Luiz Inácio Lula da Silva en un encuentro con personalidades de la sociedad civil, en la ciudad de San Pablo. Foto: ADHOC, MAURICIO ZINA
Mientras los politólogos ensayan respuestas para la imprevista votación de Bolsonaro, partidos y gobernadores se acomodan en el tablero de cara al domingo 30. La derecha tradicional ha desaparecido del mapa.
Marcelo Aguilar, desde San Pablo
Brecha, 7-10-2022
Correspondencia de Prensa, 7-10-2022
A la ansiedad se la tragó la sorpresa. Si hasta pocas horas antes de la elección la duda era si el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva conseguiría los votos suficientes para ganarla en primera vuelta, a medida que avanzaba el conteo de votos se fue revelando una verdad incómoda: la fuerza electoral del bolsonarismo fue, una vez más, subestimada. Ni la encuesta Atlas, publicada el día anterior y que pronosticó la votación más alta de Jair Bolsonaro (41,1 por ciento), pudo predecir el porcentaje final; el mandatario terminó alcanzando 43,4 por ciento. La abrumadora mayoría de las encuestas consiguió detectar correctamente el porcentaje de Lula, que obtuvo aproximadamente 6 millones de votos más que su competidor.
El resultado es una especie de victoria agridulce para el líder del Partido de los Trabajadores (PT). A pesar de haber alcanzado la mayor cantidad de votos en una primera vuelta registrada desde la redemocratización y de haber derrotado a quien busca su reelección consecutiva –algo que nunca había ocurrido–, la distancia es bastante más apretada de lo prevista y la segunda vuelta, que parecía un trámite, se convirtió en un escenario incierto. Lo primero que tuvo que hacer Lula tras conocer los resultados fue tratar de que sus votantes y su militancia no perdieran el ánimo. Habló primero desde su búnker de campaña y luego fue a dar un discurso en la avenida Paulista. Bolsonaro, en tono parsimonioso, dijo, por su parte, haber visto una «voluntad de cambio por parte de la población».
La campaña al balotaje empezó esta semana con la viralización de un video antiguo del ultraderechista, en el que aparece en un templo masónico, lo que le suscitó acusaciones de asociación satánica de parte de los más fundamentalistas y sacudió a su equipo de campaña digital. Hasta el pastor neopentecostal Silas Malafaia, líder de la iglesia Asamblea de Dios y aliado de Bolsonaro, tuvo que salir en su defensa. Los primeros días tras la votación marcaron el tono de la disputa en las redes, que promete ser intensa.
Otra utilidad
Por estas horas los politólogos ensayan varias explicaciones. El voto «útil» y el «avergonzado» o «escondido», ese que los analistas creían que podía ir hacia Lula, podría haber terminado yendo hacia Bolsonaro. La directora de Datafolha, Luciana Chong, afirmó en entrevista a Globonews que «los electores decidieron el voto a última hora» y que «las propias encuestas que preveían una victoria de Lula en primera vuelta pueden haber promovido la migración de votos hacia Bolsonaro». El sociólogo Sérgio Abranches dice a Brecha que está de acuerdo con ese diagnóstico: «Probablemente hubo una migración de electores antipetistas que estaban con Ciro Gomes, Simone Tebet o Soraya Thronicke, y que migraron para Bolsonaro frente a la perspectiva de una victoria de Lula en primera vuelta, en una elección marcada por una repulsión recíproca entre antibolsonarismo y antipetismo».
Abranches agrega otros dos elementos. El primero es la precisión de las informaciones: «No podemos olvidar que no sabemos cómo es la sociedad brasileña hoy, hace 12 años que no hay censo y pasamos por dos años devastadores de pandemia, estamos en la oscuridad». Y, segundo: «Hay una reticencia de una parte de los electores, que presumo bolsonaristas, a responder a las encuestas. Desde ese sector se ataca a las encuestadoras, sobre todo a Datafolha. Los institutos ya venían diciendo que este año enfrentaban dificultades mayores para obtener respuestas». De hecho, los sondeos erraron fuera del margen de error solo en el caso de Bolsonaro.
