Ecuador – «El levantamiento demostró la capacidad de organización popular frente al recrudecimiento del modelo neoliberal». [Gabriela Borja – Entrevista]

“El levantamiento demostró la capacidad de organización popular frente al recrudecimiento del modelo neoliberal”

Después de 19 días de movilizaciones populares con brutal represión policial, cuatro ministros que renunciaron al gobierno y un acuerdo que obliga a este mismo gobierno a bajar los precios de los combustibles, a fiscalizar la minería en tierras indígenas, entre muchos otros puntos que demuestran de por sí la actual situación precaria del pueblo ecuatoriano, el país retoma finalmente su ritmo, pero se mantiene en alerta acerca del cumplimiento de los acuerdos por parte del presidente Guillermo Lasso. Sobre este contexto y las perspectivas, conversamos con Gabriela Borja, socióloga de la Universidad Central de Ecuador, en Quito.

 Entrevista de Raphael Sanz *

Después de 19 días de movilizaciones populares con brutal represión policial, cuatro ministros que renunciaron al gobierno y un acuerdo que obliga este mismo gobierno a bajar los precios de los combustibles, a fiscalizar la minería en tierras indígenas, entre otros puntos propuestos desde las organizaciones sociales, especialmente el Movimiento Indígena, de frente a las condiciones – cada vez más – precarias del pueblo ecuatoriano. El país retoma finalmente su ritmo, pero se mantiene en alerta acerca del cumplimiento de los acuerdos por parte del presidente Guillermo Lasso. Sobre este contexto, hemos entrevistado a Gabriela Borja, socióloga por la Universidad Central de Ecuador, en Quito.

Nuestra entrevistada es hija de inmigrantes chilenos que huyeron de la dictadura pinochetista, y colabora con organizaciones y comunidades campesinas e indígenas. En su opinión, el paro nacional más allás de los logros alcanzados y las limitaciones se trató de una demonstración de fuerza por parte de las clases populares y sectors empobrecidos del pueblo ecuatoriano.

“Si estos acuerdos se cumplen y las mesas técnicas entre el Movimiento Indígena y el Gobierno concretan los pedidos, serían logros que pueden aliviar un poco el empobrecimiento que vivimos en Ecuador y las condiciones de vida que estamos atravesando. Realmente lo hemos pasado muy mal y esto podría mejorar un poco la vida cotidiana del pueblo. Temas como el acceso a la salud pública son terribles en Ecuador. Si necesitas atención médica, no hay medicinas ni insumos, tienes que comprarlos. La desinversión en educación, y otros servicios públicos es evidente. Estamos viviendo una situación muy complicada, entonces fue necesaria esta demonstración de fuerza y unidad de los diferentes sectores”, explica Gabriela.

La idea de hablar con ella, fue precisamente para tener una mirada desde adentro del movimiento social ecuatoriano. Gabriela Borja actúa como investigadora académica y como militante/activista dentro de estos sectores. Nos explica que la organización de base de los sectores campesinos e indígenas es cotidiana, y luego de explicarnos cada uno de los puntos exigidos por las movilizaciones, dice cómo estos puntos fueron concebidos en innumerables asambleas comunitarias y barriales. También nos explicó cómo los sectores dominantes de la sociedad ecuatoriana manejaron la represión física, así como las narrativas para justificarla.

“A partir de un juego de ‘buenos y malos’ daban a comprender las conductas y comportamientos que atribuían a cada categoría: por un lado, están los indígenas buenos que protestan por algo justo y por otro lado están los violentos, o sea, los que son detenidos, encarcelados etc. Pero esa división entre unos y otros es muy difusa. Y ese discurso de ‘buenos y malos’ fue ampliamente reproducido en todos los ámbitos. Suelen decir que ‘los indígenas tienen razón de protestar, pero…’, y después del ‘pero’ viene la regla de conducta y comportamiento de los que sí, deben ser reprimidos, golpeados etc. La definición es variable: si paralizas una carretera e impides que circulen mercancías etc., entonces eso ya es considerado violencia. Así, para que una protesta no sea considerada ‘violenta’, no debe interferir en absolutamente nada de la rutina y de la reproducción del capital. O sea, no existe entonces la posibilidad de protestar de forma útil sin que eso resulte ‘ser violento’,” analizó Gabriela Borja.

