Foto: AFP, Pool, Abir Sultan
Brecha, 23-2-2024
Correspondencia de Prensa, 24-2-2024
Su creciente soledad no le impide al primer ministro israelí seguir desplegando su maquinaria de exterminio en Gaza.
Después de haber bombardeado el norte de la Franja de Gaza y destruido todo lo pasible de ser destruido en esa zona, las tropas israelíes se fueron moviendo más hacia el sur, hacia esa parte del territorio palestino a la que habían conminado a la población local a huir. No los iban a bombardear, les prometieron, estarán seguros, les dijeron, y allí fueron más de millón y medio de personas, agolpándose cada vez más cerca de la frontera con Egipto. Y ahí fue que eligió Israel para atacar. Primero lo hizo en Jan Yunis y luego pasó a Rafah, bien contra la frontera, adonde ha llegado el grueso de los desplazados desde el norte. Más allá no pueden ir: Egipto no está dispuesto –por lo menos por el momento– a facilitarles a tal punto las cosas a los israelíes y fomenta el vaciamiento de la Franja. El gobierno de Benjamin Netanyahu ya ordenó a sus soldados atacar Rafah y lo están haciendo, pero hace unos días amenazó con lanzar una ofensiva por tierra en toda regla, como ya hizo en el norte. Si antes del ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes, que este año comienza el 10 de marzo, Hamás no libera, y sin condiciones, a los rehenes que aún tiene en su poder, lanzará una ofensiva terrestre. En previsión de esa ofensiva «final», el ejército israelí ya aisló a Rafah de las ciudades circundantes.
Nadie se cree en realidad que rescatar a los alrededor de 130 rehenes que retendría aún la organización palestina sea el objetivo real de Netanyahu y los suyos. «Lo que quiere el gobierno es arrasar Gaza, liquidar a los palestinos», afirmó por estos días el periodista y escritor israelí Gideon Levy. «Lo oculta cada vez menos» y pretende atacar lo antes posible porque se le está acabando el tiempo en vistas de que se está quedando cada vez más solo, afirmó otro investigador israelí, Shir Hever (véase entrevista en esta misma cobertura).
Ni siquiera sus aliados más incondicionales respaldan los planes del gobierno de Netanyahu de lanzarse sobre Rafah. No lo hacen Estados Unidos ni Gran Bretaña. No lo hace tampoco la Unión Europea. Si se concretara esa ofensiva, la cifra de civiles palestinos muertos, que en algo más de cuatro meses de «guerra» ronda ahora los 30 mil (29.313 el miércoles 21, más casi 8.000 desaparecidos), puede llegar a crecer exponencialmente, advirtieron el fin de semana pasado los británicos. El viernes 16, en la Conferencia de Seguridad reunida en Múnich el «tema Rafah» estuvo en el tapete y allí el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, mantuvo contactos «discretos», según distintas agencias de prensa, con representantes israelíes para intentar disuadirlos de lanzar una ofensiva terrestre en la zona. Hasta para Washington, hasta para Gran Bretaña, que han puesto hasta ahora toda su carne en el asador para defender a Israel, parece ser demasiado lo que está pasando actualmente en Gaza. Y peor aun lo que se avecina. Ni que decir para las agencias de las Naciones Unidas, que han perdido prácticamente todos sus pelos linguales para denunciar las atrocidades israelíes, en especial –en las últimas semanas– la utilización de la hambruna como arma de guerra. «La palabra genocidio ha quedado ya asociada al nombre de Israel», en particular después de la resolución del 26 de enero pasado de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) (véase «Israel, sus masacres y el control del relato», Brecha, 2-II-24), admitió en entrevista con la revista digital española CTXT (15-II-24) Eva Illouz, una historiadora franco-israelí que no es precisamente una defensora de la causa palestina. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, no dijo otra cosa cuando comparó la semana pasada en su esencia las políticas de Israel hacia los palestinos con las de los nazis hacia los judíos. Israel lo declaró persona non grata, pero no hubo escándalos mayores. Lula y Blinken se reunieron el miércoles 21 en Río en el marco de la cumbre del G20. El jefe de la diplomacia estadounidense dijo «estar en desacuerdo» con las palabras del sudamericano, pero no pasó de ahí. Apenas unas semanas atrás, otra había sido la reacción.
Tampoco ha pasado, obviamente, Estados Unidos hacia el otro lado: que obligue al aliado israelí a un alto el fuego parece (al menos todavía) algo impensado. El martes 20, una resolución presentada por Argelia ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para acordar un alto el fuego inmediato y estable, asegurar corredores humanitarios para la llegada de asistencia a la población civil palestina y liberar a los rehenes israelíes fue aprobada por 13 de los 15 miembros del organismo. Solo Estados Unidos (que tiene poder de veto) se opuso. Hasta Gran Bretaña dio un pasito atrás en su tradicional postura y se abstuvo.
Pocas horas antes de la reunión del consejo, Israel dio una muestra más de que no parará sus masacres salvo que la obliguen con medios eficaces y lanzó nuevos bombardeos sobre la ciudad de Gaza y sobre los campamentos en Jan Yunis: en menos de 24 horas hubo más de 100 muertos.
En las instancias internacionales los avances se dan a cuentagotas.
El martes 13 Sudáfrica acusó a Israel de violar las disposiciones del 26 de enero de la CIJ, que la obligaban «a tomar todas las medidas posibles para garantizar que no se estén cometiendo actos genocidas» en Gaza. Las operaciones militares en Rafah demuestran, señaló Pretoria, que el gobierno de Netanyahu nada ha cambiado en su política y que sigue avanzando en sus planes de exterminio de la población palestina. Pedía Sudáfrica entonces a la CIJ que interviniera y reclamara a Israel que cesara sus operaciones militares. El viernes 16, la corte emitió una resolución ambigua en respuesta a la petición sudafricana: le recordó a Israel que debía atenerse al cumplimiento de la decisión de fines de enero, pero no consideró necesario exigirle que parara sus ataques.
En paralelo, el lunes 20 se reanudaron las audiencias públicas en la CIJ sobre «las consecuencias jurídicas que surgen de las políticas y las prácticas de Israel en el territorio palestino ocupado, incluida Jerusalén Oriental». La corte debe emitir, a pedido de la Asamblea General de la ONU, una opinión sobre el tema en el contexto de un procedimiento consultivo que puede llevar varios meses. El tribunal escuchará a delegaciones de 52 países. Lo que resuelva tendrá valor simbólico, pero «será indicativo del estado de la opinión al respecto», dijo un miembro de la delegación de Colombia, que el miércoles 21 declaró en La Haya y fue una de las tantas que consideró ilegal la ocupación. El día anterior, Chile se había pronunciado en el mismo sentido y la delegación sudafricana había sido particularmente contundente. «Como sudafricanos percibimos, vemos, escuchamos y sentimos en lo más profundo las políticas y las prácticas discriminatorias inhumanas del régimen israelí como una forma aún más extrema del apartheid institucionalizado contra las personas negras de mi país», dijo Vusi Madonsela, embajador sudafricano ante Países Bajos. Esperemos, afirmó también en una declaración aparte, que para cuando el tribunal se pronuncie todavía queden palestinos en Gaza.