Blog de Gilbert Achcar, 29-7-2025
Traducción de César Ayala
Correspondencia de Prensa, 30-7-2025
El hecho de que más países reconozcan una entidad hipotética llamada «Estado de Palestina» es simbólicamente positivo. Pero en las condiciones actuales, no puede ser más que una versión renovada de la vasta prisión en la que el Estado sionista confina al pueblo palestino en los territorios ocupados en 1967.
El hecho de que más países reconozcan una entidad hipotética llamada «Estado de Palestina» es positivo en términos de su impacto simbólico en el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a un Estado, —un derecho negado por la mayoría de los componentes del establishment sionista, especialmente el espectro sionista de extrema derecha que actualmente gobierna Israel. Sin embargo, los significados y las implicaciones de este reconocimiento han variado mucho con el tiempo.
Los países que reconocieron el Estado de Palestina tras su declaración por el Consejo Nacional Palestino, celebrado en Argel en 1988, en el contexto de la gran intifada popular en los territorios ocupados en 1967, apoyaron lo que se consideraba entonces un episodio importante en la historia de la lucha palestina. Así parecía, aunque, en realidad, la declaración supuso un desvío de la intifada de su curso original. Yasser Arafat y sus colaboradores en la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) trataron de adelantar la ilusión de un «Estado palestino independiente» aprovechando la energía popular para un proceso de negociación diplomática patrocinado por Estados Unidos. Así, la declaración de 1988 fue seguida inmediatamente por la vergonzosa aceptación por parte de Arafat de la condición que Washington le había impuesto para las negociaciones: su rotunda declaración pública de que «renunciamos total y absolutamente a todas las formas de terrorismo» (reiterada en una conferencia de prensa en Ginebra el 14 de diciembre de 1988).
No obstante, la declaración de independencia tuvo en aquel momento el carácter de un gesto desafiante y contó con el respaldo de los países que apoyaban efectivamente el derecho del pueblo palestino en los territorios de 1967 a liberarse de la ocupación sionista. Un total de 88 países reconocieron el recién proclamado Estado de Palestina, entre ellos casi todos los países árabes (con la excepción del régimen sirio de Assad, que era un acérrimo opositor de los dirigentes palestinos), la mayoría de los países de África y Asia (con algunas excepciones naturales, como el régimen del apartheid en Sudáfrica, aliado desde hacía mucho tiempo del Estado sionista) y los países del bloque oriental dominado por la Unión Soviética. En una notable división mundial, ningún país del bloque occidental, liderado por Estados Unidos, reconoció el Estado de Palestina en ese momento, excepto Turquía, ni tampoco ningún país latinoamericano, excepto Cuba y Nicaragua, los dos rebeldes contra la hegemonía de Washington.
Los reconocimientos continuaron después de 1988, abarcando gradualmente los países restantes de Asia, África —con algunas excepciones (Camerún y Eritrea, por razones opuestas)— y América Latina. Los primeros Estados miembros de la OTAN en reconocer al Estado de Palestina —además de Turquía y los países de Europa del Este que anteriormente estaban dentro de la órbita de la Unión Soviética, y que por lo tanto lo habían reconocido antes de unirse a la alianza— fueron Islandia en 2011 y Suecia en 2014. Los otros Estados miembros de la OTAN no siguieron su ejemplo hasta que se hizo evidente el alcance total de la guerra genocida de Israel en la Franja de Gaza. Noruega, España y Eslovenia reconocieron al Estado de Palestina en 2024, seguidos por los demás países latinoamericanos (el más reciente, México, este año).
Hasta que el presidente francés anunció su intención de reconocer formalmente al Estado de Palestina el próximo mes de septiembre, cuando se reúna la Asamblea General de la ONU, todas las potencias del Occidente geopolítico —en particular Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Japón y Australia— se habían negado a hacerlo y siguen negándose hasta hoy, alegando diversos pretextos, en particular el argumento altamente hipócrita de que el reconocimiento podría obstaculizar los esfuerzos de paz. [Este artículo fue escrito antes del anuncio condicional de Keir Starmer de que el Reino Unido también reconocería el Estado de Palestina en septiembre, a menos que Israel aceptara un alto el fuego y una mejora de la situación en Gaza]. La presión pública está aumentando en estos mismos países por el genocidio que se está cometiendo en Gaza, en un momento en que el carácter deliberado del crimen ha alcanzado su punto álgido con la actual hambruna organizada contra el pueblo de Gaza. Esto podría dar lugar a nuevos reconocimientos y ya ha provocado una mayor presión sobre Israel para que permita la entrada de ayuda alimentaria en la Franja.
