Brasil – Violencia: los engranajes de la nacionalidad brasileña. [Entrevista con Laura Gonçalves de Lima]

Foto: Fernando Frazão | Agência Brasil

Entrevista con Laura Gonçalves de Lima*

Violencia: los engranajes de la nacionalidad brasileña 

“En el día a día de la seguridad pública hay una especie de restauración del poder del orden mediante el uso de la violencia, amenazada por la democratización como proyecto en desarrollo”, afirma la socióloga. 

Revista IHU, 11-7-2023

Traducción de Correspondencia de Prensa, 12-7-2023

“Las violaciones de los derechos humanos en Brasil fueron y son parte de la nacionalidad brasileña y no reflejan la existencia de un otro amenazante, sino imágenes de nosotros mismos”, afirma Laura Gonçalves de Lima en la videoconferencia titulada “Violencia, seguridad y ciudadanía en Brasil. Una lectura de Os Sertões de Euclides, impartida en el Instituto Humanitas Unisinos – IHU. Según ella, en una sociedad que es escenario diario de violaciones, es un error tratar la violencia sólo como objeto de conocimiento. “Como atestigua la reproducción de numerosos estudios estadísticos y demográficos sobre la desigualdad racial en términos de cuerpos y territorios violados, saber no es suficiente. Aunque fundamentales, los diagnósticos repetidos pueden decirnos más sobre la naturalización de la violencia blanca que ayudarnos a abordarla”, advierte. A continuación, publicamos la videoconferencia en formato de entrevista. 

– ¿Cómo se produce la repetición sistemática de la violencia en Brasil, como usted ha demostrado en su investigación? 

El objetivo de mi investigación es comprender la repetición sistemática de las violaciones llevadas a cabo en nombre de la sociedad brasileña, en nombre del buen ciudadano, y cómo convivimos con estas violaciones en un régimen sistemático. 

En 2014, estudié los crímenes de mayo, cuando grupos de exterminio de policías y agentes de seguridad pública mataron a más de 500 personas en ocho días en mayo de 2006, tras ataques del Primer Comando de la Capital – PCC. Intenté comprender los crímenes de mayo a través de los testimonios de las madres y familiares de las víctimas del Estado brasileño en una audiencia pública que celebró el Consejo Nacional del Ministerio Público para debatir los nueve años de impunidad de los crímenes de mayo. La grabación de los testimonios de estas mujeres sobre el peor día de sus vidas realmente me conmovió.

En 2017, cuando comencé mi doctorado en Sociología, me propuse entender cómo los agentes de seguridad pública daban sentido a estas relaciones sistemáticas. La investigación se centró en comprender cómo la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados estaba dando sentido a la violencia y a las violaciones de derechos en Brasil. Mientras tanto, se produjo la crisis económica y política, y terminamos en las elecciones de 2018, que terminó produciendo una especie de legislación popular para la producción de respuestas, que se crean en el día a día de la seguridad pública para las crisis políticas y económicas nacionales. Esto está muy bien representado en la elección de Bolsonaro, pero también en la elección de los personajes que conocí en la Comisión, es decir, diputados cuyo origen político está en las instituciones de seguridad pública. 

Agentes de seguridad pública en la política

En cierto modo, este movimiento parecía mostrar una especie de positivización de la violencia como instrumento de producción de seguridad. Esta trayectoria queda bien marcada cuando observamos el número de profesionales de la seguridad pública y militares elegidos. En 2010, hubo cuatro candidatos electos; en 2014, 19; en 2018, 42. La comisión que estudié, a cuyas reuniones asistí, estaba compuesta en su mayoría por oficiales de la policía política. Había 75 miembros, 24 de los cuales pertenecían a las fuerzas de seguridad pública o militares. Asistí a reuniones ordinarias y audiencias públicas, sobre todo en el segundo semestre de 2019, y fue entonces cuando me di cuenta de que la investigación sería muy desafiante porque la comisión era un lugar muy insalubre. Fue una experiencia muy diferente a la investigación anterior porque, con el testimonio de las madres, nos atraviesa un tipo de sufrimiento que es bastante difícil de nombrar. Al mismo tiempo, estas mujeres tienen un plan, un proyecto de país, que consiste en que ninguna otra mujer sufra lo que ellas están sufriendo; ni siquiera la madre del policía. Tienen una necesidad y un papel en la construcción de una lucha en el duelo que están viviendo. Mi investigación de maestría me inspiró mucho porque había un espacio de esperanza y admiración entre estas mujeres, pero no lo había en la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública. 

