30a Marcha del Silencio. Foto: Liroy Rodríguez- UCUR. 20/05/2025
Marcha del Silencio: «30 veces Nunca Más: sepan Cumplir. ¿Dónde Están?»
Portal de la Universidad de la República, 20-5-2025
Correspondencia de Prensa, 21-5-2025
En Montevideo, este 20 de mayo una multitud participó de la marcha encabezada por madres y familiares de las víctimas del terrorismo de Estado desaparecidas entre 1968 y 1985. Además, se realizaron decenas de movilizaciones en localidades de todo el país.
En las localidades de Las Piedras, Progreso, Salinas, Atlántida, Ciudad de la Costa, Santa Lucía del Este, La Floresta, Solís Grande, Canelones, Maldonado, Piriápolis, Pan de Azúcar, Florida, Cerro Chato, San José de Mayo, Libertad, Juan Lacaze, Rosario, Colonia del Sacramento, Carmelo, Nueva Helvecia, Colonia Valdense, Minas, Rocha, La Paloma, Lascano, Castillos, Chuy, Barra del Chuy, Punta del Diablo, La Pedrera, Río Branco, Melo, Mercedes, José Enrique Rodó, Dolores, Young, Paso de los Toros, Curtina y Bella Unión, así como también en el exterior del país, se realizaron movilizaciones.
El 20 de mayo de 1996 se realizó la primera Marcha del Silencio en Montevideo, convocada por Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos y otras organizaciones entre ellas la Universidad de la República (Udelar) y la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU). Desde ese año el mes de mayo se ha reconocido en Uruguay como el «Mes de la Memoria». La fecha de la marcha conmemora también los asesinatos de los legisladores uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, así como de Rosario Barredo y William Whitelaw, a manos de fuerzas represivas en Buenos Aires, Argentina.
En la primera convocatoria las organizaciones expresaban:
«Por verdad, memoria y nunca más marchamos en silencio el día 20 de mayo en homenaje a las víctimas de la dictadura militar y en repudio a las violaciones de los derechos humanos. El homenaje a las víctimas no puede ser otro que el reconocimiento a través de la verdad de los hechos, la recuperación de la memoria y la exigencia de que en Uruguay nunca más exista la tortura, las ejecuciones y la desaparición forzada de personas. La sociedad debe poder reflexionar para no desconocer su historia, para no amputarla. A esta recuperación de la memoria colectiva queremos que todos nos sintamos convocados, marchando con banderas uruguayas, flores multicolores, en silencio y todos bajo la misma consigna: “verdad, memoria y nunca más».
Tal como en 1996, este 20 de mayo las organizaciones se concentraron a las 19 horas en la Plaza a Los Desaparecidos en América ubicada en Jackson y Av. Rivera y marcharon desde allí portando las fotos de los 197 uruguayos detenidos desaparecidos durante la dictadura cívico militar y el período de represión del Estado que la precedió.
Mayo «Mes de la Memoria»
Este año las organizaciones sociales, la academia y los gremios de trabajadores y estudiantes de todo el país vienen desarrollando durante el mes de mayo actividades vinculadas a la memoria reciente y en homenaje a las y los uruguayos detenidos desaparecidos. Se llevaron a cabo talleres, charlas y en los días previos a la marcha se han pintado pancartas y muros y realizado intervenciones en distintos puntos de las ciudades con imágenes alusivas, entre ellas la margarita sin un pétalo, logo que identifica a la organización Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos.
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Miles de personas se movilizaron en una nueva Marcha del Silencio y le pidieron al gobierno que “sepa cumplir”
Agustín Zabala
La Diaria, 20-5-2025
Por trigésima vez, la manifestación concentró a una muchedumbre que, en silencio, le reclamó al Estado verdad, memoria y justicia.

Marcha del Silencio en Montevideo. Foto: Rodrigo Viera Amaral
“No lo encontré”, le decía una mujer a un hombre mientras recorría las fotos de los desaparecidos en búsqueda de la de Nebio Melo Cuesta, el hijo desaparecido de Luisa Cuesta, histórica referente de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. Esa misma frase se repite año tras año, por lo menos desde el regreso de la democracia en 1985, y este 20 de mayo miles y miles de personas marcharon en una nueva Marcha del Silencio, en la edición número 30 de la movilización, que se ha convertido en la más multitudinaria de Uruguay.
