Brasil – El rostro de la reprimarización. [Marcio Pochmann]

Crédito: Ascom/Mapa

La desindustrialización ha cambiado el perfil demográfico del país. Sin oportunidades, el 2,4% de los brasileños está en el extranjero. La población abandona las metrópolis y engrosa las ciudades de tamaño medio, impulsadas por los servicios rurales y que constituyen su base sociopolítica.

Outras Palavras, 10-7-2023

Traducción de Correspondencia de Prensa, 11-7-2023

El Brasil del primer cuarto del siglo XXI es profundamente diferente del que existía antes de la entrada en la globalización, en la década de 1990. En pocas palabras, la nación se ha abroquelado. 

Según el Fondo Monetario Internacional, la participación de Brasil en el PIB mundial (a precios corrientes y paridad de poder adquisitivo) pasó del 4,3% en 1980 al 1,7% en 2022. De ser la sexta economía del mundo, ha retrocedido al noveno puesto mundial. 

Según las Naciones Unidas, la cuota de Brasil en la población mundial disminuyó del 2,7% en 1980 al 2,5% en 2022. De ser el quinto país más poblado, ha retrocedido al séptimo. De continuar esta trayectoria demográfica, Brasil podría dejar de estar entre los diez países más poblados del mundo a finales del siglo XXI. 

Considerando la información del Censo de 2022, se destacan tres grandes cambios identificados en Brasil desde el inicio del siglo XXI.

El primero se refiere al largo estancamiento de la renta per cápita nacional, que acabó teniendo un impacto directo e indirecto en las decisiones de los brasileños, especialmente en lo que se refiere a la trayectoria de la natalidad. La aceleración de la disminución de los nacimientos en relación a la población total resultó decisiva para que la transición demográfica se profundizara muy rápidamente.Así, Brasil, que tenía una historia de fuerte crecimiento demográfico, invirtió el rumbo a principios del siglo XXI. Si no se modifica la política demográfica, por ejemplo, la población del país permanecerá estabilizada e incluso podrá disminuir en términos absolutos, mientras que en el siglo XX el número de brasileños se multiplicó por diez y en el siglo XIX por cinco. 

El segundo gran cambio es el proceso sin precedentes de desmetropolización de la población, con el paso del sistema industrial, antaño complejo, diversificado e integrado regionalmente, al modelo económico primario-exportador, acompañado de la desindustrialización nacional. 

En 2022, por ejemplo, el grupo de grandes ciudades con 500.000 o más habitantes redujo su participación relativa en la población total al 29%.

En 2010, las metrópolis brasileñas representaban el 29,3% de la población total, muy por encima del 27,6% de 2000. Por otro lado, el grupo de ciudades medianas de 100.000 a 500.000 habitantes aumentó su presencia relativa en la población total hasta el 28%, desde el 25,4% en 2010 y el 23,2% en 2000. 

Cabe destacar que las regiones metropolitanas, situadas en su mayoría en las zonas costeras del país, ejercieron hasta la década de 1980 una fuerte centralidad en el progreso de la industrialización nacional. Hoy, tras el largo camino de la desindustrialización, los cimientos de la sociedad urbana e industrial moderna están en ruinas, y las metrópolis del país concentran los retrasos de la pobreza, el desempleo y la violencia. 

Una verdadera síntesis del rostro de Brasil forjado por el nuevo sistema violento para dominar mediante el fanatismo religioso y el bandidaje social a las multitudes de sobrantes sin rumbo que vagan por las periferias de los centros urbanos desmetropolizados. Por otro lado, la modernidad avanza en forma de enclaves económicos cada vez más conectados con el exterior a través del turismo y, sobre todo, del agrarismo orientado a la exportación.

En este contexto de enriquecimiento internalizado en las ciudades medias, que crecen a ritmo “chino”, la fuga de riqueza atrae a un creciente y variado segmento de ocupaciones “serviles”, indispensables para la reproducción del modelo consumista copiado del american way of life y situado en el “techo abierto” de la sociedad brasileña. Así, la dinámica restringida del empleo en la actividad económica primario-exportadora acaba siendo “compensada” por la difusión de servicios que atienden a la reproducción de los nuevos ricos del país. 

Por último, pero no menos importante, los múltiples impactos resultantes de la inclusión de la población brasileña en la Era Digital – en gran medida, el desfase de los actuales patrones tributarios y federalistas, típicos del pasado de la sociedad industrial que ha quedado atrás. En este sentido, la disminución de la población y su desplazamiento geográfico en el territorio nacional revelan la reconfiguración social del país. 

La nueva cara de Brasil impacta directa e indirectamente en los municipios, especialmente en los que salen perdiendo y en los que conviven con el estancamiento de sus habitantes. En la Era Digital, el motor de los negocios ya no se basa en la exclusividad del dinamismo tradicional ejercido por la ocupación realizada fuera del lugar de residencia.

Incapaz de ofrecer condiciones de vida y de trabajo dignas, el país pasó a convivir con la diáspora sin precedentes de brasileños que emigraron a otros países. En 2022, las estimaciones apuntan a un 2,4% de la población nacional viviendo en el extranjero, mientras que en 1980 no llegaba al 1%.  

* Marcio Pochmann, economista, investigador y político brasileño. Profesor titular de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp). Fue presidente de la Fundación Perseu Abramo entre 2012 y 2020, presidente del Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (IPEA), entre 2007 y 2012, y secretario municipal de São Paulo entre 2001 y 2004. Fue dos veces candidato a la alcaldía de Campinas-SP (2012 y 2016). Ha publicado decenas de libros sobre economía y ha sido galardonado tres veces con el Premio Jabuti.