesores. Algunos peores, otros no tanto, raros con mejoras, salvo Bolsonaro, que perfeccionó el caos y el diluvio.

Después de Tucuruí, obra de la dictadura militar, las otras grandes hidroeléctricas (Belo Monte, Jirau, Santo Antônio) fueron construidas por ellos. La izquierda primitiva (o peripatética) sigue creyendo que las regiones y los pueblos primitivos sólo pueden evolucionar bajo la modernización de las relaciones de producción. No me tires ese bagre al regazo, reaccionó Lula cuando se agitó el debate sobre los efectos perjudiciales de las represas del río Madeira.

Modernización, para este catecismo izquierdista o aprendizaje oral, significa carreteras, presas hidroeléctricas, fábricas, siembra de campos, productos para su aceptación en el mercado. Este objetivo sólo se consigue transformando, deformando y destruyendo la Amazonia, a pesar de toda la buena y excitante retórica contraria.

– ¿Cómo describiría la realidad de los habitantes de la región amazónica, tanto los que viven cerca de la selva como los que viven en las ciudades?

El componente común a ambas realidades es la violencia. En el interior, resultante de la disputa por el control de la tierra, de las causas de la migración obligatoria, de la ausencia de un poder capaz de arbitrar los conflictos con competencia y justicia y de una acción pública monopolizada por los más poderosos.

Las ciudades, que se multiplican y se densifican, llevan las marcas de todos los centros urbanos de Brasil, de una violencia organizada para hacer prevalecer la criminalidad, agravada por el privilegio concedido a las grandes empresas económicas, intensivas en capital y tecnología y que ahorran mano de obra. Por eso, los servicios y la administración pública son los sectores más fuertes, lo que estimula la economía invisible.

– Según datos recientes del Banco Mundial, mantener la selva amazónica en pie rinde R$ 1,5 billones, siete veces más que las ganancias de la explotación económica de la región. ¿Por qué, a pesar de ello, preservar la selva sigue siendo difícil para Brasil? La incapacidad de comprender estas cifras, ¿qué consecuencias puede tener para Brasil en términos internacionales?

Tanto el pobre Zé da Silva, que viene a la Amazonia en busca de una actividad para su subsistencia, teniendo acceso sólo a la tierra como factor de producción, como la sociedad anónima, en la escala respectiva de acción e intervención, de un David (sin la divina sociedad) y un Goliat (con su retaguardia armada), no conocen la Amazonia, no tienen tiempo ni interés en conocerla. Penetran en las zonas con una sola herramienta: talar árboles para formar en su lugar pastos, cultivos, minería, carreteras, presas hidroeléctricas. En otras palabras: eliminar lo que para ellos es un obstáculo y un problema, el bosque denso, compacto, multifacético, hostil, temido. Rehacer el paisaje para que sea una reproducción del paisaje de origen y se adapte al conocimiento que los inmigrantes tienen de sí mismos y de sus expectativas. La información generada por la ciencia no llega, o rara vez llega, al escenario de la acción, la «selva».

– Un hecho insólito reciente revela cómo la atención del mundo se vuelve hacia la Amazonia: durante su coronación, el rey Carlos III del Reino Unido habría dicho al presidente Lula que cuidara de la Amazonia. ¿Cuál es su interpretación de este hecho? ¿Qué revela esto sobre la emergencia de Brasil asumiendo el liderazgo mundial en la preservación de la Amazonia y en el debate internacional sobre cuestiones medioambientales?

Ya he visto algunas veces estas irrupciones de interés. Está claro que ahora la escala es mucho mayor y el cambio climático, entre otros factores ambientales agravados, da un carácter más serio y permanente a este interés y preocupación por la Amazonia. Pero no creo que Brasil lidere este proceso.

La Amazonia no recibe más del 2% del presupuesto nacional para ciencia y tecnología. Con esta inversión, Brasil seguirá al servicio de los países líderes en la generación de conocimiento e información. Hace medio siglo participé en un seminario con compradores de madera amazónica, principalmente británicos. Sólo querían saber por cuánto llegaba la madera a sus puertos. El rey Carlos estuvo en el Amazonas cuando aún era príncipe. Era un hecho interesante. Pero nada ha cambiado en su esencia.

– Por lo que ha visto y vivido en la región, ¿cuál es el futuro de la Amazonia a corto y medio plazo?

Lord Keynes, el principal artífice de la era económica que está llegando a su fin, con el pulso entre Estados Unidos y China, dijo que a largo plazo todos estaremos muertos. Utilizo la frase como inspiración para una adaptación: si escapamos de los paulistas (paranaenses, gaúchos…), no escaparemos de los americanos (japoneses, chinos…).

* Lúcio Flávio Pinto es periodista desde 1966. Sociólogo licenciado por la Escuela de Sociología y Política de São Paulo, es director del Jornal Pessoal, publicación alternativa que circula en Belém, Pará, desde 1987. También es autor de más de 20 libros sobre la Amazonia, entre ellos Guerra amazônica, jornalismo na linha de tiro e contra o poder (Edição Jornal Pessoal, 2005). Por su trabajo contra la injusticia social fue galardonado con la Colombe d’oro per La Pace en Roma en 1997. En 2005, recibió el premio anual del Comité para la Protección de los Periodistas, en Nueva York, por su defensa de la Amazonia y los derechos humanos. También es el único periodista brasileño elegido entre los 100 héroes de la libertad de prensa, por la organización internacional Reporteros sin Fronteras en 2014.