Un año después de la caída y desaparición definitiva del asadismo, Siria sigue embarcada en una trayectoria en la que las características del poder apuntan a un sistema que combina autoritarismo, confesionalismo, clientelismo y una aceptación limitada de la disidencia política y el pluralismo social, junto con una amplia liberalización económica y una gran flexibilidad en las relaciones exteriores.
