Brasil. Dilma y el PT deben autocrítica a los trabajadores y el pueblo

Brasil. Dilma y el PT deben autocritica a los trabajadores y el pueblo 

Hamilton Octavio de Souza *

Correio da Cidadania, 26-4-206 http://www.correiocidadania.com.br/

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

El gobierno Dilma Rousseff está acabado, fue arrasado por la crisis económica, por el descontento de la población y por el Congreso Nacional que ayudó a elegir y abrigar en el “presidencialismo de coalición” , políticos conservadores y partidos de derecha. Incluso con todo el fisiologismo practicado por el Palacio de Planalto para asegurar una base parlamentaria contra el impeachment, el proceso fue aprobado por 367 a 137 votos.  ¿Cómo gobernar con esa miniría y con la amplia y masiva desaprobación en la sociedad?

Por detrás de la caída están, evidentemente, las fuerzas del capital, los grupos que disputan el gerenciamiento de las políticas neoliberales, las clases medias empeñadas en mantener su padrón de vida, los políticos oportunistas que topan cualquier parada para agradar eventuales dueños del poder y al mismo tiempo sus cargos electorales, y las clases trabajadoras y sectores populares no organizados que están en cauteloso distanciamiento. ¿Cómo gobernar ante tamaña confluencia de intereses por el impeachment?

Pero también, el gobierno Dilma acabó por sus propios errores, por la falta de atención con los problemas reales del pueblo brasilero y por el distanciamiento de compromisos programáticos, por no haber dado el debido respeto a los desvíos éticos que campeaban en las diferentes instancias de la administración practicados por su partido y demás partidos de la coalición o no. En ningún momento los casos revelados por la prensa y por las instituciones de la República (Policía Federal, Ministerio Público, Poder Judicial) fueron debidamente repudiados y condenados. Al contrario, el PT y el gobierno focalizaron más en la inconveniencia de las delaciones que en el mérito de las denuncias.

No cala más en la sociedad la visión maniquea del bien y del mal, de que “nosotros” no practicamos delitos y defendemos las democracia y que “ellos” son de derecha, corruptos y golpistas. El desgaste político del gobierno Dilma y del PT comenzó antes de las elecciones de 2014, cuando apenas 38% de los electores votaron por la reelección, mientras que 62% lo hicieron por Aécio, en blanco, nulo, y abstención. Comenzó bien antes de las fantasías creadas por el marketing electoral para encubrir la situación real de la economía y bien antes de la ruptura con el PMDB y demás siglas de la llamada base aliada.

Alienación

En sus primeros pronunciamientos luego de la aprobación del proceso de impeachment en la Cámara de los Diputados, días 18 a 19 de abril, la presidente Dilma trató el episodio como si fuese tan solamente un problema de conspiración, apenas una persecución personal para castigarla por un crimen que no cometió. Dijo que se sentía agredida e indignada, que era víctima de la truculencia de la oposición. Insistió en el papel de víctima. No hizo ninguna referencia a la falta de habilidad política y a los enormes equívocos administrativos y políticos de su gobierno. ¿Actuó de esa forma por decisión táctica, cinismo o alienación de la realidad?

De la misma manera, no hizo ninguna referencia al creciente descontento popular con su gobierno, especialmente desde las protestas de 2013. Tampoco se refirió al prolongado sufrimiento de la población que paga caro con el aumento terrible del desempleo, la rebaja salarial, la inflación, el deterioro y pérdida de protección social en los servicios públicos y en los programas del Estado. En ningún momento de las entrevistas dadas a los periodistas brasileros, día 18, y a los periodistas extranjeros, día 19, la presidente hizo alguna referencia a los daños causados por gobierno a los millones de trabajadores brasileros -y al pueblo en general- en los últimos tres años. Trató la crisis económica apenas como un desdoblamiento de la crisis internacional.

