Italia – “Ni una lágrima para el empresario que atentó contra los derechos sociales”. [Eliana Como]

A la izquierda, Elaina Como.

“Berlusconi no era un estadista y no estoy de luto”.

A l’encontre, 14-6-2023

Traducción de Correspondencia de Prensa, 16-6-2023

Todavía no había cumplido los 20 años cuando Berlusconi llegó al poder en 1994. A lo largo de mi vida política, como en la de tantas personas de mi generación, Berlusconi fue siempre uno de los principales adversarios, el que contaminó la política de los últimos 30 años y nos condujo hasta aquí, con un gobierno ya no de la derecha liberal sino de la derecha reaccionaria y soberanista, que ya ni siquiera teme manifestar su nostalgia. Por eso, ¡hoy no lloro!

Berlusconi fue el hombre detrás de las leyes ad personam [que violan la igualdad de los ciudadanos ante la ley y favorecen el nepotismo], el de la compra y la venta de senadores, de la corrupción y la normalización de la evasión fiscal, de las relaciones con la P2 [logia Propaganda Due, una logia masónica anticomunista dirigida por Licio Gelli, admirador de Franco y Mussolini] y de la mafia, del fraude fiscal, de los ataques a la justicia y de las olgettine [las jóvenes “acogidas” por Berlusconi alojadas en via Oligettina 65, Milán, de donde viene el neologismo]. En 2001, Berlusconi era presidente del Consejo de ministros cuando estuvimos en Génova contra el G8, en una ciudad militarizada donde, durante tres días enteros, la democracia estuvo literalmente suspendida.

Durante sus gobiernos, propuso leyes que sentaron las bases de la degradación de los derechos sociales y económicos en este país. La ley Biagi sobre la precariedad [nueva flexibilidad, subcontratación, trabajo a la carta], la primera escala Maroni sobre las pensiones, el primer intento de debilitar el artículo 18 [estatuto de los trabajadores], la ley Moratti sobre las universidades, luego la ley Gelmini sobre las escuelas, la ley Brunetta que cayó como un guadañazo sobre los trabajadores del sector público, la ley Bossi-Fini contra los inmigrantes y el decreto de seguridad que introdujo el delito de inmigración ilegal. Pero también la ley 40 contra la fecundación asistida, y no sé de cuántas me olvido.

Siento su muerte, no quiero ser cínica. Pero tampoco quiero ser hipócrita. No era un estadista, ¡sino el hombre que llevó a todo un parlamento a votar que Ruby Rubacuori [de nombre real Karima el-Mahroug, nacida en Marruecos] era efectivamente sobrina de Mubarak! Gobernó el país como si dirigiera una empresa, considerándose el amo, reduciendo el papel de la oposición e inventando el peligro del comunismo. Legitimó la cultura política del privilegio y del interés personal, a la que todo puede ser sometido, incluidas las instituciones. Despenalizó la cultura de la posesión y de la mercantilización, banalizando el papel de las mujeres, reducidas a servidoras del poder, valoradas únicamente por su aspecto físico, ya fuera la canciller alemana [referencia a las expresiones insultantes hacia Angela Merkel], la primera dama de Estados Unidos [Michelle Obama] o una higienista dental. Esta cultura donde todo tiene un precio y todo se puede comprar. Donde “yo soy yo y usted no cuenta para nada”.

Berlusconi cambió sin duda el país, no era nada aburrido y contaba chistes como ningún otro político. Pero eso no basta para justificar el cierre del Parlamento durante tres días y un luto de Estado inapropiado y que divide a la población [decidido por Giorgia Meloni]. Anoche en Turín, en el Teatro Regio, el minuto de silencio impuesto por el ministro de Cultura Gennaro Sangiuliano [miembro del MSI de 1983 a 1987, luego se llamó independiente] antes del comienzo del estreno de Madama Butterfly se convirtió en lo contrario, con la mitad de la sala abucheando y miembros de la orquesta levantándose en el foso para marcharse.

Por eso no, no estoy de duelo. El rector de la Universidad para Extranjeros de Siena, Tomaso Montanari [en el cargo desde octubre de 2021], hizo bien en desobedecer y en negarse a arriar las banderas a media asta. Cuando los decretos son malsanos, la obediencia no es una virtud.

Por no mencionar el hecho de que, en las 24 horas transcurridas desde la muerte de Silvio Berlusconi, cinco trabajadores fallecieron en sus puestos de trabajo, con el habitual silencio de los medios de comunicación. El primero, fallecido el mismo día que el ex primer ministro, tenía 65 años y se cayó de un andamio en una obra. Para ellos, ni luto de Estado, ni funeral solemne, ni condolencias de Estado. ¡Sic transit gloria mundi!

* Eliana Como, dirigente nacional de la CGIL – corriente Le Radici del Sindacato.

Artículo publicado originalmente en MicroMega, 14-6-2023.