«Pronto, matarán a todo lo que se mueva en la ciudad de Gaza. Europa y los Estados árabes están dormidos.»
Amira Hass*
Haaretz, 22-8-2025
A l’encontre, 22-8-2025
Traducción de Correspondencia de Prensa, 23-8-2025
Mis amigos en Gaza probablemente van a recibir probablemente pronto la orden de «evacuar» sus refugios improvisados y de ser «absorbidos» en el sur de la Franja de Gaza, al igual que mis padres fueron «evacuados y absorbidos» en su día: mi madre en Bergen-Belsen y mi padre en un gueto de Transnistria. 1
Los eufemismos y las mentiras del lenguaje del ejército [israelí] contaminan todos los informes, todas las discusiones. No es un problema de mis amigos agotados y hambrientos. Es nuestro problema, el de los israelíes. Al igual que lo son los gritos de aquellos que, enceguecidos y endurecidos, se obstinan en decir: «Nunca se debe comparar».
El ministro de Guerra, Israel Katz, hizo una promesa y la está cumpliendo: la misión de desplazar y transportar, concentrar y hacinar (Haaretz, 18 de agosto), comprimir y aplastar a cientos de miles de seres humanos más en un minúsculo pedazo de tierra al sur de Gaza, y continúa, 2 sin que las protestas, las condenas o los paralelismos históricos lo desanimen.
Nadie salva a los palestinos, a los rehenes ni a nosotros mismos de nuestro propio comportamiento repugnante.
Escribo con la esperanza de que aún se produzca un milagro. Que Europa y los Estados árabes se despierten. Que utilicen las verdaderas herramientas de poder de las que disponen.
Los bombardeos de nuestros heroicos pilotos y los disparos de nuestros valientes comandantes de tanques van a garantizar que la ciudad de Gaza quede vacía de habitantes y aplastada bajo las ruedas de las excavadoras conducidas por los zarvivistas exultantes y temerosos de Dios. 3
Los soldados israelíes están imbuidos de valores, educados para cumplir un servicio militar con sentido. Incluso aquellos que manifiestan junto a sus padres y las familias de los rehenes contra el Gobierno no rechazan el servicio militar ni desobedecen las órdenes.
Cuando el jefe del comando sur, Yaniv Asor, declare la ciudad de Gaza «zona criminal», todos los soldados tendrán permiso para disparar a todo lo que se mueva (Haaretz, 18-12-2024). Incluso a una mujer de 78 años. Incluso a su nieto de 12 años.
Ya oigo a los imperturbables decir: «Es culpa suya, se les dio tiempo para evacuar hacia el sur».
Los manifestantes de Kaplan Street [avenida cerca del Ministerio de Defensa, en la que tienen lugar las manifestaciones] tienen aún un recurso para hacer fracasar los planes decisivos del primer ministro Benjamín Netanyahu y del ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, planes asociados con la reforma del régimen al estilo de Putin: el rechazo masivo a participar en estas campañas de destrucción y expulsión.
Pero no la utilizan. Para ellos, la bandera nunca es demasiado oscura.
Mi limitada imaginación no me permite imaginar a mis amigos y sus familias —demacrados, enfermos, en duelo (Haaretz, 21 de agosto)— expulsados por octava vez al menos, avanzando a tropezones hacia un nuevo destino desconocido, hacia una franja de tierra aún más pequeña y poblada que la anterior. ¿En un carro? ¿A pie durante 20 kilómetros? ¿Corriendo, sin aliento, perseguidos por los proyectiles, con columnas de humo negro y polvo que se elevan detrás de ellos?
Mi imaginación aterrada se niega a verlos quedándose en sus casas semidestruídas —a pesar de los consejos espantosos del portavoz del ejército israelí, Avichay Adraee— y rezando por una muerte rápida bajo las bombas.
Sus apartamentos en los campos de refugiados y sus alrededores, construidos y comprados con años de salario, no son más que paredes humeantes y desmoronadas. Entre las pocas pertenencias que han logrado recuperar o reparar desde la última expulsión —colchones, ollas y cucharones, tablas, mantas, tal vez un panel solar—, ¿qué tendrán que dejar atrás esta vez?
Desde luego, no la bolsa de harina que compraron por 1000 shekels (254 euros). Tampoco el bidón con 20 litros de agua más o menos purificada. Ni los pañales para su madre de 90 años.
Mi escasa imaginación no logra imaginar dónde, entre todas esas tiendas apretujadas unas contra otras, van a instalar la suya.
