Lula en la Casa Civil: ¿qué cambia para la izquierda?

Brasil. Lula en la Casa Civil: ¿qué cambia para la izquierda?     

Fábio Nassif 

Correio da Cidadania, 17-3-2016 http://www.correiocidadania.com.br/

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

La presidenta Dilma Rousseff (PT) decidió este miércoles nominar al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva como ministro de la Casa Civil. Los impactos de eso son inciertos. La entrada de Lula podrá dar una sobrevida al gobierno Lula, como podrá llevar todavía más adentro del Palacio las investigaciones de corrupción. Pero vale una reflexión: ¿qué cambia eso para la izquierda?

La primer cosa que veremos serán suspiros de alivio y hasta la conmemoración de parte de la sociedad que sintió el choque de las manifestaciones reaccionaria y muy masivas del día 13. Hace sentido para quien insiste que hay un golpe de Estado en curso, donde una gran conspiración que envuelve a las instituciones de Justicia, a la Policía Federal, a los grandes medios, a las Fuerzas Armadas y hasta Obama, estaría para derrumbar a Dilma.

Otros sectores, más entusiasmados -inclusive por estar mucho más acorralados- van más allá: irán a rescatar el discurso de que la entrada de Lula puede significar un giro a la izquierda del gobierno. Para creer en eso es necesario una buena dosis de amnesia, de capitulación o de creencia mitológica absurda. O los tres juntos.

La fuerza política de Lula es incuestionable. Ella es tan grande que demostró tener la capacidad de domesticar a buena parte del movimiento social y construir alianza con buena parte de la burguesía y sus representantes. Demoró, pero hoy cualquier cabeza pensante identifica que el proyecto petista de poder fue balizado por la conciliación de clases y por la coalición con parte de la derecha tradicional y con sectores del gran capital, especialmente el trípode constructoras, agronegocio y capital financiero (recuerden: hubo gente que afirmó hace 13 años que esta política conciliatoria no serviría para vertebrar un proyecto de izquierda…El PSOL (Partido Socialismo e Liberdade) surgió justamente en contraposición a este proyecto.

Los sectores que están celebrando la entrada de Lula al gobierno, precisan decidir si eso significa un giro a la izquierda del gobierno o si el ex presidente intentará restablecer el pacto de clases que sustentó sus gobiernos, afectado en el gobierno Dilma. Si juntamos estos dos aspectos en una única pregunta tendremos una respuesta implacable: ¿es posible hacer un gobierno de izquierda con un reciclaje y al mismo tiempo repaginar una política de conciliación de clases? La respuesta que tenemos por la experiencia es: ¡no!

Vale la suposición, con el único objetivo de hacer un análisis coyuntural, de que Lula tenga la intención de dar un giño a la izquierda (recuerden: hay gente esperando esto hace más de 13 años, argumentado que los gobiernos petistas siempre estuvieron “en disputa” por la izquierda).

Evidentemente, es preciso considerar ante todo la actual correlación de fuerzas de la sociedad, los desdoblamientos de la Opreación Lava Jato, la reacción de los grandes medios, las maniobras de Cunha, del PMDB y del Congreso e, irónicamente, si esta correcta esperanza de los petistas de que el Supremo Tribunal Federal (el mismo que juzgó el “mensalão”) podrá hacer un “juzgamiento más justo” de Lula, caso lo tome reo, de que el juez Sérgio Moro. Recordemos todavía que el escenario de la coyuntura internacional favorable al modelo brasilero exportador de commodities cambió bastante en relación al período de auge del lulismo.

De ese punto de vista, Lula estaba en mejores condiciones para aplicar el proyecto petista en 2002, cuando fue electo por primera vez, de lo que ahora como ministro. No vivíamos una crisis política, económica, social y ambiental como la que vivimos ahora. Era el auge del pacto de clases. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Principalmente porque en medio del camino estuvo junio de 2013, que hizo explotar a las masas y a los podridos pactos de la República. Dilma, a pesar de ser defensora del proyecto de conciliación, no tuvo éxito.

La crisis económica es la más grave por lo menos de los últimos 25 años. El nivel de desempleo creciente, la inflación exorbitante y la desconfianza de los mercados, que no debe ser ignorada, pues ella pautó los gobiernos Lula, es enorme.

