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Muerte de Alain Krivine, de rojo libre
El fundador de la Liga Comunista Revolucionaria y líder de Mayo del 68, figura incansable de la izquierda radical, falleció este sábado 12 de marzo a los 80 años.
Victor Boiteau
Libération, 12-3-2022
Traducción de Correspondencia de Prensa, 13-3-2022
Fue una de las personalidades de la extrema izquierda francesa y una de las últimas figuras de mayo de 1968. Alain Krivine, que fue eurodiputado de 1999 a 2004, falleció el sábado 12 de marzo a los 80 años. Militante incansable, revolucionario de corazón y eterno rebelde de convicciones inalterables, su vida se entrelazó con la historia de la izquierda radical francesa del siglo XX.
“Alain Krivine, mi camarada y amigo, nos has dejado. Todavía puedo oírte decir que la mejor manera de celebrar la memoria de los muertos es la de perpetuar su lucha. La lucha de toda una vida para ti, sin rendirte nunca. Hacerlo sin ti nunca tendrá el mismo sabor”, reaccionó Olivier Besancenot, candidato de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria), el partido fundado por Krivine, en las elecciones presidenciales de 2002 y 2007.
Alain Krivine nació el 10 de julio de 1941 en París, en el seno de una familia judía intelectual de izquierda. La familia de su padre procedía de Ucrania, de donde había huido de los pogromos antisemitas. Su padre, ateo, era dentista. Su madre cuidaba de los cinco niños. Alain era el más joven, con su mellizo Hubert. “Hermosos niños”, dijeron dos agentes de la Gestapo inclinándose sobre la cuna en el piso familiar durante la guerra. “Sería una mentira decir que me convertí en antifascista desde los seis meses frente al tipo de la Gestapo”, dijo sonriendo en el programa de la televisión francesa Tout le monde en parle en 2000.
Lo cierto es que la anécdota, contada en el seno de la familia, dejó su huella en el joven Alain. Perseguidos por sus orígenes, los hermanos fueron separados durante la Ocupación. Dos hermanos fueron enviados a la zona libre. Alain, junto con los otros dos, fue escondido en una granja del departamento del Aisne. La infancia al final de la guerra, quedará impregnada del ambiente de sufrimiento de las familias judías traumatizadas. Entre los Krivine, algunos no volvieron de los campos. “La idea de luchar contra el antisemitismo, el antifascismo, el odio a los nazis, era muy fuerte”, dijo Krivine a [la radio] France Culture en 2011.
La política, en sus primeros años, estaba en todas partes. “Nací en la militancia”, dijo. Sus hermanos mayores eran miembros del Partido Comunista. A los 14 años, el más joven los siguió, “por tradición familiar”. Se incorporó a “Vaillants et vaillantes”, la organización juvenil del PCF. Salidas, vacaciones en campamentos, excursiones… El niño creció en esta “segunda familia” que eran los comunistas. Los domingos, vendía l’Humanité [periódico del Partido Comunista Francés] en la calle de los Mártires, en el 9°distrito de París.
Argelia y la ruptura con el PCF
Cuando era estudiante de bachillerato en Condorcet, el joven se unió naturalmente a las Juventudes Comunistas. Estalinista, “militante de choque”, como él mismo decía, seguía la línea oficial, observaba a Maurice Thorez, vendía L’Avant-garde, el periódico de la organización… El mejor vendedor, fue invitado a Moscú en 1957. Allí vio la pobreza de los soviéticos, la propaganda, la censura… El aplastamiento del levantamiento de Budapest en 1956 ya le había abierto los ojos sobre la naturaleza del estalinismo. Como estudiante de historia en la Sorbona, se alejó: como dirigente de la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC), representaba a los “submarinos”, el ala izquierda de la organización estudiantil disidente. Durante sus años de estudiante, conoció a Henri Weber, que más tarde se convertiría en socialista. Este fue el comienzo de una larga amistad.