Dónde sudarán hasta la llegada del invierno, y luego temblarán de frío bajo la lluvia y el agua de mar que les taladra los huesos, entre dos salvas de disparos. Y los drones encima de ellos seguirán zumbando, día y noche.
Terror. Nostalgia. Hambre. Sed. Picazón. Dolor. Rabia. Agotamiento. Llanto de un niño enfermo. Las palabras son las mismas, pero en Gaza tienen un peso, una sustancia, un contenido que supera nuestro entendimiento. 4 de nuestros centros de salud, entre marzo y el día de hoy hemos visto multiplicarse por seis el número de niños con malnutrición grave, lo que significa que, si no se toman medidas hoy, están condenados a muerte. Tenemos una población extremadamente debilitada que se verá confrontada a una nueva operación militar de gran envergadura [ocupación militar de la ciudad de Gaza, operación para la que han sido movilizados más de 100 000 soldados israelíes]. Sabemos que ya se ha escrito todo sobre Gaza, el infierno terrenal en Gaza, pero, efectivamente, si este escenario llegara a materializarse, incluso si se habla de evacuación al sur de la ciudad de Gaza, muchos ni siquiera tendrán ya las fuerzas para desplazarse».]
Las palabras han desaparecido de mi diccionario, excepto estas: «impotencia», «parálisis» y también «cómplice de un crimen, contra nuestra voluntad».
*Amira Hass, periodista y escritora israelí, es conocida principalmente por sus artículos en Haaretz. Obtuvo un reconocimiento especial por informar sobre temas relativos a los palestinos tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza, donde vivió una parte de su vida.
Notas de A l’encontre
- Transnistria era un territorio situado entre los ríos Dnister (Ucrania y Moldavia) y Bug (Ucrania, Bielorrusia y Polonia), bajo el dominio del Reino de Rumanía entre 1941 y 1944. Durante el invierno de 1941-1942, las tropas rumanas masacraron a los judíos del gueto de Bogdanovka y de los campos de Domanevka y Akhmetchetkha. ↩
- Luis Lema, en Le Temps del 20 de agosto de 2025, escribe: «De hecho, desde el principio, los centros de distribución de la GHF (Fundación Humanitaria de Gaza, por sus siglas en inglés) fueron presentados como lugares que iban a ser altamente tecnológicos, en los que los controles biométricos garantizarían «el orden y la eficiencia». Ante la indignación general provocada por esta perspectiva distópica, los responsables de la fundación dieron marcha atrás y aseguraron que nunca se había planteado algo así». Luis Lema cita a continuación a Anthony Aguilar, antiguo miembro de las Fuerzas Especiales estadounidenses que trabajó en Gaza para la GHF: «Según él, este proyecto de recopilación de datos se inscribe en la nueva fase de la guerra iniciada por Israel y el nuevo éxodo previsto de un millón de personas que se encuentran actualmente en la ciudad de Gaza. Los centros de distribución situados en el extremo sur de Gaza, en lo que antes era Rafah, «ya son lo suficientemente grandes como para convertirse en lo que los israelíes han denominado «ciudades de tránsito», es decir, campos biométricos de los que no podrán salir, salvo para abandonar Gaza definitivamente», explicaba recientemente Anthony Aguilar al sitio web de información Grayzone. Esta estrategia del Gobierno de Netanyahu se inscribe, por consiguiente, en una perspectiva más amplia de compresión geográfica del campo de concentración que es Gaza y de expulsión de los gazatíes. ↩
- «Avraham Zarviv, conductor de bulldozer en el ejército de reserva israelí, se convirtió en uno de los rostros más visibles de la campaña de destrucción llevada a cabo por Israel en la Franja de Gaza. A principios de año, se jactaba públicamente de haber demolido un promedio de 50 edificios por semana, lo que probablemente supone varios miles en total desde el inicio de la guerra». (+972, 2 de agosto). Véase a continuación, el artículo publicado en el sitio web alencontre.org el 17 de mayo de 2025 sobre esta operación de destrucción: https://alencontre.org/moyenorient/palestine/le-rendre-inhabitable-la-strategie-israelienne-de-destruction-totale-des-infrastructures-urbaines.html ↩
- Philippe Lazzarini, comisionado general de la UNRWA, el 21 de agosto de 2025, invitado por el Club de la Presse en Ginebra, explica: «Cuando se habla del hambre en Gaza, ésta afecta especialmente al norte de Gaza, donde viven un millón de personas. Según el índice [de hambre ↩