Un alambrador para al mediodía para refrescarse en un arroyo. Departamento de Salto. HÉCTOR PIASTRI
Mi cuerpo es un incendio. La exposición de los trabajadores al calor extremo
Brecha, 9-2-2024
Correspondencia de Prensa, 11-2-2024
Los efectos del cambio en el clima –evidenciados por las últimas advertencias meteorológicas del Inumet– no son correspondidos por la legislación laboral en Uruguay. En varios sectores de actividad, los trabajadores se ven expuestos cotidianamente a las consecuencias nocivas de las inclemencias climáticas sin que ello despierte la preocupación de las autoridades, tal como sugiere la legislación internacional.
Son las tres de la tarde. El sol impacta más fuerte que de costumbre y el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) emitió una alerta violeta por índice de radiación de rayos ultravioletas (UVA y UVB) extremadamente alta para el país. En la esquina de 18 de Julio y Yi, en pleno centro capitalino, se puede ver a una persona disfrazada de Mickey Mouse, el inocente ratoncito. Su cuerpo está cubierto con ropa negra, abrigada, y no se puede observar con claridad dónde están los agujeros que permiten que esa persona respire dentro de la cabeza gigante de polifón. Tampoco se ven sus manos, que están cubiertas con guantes negros. No se sabe cuándo fue la última vez que esa persona se hidrató, descansó, estuvo bajo la sombra o tomó aire. A los turistas que, después de haber almorzado en el local de La Pasiva, se divierten sacándose fotos con el sofocado personaje tampoco parece importarles.
La escena sería menos jocosa si se tuviera en cuenta que los efectos del calor en el cuerpo humano van desde la deshidratación –uno de los más leves– hasta la muerte. El exdecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) y profesor titular grado 5 del Departamento de Salud Ocupacional, Fernando Tomasina, explicó al semanario que los problemas no son solamente exógenos –es decir, lo que aporta el ambiente–, sino que también se dan por la actividad física que produce calor interno en los órganos ante determinadas actividades. «Todas las personas en general deben estar bien hidratadas», comentó el médico, «pero en particular los trabajadores, porque el mecanismo fisiológico que tenemos para mantener la temperatura en rangos de funcionamiento normales tiene que ver con la producción y la evaporación del sudor». Los empleadores del sufrido Mickey Mouse de 18 de Julio y Yi deberían saber que para que su organismo funcione de manera correcta, el trabajador tendría que ingerir suficiente agua y lograr evaporar el sudor que produce su cuerpo. En caso de que eso no suceda y no se logre transferir el calor del cuerpo interno hacia afuera, puede ocurrir un golpe de calor, que redundaría en una falla de aparatos y sistemas orgánicos que podrían llevar a la muerte.
Tomasina explicó que el cuerpo humano logra aclimatarse a las temperaturas aumentando el sudor y así la transferencia de calor hacia el exterior mantiene la temperatura corporal en niveles normales. Sin embargo, la aclimatación no sucede de un día para el otro, sino que se da en un proceso de entre 15 a 20 días. Es por ello que en algunos países europeos, como España, se recomienda que cuando la persona se incorpora a nuevos empleos que conllevan un esfuerzo físico mayor al habitual y deben llevarse a cabo bajo temperaturas elevadas la incorporación a las actividades sea en períodos progresivos entre diez y 15 días.
En cuanto a los mecanismos previstos en Uruguay para proteger a los trabajadores, Tomasina opinó que aún no se ha dado la discusión como debería: desde el punto de vista climático. «Tenemos que dar una discusión sobre cómo afecta el cambio climático a las condiciones de trabajo y cómo debería ser reflejado en la normativa», explicó el médico, y resaltó que la legislación actual menciona de manera genérica los problemas por exposición al calor, sin tener en cuenta que los cambios en los últimos años «han sido dramáticos» y que «tenemos que ajustarnos a la nueva realidad». De todos modos, según el exdecano, Uruguay tiene los instrumentos necesarios para comenzar a discutir el tema.
El último informe del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) sobre accidentes laborales data de noviembre de 2022. Incluye los accidentes que sucedieron entre los años 2014 y 2021. El estudio se elaboró con datos del Banco de Seguros del Estado (BSE) e indica que la cantidad total de accidentes en el trabajo registrados en 2021 fue de 38.900. Los departamentos con mayor cantidad de accidentes fueron Canelones, Maldonado, Colonia, Durazno, Paysandú y San José. Mientras que en 2021 los accidentes amparados por el BSE en Montevideo fueron 13.083, en el interior fueron 18.047. Aunque en aquel entonces el informe hablaba de una mejora respecto a años anteriores, al día de hoy no se conocen datos completos de 2022 y 2023. En tanto, los datos más recientes sobre fallecidos en el lugar del accidente y en asistencia corresponden a 2020.
