Foto, Federico Gutiérrez.
Francisco Claramunt
Entrevista con el diputado diputado judío de la Knéset Ofer Cassif
Brecha, 3-10-2025
Correspondencia de Prensa, 4-10-2025
Ofer Cassif, diputado judío de la Knéset por la alianza Hadash, fue suspendido en ese órgano por tercera vez por denunciar el genocidio en Gaza. En diálogo con Brecha, pide al gobierno uruguayo romper relaciones con Israel y aplicar un boicot integral a ese país, incluidas actividades culturales y académicas
Ofer Cassif (60) es diputado por Maki, el Partido Comunista de Israel, como parte de la alianza Hadash, que tiene tres escaños en la Knéset, el parlamento israelí, y es una de las pocas formaciones de ese país que reúne tanto a ciudadanos judíos como palestinos. En las últimas semanas ha estado de viaje por América Latina y luego continuará por Europa, denunciando el genocidio que Israel comete en Gaza. Cuando a mediados de octubre la Knéset retome sus sesiones tras el receso de verano, Cassif estará suspendido en sus funciones por dos meses.
—¿Cuál es la razón de su suspensión?
—Me han suspendido tres veces ya por denunciar el genocidio. Fui el primero que dijo que hay un genocidio, ya hace dos años casi. Me suspendieron en octubre de 2023 por 45 días, porque dije que el gobierno de Israel quería violencia, que el ataque contra Gaza no fue por la seguridad de Israel ni para liberar a los rehenes, sino para aplicar el plan genocida de [el ministro de Finanzas, Bezalel] Smotrich. Se llama Plan de Subyugación [también conocido como Plan Decisivo para Toda la Tierra de Israel] y él lo presentó en 2017 en una conferencia de lo que hoy es el Partido Sionista Religioso. Tiene tres puntos: primero, Israel tiene que anexar todos los territorios ocupados sin dar derechos a los palestinos que viven allí, lo que significa oficializar el sistema de apartheid ya existente; segundo, los palestinos que no acepten su destino como sujetos de segunda clase en Israel y no «abandonen sus aspiraciones nacionales» van a ser deportados de su patria; tercero, los palestinos que continúen su lucha por soberanía serán asesinados por el ejército. Y esto no tiene nada que ver con la masacre horrible, criminal, que cometió Hamás en octubre de 2023, porque, como dije, este plan Smotrich lo publicó seis años antes.
Después, en enero de 2024, firmé una carta en la que más de 600 ciudadanos israelíes manifestamos formalmente nuestro apoyo ante la Corte Internacional de Justicia a la acusación por genocidio contra Israel presentada por Sudáfrica. A raíz de ese episodio, ya no querían simplemente suspenderme, sino sacarme del parlamento para siempre. Hay una ley antidemocrática de 2016 que permite a una mayoría especial del parlamento expulsar a un diputado. Necesitaban 90 votos en 120, reunieron 86 contra mí. Como no podían expulsarme, mi caso fue al Comité de Ética, compuesto por cuatro diputados, todos derechistas, puedo decir fascistas, que me suspendieron por seis meses por firmar esa carta y porque una y otra vez dije, en el pleno y en las entrevistas que di, que en Gaza hay un genocidio.
Lo digo con dolor, porque no quiero ver a mi país cometer crímenes de guerra y contra la humanidad. Pero los comete, y no es solo mi derecho, es mi obligación denunciarlo. Si no lo hago, no estoy cumpliendo mi rol como diputado. Pero, primero que nada, no estoy cumpliendo mi deber como ser humano, como humanista ni como judío. Ahora me suspendieron por otros dos meses porque dije otra vez que el genocidio tiene que parar y mandé una carta a la Corte Penal Internacional para que investiguen a [Benjamin] Netanyahu por este crimen. Y tal parece que van a suspenderme otra vez y otra vez, y quizá otra vez por esta entrevista también. Pero no me voy a callar.
—Los que defienden la conducta de Israel dicen que una de las razones para hacerlo es que Israel «es una democracia» y que el mero hecho de que usted sea diputado y diga estas cosas es una prueba en ese sentido. ¿Qué piensa al respecto?
—Si no fuera algo tan triste, podría reírme. Primero que nada, Israel nunca ha sido una democracia, sino una etnocracia. Una etnocracia es cuando los dueños del país son un grupo étnico determinado. Una democracia pertenece a todo el demos, al decir de los griegos. En la noción moderna de democracia, el demos son todos los ciudadanos. El problema es que la base de Israel es la supremacía judía. Mi partido, el Comunista, y Hadash, el frente del que formamos parte, apoyan la solución de dos Estados. Creemos que Israel tiene derecho a existir como un Estado soberano y seguro, pero queremos cambiar el carácter de la sociedad, del Estado, de etnocracia a democracia. Hay que tener claro que Israel nació como un Estado con supremacía judía, mientras que el valor más básico de una democracia es la igualdad ante la ley.