Luego de un consistente balance positivo – y bastante realista – del paro, a la hora de analizar el país y las condiciones que se presentan para los próximos meses y años, el optimismo se esfuma, y deja lugar a la incertidumbre. “Ahora, vamos a soportar tres años más de un gobierno muy antipopular que no cambiará sus políticas en términos generales, tratará de continuar profundizando el modelo neoliberal. Considero que la movilización deberá ser permanente”, concluyó.

  Publicamos a continuación la entrevista completa:

Gabriela Borja, es socióloga formada en la Universidad Central de Ecuador, con un magister en gestión integrada de recursos hídricos, con un enfoque crítico, sobre la gestión comunitaria de los recursos como una forma de fortalecimiento de las comunidades en paralelo con el manejo de las tecnologías y la conservación ambiental.

¿Cuál es tu balance del fin de las movilizaciones tras el acuerdo de la Conaie con el gobierno Lasso acerca de los valores de los combustibles, entre las otras nueve demandas?

En realidad el acuerdo va mucho más allá del tema de los combustibles. Si el gobierno cumpliera con los asuntos acordados, si las mesas técnicas acogen las propuestas del Movimiento Indígena, podríamos pensar que sí, que hay un avance en ciertos aspectos, como el Decreto de Emergencia sobre la Salud, el tema del límite a la ampliación de la frontera petrolera, de las concesiones mineras, entre otros. El tema ‘privatizaciones’ no está en el acuerdo, y en algún momento pudimos ver que gobierno no haría ninguna, se lo tratará posiblemente en mesas técnicas que se instalaron como parte del acuerdo, pero sabemos que es posible que sí, que las haga otilizando otras figuras. Y es el mismo caso en otras áreas, como la de la minería en áreas  protegidas, zonas arqueologícas, hay que estar vigilane con las categorias de conservación que entran en la frontera minera y las que no.

También entraría en debate el asunto del alivio temporal de las deudas con el sistema financiero que han incrementado durante la pandemia y que ahogan a las familias, especialmente en el sector campesino que depende mucho de créditos para la producción. Por un lado, antes del acuerdo y durante el paro, gobierno había dicho que subiría 5 dólares el bono de desarrollo humano, lo que no es nada, pero para algunas familias, tal vez resulte un pequeño alivio, esperemos que sí.

En algunos grupos sociales hubo tal vez alguna molestia en las bases, sobre todo, por el acuerdo y la finalización del paro. En el sentido de que “nuestros muertos no cuestan 15 centavos”. Pero, hay que entender que los logros van mucho más allá de esto. Al paro nacional antes que otra cosa, es una demonstración de la capacidad de organización que tiene el pueblo frente al recrudecimiento del modelo neoliberal, esto es algo muy importante, pues las consecuencias de las políticas del gobierno producen y producirán en Ecuador es algo que aún no dimensionamos bien, sobre todo a largo plazo, pero sabemos la gravedad de lo que está pasando, incluso de lo que estamos viviendo actualmente. Incluso volviendo a los combustibles, pienso que esa disminución de 15 centavos puede representar un alivio, aunque no directamente para el consumidor final en los precios de los alimentos, por ejemplo, pero sí aliviar un poco la presión sobre otros sectores que están dentro de las cadenas productivas.

Entonces, aunque las dirigencias posiblemente no lo consideran así,  el paro fue una demostración de fuerza, del los sectores populares frente al gobierno. Pienso que eso es importante, en términos de enfrentar lo que está pasando en el país. Si los acuerdos se cumplen y las mesas técnicas entre el Movimiento Indígena y el Gobierno concretan las propuestas, serían logros que pueden aliviar un poco el empobrecimiento que vivimos en Ecuador y las condiciones de vida que estamos atravesando. Realmente lo hemos pasado muy mal y esto podría mejorar un poco la situación en la vida cotidiana del pueblo. Temas como el acceso a la salud pública son terribles en Ecuador. Si necesitas atención médica, no hay medicinas, ni insumos, tienes que comprarlos. La desinversión en educación, y otros servicios públicos es evidente. Estamos viviendo una situación muy complicada, entonces fue necesaria esta demostración de fuerza y unidad de los diferentes sectores.