La verdad es que quienes esperaron a que Israel cometiera las atrocidades que se están cometiendo a la vista de todo el mundo antes de reconocer el Estado de Palestina están tratando principalmente de encubrir su complicidad tácita en la ocupación sionista de Cisjordania y la Franja de Gaza durante casi sesenta años. El despertar de última hora del primer ministro británico y de la canciller alemana, y su decisión de participar en el lanzamiento aéreo de ayuda a la Franja de Gaza por parte de Jordania y los Emiratos Árabes Unidos —una medida condenada por las organizaciones de ayuda humanitaria como un acto simbólico inútil— no merecen más que desprecio, sobre todo porque los dos países de la OTAN mencionados se encuentran entre los colaboradores militares más importantes del Estado sionista después de Estados Unidos.
Lo que debería ser obvio es que los actuales esfuerzos por establecer un Estado palestino, como la conferencia celebrada en Nueva York bajo el patrocinio de Francia y Arabia Saudita, tienen ahora un significado muy diferente al del reconocimiento de 1988. Ese año se dieron las mejores condiciones políticas que ha conocido el pueblo palestino desde la Nakba de 1948. La Intifada se ganó la simpatía popular internacional y provocó una grave crisis moral en la sociedad y el ejército israelíes. Creó las condiciones para el regreso al poder del Partido Laborista sionista y la firma de los Acuerdos de Oslo con el liderazgo de Arafat, algo inimaginable antes de ese momento, aunque el acuerdo incluía condiciones profundamente injustas que Yasser Arafat aceptó por pura ilusión.
Sin embargo, lo que parecía un Estado hipotético pero alcanzable en 1988, e incluso en 1993 (a pesar de que el proceso de Oslo estaba condenado al fracaso), es ahora menos realista que un espejismo en el desierto. Quizás una décima parte o más de la población de la Franja de Gaza ha sido asesinada, y al menos el 70 % de los edificios de la Franja han sido destruidos, incluido el 84 % de los edificios de la parte norte y el 89 % de los edificios de Rafah (según un estudio geográfico reciente realizado por la Universidad Hebrea de Jerusalén). Entonces, ¿de qué tipo de Estado palestino están hablando? Los más generosos lo ven gobernado por el marco de Oslo, que dio lugar a una Autoridad Palestina bajo tutela israelí, cuya «soberanía» nominal se limita a menos de una quinta parte de Cisjordania, además de Gaza. Otros imaginan una entidad aún más limitada, tras la reconquista por parte de Israel de la mayor parte de la Franja de Gaza y la expansión de los asentamientos sionistas en Cisjordania.
Las condiciones establecidas por el Consenso Nacional Palestino en 2006 (el Documento de los Prisioneros) como requisitos mínimos para el establecimiento de un Estado palestino independiente —a saber, la retirada del ejército y los colonos israelíes de todos los territorios palestinos ocupados en 1967, incluida Jerusalén Este; la liberación de todos los prisioneros palestinos detenidos por Israel; y el reconocimiento del derecho de los refugiados palestinos al retorno y a una indemnización— han quedado relegadas al olvido como exigencias «extremistas», cuando en un principio se concibieron como condiciones mínimas que expresaban una voluntad de compromiso. La verdad es que cualquier entidad palestina que ignore estas condiciones básicas no será más que una versión renovada de esa vasta prisión al aire libre en la que el Estado sionista confina al pueblo palestino dentro de los territorios de 1967, con un área geográfica cada vez más reducida y una población que sigue disminuyendo como resultado del genocidio y la limpieza étnica.
-Artículo original en arabe, publicado en Al-Quds al-Arabi el 29-7-2025
-Se puede traducir o publicar en otros idiomas, citando la fuente.