Desde 1948 hasta 1966, los palestinos ciudadanos de Israel, los que pudieron quedarse dentro de las fronteras israelíes reconocidas internacionalmente, vivieron bajo un régimen militar, bajo toque de queda, con sus movimientos controlados de manera total por el ejército y sus libertades cercenadas. Hay un caso muy famoso, horrible, la masacre de Kafr Qasim de 1956. Fue dentro de Israel. Cincuenta hombres, mujeres y niños que habían ido al campo a trabajar y que no sabían que el ejército había impuesto un toque de queda. Cuando volvieron a su aldea al final del día, el ejército israelí los asesinó a todos. ¿Qué democracia es esa?
Después, desde 1967 hasta hoy, tenemos la ocupación, que significa que ahora, bajo el dominio de Israel, hay millones de personas sin derechos básicos. Sin derecho a elegir ni ser elegido, a hablar, a manifestarse, a moverse, a trabajar, a comprar tierra o casa con libertad. En Cisjordania, todos los días Israel destruye viviendas palestinas y los colonos, bajo el auspicio de las fuerzas de ocupación, hacen pogromos contra los palestinos. Ahora, en Cisjordania, Israel está haciendo una limpieza étnica. Desde octubre de 2023 más de 30 comunidades palestinas han sido eliminadas por la violencia de los colonos en conjunto con las fuerzas de ocupación. No hay derechos, no hay nada. ¿Qué democracia es esa?
Todo esto se ha recrudecido en los últimos tres años, bajo un gobierno fascista. Es importante decir que este es un gobierno fascista, racista y genocida. Nosotros, en el Partido Comunista y en el Hadash, palestinos y judíos, siempre hemos estado contra la violencia y estamos totalmente en contra de la masacre que llevó a cabo Hamás el 7 de octubre. Pero el actual gobierno de Israel ha usado esa masacre como excusa para que también haya menos democracia para los judíos. También dentro de Israel, la Policía –que bajo el ministro de Seguridad ha sido convertida en una milicia privada del gobierno– despliega ahora mucha violencia contra la oposición y contra todos los que critican al gobierno, incluidas las familias de los rehenes. Hace dos meses, milicias fascistas intentaron lincharnos al cabeza de nuestra lista, Ayman Odeh, y a mí, al sur de Tel Aviv. La Policía estaba ahí y no hizo nada, nos salvamos de milagro. Hay más de 100 proyectos de ley para terminar con la independencia de la prensa y del sistema judicial, para quitar de en medio a las autoridades responsables de velar por el Estado de derecho. ¿Qué democracia es esa?
Benjamin Netanyahu es solo la cabeza de la víbora. El problema es el gobierno entero. El otro problema, muy grave, es que la mayoría de la oposición parlamentaria –no me refiero a la que está afuera, en las calles– no habla, no hace nada contra el gobierno. Yair Lapid y Benny Gantz, que por ahora tienen la mayoría dentro de la oposición, no hacen lo suficiente contra este gobierno fascista. En una situación normal, sana, cuando en el mundo tantos países votan por reconocer la solución de dos Estados y reconocen el Estado palestino, un líder de oposición sensato abrazaría esa noticia. Pero tanto Lapid como Gantz, y también Yair Golan, que los medios presentan como «la esperanza de la izquierda», se han posicionado en contra. Netanyahu no es tan inteligente como la gente piensa. El problema es que la alternativa son unos estúpidos. Por algo Netanyahu ha sido primer ministro, con breves intermitencias, durante los últimos 30 años. Pero todos ellos son una minoría. Hay que recordar que en estas sociedades quienes detentan el poder son una minoría. La mayoría de la población quiere terminar lo que llaman «la guerra en Gaza».
—Pero, al mismo tiempo, las encuestas de los últimos meses indican que más del 60 por ciento de los israelíes cree que «no hay inocentes en Gaza» y 82 por ciento está de acuerdo con expulsar a todos los palestinos de allí. Hace poco, la publicación israelí-palestina +972 Magazine publicó un artículo de Orly Noy, su editora y presidenta de la organización de derechos humanos B’Tselem, que dice que parar el genocidio es solo el primer paso y que «la sociedad israelí debe atravesar un proceso de desnazificación». ¿Qué opina al respecto?
—Muchas veces he dicho que en el gobierno y el parlamento de Israel hay nazis. Y también estoy de acuerdo con lo que dijo Orly. Pero creo que ahora estamos en una coyuntura en la que podemos cambiar la situación. Hay una mayoría que está contra la guerra, en especial por la situación de los rehenes. Al mismo tiempo, hay una mayoría que quiere eliminar Gaza. Pues bien, allí hay una contradicción. Y cuando alguien entiende que hay una contradicción, tiene que elegir qué es lo que quiere. Si quiere terminar con la guerra para salvar a los rehenes y a los soldados, una consecuencia es que los palestinos también se van a salvar y va a haber que reconstruir Gaza. Si elige la otra opción, eliminar Gaza, la consecuencia es que también eliminará a los rehenes. Y cuando se le presenta esa alternativa, la mayoría de la población de Israel prefiere la primera opción: salvar a rehenes y soldados y, por consecuencia, a los palestinos. Sí, hay fascistas, racistas, nazis, que dicen: «no me importa la vida de los rehenes y los soldados, para mí lo más importante es matar a todos los palestinos». Hay muchos que dicen eso. Pero no son la mayoría.