A las 18.00, centenares de personas ya se concentraban en la plaza Desaparecidos de América, ubicada en la intersección de Rivera y Jackson. Los familiares colocaban las fotos de sus desaparecidos en el monumento y minutos después se comenzaba a cortar la calle.
Mientras las 29 consignas de años anteriores se situaban en la vanguardia de la columna, que ya se iba armando, ya se hacía difícil caminar, porque antes de la hora pautada se presagiaba lo multitudinaria que sería la marcha. Lo dice el archivo y la memoria de las últimas y lo señalaba lo que estaba sucediendo. “Estamos seguros de que la cantidad de gente va a ser impresionante”, decía a la diaria Nilo Patiño, integrante de Familiares.
A 29 años de ese 20 de mayo de 1996, Patiño cuenta que lo conmueve cómo la causa ha sido tomada por las nuevas generaciones. “Hace 15 o 20 años nos mirábamos y éramos todos viejos, realmente no había muchos jóvenes”, dice, y responde a aquello que alguna vez dijo el expresidente José Mujica de que la sociedad iba a superar el dolor de la dictadura cuando se murieran los protagonistas de aquellos años. “Es imposible. Está sucediendo todo lo contrario, por suerte. Es más, madres quedan pocas y, sin embargo, la incorporación de los jóvenes es lo más reconfortante de toda esta marcha”, apunta.
En la espera del comienzo, Alaín García y Lucía Cortabarría, estudiantes universitarios, sostenían la pancarta de la consigna de la marcha del 2024: “Ellos saben dónde están, exigimos respuestas. Nunca más terrorismo de Estado”. En conversación con la diaria, ambos coincidieron en que esta es una causa “de todo el pueblo uruguayo”. “Y nosotros somos parte del pueblo uruguayo”.
“Esto no se va a terminar cuando se mueran porque los jóvenes la vamos a seguir sosteniendo y levantando, porque es importante seguir luchando por memoria, verdad y justicia. Bien lo dicen las remeras, ‘Todos somos Familiares’, y por eso la vamos a seguir sosteniendo”, explicaron.
En los días previos a la marcha, varias personas y colectivos se manifestaron a favor de esta causa. Hace algunos años, el fútbol –rincón cultural de Uruguay al que le había costado expresarse sobre los derechos humanos– comenzó a tener manifestaciones en este sentido. Como respuesta, algunas voces salieron a contrarrestar ensayando una posible “neutralidad” de los clubes.
Para estos jóvenes, el “pueblo son los hinchas”. “Para mí es claro que el pueblo son los hinchas, son la gente que está en las tribunas. Iban con las remeras, iban con las camisetas, acompañaban a familiares; pasó en el fútbol, pasó en el básquetbol. Eso es el pueblo, eso es nuestro pueblo que tiene memoria. Después, los directivos a veces están a la altura y a veces, tristemente, no están a la altura del pueblo que dicen representar”, apuntó García.
“Nosotros ahora pedimos que sepan cumplir”
A las 19.00 comenzaron a marchar los vehículos que transportaban a las madres. En uno de ellos iban María Bellizzi, a sus 100 años, y Alba González. En 18 de Julio la gente que esperaba en las aceras ya era incontable y desbordaba las veredas; un proyector iba reflejando las imágenes de los desaparecidos en los edificios y varios carteles y banderas decoraban el silencio. “Basta de complicidad, políticos. Sepan cumplir”; “Hasta que se haga justicia”; “Hoy marco con esta herida abierta, que va a sangrar hasta que aparezca el último compañero”, eran algunos de los que se leían.
La marcha iba lenta pero segura. Un cordón de militantes iban alejando a las personas de los cordones de las veredas para que la columna liderada por los carteles de los desaparecidos marcara el paso. Detrás de ellos se iban plegando los ciudadanos y la columna fue tan extensa que hubo personas que no marcharon más que pocas cuadras.