Entonces ese sería mi balance del final de las movilizaciones. Y un dato que quería mencionar es que mucha gente, al fin, cuando se firmaron los acuerdos, los celebró con entusiasmo, por la adrenalina de la lucha. Sin embargo, otras personas, como yo, estábamos un poco tristes. Me sentía aliviada de que todo se hubiera terminado porque significó mucho sufrimiento para los compañeros y compañeras que vinieron de provincias. No estaban pasando bien, aunque nosotros hayamos hecho todo lo posible para que estuvieran bien. También las mujeres y los niños y niñas, la tristeza de los muertos, la tristeza de los territorios que quedan heridos. Aquí en Quito, por ejemplo, las comunas pertenecientes al pueblo Kitu Kara, el pueblo originario de Quito, fueron agredidas de forma brutal.

Quedan esas heridas, el miedo y el pánico en la gente, sobre todo el trauma de las bombas de estruendo para los niños. Y niñas Eso tiene un impacto psicológico a largo plazo. También las bombas lacrimógenas que tiraron adentro de las casas particulares en muchos lugares. Queda esa herida causada por la policía. Y además la evidencia de todo el racismo que existe en una porción pequeña de la población de Quito fue muy fuerte y abre, también, heridas coloniales que tenemos y que siempre están ahí. Entonces, tenemos también este resultado super doloroso.

Me dices entonces que fue una revuelta más amplia de la sociedad ecuatoriana, mucho más allá de la cuestión de los combustibles. ¿Qué otras reivindicaciones importantes fueron puestas y cómo se relacionan con las condiciones en que vive el conjunto de los ecuatorianos?

El sentido de la organización de este paro nacional es diferente al de una revuelta espontánea. Los niveles de organización son bastante fuertes y van desde las consultas con las bases del movimiento, hasta el establecimiento de los puntos que reivindicábamos y la preparación y ejecución de las movilizaciones, de la estrategia, de todo. O sea, hubo desde antes de la movilización la participación de otros sectores y, durante la movilización, esa participación se evidenció mucho más.

La CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) construyó junto con la FEINE (Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicas del Ecuador) y la FENOCIN (Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras). Son tres organizaciones que tienen líneas polítics, e incluso espirituales diferentes, pero que cuando las cosas se ponen complicadas, están ejn unidad. Gracias a esta unidad, que es histórica, fue posible organizar este último levantamiento.

Entre los puntos reivindicados, destaco la reducción del precio de los combustibles. Se plantea la reducción de 10 centavos de dólar el precio de los combustibles. El precio de la gasolina Extra y Eco País, de 85 octanos, baja de 2,55 a 2,45 dólares por galón (3,7 litros), mientras que el diésel se reduce de 1,90 a 1,75 dólares por galón.

El segundo punto era un alivio económico, como una moratoria de las deudas de los sectores campesinos. Pero también de otros sectores, sobre todo familias y cooperativas con deudas bancarias. Es importante decir que durante la pandemia no solamente no pudimos trabajar, como tampoco pudimos hacerlo, con la llamada “ley humanitaria”, los sueldos se redujeron a la mitad, luego hubo otras medidas terribles también, entonces las economías familiares están destruidas.

Otro tema es el reclamo por precios justos a los campesinos, sobre todo en ciertos productos que son los que más se venden. Y esto incluye temas de regalías para las agrícolas familiares. Son algunos temas que al final podemos resumir en mejores condiciones para los campesinos. El tema siguiente son los derechos laborales. Como la “ley humanitaria” ha reducido los sueldos, se busca ahora que se fortalezcan las políticas que defienden los trabajadores. De hecho, durante el paro cayó la ley humanitaria, algo que es importante recordar como logro del paro.