El problema es que no hay tiempo. Miles y miles de palestinos más van a morir de hambre y por los bombardeos. Casi no quedan hospitales ni medicamentos. También la situación de los rehenes israelíes es horrible. Hablo todo el tiempo con las familias de los rehenes y con amigos de Gaza. Mis camaradas y yo queremos que todos vivan. Los rehenes, el pueblo de Gaza, los palestinos, los israelíes, los árabes, los judíos, todos.
—¿Cuál cree usted que debe ser el rol de los Estados y de la sociedad civil internacional para lograr parar el genocidio?
—Pareciera que la comunidad internacional no aprendió nada del holocausto judío. Estuvo en silencio en los años treinta y cuarenta. Está en silencio ahora. Que tantos países estén reconociendo el Estado palestino es muy importante, es un paso adelante, pero es demasiado poco, demasiado tarde. Si antes de 2023 se hubiera constituido un Estado palestino libre, no hubiera sucedido la masacre que cometió Hamás ni este genocidio y limpieza étnica que comete Israel. Pero no lo permitieron. En el escenario actual, hay que entender que boicotear a Israel no solo beneficia a los palestinos, sino también al pueblo israelí y a las minorías judías de todo el mundo. Como diputado de Israel lo digo: boicotear a Israel también es velar por los intereses del pueblo de Israel.
Y con boicot me refiero a todo lo que este implica: embargo de armas, boicot al Estado, a las empresas, a las instituciones culturales, a las universidades. Si no hay boicot, Israel va a continuar con sus crímenes. Los palestinos van a sufrir más, más van a morir. Los israelíes van a sufrir más. Y, eventualmente, el resto del mundo va a hacer algo violento contra Israel. Y yo no quiero eso. Para prevenir la violencia del mundo contra Israel, necesitamos que haya un boicot ya. No es una medida violenta, es una medida justa, esencial para los intereses de los dos pueblos, palestino e israelí.
Quiero decirles algo a los judíos del mundo y en particular a la comunidad judía en Uruguay: boicotear hoy a Israel para terminar con este horrible genocidio y para sacar a este gobierno criminal del poder ayuda a los judíos de todo el mundo. Primero que nada, porque este gobierno de Israel busca y alienta el antisemitismo. Alienta que la gente no entienda la diferencia entre Israel y el judaísmo, entre el sionismo y el judaísmo, entre los israelíes y los judíos. Y vaya si hay diferencia. El judaísmo no es sionismo. Soy judío y no reniego de mis raíces judías ni de mi familia asesinada por los nazis, pero soy antisionista, porque el sionismo es una ideología supremacista que no acepto. Tenemos que estar en contra de todas las formas de racismo, incluido el antisemitismo, que es un crimen. Pero el gobierno de Israel quiere que haya cada vez más antisemitismo, porque se beneficia de él, aunque dañe a los judíos.
Y hay otra razón no menos importante: el gobierno de Israel, frente a la crítica de organizaciones internacionales como la ONU, los tribunales de La Haya y Unicef y frente a la crítica de las organizaciones de derechos humanos, se ha dedicado a deslegitimar a estas instituciones. Pero estas instituciones son fundamentales para los derechos y el bienestar de las minorías en todas partes, incluidas las minorías judías de todo el mundo. Esta deslegitimación a manos del gobierno de Israel y el imperialismo estadounidense va contra el interés real de los judíos. Cuando las organizaciones humanitarias y de defensa del derecho internacional se ven debilitadas, las que sufren, las que quedan desprotegidas, son las minorías, entre ellas, los judíos. Por eso es tan importante hoy boicotear a Israel. Yo no soy anti-Israel. Soy anti el gobierno fascista de Israel, soy antigenocidio, soy antiocupación. Estoy a favor de la justicia.
—Como parte de ese boicot, ¿los Estados deberían romper relaciones diplomáticas con Israel?
—Por supuesto. Necesitamos la ayuda de la comunidad internacional. Sin una presión fuerte, no tenemos chance.
—¿Y ese boicot debe incluir las instancias culturales, educativas y deportivas de Israel?
—Sí. Y no me gusta tener que decirlo y no voy a ganar nada diciéndolo, al contrario, voy a perder. Pero, ahora, lo más importante, lo más fundamental, es salvar a los palestinos, terminar de una vez por todas con el genocidio. Y salvar… ¿sabés qué también? Salvar el alma de la sociedad israelí. El alma de la sociedad de Israel está muriendo. Y lo digo como ser humano, como humanista, como comunista, como demócrata y como judío también.