Brasil / Vila Autódromo resurge de los escombros
Resistencia olímpica
Los Juegos Olímpicos de este invierno son la excusa para que en Río continúe el proceso de gentrificación iniciado de cara al Mundial de fútbol de 2014. Barrios enteros están siendo arrasados, entre ellos Vila Autódromo, para dar lugar a espacios de súper lujo. Pero parte de sus habitantes se niegan a irse. La siguiente crónica habla de su resistencia.
Ana María Pomi, desde Río de Janeiro
Brecha, Montevideo, 1-4-2016 http://brecha.com.uy/
Las ruinas de lo que fue el barrio Vila Autódromo remiten a un terremoto. La presencia, las 24 horas del día, de un pelotón de la guardia municipal, evoca la guerra. Son restos de casas, despojos de hogares que alguna vez abrigaron familias de pescadores y trabajadoras, pedazos de vidas demolidas entre unos pocos arbustos que permanecen en pie. Como las 50 familias que no se doblegan pese a las topadoras, los chantajes, las presiones, el dinero ofrecido de manera casi obscena e incluso la violenta represión que se valió de palos, balas de goma y gases lacrimógenos para acabar con la comunidad.
Hace un par de semanas fue demolido uno de los emblemas del barrio: la sede de la asociación de vecinos, epicentro de la lucha de cuatro décadas contra los intentos de las autoridades, curvadas al poder económico, de evitar que el barrio alcance condiciones de vida dignas.
“La asociación cayó, pero nosotros no. Estamos firmes y fuertes, vamos a continuar en la lucha y no vamos a desistir. Pueden derribar mi casa, pero no van a conseguir derribarme a mí, ni sacarme de la Vila Autódromo. Yo no renuncio a mi derecho de permanecer en esta comunidad”, dijo a Brecha una de las líderes de la comunidad, Maria Penha, recuperada ya de la fractura de mandíbula que sufrió en julio durante uno de los enfrentamientos con el batallón de la Guardia Municipal.
Penha habló durante un evento que tuvo lugar el sábado 27 de febrero, en el que las 50 familias que se niegan a salir presentaron una nueva versión del Plan Popular de Vila Autódromo, un proyecto de urbanización que han venido adecuando a las exigencias de las autoridades y que fue elaborado junto a dos universidades públicas.
Arquitectos, urbanistas, profesores universitarios y movimientos sociales acompañaron el acto en el que fueron demarcados los terrenos según el nuevo proyecto, que contempla viviendas, una guardería pública, un centro cultural, una nueva sede para la asociación de vecinos, una huerta con especies en extinción, y otras instalaciones consideradas importantes por los vecinos, que participaron activamente de la elaboración del plan. Cabe resaltar que el proyecto contempla las obras vecinas a la comunidad, previstas por la alcaldía para organizar los Juegos Olímpicos, lo que rebate el último pretexto del poder público para demoler a la barriada.
“Este plan es un instrumento de lucha. Lo estamos afirmando y reafirmando desde 2013, cuando junto con los vecinos comenzamos a construir el plan en base a cómo a ellos les gustaría que el barrio se transformase. Es una bandera para recordarle a Eduardo Paes (alcalde de Rio) que es posible que Vila Autódromo permanezca donde está y que va a permanecer”, dijo la arquitecta, investigadora y profesora de la Universidad Federal Fluminense Regina Bienenstein, una de las impulsoras del proyecto de urbanización.
Una antigua historia de exclusión
La omisión del poder público respecto al barrio, al que en cuatro décadas no otorgó servicios básicos mínimos, contradice la lógica y la ley. En 1992, los terrenos fueron loteados y cada familia recibió una concesión real de uso, un recurso que, si bien no les otorga un título de propiedad, les garantiza la tenencia de los terrenos durante 99 años, con posibilidad de prórroga por otros 99.
En 2005, dos años antes de los Juegos Panamericanos de Rio, el lugar que ocupa la comunidad fue declarado área de especial interés social para vivienda. Sin lograr avances en la urbanización, las familias al menos habían logrado garantizarse la permanencia. O al menos eso creían. A partir de 2009, cuando Rio fue elegida para recibir los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica, la situación se volvió crítica.
Junto a la comunidad sería erguido, como de hecho lo fue, el Parque Olímpico, una lujosa mini ciudad que será la principal sede de los Juegos Olímpicos con sus imponentes arenas, un espectacular centro de prensa y alojamientos de alto padrón para los atletas. Esto obligaba a construir viaductos y pasarelas, ampliar las avenidas que circundan el barrio, y, sobre todo, daba impulso a un antiguo sueño de las elites cariocas: que el barrio Jacarepaguá, en el que se localiza la Vila Autódromo y hace frontera con la exclusivísima Barra da Tijuca, se convierta en zona de lujo.