– ¿Cómo era la comisión?

En 2019, fue un escenario para la violencia como instrumento e identidad de las policías políticas. En 2020, con la pandemia, vimos los boicots en el Ministerio de Salud, la crisis en Manaos, el nombramiento de un general como Ministro de Salud. Todos los temas que me ocupaban en el campo de la seguridad pública, como el miedo, la inseguridad, la violencia, eran protagonistas en este otro espectáculo sanitario. Empecé a notar que había características compartidas por estos dos contextos. Una era la naturaleza extrema de las violaciones, la otra era el papel de las narrativas y la capacidad e incapacidad de estas narrativas para restaurar significados compartidos durante y después de experiencias traumáticas, el foco en la militarización de espacios ocupados por civiles como respuesta a crisis nacionales, y la incidencia desproporcionada de la violencia sobre cuerpos y territorios negros. 

Leyendo Os Sertões, observé varios paralelismos en la forma de justificar la violencia, pero también entre los personajes y las prácticas. El policía político aprovecha la forma en que Euclides da Cunha justificaba la violencia para decir cosas muy parecidas. Leyendo el libro, la primera imagen que me vino fue la de un cañón, que pesa toneladas y se arrastra durante kilómetros por el interior de las tierras, sin la menor necesidad, sólo para demostrar el poder bélico, y el “caveirão”. (una especie de ómnibus blindado, se utiliza como espectáculo bélico, también se lo denomina “Calavera Grande”:ndt), Hubo una interesante transferencia de significados entre los protagonistas de estos dos mundos de los que buscaba material empírico. En Os sertões, en la Guerra de Canudos, se trata de soldados republicanos. Euclides da Cunha también estaba en el ejército; era republicano. En la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública había policías y políticos. Es decir, se trata de una especie de política de las armas en la construcción de un proyecto de Brasil. 

El libro tenía imágenes de gran eficacia simbólica, así que empecé a intentar comprender qué eran esas imágenes y por qué esos dos caminos compartían tantas cosas. Me distancié de la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública y tomé el libro como una especie de simbólico, como si fuera un archivo de imágenes y narrativas del pensamiento social brasileño que ilustran cómo se retrataba la violencia en el cambio del siglo XIX al XX.

– ¿Puede explicar cómo se representaba la violencia en ese periodo? 

La Guerra de Canudos transcurre en el intermedio, cuando la esclavitud ya no tiene una disposición legal y se establece la República. En realidad, la necesidad de exterminar a Canudos es el establecimiento del poder republicano en Brasil. El poder republicano en el país se afirma con el exterminio total de la segunda mayor ciudad de Bahía en la época, que, según se calcula, tenía 20.000 habitantes y otros 5.000 soldados republicanos. 

Lo que yo buscaba en Os Sertões eran las estructuras simbólicas que producen significados compartidos sobre la violencia. Buscaba ideologías que sostuvieran el modelo civilizatorio que se desarrolló con la colonización y la esclavitud, que institucionalizó el poder bélico en la sociedad, y construí una analogía con el pensamiento mítico. Las narrativas que encajan en estructuras simbólicas tienen una capacidad peculiar, a través de la repetición, de agregar e integrar contingencias, que son disgregadoras, y experiencias con la violencia, que son disgregadoras y difíciles de simbolizar. Las narraciones consiguen integrar esas experiencias disgregadoras y esas contingencias, que son un sistema de ideas que restablecerá el orden -en este caso, un orden racial amenazado por la modernización-, poniendo a cada personaje en su lugar. Cada vez que se cuenta esta historia, lo que era complejo se convierte en una trama del bien contra el mal, y cada personaje estará en un lugar específico. 

