Agentes policiales enfrentan amanifestantes frente al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), centro de Portland, el 4-10-2025. AFP, Getty Images, Spencer Platt.
¿Ciudades preparadas para una guerra civil? Campos de entrenamiento
Jorge A. Bañales desde Washington
Brecha, 10-10-2025
Correspondencia de Prensa, 12-10-2025
El presidente Donald Trump convoca a los mandos militares para la guerra contra los enemigos internos y les dice que deberían usar las ciudades ariscas como campo de entrenamiento.
Unos 800 generales y almirantes, convocados desde sus puestos de mando en todo el mundo por el secretario de Guerra, Peter Hegseth, escucharon el martes de la semana pasada durante 72 minutos en la base de la Infantería de Marina en Quantico, Virginia, al presidente Donald Trump encaminándolos hacia la guerra contra «los enemigos internos» de Estados Unidos.
La referencia a enemigos internos no surge aislada en la retórica de Trump, quien ya ha despachado cientos de soldados de la Guardia Nacional a ciudades que tienen gobiernos demócratas. El presidente ha descrito esas ciudades como campos de batalla donde medran sin control los criminales, los traficantes de drogas, los inmigrantes ilegales y una caterva de feministas, intelectuales fláccidos, transexuales agresivos e izquierdistas rábidos. En agosto, firmó un decreto que ordenaba a Hegseth la formación de una fuerza de reacción rápida capacitada para la represión de disturbios civiles.
«Esto será una gran cosa para quienes están en esta sala», dijo el presidente a los mandos uniformados, que se mantuvieron callados. «Porque el enemigo interno es al que tenemos que manejar antes de que se descontrole. No se descontrolará.»
«Le dije a Pete [que] deberíamos usar algunas de esas ciudades peligrosas como campos de entrenamiento para nuestros militares», añadió Trump. «Estamos bajo una invasión desde adentro.»
A lo largo de su carrera como vendedor de imagen y político advenedizo, Trump se ha mofado de las Fuerzas Armadas y, en el comienzo de su discurso, dijo a los generales y almirantes que bien podían aplaudir o irse de la sala si estaban en desacuerdo con su discurso. Pero, «si se van de la sala, allá se va su rango y su futuro», agregó. «Somos la fuerza armada de Estados Unidos», indicó incluyéndose, décadas después de que, con certificación médica, eludiera el servicio militar durante la guerra de Vietnam. «Los mejores, los más audaces, los más bravos que ha visto el mundo jamás. Pelearemos, pelearemos, pelearemos y ganaremos, ganaremos, granaremos.»
De tradiciones y juramentos
En la legislación estadounidense y británica, un posse comitatus es un grupo de civiles convocados por la autoridad para la supresión de la delincuencia o la sublevación y la defensa de la población, la paz, la propiedad y el bienestar público en un distrito del país.
La ley de posse comitatus, que entró en vigor en Estados Unidos en 1878, limita el uso del Ejército federal en funciones policiales y lo autoriza, claramente, como resultado de una decisión del Congreso. Los gobiernos de los estados han empleado sus guardias nacionales sobre todo durante emergencias como inundaciones y terremotos o disturbios violentos. El gobierno federal ha empleado la fuerza militar, poniendo bajo su autoridad a la Guardia Nacional de cada estado, en pocas ocasiones y con objetivos precisos y limitados.
Diferente es la ley de insurrección, que data de 1807 y permite que el presidente despache fuerzas federales y ponga bajo su autoridad unidades de la Guardia Nacional de algún estado en situaciones como asonadas, insurrecciones o rebeliones contra el gobierno. Los presidentes Dwight Eisenhower (1953-1961) y su sucesor, John F. Kennedy (1961-1963), el uno republicano y el otro demócrata, invocaron esa ley para imponer las leyes de desegregación racial en estados del sur. Los gobernadores pidieron ayuda militar federal para lidiar con los saqueos tras el huracán Hugo, en 1989, y los disturbios en Los Ángeles, en 1991. En 2020, Trump advirtió que invocaría la ley de insurrección cuando se extendieron por todo el país las manifestaciones y protestas violentas tras el asesinato policial de George Floyd, pero se abstuvo de hacerlo.
Remazculinización
Desde 1789, la república en su infancia tuvo un Departamento de Guerra en el gabinete ministerial. En 1947, robusto ganador de la Segunda Guerra Mundial, el país pasó a tener un Departamento de Defensa y, bajo su dirección, el Ejército, la Marina, la Infantería de Marina, la Fuerza Aérea y varias agencias de espionaje e inteligencia.
El 5 de setiembre pasado, un decreto de Trump dictaminó que «el nombre Departamento de Guerra transmite un mensaje más firme de la disposición y resolución, comparado con Departamento de Defensa, que enfatiza solo las capacidades defensivas». Trump dijo que «es un nombre mucho más apropiado a la luz de lo que ocurre en el mundo de hoy. Envía un mensaje de victoria».
En la ocasión, Hegseth dijo que «el cambio de nombre no se limita a un cambio de nombre, se refiere a una restauración. Las palabras importan». «Pasamos a la ofensiva, no nos quedamos en la defensa», añadió. «La letalidad máxima, no una legalidad tibia. Efecto violento, no la corrección política. Vamos a formar guerreros, no solo defensores.»
El ímpetu guerrero que inflama a Trump y Hegseth chirría un poco con la postura internacional de Estados Unidos que, en la era trumpiana, parece encaminado a una retirada militar de medio mundo y una defensa estratégica de un área limitada desde Groenlandia al Caribe y América Central. En el caso de Hegseth los pasos concretos y más evidentes hasta ahora se refieren a la remasculinización de las Fuerzas Armadas, aquejadas, al parecer, por décadas de medidas para evitar los acosos sexuales y acomodar la presencia de las mujeres, los homosexuales y los transexuales en la fuerza militar de Estados Unidos.
Hegseth es un mayor retirado de la Guardia Nacional del Ejército cuya función al frente del Departamento de Guerra se ha caracterizado por una constante distinción entre civiles y militares. En Quantico, anunció nuevas reglas que impondrán «las normas masculinas más altas» en la instrucción de las tropas, reglas específicas acerca de la apariencia en asuntos como el largo del cabello o las barbas, y la eliminación de programas que han tenido en cuenta factores como el género o la raza. «Yo no quiero que mi hijo sirva junto con soldados físicamente no aptos o en unidades de combate con mujeres que no puedan satisfacer las mismas normas físicas y de armas que los hombres», apuntó.
Las normas de instrucción de los hombres para unidades de combate son, según Hegseth, «neutrales en lo que hace a los géneros», pero reconoció que es probable que las mujeres no puedan cumplir con ellas. «Si esto significa que las mujeres no pueden calificar para algunas tareas de combate, que así sea. Esa no es la intención, pero podría ser el resultado.»
Mientras medio planeta se preocupa por conflictos armados que se multiplican y los aliados tradicionales de Estados Unidos se preocupan por la desidia del gobierno de Trump, el secretario de Guerra se quejó hoy ante los mandos por los «generales y almirantes gordos» que se pasean por los pasillos del Pentágono.
Hegseth advirtió a los centenares de uniformados con galones que aun los generales y almirantes deberán aprobar cada año dos pruebas de aptitud física y les dijo que habrá más destituciones.
Advertidos están: un mes después de su retorno a la Casa Blanca, el presidente despidió de forma expedita al jefe del Estado Mayor Conjunto, general Charles Quinton Brown, la jefa de Operaciones Navales, almirante Lisa Franchetti, y otros varios oficiales de alto rango.