Para Abranches, «el margen de disputa para esta elección ahora es pequeño, ya que Bolsonaro y Lula concentraron casi el 90 por ciento de los votos». A su vez, recuerda que es bastante improbable que haya pérdida de votos de un candidato en el balotaje, una instancia en la que generalmente se consolidan y amplían las tendencias de la primera vuelta. La encuesta IPEC, publicada este miércoles, da un 51 por ciento para Lula y un 43 por ciento para Bolsonaro; de acuerdo a PoderData, Lula conquistará 52 por ciento y Bolsonaro 48; Quaest, por su parte, da 48 puntos a Lula, 41 a Bolsonaro y 7 a los indecisos. Mientras tanto, el líder de la bancada oficialista en Diputados, Ricardo Barros, prepara un proyecto de ley para criminalizar encuestas que terminen siendo divergentes de los resultados de las urnas, y el presidente de la Cámara, Arthur Lira –que fue reelecto en su banca el domingo–, ya afirmó que pondrá la iniciativa a discusión. Lira es uno de los principales aliados de Bolsonaro y es instrumental para su blindaje en el Congreso.
El Tablero
El tiempo apremia y los candidatos precisan moverse con agilidad para cosechar apoyos para el 30 de octubre. Hasta ahora, Lula conquista más simpatías entre los partidos y Bolsonaro entre los gobernadores. El martes, el PDT (Partido Democrático Laborista), que tiene a Ciro Gomes como principal figura, decidió de forma unánime el apoyo a la candidatura de Lula, por ser «la más próxima» al programa de su partido. Gomes tuvo una bajísima votación y terminó en cuarto lugar, con el 3,04 por ciento, unos 3.500.000 votos. En la recta final de la campaña, profundizó sus ataques a Lula, a su partido y a su militancia, a la que llegó a acusar de ser «nazis» y actuar contra él en plan de «exterminio». En un video publicado este martes, y sin nombrar a Lula, Gomes dijo que acatará la decisión de su partido.
Tebet, tercera en la elección del domingo, con el 4,16 por ciento, declaró su apoyo a Lula este miércoles. «Le daré a él mi voto, porque reconozco su compromiso con la democracia y la Constitución, compromiso que desconozco en el actual presidente.» También algunas figuras de la derecha tradicional, quizás la gran perdedora de esta elección, declararon su apoyo a Lula. Entre ellos, el expresidente Fernando Henrique Cardoso y el exsenador José Serra.
Por su lado, Bolsonaro recibió el apoyo casi inmediato del gobernador reelecto del estado de Minas Gerais, Romeu Zema, del Partido Novo. Minas es uno de los principales reductos electorales del país y, a pesar de la contundente victoria de Zema para el Ejecutivo local, quien venció la elección presidencial allí fue Lula, con el 48,29 por ciento. También anunció su apoyo a Bolsonaro el candidato a gobernador de San Pablo, perdedor en la primera vuelta, Rodrigo García, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), en un movimiento que provocó ruido en su propia agrupación. El gobernador electo de Río de Janeiro, Cláudio Castro, que el domingo derrotó al izquierdista Marcelo Freixo, también declaró su apoyo al actual mandatario.
Línea de choque
El mayor avance del bolsonarismo, o al menos su mayor victoria simbólica, está en las elecciones legislativas. Repitiendo lo que había ocurrido durante la cresta de la ola ultraconservadora en 2018, los candidatos asociados explícitamente a Bolsonaro fueron electos en masa. El presidente consiguió ahora colocar en el Senado a varios de sus exministros de línea dura. Entre ellos, el general Hamilton Mourão, exvicepresidente; Tereza Cristina, de Agricultura; Damares Alves, de Familia –religiosa fervorosa y una de las más extravagantes detractoras de lo que llama «ideología de género»–, y el astronauta Marcos Pontes, de Ciencia y Tecnología.
De los 27 senadores electos el domingo –la votación renovaba un tercio de las bancas–, ocho son del Partido Liberal de Bolsonaro y apenas cuatro del PT. En Diputados, el oficialismo cosechó 99 escaños, conformando la mayor bancada. Le sigue la coalición de izquierdas, con 86 legisladores. También se fortaleció el centrão, esa masa amorfa de partidos que se mueven de acuerdo a intereses coyunturales y que históricamente ha dominado el Congreso. Si bien hubo cambios y ahora hay más gente de derecha en el Legislativo, no todos ellos son bolsonaristas puros. Muchos de los que pertenecen al centrão pueden apoyar eventualmente a Lula, como ya lo han hecho. Para Abranches, «habrá una oposición firme, pero creo que hay espacio para que cualquiera de los dos que gane la elección pueda formar una mayoría que le permita gobernar». «Hay posibilidades de formación de una coalición que reúna a la izquierda, la centroizquierda y el centro, así como un diseño posible de coalición de derecha, centroderecha y centro, ambas de tamaño similar y con una mayoría cómoda.»