A partir de ahí, dividí la tesis de la misma forma que Os Sertões, en tres partes: tierra, hombre y lucha, que son elementos imaginados como fundacionales del Estado-nación, territorio, población y soberanía.

– ¿En qué consiste cada uno de estos elementos y cómo se relacionan con la cuestión de la reproducción de la violencia? 

En la sección sobre la tierra, sistematicé el retrato de la guerra que hace Euclides da Cunha, tratando de identificar las imágenes que utiliza para describir la tierra, el hombre y la lucha, así como las estrategias narrativas y los impactos simbólicos de la obra. 

En la sección sobre los hombres, trabajé con el material que recogí de las reuniones de la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública. La primera parte de esta sección la dediqué a presentar la investigación sobre la producción de la política nacional de seguridad pública, compuesta por varias cosas: la revisión paradigmática de la seguridad pública en Brasil, cómo está representado el derecho a la seguridad pública en la Constitución de 1988; la revisión de los planes nacionales de seguridad pública; la revisión de los cambios legislativos que impactaron en la seguridad pública; el estatuto de desarme; la ley Maria da Penha; la ley de drogas; la ley de medidas cautelares; y una breve presentación de las crisis políticas que llevaron a las elecciones de 2018. 

La segunda parte de esta sección fue una presentación de la historia de la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública. Fue creada en 2002 y elabora informes anuales. En las presentaciones de estos documentos, busqué identificar cómo cada una de las administraciones de la comisión representaba la violencia y su papel ante la sociedad brasileña, para intentar identificar si algo había cambiado en esa legislatura en particular, la de 2019, dominada por policías y políticos. La última parte de esta sección contiene la presentación de las imágenes que recogí en la comisión y los relatos etnográficos.

En la sección sobre la lucha, busqué en los debates sobre sociología de la violencia, relaciones raciales y racismo conceptos que me ayudaran a pensar sobre la violencia y el papel de la violencia en la nacionalidad brasileña. Como hubo cuatro grandes ataques a Canudos, hice cuatro grandes ataques a la violencia y construí un espacio para entender la violencia como mediadora de la organización territorial brasileña, como instrumento de mantenimiento de la jerarquía racial, como lenguaje, como mercancía. 

La violencia se relaciona con un instrumento de restauración del poder blanco, esclavista, frente a las amenazas enunciadas por los movimientos modernizadores. En Canudos, estos movimientos eran el fin de la esclavitud, la instauración de la República, la cuestión de cómo mantener la jerarquía racial y el orden esclavista, aunque no estuviera previsto legalmente. En la Comisión Parlamentaria, se trata del propio desarrollo de la democratización de Brasil, de la ampliación y garantía de los derechos desde 1988. 

Retroalimentación sobre la seguridad pública 

La tesis es que, al reificar los cuerpos y territorios negros como representación de amenaza, el campo de la seguridad pública es aprehendido en una dinámica de retroalimentación con el imaginario simbólico racista y el régimen de jerarquía racial que fundó la sociedad brasileña. Esto, a su vez, impone límites raciales a los procesos de democratización, realización y garantía de derechos en la sociedad brasileña.

La tierra 

La primera parte de la investigación, sobre la tierra, está dedicada a Os Sertões. Según Silvio Romero, Euclides da Cunha se acuesta desconocido y se despierta famoso. Con la publicación de la obra, fue admitido simultáneamente en la Academia Brasileña de Letras y en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño. Este es un libro que se mueve entre la ciencia y la literatura, entre el reportaje y la ficción. Dos ideas son clave para entender su narrativa. 