De todas maneras, la información que se presenta desde el BSE es con base en tres agrupamientos: los consejos de salarios del MTSS, los códigos de actividad del Instituto Nacional de Estadística (INE) y las claves de riesgo del propio BSE. La clasificación del INE es de las más relevantes para este artículo. Utilizan diez categorías y de ellas interesan, sobre todo, dos: agricultura, ganadería, pesca y frigorífico pesquero, y construcción. Según los datos a los que se accedió, dentro de la primera categoría, en 2021, se contaron 4.526 casos de accidentes laborales, y dentro la segunda, 4.318. Por otro lado, según los consejos de salarios del MTSS, el sector con mayor cantidad de accidentes era construcción y afines, con 3.790 casos. Le sigue ganadería, agricultura y actividades conexas con 2.925. Y, más abajo, viñedos, fruticultura, horticultura, floricultura y criaderos: 765 casos.
Sin embargo, los datos no son suficientes ni están actualizados; mucho menos hacen referencia al factor del clima. Los sindicatos tampoco llevan números. Ni el asesor de la Comisión de Salud Laboral del PIT-CNT (central sindical única) ni el dirigente de la Unión Nacional de Asalariados, Trabajadores Rurales y Afines (Unatra) conocen cifras exactas. A algunos trabajadores lesionados las empresas los llevan a que reciban asistencia médica privada. En relación con los trabajadores rurales, los datos que relevan son de aquellos casos que son públicamente más difundidos. No hay más que eso. César Rodríguez, representante de la Unatra en el sector ganadero, dijo a Brecha que lo que hicieron fue un listado de casos de fallecimientos de trabajadores a partir de una recopilación de medios de prensa. Si bien muchos de esos casos tienen que ver con eventos de tormentas eléctricas o ahogamiento, también hay casos de paros cardíacos. Estos últimos «seguramente estén asociados a las altas temperaturas», sostuvo Rodríguez.
Marcelo Amaya, también delegado de la Unatra por el sector arrocero, comentó algo similar: «Nosotros lo sacamos de artículos de prensa; ahí están todos los accidentes con trabajadores fallecidos». A pesar de los escasos datos provenientes del MTSS y de los sindicatos, no hay números certeros de los últimos años. También pasa que, según comentó Amaya, salvo que el trabajador manifieste expresamente su voluntad de ser atendido por tal o cual servicio médico, «por opción, las empresas lo afilian a la mutualista privada». No hay una relación inherente entre la falta de datos y la afiliación al mutualismo, pero el dirigente explicó que hubo casos en los que el sindicato tuvo que intervenir porque la mutualista no tomaba el incidente como un accidente laboral. A pesar de la fragilidad de los datos, Amaya arriesga: «Lamentablemente, los trabajadores rurales siguen encabezando la lista de siniestralidad», dijo. A la vez, sostuvo que, en los últimos años, a raíz de las inclemencias climáticas extremas son frecuentes los casos de «trabajadores fallecidos que habían estado expuestos a esas situaciones».
Respecto a las formas de prevenir los accidentes relacionados con el calor extremo, Amaya explicó cuál es la realidad particular de su rubro: «Para los que estamos trabajando cotidianamente, en la medida de lo posible, antes de las 16 horas no nos quedamos al sol. Eso también nos lleva a pensar que vamos a tener que poner luces en la manguera [para el riego, en la producción de arroz] para trabajar de noche y poder cumplir con la demanda que tiene la producción. Son cuestiones que me parece que vienen a futuro». También agregó que, en el arrozal, «en verano se trabaja entre nueve y diez horas por el riego y se les corta dos horas al mediodía, y si le sumás que el trabajador vive en la ciudad, tiene entre hora y media y dos horas de traslado. Esa es la rutina del trabajador rural en el rubro del arroz. Lo que hemos visto también es que muchas empresas hacen horario corrido y eso lleva a que los trabajadores estén expuestos en el peor horario».