La Vila Autódromo fue quedando exprimida entre un enorme cantero de obras, la laguna Jacarepaguá, que la limita en uno de sus lados, la avenida de las Américas, que la delimita por otro, y los deseos de que desaparezca, que nunca cejaron.
Fue así que la barriada quedó de repente “atravesada” en los planes –y los planos– del alcalde Paes y empresarios inmobiliarios que invirtieron fortunas en sus campañas políticas, que lucrarán con las obras olímpicas y que son además los dueños de buena parte de Barra da Tijuca.
El lugar donde se asienta la comunidad queda justo donde se construirán pasarelas que conectarán la Villa de los Atletas –que se convertirá en un lujoso condominio al término de los juegos– con las reparadas avenidas y los nuevos sistemas de transporte implantados para el evento deportivo.
La presión para que los vecinos dejaran la villa fue orquestada desde varios frentes. Una y otra vez, los trabajos en las obras linderas ocasionaban la rotura de los caños de agua instalados por los vecinos, dejándolos horas o días sin agua. Lo mismo sucedía con el suministro de electricidad.
Paralelamente, la alcaldía hizo una oferta para que se fueran. Ofreció dinero a modo de indemnización o un apartamento en un complejo de viviendas populares a un quilómetro de allí. Para vender el proyecto, funcionarios municipales fueron enviados a golpear puerta por puerta y convencer a los vecinos a que aceptaran una u otra oferta.
“Acá no va a quedar nadie. Ninguna casa, nada. Es mejor aceptar ahora, negociar con la alcaldía, después, se corre el riesgo de quedarse sin nada”, era el speach repetido hasta el cansancio. Paes dijo públicamente, sin embargo, más de una vez, que sólo saldría de allí quien quisiera. Pero lo que proclamó con el micrófono en la boca lo borró en 2015 con la lapicera en la mano. En marzo de ese año, firmó un decreto que determinó la expropiación, urgente y sin necesidad de llegar a un acuerdo con sus ocupantes, de 58 viviendas que, según se alegó, ocupan un espacio de “utilidad pública”.
“Esta Justicia nuestra está corrompida. No se hace justicia para pobres”, dijo a Brecha Altair Antunes, presidente de la asociación de vecinos. “Las tierras públicas son tierras de todos. Y según nuestra legislación, la tierra pública ocupada debe privilegiar a quien está ocupando. Entonces, legalmente tenemos todos los instrumentos, Brasil es muy rico en instrumentos que podrían garantizarle el derecho a vivienda, el derecho a la ciudad a todas las personas.”
Dinero y miedo
Ante el avance de las obras que fueron “comiéndose el barrio por los bordes”, como definió Antunes, y el temor a quedarse sin nada, se sumó la tentación del dinero. A muchas familias que no resolvieron negociar inmediatamente con la alcaldía, pero que no estaban seguras de que la lucha por permanecer llegaría a buen puerto, les fueron ofrecidas sumas que en su vida hubieran soñado tener. “Desde finales de 2013 comenzamos a conversar con Paes, con los técnicos de la universidad y con la Defensoría Pública. Y se llegó a lo que se está viendo ahí: un escenario que parece Palestina, y las personas acabaron casi todas yéndose de acá. Son pocos los que aún resisten. Y esto no ocurrió porque hayamos desistido de la lucha. Comenzaron a pagar valores muy altos, algo que jamás vi en mi vida. ¿Y cómo le digo yo a un padre de familia que toda la vida ganó dos salarios mínimos que no acepte? Decírselo puedo, pero no lo va a entender. Un ciudadano que no está preparado para la lucha, que no fue preparado de niño, en la escuela, para saber luchar por sus derechos… no hay manera”, dijo Antunes.
El diputado de izquierda Chico Alemcar, del opositor Partido Socialismo y Libertad, enmarcó la situación de Vila Autódromo en un contexto de exclusión global: “La Vila Autódromo representa el choque entre dos visiones de ciudad: la que expulsa y empuja a los pobres a los cinturones periféricos, y la que respeta el derecho a la vivienda y la vida de las personas. Las fuerzas excluyentes son muy grandes, y muchas veces actúan al amparo de la justicia, que es una justicia de clase. Por otro lado tenemos una resistencia admirable y heroica de los vecinos, aún pobres, que no ceden al poder del dinero ni a las ofertas millonarias que han recibido para irse. Acá se pretende construir un área de lujo muy importante para la ciudad artificial que Rio quiere mostrarle al mundo. Algo muy lindo es la unión de la academia, las comunidades y los movimientos sociales para formular un proyecto de urbanización que ha ganado premios internacionales. Pero el poder podrido no cede, no retrocede”, indicó.