La primera es la centralidad de la idea de lo que es el sertão. El sertão, para nosotros, está estrechamente vinculado al imaginario del Nordeste semiárido, de la cultura popular, pero en el cambio del siglo XIX al XX, no era eso. El sertão, en aquella época, se entendía casi como un territorio mítico; era una contrapartida a la idea de territorio colonial, de modernidad. La costa brasileña estaba integrada en el mundo y orientada hacia la imitación de la cultura europea, como Río de Janeiro, Salvador, Recife, y el resto de Brasil, el Brasil profundo, era un gran territorio por descubrir. Un gran territorio en el que no existía el monopolio legítimo de la violencia y la retórica de la conquista territorial. El sertão es un territorio símbolo de misterios por explorar y conquistar.

La segunda idea se refiere a la vertiente principal de la lógica de Euclides da Cunha, que es la Revolución Francesa. Como parte del ejército brasileño, en la escuela militar le enseñaron que era el portador de la Revolución Francesa, pero cuando llegó a comprender la realidad brasileña, se dio cuenta de que el ejército, en lugar de representar, estaba exterminando brasileños. Este descubrimiento atraviesa la obra y reorganiza por completo la narrativa de Euclides da Cunha. Pasa de una obra que debería ser una epopeya de la República brasileña a una obra que es una tragedia de la nacionalidad brasileña. En todo momento, intenta sistematizar conocimientos procedentes de diversos campos del saber, que se sustentan en una relación de determinismo. Primero, el determinismo de la tierra sobre el hombre, del territorio sobre la raza, y después de la raza sobre las relaciones sociales, de la raza sobre la lucha. El resultado es una obra que asume el territorio y la raza, la tierra y el hombre, como hechos coercitivos que impusieron no sólo la tragedia republicana a Canudos, sino la tragedia de la nacionalidad brasileña, que para él estaba condenada a la autodestrucción. 

El sertão pensado por la intelectualidad 

El sertão es la contrapartida de la modernidad, pensada por la intelectualidad brasileña en el cambio del siglo XIX al XX a partir de la articulación de dos binomios: una relación entre civilización y salvajismo – el sertão es un lugar salvaje – y entre imitación y autenticidad – el sertão era un lugar auténtico. Las ciudades de la costa eran civilizadas, pero estaban totalmente centradas en la imitación de la cultura y la civilización europeas. Sería en este lugar aislado y salvaje donde nacería una cultura auténtica y genuinamente brasileña. El sertão era también un lugar donde no había control social de la violencia, un lugar ambiguo. Es también un lugar de mesianismos, de promesas, muy parecido al desierto bíblico. El sertão aparece en la literatura brasileña con significados bíblicos. Euclides habla del descenso a los infiernos. Guimarães Rosa habla del limbo, el espacio de la penitencia. Pero Euclides da Cunha llama al sertão casi desierto porque es ambiguo, pasa por ciclos de lluvia y sequía que modifican la naturaleza y las condiciones de vida de esa naturaleza. Es a partir de esta característica y de esta ambigüedad del sertão que él construye una representación de quién es el sertanejo, que sería la roca viva de la nacionalidad brasileña. El sertanejo era ambiguo y mestizo. Aquí hay que diferenciar entre mestizaje y miscegenación.

El mestizaje es lo que ocurre desde que el mundo es mundo: se reproducen dos pueblos étnico-raciales distintos. El mestizaje es lo que ocurre cuando el individuo mestizado no se integra en ninguno de los dos polos originales y empieza a construir una estratificación social. 