El próximo punto, el número cinco, sería la moratoria de la ampliación de la frontera de extracción minera y petrolera. Con los decretos 95 (petrolero) y 151 (minero), y con los resultados que te mencioné. Luego, respecto a los 21 derechos colectivos, considerados en la Constitución, en particular respecto a la autonomía territorial y a la consulta previa, libre e informada a los territorios donde proyectan hacer minería. A mí me consta, en mi labor cotidiano que las instituciones del Estado no conocen bien, ni les interesa, ni respetan los derechos colectivos de las comunidades. También un punto relevante es el fortalecimiento del sistema de educación talleres intercultural y bilingüe, que se ha debilitado por políticas gubernamentales incluso en  el gobierno de Correa que se impuso una educación centralizada pese a los logros sobre una educación intercultural y bilingüe. Esa también era una reivindicación.

El siguiente es la exigencia de un control de precios frente a la especulación y es algo que tiene que ver con el consumo y también algo que va en el sentido de favorecer la economía popular, de las familias. Luego el punto sobre educación y salud, especialmente educación superior que se garantice el ingreso de los jóvenes a las universidades, y en la salud, se exige que sea declarada en emergencia para que se asignen los recursos necesarios, que haya personal y medicamentos.

El último punto, el décimo, tiene que ver con la seguridad ciudadana, porque el país está atravesando una ola delictiva nunca vista. Es cierto que siempre hubo violencia y que hemos visto un aumento de la misma durante los últimos años, pero la situación de violencia que vivimos hoy es impresionante. Resulta normal que haya ocho asesinatos en plena luz del día en un solo día. Masacres carcelárias con centenares de muertos. Nunca habíamos visto tanta violencia.

Especialmente la provincia de Esmeraldas, la que cuenta con la mayor población afrodescendiente de Ecuador, está pasando por un momento difícil de violencia social, con coches bombas, asesinatos cotidianos, extorsión de los negocios, de las ONGs, de los funcionarios públicos, incluso el personal de limpieza está siendo extorsionado. Los locales están cerrando, hay mucha gente que vive del turismo y no tiene recurso, pues cada vez menos turistas visitan la provincia.

Es muy triste, pues se trata de una provincia que históricamente ha sufrido un racismo estructural, con presupuestos ínfimos y mucho empobrecimiento, despojo de recursos naturales. Y bueno, ahora ya no sabemos qué pasará ahí, la gente ya no puede trabajar con normalidad, y no se ve una salida. Entonces, durante el levantamiento, también se reivindicaba que el Estado asumiera su responsabilidad en ese asunto.

Son puntos económicos en su mayoría, y también puntos estratégicamente pensados para mejorar las condiciones de vida del conjunto de la sociedad, en especial los sectores más excluidos de la sociedad, en particular los pueblos indígenas y afrodescendientes.

¿Al final del paro, cómo queda la relación con la policía y la represión que mencionaste?

Al final del paro nos quedó la sensación rara de que el común de la gente se preguntara: mira la cantidad de militares y policías que hay, las tecnologías que tienen, los trajes de robocop, no corresponde en nada a la vida cotidiana, incluso ante la delincuencia que vive nuestra sociedad, no hay un despliegue tan grande en el cotidiano de las fuerzas de seguridad, para proteger el pueblo del cuadro de violencia que vivimos. Tampoco quisiéramos que lo hubiera, quisiéramos que no sea necesaria la policía.

¿Qué puedes destacar de la construcción de estos 19 días de movilización? ¿Cómo se organizan las diferentes comunidades en las bases de la sociedad?

Las comunidades en general, y las comunidades indígenas en particular, tienen estas formas de organización comunitaria desde tiempos inmemoriales. No me gusta usar la palabra ‘ancestral’, pues hay todo un proceso histórico y de relaciones de poder, pero, resumiendo, son comunidades que tienen estas formas de organización de la vida, en la cotidianidad, presentes desde antes de la llegada de los españoles, e incluso de los incas. O sea, la organización comunitaria es algo que se vive día a día, para citar un ejemplo, los temas de la infraestructura de las comunidades.

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Todos los accesos a riego en comunidades rurales o indígenas fueron construidos en el esquema de la minga, ees decir con trabajo colectivo. Todo funciona así. Si se trata del alumbrado público, la gente hace acuerdos con el municipio, que pone los postes, los cimientos, mientras que la población pone la mano de obra. De esta forma se construye la infraestructura y se reducen así los costos. Muchos municipios y comunidades trabajan así. Lo que quiero decir es que la organización comunitaria no se teje durante la movilización sino que es algo que se vive en la cotidianidad. Es así como se organiza la vida. Entonces, la minga es una forma de trabajo colectivo, entre otras formas de trabajo solidario. Existe todo un tejido comunitario y colectivo. Y estas comunidades tienen como máxima autoridad sus propias asambleas comunitarias.