La voz de los muros que ya no están
Los escasos muros aún erguidos dan voz a la “revolta” (indignación insurgente).
“No todos tenemos un precio.”
“Nuestra pobreza infecciosa asusta. La Barra y las élites son las que nos quieren fuera.”
“Las Olimpíadas pasan, la Justicia queda… sucia.”
“Tenemos derecho a vivir aquí. Falta saber si aún existe moral en la Justicia o si es allí donde comienza la corrupción.”
Delirios de grandeza
La Barra da Tijuca es un barrio relativamente nuevo, que sobresale entre construcciones antiguas y clásicas favelas. Tiene el rostro de una Miami carioca, con edificios modernos en los que predomina el vidrio espejado. Enormes centros comerciales, agencias bancarias y lujosos condominios han brotado como hongos en los últimos años, dándole a la región un perfil de clase media ascendente. Llama la atención, en el frente de uno de los shopping, una réplica enana de la estatua de la Libertad.
Diez millones de metros cuadrados de esa Barra da Tijuca próspera y fría pertenecen al magnate brasileño Carlos Carvalho, dueño de la constructora Carvalho Hosken y el décimo tercer brasileño más rico de Brasil, según Bloomberg.
Dentro de sus dominios está la Villa de los Atletas, un lugar con 31 edificios que albergan 3.604 apartamentos y cuyo verdadero y sugestivo nombre es Ilha Pura (Isla Pura). Después de los juegos, cada uno de esos apartamentos será vendido en el marco de un millonario emprendimiento inmobiliario que el empresario de 91 años define así: “La Isla Pura tendrá los jardines del rey. Vamos a transformar a todo el mundo en rey. Estamos comenzando a crear las bases para que una nueva ciudad se desarrolle en condiciones satisfactorias para los habitantes”.
Su empresa es responsable además de la construcción de todo el parque olímpico junto a dos de las más importantes constructoras del país: Odebrecht y Andrade Gutierrez, cuyos presidentes y altos ejecutivos están presos por sus nexos con el escándalo de corrupción en Petrobras.
Carvalho no tiene dudas, ni razones para tenerlas, de que los Juegos Olímpicos, tal como dijo el alcalde Paes, dejarán un legado, al menos a sus bolsillos. Y lo admite: “Para la empresa, el proyecto olímpico fue óptimo. Tanto es así que nos empeñamos mucho”.
Es que de los diez millones de metros cuadrados de la Barra que le pertenecen, los cuatro millones de metros cuadrados que todavía están sin edificar serán beneficiados por los tres ramales de autobuses de tránsito rápido que están siendo construidos para agilizar el tránsito y la movilidad urbana durante los juegos.
Los tres nuevos corredores rápidos de ómnibus (Transolímpica, Transcarioca y Transoeste), una nueva red de saneamiento, el gas por cañería que comenzará a llegar, la pavimentación de las calles, el agua y la luz, todo pago con dinero público, valorizarán esas tierras y beneficiarán a su dueño.
“La principal dificultad que había para el desarrollo de la región era la falta de servicios de infraestructura y los Juegos Olímpicos trajeron eso. Fue un salto de miles de millones de dólares”, celebró, en entrevista al diario inglés The Guardian.
Para alcanzar el sueño de ver a Barra da Tijuca y Jacarepaguá convertidas en el nuevo centro de la ciudad, al margen de las bellezas naturales que ofrecen las playas y las montañas de la zona sur, y la arquitectura colonial del centro histórico, el “nuevo Rio de Janeiro” tiene que ser “una ciudad de elite y de buen gusto, con viviendas nobles y no viviendas para pobres”.
“¿Cómo uno va a poner pobres allí? Ellos tienen que vivir cerca porque prestan servicios y ganan dinero con quien puede (pagar), pero usted sólo tiene que poner allí a quien puede, si no arruina todo, tira el dinero”, afirmó el magnate a la cadena Bbc.
En su opinión, atender “el lado social” del legado de los juegos es “tener la inteligencia de generar confort para aquellos que pueden usufructuar de él”.