El sertanejo, según Euclides da Cunha  

El sertanejo de Euclides da Cunha es un mestizo, pero no un mestizo cualquiera. Es un mestizo protegido por el sertão de la influencia de la cultura europea. Es sobre todo un bandeirante; su origen étnico son los bandeirantes. Dentro de la idea de las tres razas, excluye completamente a los negros de la ecuación. El mestizo de blanco y negro, que está en la costa, es inútil, para Euclides da Cunha, y debe ser superado. En ningún momento habla del mestizo del indígena mezclado con negro, y se muestra positivo con el mestizo, llamándolo la roca viva de nuestra nacionalidad, lo que podría surgir como auténtico y salvaje. Es una forma de legitimar la posesión del territorio por el hombre blanco, que, al fin y al cabo, es un hombre blanco mestizo. El propio Euclides se entendía a sí mismo en esta categoría. Solía decir que era 1/3 griego, 1/3 celta y 1/3 tapuano.

La condena de la miscegenación y del mestizaje 

Durante mucho tiempo, el mestizaje y la miscegenación fueron condenados por el discurso científico porque nada funcionaría con el mestizaje. El punto de inflexión en la comprensión del mestizaje se produjo en 1930, con Casa Grande y Senzala, de Gilberto Freyre, en la que el mestizo brasileño se presenta como prueba de que somos una sociedad tolerante, de que no somos una sociedad violenta. A diferencia de Estados Unidos y Sudáfrica, aquí existe una democracia racial. Este discurso comienza a montarse en 1930. Décadas antes, entre 1890 y 1930, había habido un movimiento de blanqueamiento de la población para modernizar el país, y con ello comenzó la inmigración de la chusma europea, básicamente para blanquear a la población brasileña. Sólo a partir de 1930 el mestizaje empezó a ser visto como algo positivo, como un valor nacional. Euclides, como escribió en 1902, está en medio. Lo que dice es lo siguiente: el mestizaje con sangre africana no funciona. La mezcla de blancos e indígenas es lo que Brasil producirá de auténtico y eso es lo que hay que reconocer. Más curioso que esto es el hecho de que olvida, en la narración, que si los bandeirantes son el origen étnico del sertanejo, fueron al sertão precisamente porque había quilombos e indígenas. Lo más simbólico de esto es que, cuando llegamos a la sección de la lucha, toda su teoría se desmorona, porque los dos personajes más peligrosos de la batalla son la negra y el mestizo entre negro e indígena. João Grande y Pajeú son los comandantes más feroces y peligrosos de Canudos. Así, hay un intento de positivizar al mestizo, al blanco y al indígena, al mismo tiempo que hay una representación del negro como un obstáculo que debe ser superado por la civilización. Utiliza las imágenes racistas que produce sobre el sertão y el sertanejo para explicar el fenómeno -que para toda la sociedad era completamente surrealista- de cómo los miserables sertanejos conseguirían derrotar a las fuerzas republicanas.

El hombre 

La segunda parte de la investigación trata sobre la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados. Cada vez que se hace política de seguridad pública, hay una obsesión por profetizar un nuevo paradigma de seguridad pública y con los policías y los políticos esto no es diferente. Pero el nuevo paradigma de la seguridad pública, para ellos, significaba dar plenas condiciones de trabajo a los agentes de seguridad pública. De alguna manera, en la comisión intentaban invertir la disposición constitucional de que la policía es un instrumento de la política. En la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados, la política era un instrumento de la policía. La política se utilizaba para aumentar el poder de la policía. 

Otro rasgo notable de la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados fue la autonomía de las fuerzas de seguridad pública y una especie de carácter premoderno de estas fuerzas, como si fueran una gran casta reacia a los mecanismos modernos de racionalización y gestión pública. Hubo un intento de preservar la acción policial como campo del misterio, de lo imprevisible, de la improvisación. Los policías de la Comisión Parlamentaria de Seguridad Pública no representan la acción policial como una promesa moderna de mediación de conflictos, sino como una actividad sacerdotal, o un heroísmo mesiánico, que produce agentes dedicados a la restauración de un pasado imaginario, en el que la autoridad se afirma mediante la represión de los conflictos sociales.