“Una vez más nos hemos encontrado con una enorme cantidad de gente. Realmente emociona el respaldo y que se haya hecho carne que somos todos familiares. Realmente siento una emoción muy grande, y el legado que nos dejaron las viejas con la marcha creo que vale la pena porque cada vez son más los que se van integrando a la marcha. Realmente emociona”, decía Ignacio Errandonea, otro de los referentes de Familiares, a la prensa, ya en plaza Libertad.
En el recorrido de la marcha se la vio a Lucía Topolansky, una semana después del fallecimiento de su esposo, el expresidente Mujica. También hubo varias figuras de gobierno, como el ministro de Economía, Gabriel Oddone, y la vicepresidenta, Carolina Cosse, que aguardaba la marcha en la explanada de la Intendencia de Montevideo.
Para Errandonea, es “esperanzadora” la actitud que ha tomado el gobierno del presidente Yamandú Orsi, sobre todo las señales, como, por ejemplo, que haya fracturado el protocolo durante su asunción para frenar el vehículo que lo transportaba hacia Plaza Independencia y saludar, junto con Cosse, a los familiares.
“Hemos visto no sólo el afecto, sino el interés por poder avanzar en estos temas. Son señales positivas y esperamos que se conviertan en realidad, y que el clamor que hoy manifestamos los familiares con toda la ciudadanía que nos acompañó sea escuchado y de una vez por todas podamos saber dónde están nuestros familiares”, decía Errandonea, visiblemente emocionado.
Para Patiño, más allá del pedido al presidente de que dé la orden a las Fuerzas Armadas de brindar la información que poseen sobre el paradero de los desaparecidos, esperan que el Ejecutivo tenga una “actitud proactiva”. “Ya lo dijo la ministra [de Defensa, Sandra Lazo]. Bienvenido sea lo que dijo, esperemos que lo cumpla”.
Por eso la consigna de este año retoma el lema “Sabremos cumplir” de la campaña de Orsi. “Este gobierno no deja de ser representante del Estado. Entonces, sepan cumplir. Dijeron o prometieron determinadas cosas. La consigna de la campaña electoral fue ‘sabremos cumplir’. Bueno, nosotros ahora pedimos que sepan cumplir”.
Como ha sido ya 30 veces, la marcha llegó a la explanada del edificio municipal y desde los parlantes comenzaron a escucharse los nombres de los 197 desaparecidos, que fueron seguidos con un grito al unísono: “Presente”. Ya en la plaza Libertad, la frase del himno nacional “Tiranos, temblad” fue cantada con firmeza y las miles y miles de personas cerraron la noche con un aplauso sostenido que duró varios minutos.
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En Uruguay crece el negacionismo de la dictadura, alentado por las ultraderechas a nivel global, según ex
Javier Revetria, Natalia Uval
La Diaria, 20-5-2025
La desinformación que se genera y circula en redes sociales apunta a la supuesta motivación económica de mantener vivo el reclamo por las personas desaparecidas y atribuye la condición de “terroristas” a todas ellas.
“¿Cuándo ingresan con la remera de Pascasio Báez Mena?”, se preguntó la hija del capitán de navío Alberto Ballestrino en un posteo de X, luego de que el pasado fin de semana los jugadores de Nacional y Peñarol salieran a la cancha portando la camiseta de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos. “Los Tupamaros desaparecieron gente. Eso no lo cuentan. No existe memoria completa en Uruguay. Lo único que hay son relatos tergiversados de ex terroristas”, versa la publicación. El cuerpo de Báez fue encontrado en junio de 1972, seis meses después de su asesinato por parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, y sus responsables fueron procesados por la Justicia militar. Ballestrino, en cambio, fue procesado por los delitos de tortura y asesinato de Óscar Fernández Mendieta recién en agosto de 2021, luego de 48 años de los hechos. Nunca fue despojado de los beneficios del estado militar.
Este tipo de mensajes suelen circular próximo a la fecha del 20 de mayo, día de conmemoración, reflexión y reclamo por la desaparición forzada de 197 personas durante el período del terrorismo de Estado. “Medio siglo robando el dinero de todos los uruguayos, a partir de la excusa de un ‘puñadito chico’ de desaparecidos, que integraban el aparato armado de organizaciones terroristas”, afirma un anónimo desde el perfil de X “Se tiene que saber Uruguay”, administrado por familiares de policías y militares procesados en democracia por delitos de lesa humanidad, a los que definen como “prisioneros políticos”.