La guerra de Argelia aceleró el divorcio con el Partido, que se oponía a la acción violenta de los nacionalistas argelinos. Krivine se acercó entonces a los trotskistas. A través de su hermano Hubert, conoció a militantes del FLN y se unió a la red “Jeune résistance”, que organizaba la deserción de los reclutas que se negaban a luchar en Argelia. En el otro bando, la OAS, partidaria de una Argelia francesa, colocaba bombas. En la Sorbona, Krivine y sus compañeros crearon el Frente Universitario Antifascista para “golpear” a los estudiantes de extrema derecha del Barrio Latino. La lucha por la independencia de Argelia también les permitió establecer vínculos con la intelectualidad parisina. El Partido, acusado de dilatar la descolonización, quedó desacreditado para el estudiante Krivine. Fue expulsado en 1966.
Con Henri Weber y Daniel Bensaïd, otro estudiante expulsados del Partido que se convertiría en una figura intelectual de la extrema izquierda, Krivine fundó la Juventud Comunista Revolucionaria(JCR) en abril de 1966. Internacionalista, desempeñó un papel central en la movilización contra la guerra de Vietnam. Cuando estallaron los sucesos de la primavera de 1968, la JCR se implantó masivamente entre los estudiantes. Krivine, por su parte, acababa de dimitir de un trabajo como secretario de redacción en una editorial. ¿Se aburría en su trabajo ese joven rebelde para quien la salvación estaba en la acción? Los jóvenes estudiantes soñaban con acabar con la autoridad, el patriarcado y las costumbres conservadoras. La mecha de la protesta se encendió en Nanterre, a finales de marzo. En la Sorbona ocupada, el 3 de mayo, Krivine fue detenido por las CRS [Compagnies Républicaines de Sécurité] junto con otros cientos de estudiantes. El 10 de mayo se levantaron las primeras barricadas en el Barrio Latino, inicio de batalla.
Candidato a la presidencia durante su servicio militar

Siendo presidente de la JCR, Krivine era uno de los líderes del movimiento, aunque era menos visible que Daniel Cohn-Bendit, “un fanfarrón que hablaba bien”, o que Alain Geismar. Sin embargo, desempeñó un papel clave como organizador, sobre todo al esforzarse por reunir a los estudiantes y a los trabajadores en huelga en Renault. Tras unos días en los que el poder parecía tambalearse, la reacción del poder fue firme. De Gaulle disolvió una docena de organizaciones, entre ellas la JCR, que pasó a la clandestinidad. Los apartamentos de intelectuales y artistas fueron entonces el lugar donde se celebraron las reuniones secretas. Krivine fue alojado durante un tiempo por Michel Piccoli y Juliette Gréco, que se habían casado en secreto en 1966.
El ex dirigente estudiantil quiso defender los ideales de Mayo durante las elecciones presidenciales de 1969. El Palacio del Elíseo [sede de la presidencia] no era realmente su objetivo. Se trataba sobre todo de darse a conocer, más allá de los círculos parisinos politizados. En mayo, pocos días después de la dimisión de De Gaulle, el trotskista fue designado candidato por la Liga Comunista (LC). El hecho es que, en aquella época, para presentarse al Elíseo había que estar liberado de sus “obligaciones” militares. Krivine, había sido reclutado en un regimiento de infantería en Verdún, tras pasar unas semanas en la cárcel de la Santé. Los intelectuales lo defendieron antes de que el Consejo Constitucional validara su candidatura el 15 de mayo. Nunca antes el escalafón más modesto de las tropas había aportado un candidato a la presidencia de la República”, señala Jean Lacouture en Le Monde. Y así fue”.
La campaña podía empezar. Krivine dio entonces sus primeros pasos en la televisión. Con un traje negro, pelo espeso y castaño y lentes como los de Michel Foucault, el candidato atacó a sus adversarioss: el PCF y su programa aparentemente “atractivo”, pero incapaz de romper con el capitalismo; el “sistema burgués” representado por Pompidou; y la “utopía” sostenida por los socialistas de cambiar la sociedad a través de las urnas. La Liga, en cambio, pretende cambiar el modelo y darles el poder a los trabajadores. Apodado “Krivine, el de la corbata”, ese muchacho joven no se sentía a gusto con el nuevo ejercicio de posar ante las cámaras. El resultado fue mediocre: 1%. El candidato sin éxito volvió a probar suerte en 1974.