Por último, la tesis trabaja con la idea de fetiche blanco. Fetiche es una palabra que viene de “hechizo”, amuletos de protección que los portugueses llevaban en sus aventuras esclavistas. La representación compulsiva del hombre negro es un gran fetiche blanco. Es un amuleto protector que exorciza la violencia de los cuerpos y territorios blancos y la deposita en los cuerpos y territorios negros. Al hacerlo, la violación de los cuerpos y territorios negros se toma automáticamente como autodefensa. En 2019, la comisión debatía la exclusión de la ilegalidad, propuesta por Sergio Moro. Es el espejo invertido de la esclavitud que coloca la violencia sobre el otro y, a partir de ahí, toda la violencia que se ejerce sobre el otro es legítima. 

En la vida cotidiana de la seguridad pública hay una especie de restauración del poder del orden mediante el uso de la violencia, amenazada por la democratización como proyecto en desarrollo. El mandato de limitar derechos y garantías fundamentales, efectivamente producido en el cotidiano policial, manifiesta continuamente una reacción al proyecto de modernidad enunciado en la instauración de la República, una modernidad a la brasileña, guiada por la promesa del blanqueamiento de la población. En ese contexto brasileñizado, las instituciones policiales, con todas sus características premodernas, serían agentes modernizadores, retroalimentando el imaginario secular de un proyecto civilizatorio blanco.

La lucha 

La primera cuestión de este proyecto de civilización blanca depende de la reproducción de la lógica de la guerra, por lo que necesita contar con el sertão, es decir, con espacios que se presenten como impermeables a los mecanismos de control social de la violencia. En consecuencia, como en estos lugares no se puede controlar la violencia, son impermeables a la ciudadanía. 

¿Cuáles son estos territorios? Favelas, cárceles, centros socioeducativos, baile funk. Como si estuvieran entre paréntesis en el proceso civilizatorio y en la garantía de derechos, favela y cárcel, quilombo y senzala no son territorios excluidos, sino integrados por su capacidad de evocar antagonismos, amenazas y, en este proceso, autorizar combates que legitiman el uso desordenado de la violencia en nombre de la sociedad brasileña. La ciudad moderna necesita de la urbanidad no demostrable para producir su propia identidad, anclada en el orden, los avances tecnológicos y el consumo ostentoso, incluido el consumo de violencia. 

La segunda cuestión se refiere al mantenimiento de las jerarquías raciales. He trabajado sobre tres modelos de interpretación nacional que se alimentan del sistema simbólico de la esclavitud: el mito de las razas, el mito de la democracia racial y el mito del buen ciudadano. Explicaré algunos aspectos del último.

En la década de 2000, gracias al trabajo de los movimientos sociales y de la intelectualidad negra, las fantasías de la democracia racial quedaron sistemáticamente al descubierto. No sólo se presiona al Estado brasileño para que reconozca que el racismo es uno de los principales instrumentos de distribución de la riqueza y de las violaciones en nuestra sociedad, sino también para que promueva políticas destinadas a combatir el racismo. Obviamente, los ataques a las instituciones del Estado no pasan “desapercibidos”. Entre las instituciones brasileñas, las más dedicadas al ejercicio de la muerte, la defensa nacional y la seguridad pública – las Fuerzas Armadas y la policía – son también las más impermeables a las políticas e ideologías antirracistas. Su protagonismo político es, por lo tanto, radicalizado, evidenciado en el descontrol de la violencia que victimiza a los jóvenes negros en las asombrosas tasas de encarcelamiento, pero también en la forma en que sectores blancos de la población brasileña reclaman su intervención política, y en la consecuente ocupación del Estado brasileño, en los niveles Ejecutivo y Legislativo, por agentes de esas instituciones. 