De las asambleas salen los cabildo, o consejos de gobierno, que son los que ejecutan las decisiones de la comunidad. Es la asamblea la que analiza colectivamente y toma las decisiones. O sea, si pensamos en este paro, podemos percibir cuanto tiempo se ha pasado en discusiones, en asambleas etc., hasta la ejecución del paro. Para llegar a la fecha del 13 de junio como la fecha del paro, durante muchos meses hubo un proceso de consultas a las asambleas por parte de las organizaciones. Son procesos colectivos que van desde abajo hacia arriba, que no existen solamente en momentos de emergencia, sino también cotidianamente.

Es importante que los movimientos de la ciudad aprendan con estas prácticas, que también existen en Quito, sobre todo en los barrios donde antes fueron comunas, o comunidades rurales o indígenas. En Quito hay más de noventa comunas y comunidades pertenecientes al pueblo Kitu Kara, que es el pueblo originario de aquí y, durante el paro, mucha gente de las clases altas se preguntaba ¿‘de donde salieron tantos indios?’, pero siempre están ahí. Lo que pasa que esas comunidades kitu karas son permanentemente invisibilizadas con el objetivo de darle a Quito una imagen de ciudad blanco-mestiza, cuando en realidad no es así y todavía hay comunas y comunidades que, si bien ya existían, se están fortaleciendo. Y en un contexto en el que el municipio cumple históricamente un rol de tratar de destruirlas. Y eso de muchas maneras, impidiendo que esas comunidades tengan la propriedad colectiva de la tierra, obligándolas a individualizar cada parcela para romper así el tejido comunitario. En muchos lugares tuvieron éxito y en otros no. En esos momentos de efervescencia social es cuando se ve toda esa organización.

¿Cómo la respuesta policial del gobierno va a dialogar con este racismo estructural del que hablas?

El racismo que existe en Ecuador viene de la época colonial, y, para simplificar, voy a dividirlo en dos. Uno, el racismo directamente dirigido desde las poblaciones blanco-mestizas hacía las indígenas y afrodescendientes, y el otro viene del etnocidio, que hace que una persona no se reconozca como indígena o afro, por ejemplo, aunque lo sea. No soy experta en esto, pero la idea es subrayar que hay una complejidad en las dinámicas del racismo en Ecuador.

Sobre la policía, si por un lado pueden operar desde una lógica racista como generalmente actúan las policías en el mundo, aquí hay un gran contingente de policías indígenas. Incluso, el policía que murió durante el paro, era indígena, lo que hace que los indígenas digan que siempre son ellos los que ponen los muertos, incluso del lado del Estado. Existe un racismo en la policía y en las fuerzas armadas que es institucional y está más allá de las personas que las componen. Y a medida que la institución se fortalece como institución colonial, ese racismo va apareciendo más.

En el caso específico del paro, las prácticas racistas más evidentes no las vimos por parte de la policía, que tuvo un rol de represión sistemática, sino sobre todo del conjunto de ciudadanos que se denomina “ciudadanos de bien”. Estos ciudadanos de bien, pertenecientes a las clases medias, medias altas y altas, blancos, fueron los que más asumieron y reprodujeron discursos racistas. De todo tipo, de insultos terribles o formulaciones diciendo que los pueblos deberían quedarse en el campo, que la ciudad no era su espacio, y ese tipo de cosas.

El día 10° del paro, hubo disparos por parte de estos “ciudadanos de bien” contra los manifestantes. Eso pasó en Tumbaco, donde civiles bajaron de coches para disparar a los manifestantes, alentados por todo ese discurso embebido de racismo. Es algo que nos pone en alerta, porque es un tema que, aunque haya sido vinculado al paro, permanece en los territorios. Tumbaco, por ejemplo, es un valle en las afueras de Quito donde hay mucha población indígena, tanto kitu kara como población indígena migrante de otras zonas, pero al mismo tiempo, tras un proceso de gentrificación también hay sectores de clases media, de los que forman parte los “ciudadanos de bien”. Hace años que abundan las denuncias de intentos de armar a las poblaciones ricas de estas zonas para expulsar a los “indios que vienen ensuciar Quito”, como dicen.