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No es que Uruguay esté atrasado en materia legislativa. Pero, como todo, siempre algo falta. En el ámbito internacional, en mayo de 2005 Uruguay ratificó el convenio 167 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre seguridad y salud en la construcción, así como el convenio 184, sobre la seguridad y la salud en la agricultura. Sin embargo, entre los 19 países que ratificaron el protocolo de 2002 relativo al convenio 155 sobre seguridad y salud de los trabajadores (que contiene referencias al registro y la notificación de accidentes de trabajo), no aparece Uruguay. Según Hugo Barreto, catedrático grado 5 de Derecho Laboral y referente en la materia durante el último gobierno frenteamplista, «a partir de esta decisión, [el Estado] va a tener que dar cuenta de cómo da cumplimiento a través de la legislación [de los asuntos referidos en el convenio 155 y del protocolo de 2022], por más que no lo haya ratificado». La razón, explicó, tiene que ver con que el derecho a la salud y a la seguridad en el trabajo figura como un «rango principalísimo» de los derechos a nivel internacional.
En el séptimo artículo del convenio 184 –ratificado por Uruguay– se menciona específicamente que la legislación nacional debería disponer que el empleador haga evaluaciones sobre los riesgos para la seguridad y la salud de sus trabajadores, además de asegurar una formación adecuada y tomar «medidas inmediatas para suspender cualquier operación que suponga un peligro inminente y grave para la seguridad y la salud» de los trabajadores. Y si bien, originalmente, ese artículo habla sobre operaciones específicas de evacuación de trabajadores, actualmente podría, de alguna manera, relacionarse a las inclemencias climáticas y cómo estas afectan a los trabajadores. En el artículo 30 del convenio 167, en tanto, se habla sobre los medios de protección adecuados, «incluidos aquellos derivados de la exposición a condiciones adversas»; otra vez, el empleador es quien debe proporcionarlos, sin costo alguno para los trabajadores.
En un resumen ejecutivo de la OIT de 2019 se hace mención a que, frente al creciente calentamiento global, las respuestas del mundo del trabajo deberían abarcar políticas y medidas de adaptación que sirvan para proteger a los trabajadores de esas condiciones adversas, además de que se deberían impulsar reformas estructurales para ayudar a los agricultores a llevar a cabo las transiciones necesarias. El calor excesivo en el trabajo, dice el documento, ocasiona riesgos en la salud: «Restringe las capacidades físicas del trabajador, así como su capacidad y productividad laboral». Al alcanzar los 33 o 34 grados Celsius, con una densidad de trabajo «moderada», los trabajadores pierden un 50 por ciento de su capacidad. El documento también alerta que, para 2030, se prevé que el estrés térmico induciría a una reducción del 2,2 por ciento del número total de horas de trabajo en el mundo. Una norma como el convenio 155 –en caso de que Uruguay lo haya ratificado– podría contribuir a orientar a los gobiernos a elaborar estas nuevas políticas adaptadas al clima.
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Al margen de lo anterior, en el país existen varios decretos que amparan a los trabajadores. El decreto 321 promulgado en 2009 lleva por título «Reglamentación del convenio internacional de trabajo N° 184 sobre seguridad y salud en la agricultura». Su artículo séptimo explicita que «el empleador debe aplicar las medidas de prevención tendientes a evitar accidentes de trabajo y enfermedades contraídas a consecuencia o en ocasión del trabajo». En el artículo 12 también se deja claro que un derecho de los trabajadores es el poder participar en la definición y la aplicación de las medidas de seguridad y salud. Actualmente, si bien hay algunas empresas de algunos sectores que mantienen ámbitos bipartitos con sus trabajadores para tomar ese tipo de definición, no son la mayoría. En ese mismo artículo, además, se habla de la posibilidad de «suspender» las tareas cuando haya motivos que lleven a considerar un posible riesgo en el estado de salud y de vida.
Este último punto se relaciona al proyecto de ley que fue presentado en julio de 2021 por la oposición bajo el título «Accidentes laborales por inclemencias climáticas de los trabajadores rurales». El artículo segundo explicitaba que, al haber alertas meteorológicas emitidas por el Inumet o condiciones climáticas adversas, las empresas deberían suspender inmediatamente las tareas. Sin embargo, este proyecto –que no prosperó– apuntaba específicamente a inclemencias climáticas como lluvias intensas, vientos fuertes y tormentas eléctricas, y no hacía mención específica a las olas de calor y a las radiaciones ultravioletas extremas, como las que durante estas últimas semanas se ciernen sobre algunas zonas del país.
Existe, también, el Consejo Nacional de Salud y Seguridad en el Trabajo, presidido por el Ministerio de Trabajo y que tiene una representación tripartita: el Estado, las empresas y los trabajadores. Según Tomasina, en este espacio debería comenzar a discutirse algunos conceptos y tener en cuenta las alertas meteorológicas para poder determinar si la situación es de bajo o alto riesgo para quienes trabajan a cielo abierto. El experto agregó que la normativa debería ser creada en ese ámbito. «Si nos sentamos a conversar los empresarios, los organismos estatales y los trabajadores, alguna solución le vamos a encontrar», afirmó, en tanto, Walter Migliónico, asesor del Departamento de Salud Laboral del PIT-CNT: «No se puede avanzar en tema de salud y seguridad en el trabajo sin tener claro que esto es una acción tripartita, las tres partes tienen que reunirse», agregó.