Diputado europeo con los «viejos»
Mientras tanto, ante los enfrentamientos regulares entre los militantes de extrema izquierda y los “fascistas” de Ordre nouveau, el gobierno decidió disolver la Ligue communiste. A raíz de ello se creó una nueva organización: la (LCR. El momento era propicio para nuevas luchas: feminismo, derechos de los homosexuales, ecología… Para las elecciones presidenciales de 1974, Krivine se encontró frente a Arlette Laguiller, una empleada de 34 años del Crédit Lyonnais, candidata de Lucha Obrera. También se enfrentó a un candidato con un atípico cuello de tortuga rojo, un ingeniero agrónomo de 70 años, que defendía la ecología, algo inédito: René Dumont. En la noche de la primera vuelta, el candidato de la LCR no alcanzó el 1%, e incluso fue superado por Laguiller.
Derrotado por segunda vez, el trotskista volvió a ser el militante de la LCR como portavoz. Su partido quiso estar representado en 1981, pero no obtuvo los patrocinios necesarios. Este fue el comienzo de los problemas para el pequeño grupo. Ese año, los socialistas llegaron al poder con François Mitterrand. Algunos antiguos trotskistas accedieron a ciertos cargos. Antiguos compañeros atraídos por las sirenas del liberalismo que aceptaron ocupar puestos de responsabilidad, aunque ello supusiera abandonar los ideales de su juventud. Krivine, por su parte, nunca se dejó tentar por el juego político institucional. Su único mandato fue entre 1999 y 2004, en el Parlamento Europeo. “Descubrí todo un mundo”, dijo en 2011. Viejos necios a los que los partidos no se atreven a abandonar […] Y jóvenes ávidos de poder que hacen sus primeras armas”.
En Rouge, el periódico de LCR lanzado en 1968, Krivine siguió siempre al PCF, el eterno aliado-adversario, en aquellos años de cambio de siglo. Y explora también la calle y los movimientos sociales. Observa la aparición de la nueva generación. En 2001, impulsó la candidatura de Olivier Besancenot, que había sido su asistente parlamentario durante un año en Estrasburgo [Parlamento europeo]. El joven cartero obtuvo el 4,2% de los votos en las siguientes elecciones presidenciales.
Ahí están los herederos. Krivine, el padre de dos hijas que teme ser caricaturizado como un viejo dinosaurio de extrema izquierda, puede colgar la toalla. En 2006, abandonó el buró político de la LCR, que desapareció tres años después en el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). Los fundamentos se mantienen: el sistema capitalista debe ser derrocado por las movilizaciones. Y la entrada en un gobierno de izquierdas sigue sin ser un objetivo en sí mismo. Algo que, finalmente, coincide con los bajos porcentajes obtenidos por la izquierda radical, los que, a pesar de estar en alza, siguen siendo bajos.
Fiel a sus compromisos de juventud, el militante siempre salió a flote. “Tenemos más razones para rebelarnos hoy que en 1968”, repetía a menudo, como durante la crisis de los chalecos amarillos. Desde el movimiento de los indocumentados, nacido tras el desalojo de la iglesia de Saint-Bernard en 1996, hasta el altermundismo de José Bové y Attac, la vida de Krivine no pasó con la edad, por utilizar el título de su autobiografía, publicada en 2006. De esta vida de militancia ininterrumpida, recordaremos su condición de orador, heredada de los años de marchas en las calles y de debates en reuniones acaloradas. El sentido de la fórmula, pulido a lo largo de las reuniones. También el humor y la capacidad burlarse de sí mismo. En Libération, que presentó su retrato en 1997, dijo: “No fui elegido presidente de la República. Todavía me faltaba el 99% de los votos.” Habiendo sido reincidente en las votaciones de un solo dígito, a Krivine nunca le faltó la modestia. “Es difícil ser un militante, ser un militante revolucionario”, admitió en el programa Radioscopie de Jacques Chancel [radio France Inter] en 1978. Pero jamás se apagó en él la llama de la revuelta.