La supuesta motivación económica de mantener vivo el reclamo de búsqueda de las personas desaparecidas por la dictadura, el “curro de los derechos humanos” como suele resumirse, es uno de los principales relatos que se impulsan desde los círculos negacionistas. Asimismo, se atribuye la condición de “terrorista” a la totalidad de los desaparecidos, así como a quienes permanecieron detenidos durante la dictadura militar, cuando la mayoría de quienes colmaron los centros de reclusión provinieron de organizaciones políticas legales.
“Si te dicen que faltan los cuerpos de 197 uruguayos detenidos y desaparecidos durante la última dictadura en Uruguay, te mienten”, afirmaba un posteo del militar retirado Roque García, quien fuera candidato cabildante por la Coalición Republicana a la Intendencia de Montevideo en la pasada elección departamental. En un video García señala supuestas diferencias en la cifra oficial de desaparecidos y cuestiona que se consideren en el número aquellos uruguayos cuyo último paradero desconocido fue en el extranjero. No obstante, se omite que esas desapariciones ocurrieron en el marco de operativos conjuntos de fuerzas represivas de las dictaduras integrantes del Plan Cóndor.
Las disputas por el pasado y las ultraderechas
El historiador Camilo López afirmó que la disputa por el pasado “es una constante de la relación entre historia y memoria”, y apuntó que la relectura del pasado histórico que hacen las ultraderechas a nivel global “es un revisionismo que no solamente se remite a las dictaduras”. Por ejemplo, en el caso de España, el partido de ultraderecha Vox habla de la batalla de Covadonga, que marcó el inicio de la reconquista de España de manos de los moros, y en realidad “no son los moros, son también los migrantes de hoy”. “Hay toda una visión sobre Occidente, la cristiandad, la hispanidad, que ellos recogen, de muy larga duración, que se contrapone y se extrapola de una forma muy maniquea al presente”, explicó.
De la misma forma, en la región, Ernesto Araújo, quien fue canciller del expresidente de Brasil Jair Bolsonaro, se refería a la recuperación de Lisboa por parte de los cristianos haciendo una analogía con la victoria de Bolsonaro sobre el entonces candidato –y actual presidente– Lula. Al mismo tiempo, las derechas latinoamericanas reivindican la conquista española, pero lo hacen “desde el lugar del encuentro” entre España y América Latina. “O sea, esta disputa sobre el pasado reciente está dentro de una disputa sobre el pasado en general como constructor de sentidos políticos, que generalmente reivindica la autoridad, la jerarquía, las tradiciones”, apuntó López.
El pasado reciente y la memoria de la dictadura
En este marco de los usos del pasado, también se disputa el sentido de lo que ocurrió en las dictaduras. “Eso se puede encontrar en América Latina, pero también en España, de una forma más velada, con cierto posicionamiento revisionista, no condenatorio o relativista en relación con el pasado franquista”, señaló López. En la región, mencionó el caso del excandidato presidencial chileno José Antonio Kast, quien sostiene que el dictador Augusto Pinochet “salvó a Chile del marxismo”, y la reivindicación que hace Bolsonaro de figuras de la dictadura.
En Argentina, en tanto, se habla de la “memoria histórica completa”, una narración “construida desde el presente para relativizar y tratar de rescatar cosas del pasado autoritario como positivas”. Enfatizó que este tipo de narraciones “no resisten un análisis histórico”.
En Uruguay, señaló López, figuras del sistema político de “nuestra derecha liberal conservadora o liberal tradicional” han dicho “frases como ‘izquierdos humanos’ o han hablado de una mirada hemipléjica de los derechos humanos”. En ese marco, se busca “relativizar o revisar cosas que son injustificables, como los crímenes de lesa humanidad”, o se sostiene que el autoritarismo “salvó de un mal mayor o permitió otras cosas en teoría buenas”.
Estas acciones y discursos tienen “una cuestión táctica política de erosión de la izquierda, de confrontación con los movimientos sociales, con el movimiento de derechos humanos”, y al mismo tiempo buscan matizar de cierta forma lo sucedido.