«Hay algunos avances en algunas comisiones bipartitas en algunos lugares de trabajo», advirtió Migliónico. No obstante, insistió en que el calor extremo y las altas temperaturas son algo reciente y relativo al cambio climático. A pesar de todo, ve que «hay una aproximación al tema». En el artículo 82 del decreto 321/009 se afirma que los lugares de trabajo deberían disponer un gabinete higiénico, cada 20 trabajadores, para que estos tengan la posibilidad de ducharse, con agua fría o caliente. Además, se mandata que los lugares de trabajo deberían garantizar la provisión, la conservación y la distribución de agua potable para consumo humano: «Cuando las tareas se realicen alejadas de las construcciones del establecimiento, en el frente de trabajo deberá asegurarse una dotación mínima de agua fresca apta para consumo humano de 5 litros por persona y por día, contenida en recipiente adecuado».
Respecto a la negociación para hacer efectiva la normativa existente, no es la misma historia para todos, como siempre. Existen algunos sectores para los cuales es más sencillo conseguir un ámbito bipartito de negociación. Del otro lado están, por ejemplo, los repartidores o deliveries. Según dijo a Brecha Carlos Daluz, secretario de Salud y Seguridad de la Federación Uruguaya de Empleados y Empleadas del Comercio y Servicios, estos trabajadores tienen menos posibilidades «porque en algunos casos son pequeñas empresas trabajando para sí mismos».
«Es un tema de responsabilidad ante la vida», exclamó Rodríguez, de la Unatra. Según entiende, la necesidad de los elementos de protección –desde camisas o remeras de manga larga, sombreros con cubrenuca, lentes de sol apropiados hasta pantallas solares con un factor superior a 50– es una necesidad que no todas las empresas cumplen. «Parece mentira que a veces tenés que estar reclamando: deme agua para tomar», dijo, por su parte, Migliónico. Barreto, en tanto, aludió con énfasis al período electoral, que es en el que los partidos y sus respectivos sectores arman y presentan sus programas de gobierno. Si bien cree que es uno de los temas que deberían estar sobre la mesa siempre y no únicamente en períodos electorales, afirmó que «habrá que ver cuál es la temática laboral que van a presentar luego de las internas».
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«Cada uno irá viendo»
Según explicó a Brecha el presidente del Inumet, Pablo Cabrera, la alerta por radiación emitida en la última semana «es una de las mejoras que estamos teniendo en lo referente a la gestión y la presentación de productos». Según Cabrera, comenzaron a recolectar datos de radiación y, en conjunto con la Facultad de Ingeniería de la Udelar y con el Laboratorio de Energía Solar de la sede Litoral Norte de la universidad, «damos la información para que cada uno tome su decisión frente a la exposición y bajo algunas recomendaciones». El coronel retirado destacó que, en referencia a la radiación, «esto es un aporte más para que la población tome su decisión en base a información». Asimismo, aseguró que en este momento están manteniendo reuniones con el Ministerio de Salud Pública para «tratar de seguir mejorando» el servicio. «Pero nosotros lo que hacemos es expresar información y cada uno después irá viendo», agregó.
Por su parte, la investigadora, doctora en Ciencias de la Atmósfera y expresidenta del Inumet, Madeleine Renom, explicó al semanario que no se debe confundir la ola de calor con la radiación ultravioleta, ya que son factores independientes a las temperaturas: «Por más que baje la temperatura, el índice puede seguir estando al máximo». A su vez, la investigadora destacó que hay horas específicas –como entre las 10 y las 16– en las que los rayos llegan de manera más directa a las personas.
Renom también se refirió al adelgazamiento de la capa de ozono en Uruguay. Explicó que no es solamente eso lo que influye, sino que también hay ciertos factores –como la nubosidad– que confunden a las personas, llevándolas a creer que los rayos no llegan. Según la investigadora, «al amanecer o al atardecer» la peligrosidad disminuye. Renom expresó que la protección solar debe preverse para todas las personas, no solamente para quienes se exponen o trabajan a la intemperie. Además, recordó que, en ocasiones, «las personas piensan que el sol hace mal solo si vas a la playa, pero ¿a la rambla no? El sol es el mismo».