Desde el gobierno, de los medios de comunicación, de los discursos que de ahí surgieron, hubo también un discurso de “buenos y malos” en un intento de mantener una corrección política. Por ejemplo, nunca hablaban, literalmente, de “indígenas malos” o “manifestantes malos” en sus discursos oficiales, pero a partir de ese juego de “buenos y malos”, daban a entender las conductas y comportamientos que aplicaba a cada categoría: de un lado los indígenas buenos, de otro, los violentos, encarcelados etc. Pero esa división entre unos y otros es muy difusa. Y ese discurso de “buenos y malos” fue muy reproducido en todos los ámbitos. “Los indígenas tienen razón de protestar, pero…”, y después del ‘pero’ viene la regla de conducta y comportamiento de los que sí, pueden ser reprimidos, golpeados etc.

Así, la barbarie puede aplicarse a esos cuerpos porque serían “los violentos”, y aunque no haya una definición exacta, sin embargo, la que sí existe ya es criminalizadora. Por ejemplo: si paralizas una carretera e impides que circulen mercancías etc., entonces eso ya es considerado violencia. Así, para que una protesta no sea considerada como “violenta”, ésta no debe interferir en absolutamente nada de la rutina y la reproducción del capital. O sea, no existe entonces la posibilidad de protestar de forma útil sin que eso resulte ‘ser violento’. Y eso es importante tanto para comprender la represión, como el racismo estructural, basado en el mito del “buen salvaje”, entre otros aspectos.

Podría mencionar también la actitud del gobierno durante las mesas de diálogo, hizo esperar durante horas incluso días a las dirigencias indígenas y no asistió el presidente de la República, no solo por cobardía, sino que su presencia produciría un diálogo de entre autoridades, y las autoridades blanco mestizas siempre han querido evitar ese tipo de horizontalidad.

¿Y qué otros aspectos puedes destacar de las respuestas, policiales o no, del gobierno ante el paro?

La respuesta del gobierno fue bastante torpe en el sentido de que ellos subestimaron la capacidad de convocatoria del movimiento indígena y de los movimientos sociales en general, entonces ni bien empezaba el paro, secuestraron, aprehendieron sin el debido proceso, Leónidas Iza, presidente de la CONAIE con la excusa de que estaba paralizando un servicio público. No estaba en flagrancia cuando lo detuvieron, lo bajaron de un vehículo y ahí selo llevaron. Y eso generó en la gente una necesidad de defenderlo. La gente se enfureció en todos los sectores. Después de eso, al cabo de unos dos o tres días, hubo un atentado a tiros contra otro militante, y mientras esto ocurría, empezó la represión en las calles, y sigue pasando.

En los accesos a la ciudad, de Quito, hubo una represión muy fuerte, las fuerzas policiales actuaron con estrategias militares, y las personas, en lugar de sentirse amedrentadas, decidieron participar más aún, como una necesidad de salir, de apoyar. Eso pasó incluso en zonas donde la población no estaba decidida a participar. A medida que el gobierno iba reprimiendo y cometiendo sus errores, crecía la movilización.

Esa táctica de amedrentamiento viene desde antes. Alrededor un mes antes, llevaron presos a un grupo de jóvenes de diferentes organizaciones, pero sobre todo del Movimiento Guevarista. Los llevaron presos bajo cargos como terrorismo, sabotaje, trata de personas, era evidentemente una forma de amedrentar, de decir, “se siguen protestando y organizándose, les va a ocurrir eso”. Entonces, ésas son las cartas con las que juega el gobierno.

Y bueno, aún no se sabe cómo terminará el proceso de estos jóvenes, pero si la jueza determina la prisión, habrá otras manifestaciones.