El negacionismo en Uruguay y la posición de Cabildo Abierto
Para la historiadora Magdalena Broquetas, en Uruguay existen discursos con ingredientes “muy similares” a los de los movimientos negacionistas de la dictadura en la región, pero “matizados”, lo que “no le quita gravedad, pero hace más difícil el análisis”.
Los discursos negacionistas, que sostienen que no hubo dictadura, torturas ni desapariciones, y que en realidad las Fuerzas Armadas llegaron para “salvar al país del caos, de la violencia y de la crisis económica”, no son “nuevos”, y recordó que fueron “hegemónicos” durante la dictadura. “No hablaban de la represión como política de Estado, en todo caso aparecía como una especie de costo colateral en algún hecho puntual. La memoria que circulaba no hablaba de golpe, sino que hablaba de disolución de las cámaras; no hablaba de dictadura, sino que hablaba de gobierno cívico-militar”, detalló. Esta memoria “circulaba en la prensa grande y en los libros de las Fuerzas Armadas. No es que no hubiera otras, pero esas otras eran muy subterráneas, muy disidentes, circulaban por otros canales”, agregó Broquetas.
Más tarde, con la restauración democrática, “se armó toda la cultura de impunidad”. Durante el ciclo de gobiernos progresistas, entre 2005 y 2020, empezó a haber “un poco de justicia” y “se empiezan a poner en el debate político y en el debate educativo temas que no estaban”, como el del terrorismo de Estado. Es recién entonces que algunos grupos organizados, como en el caso de Cabildo Abierto (CA), empiezan a “impugnar la idea de la dictadura y el terrorismo de Estado”.
Broquetas mencionó en particular una entrevista realizada por Montevideo Portal a Carlos Silva Valiente en 2018, cuando era presidente del Centro Militar, en la que “dijo que no había habido dictadura, que Gregorio Álvarez no había sido dictador y que lo de los desaparecidos era un curro”. “Dijo: ‘Acá lo que hubo fue un vacío de poder, porque había un movimiento revolucionario que a los políticos se les fue de las manos, y la corporación militar actuó en el marco de la legalidad’. Habló del estado de guerra interno, de la Ley de Seguridad del Estado, de la disolución de las cámaras por decreto. Y esta persona fue clave en la formación de Cabildo, en la promoción de Cabildo”, señaló la historiadora.
Afirmó que CA fue “la punta lanza en tratar de frenar los juicios, de liberar a los [militares] que estaban presos y de reponer esta memoria, que era la memoria hegemónica de la dictadura y que en los 90 había permanecido latente”. Esta memoria también postula que lo que hubo fue una guerra, pero esta narrativa “no resiste la empiria, no resiste la investigación histórica”, sostuvo Broquetas. “No hubo ninguna guerra, lo único que hubo fue un estado de guerra interno que hasta el Colegio de Abogados declaró inconstitucional y que lo que buscaba era anular el Poder Judicial. O sea, que todo el mundo pasara a la Justicia militar, que no es justicia, que es un oxímoron, que es un código de leyes para organizar la vida en los cuarteles. O sea, que no hubiera hábeas corpus, que pudieran detener sin prueba, que la gente no fuera llevada a los abogados, que no supieran el paradero de los detenidos”, remarcó.
Broquetas señaló que lo que hubo fue “un proceso de insurgencia política y social que involucró a las izquierdas legales, a la izquierda social, a las izquierdas políticas de todo signo, también a los grupos armados, hubo una respuesta autoritaria mucho antes que el golpe, y hubo después un golpe de Estado que además fue un autogolpe, en donde hubo una coparticipación de civiles y militares, y después lo que hubo fue terrorismo de Estado”.
La historiadora recordó que cuando se dio el golpe de Estado hacía meses que la guerrilla había sido desmantelada y los integrantes del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) estaban presos o en el exilio. Sostuvo que la dictadura no tuvo como objetivo desarticular la guerrilla, sino “desactivar a los sectores subalternos, que estaban politizados y que tenían proyectos con distinto tipo de horizonte revolucionario”.
