El gobierno de Ortega-Murillo no asiste a cumbres ni reuniones regionales, ninguna fuerza política lo respalda públicamente y la izquierda latinoamericana se ha distanciado.
La derecha volvió a ganar. Esa manoseada “voluntad popular” que cada tanto emite su juicio a través de las urnas, lo acaba de certificar. Esta vez, mediante un referéndum, el pasado 27 de marzo.
En una trama de incidentes confusos, episodios extraños y actitudes inhumanas, el último mes de la vida del exguerrillero transcurrió signado por el dolor y el horror.
Murió el Tambero. Agitador de las insurgencias sociales. Insobornable militante. Tupamaro histórico.
A quienes firmamos este texto nos llama la atención el silencio de algunas izquierdas ante la deriva antidemocrática en Nicaragua.
Éste, y no el de 1979, es el Ortega que hoy gobierna Nicaragua. Su deriva, tanto más amarga cuanto que viene de un pasado memorable, pone a la izquierda latinoamericana ante una incomodidad parecida a la que producen Cuba y Venezuela.
Voces del actual gobierno plantearon durante la campaña electoral que la Policía tenía “las manos atadas”; sin embargo, a lo largo de los cinco años de la gestión anterior (Frente Amplio) murieron 70 personas como consecuencia de la acción policial.
Una gran parte de la superficie del suelo productivo uruguayo está en manos extranjeras, incluyendo las de empresas pertenecientes a otros Estados. Y quizás sea aún más grave lo que sucede en la agroindustria.