La violencia como lenguaje 

El penúltimo enfoque que he adoptado es el de la violencia como lenguaje, un lenguaje que no sólo comunica dominación, sino también pertenencia. Esto fue muy evidente en la Comisión Parlamentaria. El cuerpo negro violable circula en esta estructura como una mercancía. Allí, ser una buena persona significa tener la capacidad de violar este cuerpo con impunidad. La idea de ser un buen ciudadano se comunica a través de la capacidad de violar impunemente, de violar y no ser castigado por ello. Entendiendo la violencia como un lenguaje, es posible observar que este lenguaje se instrumentaliza para comunicar jerarquías sociales que dan forma a la nacionalidad brasileña. Siempre que el proyecto secular de la supremacía blanca se ve amenazado, aunque sólo sea en el plano de las ideas, la superposición entre el campo simbólico del racismo y el campo de la violencia se desencadena en rituales de violación que buscan restaurar las jerarquías raciales. A su vez, la repetición sistemática e impune de estos rituales de violación se encuentra en una relación de retroalimentación con el imaginario simbólico del racismo/violencia, del que emergen fetiches blancos -cuerpos y territorios negros transformados en índices de violencia, capaces de positivizar toda y cualquier violencia blanca como seguridad. Esta seguridad es, al fin y al cabo, un crimen de nacionalidad.

La violencia como mercancía 

Por último, he abordado la violencia como mercancía, para entender el consumo de narrativas de violencia, tanto en el éxito de Os Sertões como en el éxito de las candidaturas de policías políticos y en la demanda de explicaciones capaces de restituir significados y orientar comportamientos en medio de la cacareada inseguridad, real o ficticia. La policía, como lo fue para los bandeirantes y otros grupos, son sólo engranajes de esta estructura de poder, de integración nacional a través de la violencia. Abastecen el mercado de cuerpos violados, pero para ellos sólo queda un excedente simbólico de violencia. Se intenta preservar la institución basada en los valores del honor y la valentía, pero la imagen de salvajismo pesa sobre los individuos, empujándolos poco a poco o bien a la autodestrucción, y esto crea un problema muy grave entre los policías en Brasil, o bien a participar en el juego como mercaderes de la violencia. En cierto modo, la informalidad policial parece mostrar que algunos de estos individuos se han dado cuenta de que son desechables dentro de las instituciones. Han comprendido los límites establecidos por la institución y han dado forma al mercado paralelo de la violencia, donde su papel es más rentable. 

Como consideraciones finales, pude constatar que existen tres operaciones fundamentales que se repiten:

1) Se opera un sistema de metáforas entre territorios y poblaciones capaz de reproducir la lógica racista esclavista en la que la territorialización de unos implica la desterritorialización de otros; 

2) Hay, en ambas narrativas, una especie de fascinación fóbica por las ambigüedades; 

3) El contacto con la violencia es para los personajes, Euclides y los policías políticos, una experiencia clave que define la legitimidad de sus narrativas. 

Estas tres características están interrelacionadas y reflejan, en cierto modo, la historicidad de la formación social de la nacionalidad brasileña. Se refieren a la construcción de una sociedad basada en las estructuras jerárquicas y las dinámicas relacionales de la colonización y la esclavitud, el mestizaje y la violencia como rito de integración nacional. Lo que circula entre estos procesos, garantizando la coherencia del proyecto, son los fetiches blancos – representaciones amenazadoras de la negritud, capaces de exorcizar y positivizar todo tipo de violencia blanca como seguridad.

El sertão es una tierra en ruinas; el hombre en ruinas es el mestizo. Como el sertão, es ambiguo e inestable. Protagonista principal en la invención de la nacionalidad brasileña, el mestizaje es el producto histórico de una sofisticada estrategia de dominación. Así como Euclides inscribe al sertanejo como “roca viva de la nacionalidad” sólo después de que la “victoria” republicana se materializara en la matanza de más de 20.000 personas, el mito de la democracia racial monumentaliza al mestizo, cuerpo producido por la violación, como símbolo de nuestros triunfos civilizatorios. La ambigüedad inherente a la idea de mestizaje es la representación que nos permite comprender la reproducción secular de las lógicas tutelares, que siguen guiando la producción de políticas públicas de seguridad en instituciones forjadas por la dominación blanca. Para pervertir la violación en triunfo y controlar las ambigüedades mestizas, entran en juego los fetiches blancos, imágenes de cuerpos y territorios negros como amenaza a los buenos valores, como “obstáculo” a ser superado por la civilización brasileña. 