Broquetas consideró que si bien no hay en Uruguay “corrientes negacionistas grandes”, sí hay “un negacionismo que es peligrosísimo”. Estos discursos tienen sus particularidades locales pero también existe “un paraguas regional y global que los está propiciando y alentando”. Acotó que las extremas derechas en la región “comparten los foros, el coaching, los publicistas”. Aseguró que se utiliza a nivel regional el mismo tipo de discurso y los mismos argumentos, en línea con lo que llaman “la batalla cultural”. En ese marco, las narrativas sobre el pasado reciente son “una piedra angular”, aunque consideró que estas derechas no tienen intelectuales que aporten pruebas que sustenten su relato sobre el pasado reciente: “Es súper ramplón, son enunciados que tiran, pero que no tienen ninguna base empírica”.
La nueva ola negacionista y el impulso de las redes
Por su parte, la politóloga Marcela Schenck relató que desde hace años se visualiza “un libreto común” que se fue adaptando en función de las especificidades y realidades de cada país. “Parte de la potencia discursiva de ese libreto estaba en vincular conceptos que podrían parecer contradictorios: por ejemplo, atacar a los movimientos sociales diciendo que limitaban la libertad de expresión de quienes no compartían sus ideas y, a la vez, minimizar las violaciones a los derechos humanos en el marco de las últimas dictaduras militares, o directamente negarlas”, afirmó.
Asimismo, señaló que otro elemento clave en ese sentido era “resignificar” términos como “dictadura”. “Se empleaba para atacar actores y discursos que no se compartían dentro de la propia democracia, tratando de denunciarlos como totalitarios, mientras no se hacía mención al terrorismo de Estado en nuestra historia reciente y se defendía abiertamente al autoritarismo”, señaló Schenck. Al igual que Broquetas, la politóloga también destacó como otro punto de atención la concreción de “eventos compartidos”, como foros o festivales, en los que participan de forma conjunta algunas figuras referentes de estos discursos, con “mensajes comunes que replican en distintos contextos nacionales”.
“Nuestras democracias latinoamericanas posdictadura nacieron heridas, y esa herida está en cómo pensamos las ideas de libertad e igualdad. En esta lectura de emergencia que se hizo en la transición democrática de lo que había que sacrificar para asegurar la libertad, quedaba afuera la igualdad, incluso la más mínima, la legal”, afirmó Schenck, y agregó que “nuestros proyectos políticos nacientes legitimaron la impunidad por las violaciones a los derechos humanos”. “En este nuevo giro del autoritarismo que estamos viviendo hoy, la propia democracia se borra de la ecuación y hay un vínculo directo con la idea de libertad. La libertad (individual, siempre en sentido negativo) es la que legitima la pérdida de democracia en este proyecto”, democracia que, por otra parte, se “recorta en su construcción histórica más sustantiva”, acotó.
La investigadora señaló que un “rasgo distintivo” de los discursos extremistas actuales en América Latina es su revisionismo de la historia reciente, “justificando regímenes dictatoriales y violaciones a los derechos humanos”. Resaltó las contradicciones discursivas de estos grupos ya que defienden “el derecho a la vida” contra el aborto voluntario a la par que minimizan las desapariciones forzadas; así como critican la “corrección política pero defienden abiertamente el autoritarismo”. “La libertad y la represión conviven pacíficamente en este discurso. Otra vez, en la supuesta incoherencia radica la potencia del discurso”, puntualizó.
Schenck mencionó que un elemento que se reitera en la literatura sobre los extremismos de derecha es cómo han logrado “salir de los márgenes” y “normalizar discursos que anteriormente no parecerían admisibles en la esfera pública”, algo que podría estar instalándose en nuestro país. Sobre este aspecto resaltó el caso de la candidatura de Roque García a la intendencia departamental. “Allí tuvimos un candidato a intendente en Montevideo que señaló que habría apoyado el golpe de 1973, además de tener una postura negacionista sobre los delitos de lesa humanidad cometidos”. Si bien recordó que García obtuvo una “magra votación”, alertó que el hecho de sostener públicamente y darles un lugar relevante a discursos de esas características “ya nos está diciendo algo significativo” sobre este cambio y sobre la posible “fuga hacia la centralidad del discurso que antes era marginal”.