El controversial exministro de Ambiente Ricardo Salles –acusado de connivencia con la tala ilegal de madera y supervisor de la catastrófica deforestación amazónica de los últimos años (véase «Lejos del disfraz», Brecha, 30-IV-21)– tuvo casi el triple de votos que la ambientalista y exministra de Ambiente Marina Silva, y ambos fueron electos como diputados por San Pablo. Otro bolsonarista del grupo de choque del presidente, el general Eduardo Pazuello, ministro de Salud durante la pandemia, recordado por la crisis de falta de oxígeno en Manaos, es ahora el segundo diputado federal más votado de Río de Janeiro. La operación Lava Jato también consiguió bancas. Sérgio Moro –que ya declaró su apoyo a Bolsonaro en el balotaje– y su esposa, Rosangela Moro, fueron electos: ella como diputada, él como senador. También será diputado federal el fiscal del caso, Deltan Dallagnol.
Algunos candidatos que surfearon la ola bolsonarista de 2018 y luego rompieron con el presidente no lograron repetir en el parlamento, como Joice Hasselmann, una de las más votadas en aquel entonces y que ahora perdió más de 1 millón de votos. Así también perdieron otros nombres clásicos de la derecha tradicional, encarnada por el PSDB. El partido tuvo la peor votación de su historia. No disputará la presidencia, no tendrá ningún senador y redujo sus bancas en Diputados de 22 a 13. Por si esto fuera poco, perdió la gobernación del estado de San Pablo, su gran reducto electoral, donde mantenía una hegemonía absoluta.
El diputado federal más votado por ese estado y el segundo más votado del país, el izquierdista Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad, expresó en el programa Roda Viva, este lunes: «La derecha tradicional fue tragada por el monstruo que ellos mismos crearon desde que empezaron a jugar con la democracia en 2014, creyendo que eso los beneficiaría. Soltar pitbulls es muy fácil, volverlos a agarrar es el problema».
Que país es esse
Parte de la desazón de los opositores que vieron los resultados del domingo como una derrota está relacionada con el escaso efecto que parece haber tenido en el electorado la gestión de la pandemia por el gobierno de Bolsonaro. La antropóloga e historiadora Lilia Schwarcz dice a Brecha: «Se vive un momento de gran aprehensión, porque pensábamos que el bolsonarismo era un accidente y se está demostrando que hay un Brasil bastante profundo que prefiere el autoritarismo a la democracia». Para Schwarcz, autora del libro Sobre el autoritarismo brasileño, el país «continúa siendo muy retrógrado y autoritario». «No diría conservador, porque el pensamiento conservador es bueno para la democracia si tenemos enfrente un conservadurismo que respeta la Constitución.» Para la académica, el riesgo es alto: «Países con historias y raíces de matriz autoritaria, como es el caso de Brasil, que tuvo un largo período de esclavitud y se conformó a raíz de las grandes propiedades esclavistas, y que, además, es un país muy desigual, con niveles de violencia epidémica, corren más peligros para mantener sus democracias». La socióloga Esther Solano, que ha llevado adelante estudios cualitativos con electores bolsonaristas, afirmó en una entrevista a O Globo que «el bolsonarismo, como campo sociopolítico y movimiento, está muy vivo, se capilarizó y vino para quedarse, y es evidente que tiene un poder simbólico y movilizador muy fuerte». Sobre el escaso impacto de la pandemia, Abranches dice: «No podemos dejar de considerar que, infelizmente, una gran parte de la población brasileña estuvo de acuerdo con la actitud de Bolsonaro durante la pandemia. Aquellas personas que tomaron cloroquina o que no se vacunaron son un ejemplo de eso».
El mapa de los resultados muestra una división muy clara: norte y nordeste con Lula, sur y sudeste con Bolsonaro. El nordeste históricamente ha sido un bastión petista. En Bahía, por ejemplo, Lula ganó con el 69,7 por ciento de los votos, contra el 24,3 por ciento de Bolsonaro, con una ventaja de más de 3 millones de votos. Este miércoles, al tratar de explicar su derrota en el nordeste, Bolsonaro citó «el analfabetismo y la falta de cultura», cuya responsabilidad achaca al PT. El presidente domina en estados del sur como Santa Catarina, donde ganó con más del 60 por ciento, o Paraná, así como en estados con fuerte presencia del agronegocio, como Mato Grosso do Sul. También están San Pablo y Río de Janeiro, integrantes de las regiones más ricas y conservadoras del país. Esos dos Brasiles van a la segunda vuelta y el escenario es de duda: qué Brasil ganará en las urnas y qué Brasil será construido después del 30 de octubre.