La crisis civilizatoria del capitalismo ‒que combina destrucción ecológica, desigualdades extremas, crisis democrática y polarización política‒ exige pensar la resistencia no solo en términos defensivos, sino como disputa estratégica por otros proyectos históricos. Las alternativas posibles no emergen espontáneamente del colapso del orden vigente; requieren organización, imaginación política y una articulación renovada entre movimientos sociales, proyectos transformadores y marcos regionales de integración.
