Rusia/Ucrania – ¿«Plan de paz y exigencia de negociaciones»? [Jacques Babel]

L’Anticapitaliste, 13-4-2023

Traducción de Correspondencia de Prensa, 14-4-2023

Desde hace varias semanas, los medios de prensa -e importantes corrientes de la izquierda mundial- se hacen eco de las declaraciones de las autoridades de las grandes potencias, en primer lugar China, pero también de Brasil y de otros países, sobre la posibilidad de un alto el fuego en Ucrania y de una reanudación rápida de las negociaciones.

Xi Jinping viajó a Moscú a finales de marzo y mantuvo una reunión muy cordial con Putin. Macron y Úrsula von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) visitaron China a principios de abril. En cada una de estas reuniones, los poderosos afirman con vehemencia que quieren hacer todo lo posible para lograr una «desescalada» en Ucrania. Pero está claro que todo eso se queda en el terreno puramente simbólico… ¡las discusiones serias y concretas entre los «grandes actores» se refieren a los acuerdos y a las relaciones de fuerza económicas entre ellos!

¿Qué «plan de paz» chino?

El «plan de paz chino» de doce puntos fue presentado inmediatamente después de la abstención de la China sobre una resolución de la ONU que exigía la retirada de las tropas rusas de Ucrania, en momentos en que la terrible guerra entraba en su segundo año. Cuando se examina dicho plan, sólo se puede constatar que se trata de un extraordinario ejercicio de equilibrismo: los equipos de Xi Jinping afirman en general que la so-beranía de los Estados debe ser respetada dentro de sus fronteras, pero sin haber condenado en ningún momento la invasión rusa de Ucrania ni haber planteado la cuestión de la retirada de las tropas rusas. Se limita a pedir a ambas partes que reanuden el diálogo, que establezcan, lo antes posible, un alto el fuego, pero insiste sobre todo en la responsabilidad de Estados Unidos y de sus aliados. El principal eje de presión sobre Moscú es una denuncia tajante de cualquier deriva nuclear, algo que sólo ha sido esgrimido por las autoridades rusas.

Más allá de eso, los puntos abordados por el plan chino consisten en declaraciones de principio sobre la necesaria protección de los civiles, la necesidad de romper con la lógica de la guerra fría, las maniobras de los bloques militares y la lucha contra la remilitarización… pero carecen totalmente de propuestas concretas. En definitiva, todo hace pensar que China intenta adoptar una postura de potencia «razonable» ante la opinión pública mundial, negándose, a diferencia de los demás, a echar leña al fuego, pero situándose en un equilibrio de poder en el que el interés de la población es el último motivo de preocupación.

Sin justicia no habrá paz

El régimen de Putin sigue presionando para conseguir las armas que China parece prudentemente negarle, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, rechazó tajantemente cualquier opción de un rápido alto el fuego en Ucrania en nombre de los intereses fundamentales de Rusia.

Y esta pregunta sigue sin respuesta por parte de quienes se consideran a sí mismos como «el campo de la paz». Efectivamente, aunque el rechazo a la OTAN sea algo comprensible a largo plazo, a corto plazo lo que es ineludible para los pueblos de toda la región, empezando por los pueblos ucraniano y ruso, es la afirmación de un poder putiniano fascista, imperialista y colonialista. Ningún ucraniano, kazajo, ciudadano de los países bálticos, opositor ruso o bielorruso, etc., puede creer que la guerra en Ucrania pueda ser eliminada por un acuerdo que deje partes del territorio ucraniano bajo el control del régimen de Putin, y sobre todo por encima de la voluntad de los ucranianos. Ninguno de ellos puede olvidarse de que en otoño de 2022 Putin proclamó pura y simplemente la anexión de cuatro regiones de Ucrania, de las que hoy sólo ocupa una parte, además de Crimea en 2014, ¡y que su régimen sigue negando la legitimidad misma de un Estado ucraniano independiente! Desde este punto de vista, las declaraciones del presidente brasileño Lula, afirmando que si los ucranianos quieren la paz deben olvidarse de Crimea, contribuyen a que la responsabilidad de la continuación de la guerra recaiga de nuevo sobre ellos, haciendo caso omiso del derecho de los pueblos a la autodeterminación -que tanta importancia tiene para los pueblos de América Latina- en lugar de hacer hincapié en la condición necesaria (aunque obviamente no suficiente) de debilitar cualitativamente el poder de Putin si queremos una paz justa y duradera en Europa oriental.