En cierto modo, podríamos decir que, así como el sertão es una metáfora que nos permite entender Brasil como una tierra de promesas que acaban en espectáculos de violencia, el mestizo es la alegoría de la promesa de blanqueamiento, de la monumentalización de la violencia como rito de integración nacional. En este entramado de significados, el mestizaje es a la vez producto y productor de la violencia blanca, es decir, la territorialización del mestizo es una variable dependiente de su capacidad de asimilar y reproducir el modelo de autoridad colonial-esclavista, la violación de los cuerpos no blancos, que necesariamente incurre en una especie de autoviolación.

En resumen, Brasil, un Estado-nación colonial y esclavista, se constituye en disputas por cuerpos y territorios, con quilombos y comunidades indígenas, en guerras de retaguardia. En este sentido, no es de extrañar que los movimientos negros hayan invertido en la construcción de la identidad negra como suma de negro y moreno. La estrategia busca impedir la transformación del mestizaje en mestizaje, garantizando a los morenos referencias históricas y simbólicas que enfaticen la pertenencia y les permitan territorializarse autónomamente en relación a las dinámicas de desterritorialización. En otras palabras, rompen con la lógica de violación que guía los rituales de integración nacional: las jerarquías raciales. 

Finalmente, me queda una última reflexión. Viviendo en una sociedad que es escenario diario de violaciones atroces, es muy difícil, y en mi opinión un error estratégico, tratar la violencia sólo como objeto de conocimiento. Como atestigua la reproducción de numerosos estudios estadísticos y demográficos sobre la desigualdad racial en términos de cuerpos y territorios violados, no basta con saber. Aunque fundamentales, los diagnósticos repetidos pueden decirnos más sobre la naturalización de la violencia blanca que ayudarnos a abordarla. Producir interpretaciones que utilicen el racismo como herramienta analítica es manipular una referencia simbólica en busca de narrativas capaces de producir inflexiones, desnaturalizar la violación y enfrentar las dinámicas de perversión de la violencia en seguridad y de la seguridad en violencia.

Así como me parece haber sido la estrategia de resignificación del mestizaje, es importante encontrar formas de narrar que sean capaces de, por un lado, demostrar que las relaciones de violación fueron (y son) parte de la nacionalidad brasileña y reflejar, como el niño cuyo rostro es una herida abierta, no la existencia de un otro amenazante, sino imágenes de nosotros mismos. 

Tomar Os Sertões como guía para comprender los significados estructurales de la violencia en la vida cotidiana brasileña acabó implicándome en un ejercicio autorreferencial que refleja, en el vértigo, el agónico malestar moderno, un exilio de nosotros mismos, “vacilante y sin brillo”. Tierra de mesianismos, de soberanías polimorfas, construida sobre la guerra de retaguardia, Brasil fue y sigue siendo territorio de Quilombos y Comunidades Indígenas, estructuras sociales que antagonizan el modelo colonial-esclavista produciendo otras formas de comprensión sobre la pertenencia, la libertad y la autoridad, que pueden ser claves para que rompamos las fronteras que limitan nuestra imaginación política a la monumentalización de nuestra propia violación.

* Laura Gonçalves de Lima es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidade Estadual Paulista Júlio de Mesquita Filho, máster en Ciencias Sociales por el Centro de Investigación y Posgrado sobre las Américas de la Universidad de Brasilia – UnB y doctora en Sociología por el Departamento de Sociología de la UnB. Es investigadora del Centro de Estudios sobre Violencia y Seguridad – NEVIS, de la UnB, e investigadora asociada del Instituto de Estudios Comparados en Gestión de Conflictos Institucionales – INCT-INEAC, de la Universidad Federal Fluminense – UFF.