En la política el escenario tampoco es fácil, ni para el proyecto petista, ni para la clase trabajadora (dos cosas bien diferentes). Hace pocos días, el PMDB dio pasos para alejarse del gobierno y, consecuentemente, se aproximó más a la oposición de derecha. Cunha, a pesar de manchar más que ayudar el proceso de impeachment de la derecha tradicional, debe también utilizar a esta para mantenerse en el cargo. Y la operación Lava Jato sigue tomando grandes proporciones, ahora con los bonos de no solamente acusar a los petistas, sino también a grandes figuras del PMDB y del PSDB.

El análisis sobre la capacidad de Lula de resucitar el difunto proyecto petista no se puede resumir a la cuestión del foro privilegiado que podrá tener el ex presidente. La reacción exaltada sobre la entrada de Lula al Planalto, alimentada tanto por los grandes medios como por los petistas, por motivos diferentes, sigue la línea de insoportable falsa polarización y empobrece el debate sobre el futuro del país. Para los primeros, es un forajido de la justicia, para los segundos es un exiliado político.

Buena parte de las políticas que dieron sustento a los gobiernos petistas también están en jaque ahora. Comenzando por las grandes constructoras que fueron fundamentales para la existencia del PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento) y del Mía Casa Mi Vida, por ejemplo. El BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) apostó aproximadamente la mitad de sus recursos en los últimos años. Y, no por casualidad, fueron las grandes constructoras las principales donadoras de campaña electoral. O sea, son la base fundamental del proyecto de conciliación. Ocurre que ellas no podrán reunirse con Lula en este momento, porque sus principales jefes están presos. Algunas de esas empresas redujeron su lucro y ya haces despidos en masa.

¿Qué podrá hacer Lula, por ejemplo, para salvar a los empresarios de la educación beneficiados con la contrarreforma universitaria y que hoy asisten a una caída de matrículas? ¿Qué hará Lula para calmar a la FIESP (Federación de las Industrias del Estado de San Pablo) y revertir la desindustrialización del país? ¿Qué hará para agradar a los mercados y convencer a la clase trabajadora que su pérdida de derechos valdrá la pena?.

Para quien haya olvidado que la lucha de clases existe y solo se acordó de ello el último día 13, no puede engañarse ni engañar a la población de que la “vuelta” de Lula desliga este motor de la Historia. El verdadero pedido es de ayudar a Lula para que el gobierno Dilma sobreviva, recomponiendo negociaciones más amplias todavía con las elites y las oligarquías más retrogradas de este país, con los banqueros, megaempresarios y el agronegocio. Y también con los grandes medios, que necesariamente tendrán que hacer parte de este acuerdo (como lo hicieron en los gobiernos petistas anteriores).

Para ser considerado un giro a la izquierda, Lula tendría que, en primer lugar, romper la Carta al Pueblo Brasilero. Tendría que, no solo frenar la Reforma de la Previsión Social de Dilma, sino deshacer su propia Reforma. Tendría que romper con las elites y las oligarquías. Tendría que hacer una reforma política que democratizara radicalmente el poder y los medios de comunicación. Tendría que hacer la auditoría de la Deuda Pública y dejar de pagarle a los banqueros. Tendría que hacer una Reforma Agraria y Urbana de verdad. Tendría que demarcar tierras y comunidades indígenas. En fin, tendría que hacer exactamente lo opuesto de lo que hizo como presidente. Y no hay el menor de los indicios, ni por la coyuntura ni por la correlación de fuerzas, de que él vaya a hacerlo.

Casi todo es incierto. Lula puede o no ayudar a frenar el impeachment de Dilma, puede o no ayudar a traer más estabilidad política y económica, puede o no rescatar parte de la popularidad del gobierno. Lula hasta puede hacer que Dilma se vista con la camiseta de movimientos sociales. Pero es totalmente alucinante considerar que Lula hará de este gobierno un gobierno de izquierda, por el simple hecho de esto no es el proyecto lulista de poder.

El proyecto lulista de poder presupone el mantenimiento del engranaje de la democracia pautada por las elites económicas. Tiene en su esencia exactamente lo que está categóricamente rechazado en amplias capas de la sociedad, de la nueva generación de activistas que fue a las calles en junio de 2013, de la clase trabajadora hoy desesperanzada. El oxígeno que Lula dará al gobierno podrá significar el aceleramiento de la muerte estratégica de este proyecto. Y el poco aire de la izquierda socialista debe ser usado para organizar en las calles los anhelos por una transformación radical de la sociedad, verdaderamente a la izquierda.