¿Será que ella se olvidó de las promesas hechas después de las protestas de junio de 2013, cuando estaba claro el fuerte descontento en la sociedad? ¿Será que ella se olvidó de las promesas hechas en la campaña electoral de 2014 y que fueron anuladas por actos de gobierno luego de la divulgación del resultado de las urnas? ¿Será que ella se olvidó de que aprobó cambios en el seguro del desempleo, en el auxilio-enfermedad, en la pensión por fallecimiento y en el auxilio-social? ¿Será que ella se olvidó del congelamiento del Bolsa Familia y de los cortes en Mi Casa Mi Vida, ProUni, Pronatec y FIES? ¿Será que ella se olvidó de que había puesto en el orden del día la vuelta de la CPMF (Contribución Provisoria sobre el Movimiento Financiero) para sacarle más dinero al pueblo y a la Reforma de Previsión para reducir los derechos de los trabajadores? ¿Será que ella se olvidó de la escalada de los intereses de la Selic y de la enorme explosión de la deuda pública? ¿Será que ella se olvidó de los tarifazos decretados luego de las elecciones en los precios de combustibles y de energía eléctrica? ¿Será que ella se olvidó del brutal estrago hecho durante los gobiernos del PT al patrimonio de la Petrobras.?

En fin, luego de ser desbancada de la presidencia de la República en un polémico proceso de impeachment, Dilma Rousseff quiere ser eterna víctima de un golpe de derecha (de sus aliados hasta ayer), habla en resistir  y luchar hasta el último momento para recuperar el cargo, pero en ningún momento procura verificar porque su gobierno perdió respaldo en la sociedad y en el Congreso Nacional. ¿Por qué? ¿Dónde la cosa se descarriló? ¿Por qué los electores y los parlamentarios de la base aliada pasaron a desaprobar el gobernó y volcarse a favor del impeachment? No da para echar toda la culpa en la conspiración del vice Temer, ni en la acción nefasta de las gran prensa, en las maniobras del Cunha y en las investigaciones de la Operación Lava Jato.

Inconsecuencia

Sin la realización de una profunda evaluación crítica del derrocamiento del gobierno Dilma y de las fuerzas de izquierda que embarcaron en el lulismo, desde la Carta al Pueblo Brasilero, en 2002, se torna inconsecuente enfrentar el golpe político-institucional aplicado por la Cámara de los Diputados el día 17 de abril, así como la apertura del proceso en el Senado, así como defender la democracia y la vuelta de Dilma, así como impulsar la casación de todos los políticos beneficiados con los recursos robados de la Petrobras, así como luchar por reformas estructurales, así como defender elecciones generales para intentar superar la crisis política.

La lucha de resistencia de los trabajadores y la defensa de la democracia, difícilmente tendrá amplia credibilidad en la sociedad si toda la culpa del proceso continua atribuyéndose a la maquinación diabólica de la oposición de derecha. La lucha tendrá mayor respaldo popular y de las clases trabajadoras si la presidente Dilma Rousseff y el PT realizan una profunda autocrítica de sus propios errores y deslices en todo ese proceso. Al final, Dilma y el PT tuvieron más votos que Aécio Neves en las elecciones de 2014, ganaron cuatro años más de mandato. ¿Pero por qué no tuvieron la competencia política para conservar el gobierno. ¿Por qué no consiguieron ampliar el apoyo en la sociedad? ¿ Por qué no adoptaron medidas de interés de los trabajadores y de los sectores populares?

No basta poner la culpa en la oposición. Ni da para negar desconocimiento de las reglas del juego y del perfil de los jugadores. Para apostar en el futuro, Dilma y el PT precisan admitir cuales fueron sus errores, políticos, económicos, administrativos y éticos. Es lo mínimo que se espera de quien pretende representar parcelas de los trabajadores y colocarse en el campo de la izquierda. Sin hacer autocrítica, Dilma y el PT persistirán en la trilla de la despolitización y de la alienación que están trillando, de forma explícita y acelerada desde las masivas protestas de 2013. La construcción de ese proceso de lucha y el giro hacia una política en defensa de las clases trabajadoras pasan el rescate del compromiso ético, coherencia programática, autenticidad de la representación, articulación de fuerzas de izquierda y la presentación de proyecto de poder expurgado de los errores pasados.

* Periodista y profesor.