Otro tema importante es la estrategia represiva utilizada por el gobierno. En otras manifestaciones ha sido una estrategia más urbana, de contener las marchas, pero esta vez vimos una estrategia que nos pareció de tipo militar. Hablo de esto como observadora, no soy experta en estos temas, pero creo que sea la mejor forma de expresar mis impresiones. Se notaba claramente que se trataba de una guerra de posiciones.

Hay dos episodios en que los que esto aparece claramente. Uno de ellos fue la toma de la Casa de la Cultura con intervención policial, con la idea de ocupar un espacio que siempre ha sido utilizado como centro de reuniones por los indígenas pasara a ser un pequeño cuartel militar y policial temporario, o sea, como ganarle al enemigo la posición.

El otro tuvo lugar en el norte de Quito. Ya se sabía que la gente que vive en el norte de la provincia de Pichincha, donde está la capital, y de provincias más al norte, vienen por la ruta Panamericana Norte y son recibidos en el camino por las comunas del pueblo Kitu Kara que están en esta zona, donde se alimentan, descansan etc., para terminar el viaje hacía la capital.

Entonces, la policía y los militares se interpusieron entre esas zonas quitucaras y la entrada de la ciudad, para impedir sus ingresos. Una vez más, ‘ganando posiciones’. Y hubo ahí una masacre, siete muertos, personas que pierderon los ojos, entre otros, bajo muchísima represión, sobre todo encima de los compañeros que venían del norte. Al final, muchos tuvieron que tomar otras vías, quizás en el medio de las montañas, para tratar de llegar al centro de Quito.

Finalizando el balance del levante, y teniendo en cuenta la sociedad bastante masculinizada que describiste anteriormente, ¿qué puedes decir de la presencia femenina?

La participación de las mujeres en este paro fue muy activa. Hubo la presencia de movimientos feministas en las calles desde el primer día y luego cuando llegaron los compañeros de las comunidades de las provincias, las compañeras del movimiento feminista, y de otros movimientos, se organizaron para hacer toda la estructura necesaria para recibirlos, desde los cuidados, la organización, la alimentación etc. La gente del interior de cualquier manera iba venir, pero con esta organización pudieron venir con un poco más de facilidades, para una jornada durísima. Fue decisiva la intervención de las feministas y el movimiento estudiantil para liberar espacios en las universidades donde los compañeros del interior pudieron quedarse.

Mas allá de la organización del territorio, organizando el recibimiento de los compañeros del interior, también tuvimos una fuerte presencia en las calles, y en las asambleas. Hubo muchas voces femeninas, en particular indígenas, que defendieron nuestras banderas y cumplieron un rol fundamental en toda la movilización.

Evidentemente que, en la mesa de organización, los tres líderes de las tres principales organizaciones eran hombres. Hubo la presencia de las vice presidentes de algunas organizaciones, como la vice presidente de la Conaie, que es una voz muy potente y importante.

¿Cuál es tu opinión acerca de este gobierno y qué podemos esperar para los próximos meses en Ecuador?

No soy optimista. Lo que está pasando ahora es que va a haber unas mesas técnicas sobre los diferentes puntos que hemos hablado, para ver cómo pueden irse concretando. Sin embargo, el gobierno está haciendo cosas que van más allá de los puntos y tiene intenciones de privatizar o de generar nuevas modalidades de participación privada en sectores como la salud pública. Dicen que no hay medicamentos en las farmacias públicas, entonces van hacer convenios con farmacias privadas para que lleguen esos medicamentos, y el Estado les paga a las farmacias privadas. Están generando mecanismos de robo de lo público como éste en muchos sectores.

Si hablamos en términos macroeconómicos, vemos el gobierno vanagloriándose de haber mejorado índices nacionales. Pero esa mejora en un corto período significa muchas consecuencias a largo plazo para nuestra economía. Entonces, mucho de lo que está haciendo el gobierno hoy es bajo un mal planeamiento y veremos las consecuencias en el futuro. Y ahora, vamos a soportar tres años más de un gobierno Lasso antipopular que no se detendrá en tomar más medidas antipopulares. Creo que la movilización en torno a los diez puntos deberá ser permanente.

* Raphael Sanz periodista brasileño, reportero independiente y editor de Correio da Cidadania. Entrevista enviada por el autor.