Mateo Alaluf*
A l’encontre, 4-4-2025
Traducción de Correspondencia de Prensa, 6-4-2025
Un mes y medio después de la manifestación nacional que congregó a unas 100.000 personas en Bruselas, el lunes 31 de marzo, Bélgica se paralizó: los servicios públicos y el sector privado, los aeropuertos y el transporte quedaron paralizados. El paro general convocado por la coalición sindical (Federación General del Trabajo de Bélgica, FGTB, y Confederación de Sindicatos Cristianos, CSC) tuvo una amplia participación en Valonia [Sur del país, mayoritariamente francófona], pero también en Flandes [Norte del país. El idioma mayoritario es el neerlandés o flamenco], donde la participación suele ser menor. «Afirmaban que querían recompensar el trabajo», les respondieron los sindicatos a los partidos de la coalición gubernamental, «pero mentían».
Esta demostración de fuerza es una advertencia a la coalición de derecha llamada Arizona 1que gobierna el país desde hace dos meses. Gobierno dirigido por primera vez en la historia por un primer ministro nacionalista flamenco, Bart De Wever, cuyo partido defiende la división del país. El ala más a la derecha del gobierno, representada por dos formaciones, a la derecha en el plano socioeconómico y culturalmente conservadoras, la Nueva Alianza Flamenca NVA y el Movimiento Reformador MR (liberales francófonos), está decidida de desmantelar la seguridad social y recortar los servicios públicos. El ala centrista, muy minoritaria en el gobierno, compuesta por Vooruit (Adelante), nuevo nombre adoptado por los socialistas flamencos que se han vuelto centristas, y por CD&V (Christen-Democratisch en Vlaams) y Les Engagés, herederos de los demócratas cristianos flamencos y francófonos, es más sensible a la presión sindical. 2
El Gobierno tiene la firme voluntad de aplicar inmediatamente sus emblemáticas reformas en materia de jubilación y desempleo. En primer lugar, se trata de aumentar la edad tope para la jubilación y de reducir el monto de las pensiones. Los regímenes especiales de jubilación (ferroviarios, militares, bomberos…) desaparecen, las prejubilaciones y las pensiones anticipadas fueron suprimidas o penalizadas a través de la aplicación de sanciones en caso de jubilación antes de la edad tope. En cuanto al desempleo, Bélgica contaba con un sistema de indemnización sin límite de tiempo. A partir de ahora, el seguro de desempleo se verá limitado a un máximo de dos años para los desempleados que no tengan una duración de trabajo lo suficientemente larga. A esto hay que añadir la voluntad del gobierno de reincorporar al trabajo a un mayor número de trabajadores con enfermedades de larga duración. Los funcionarios, cuyo estatuto queda abolido, y las mujeres, cuya carrera es más discontinua, se ven duramente afectados por las «reformas».
Según sus impulsores, detrás de estas medidas urgentes se perfilan otras disposiciones apenas disimuladas. Las libertades sindicales son el primer objetivo del gobierno. Los sindicatos están en el punto de mira debido a que están a cargo del pago de las prestaciones por desempleo, lo que les permite mantener el vínculo con los trabajadores desempleados. Además, vuelve a surgir la amenaza de otorgar una personalidad jurídica a las organizaciones sindicales para que, de esta manera, sean legalmente responsables de hechos que ocurran al margen de las manifestaciones y para controlar las cajas de huelga. Peor aún, aunque los movimientos sociales más importantes (manifestaciones y huelgas) obligaron al gobierno anterior a renunciar a una ley contra los disturbios que restringía y judicializaba los movimientos sociales, ésta podría resurgir en una versión aún más dura. Por último, las dudas del Gobierno a la hora de dar continuidad a los convenios previamente firmados por el «grupo de los diez» (sindicatos y patronal) sobre temas que, sin embargo, son menores, llevan a los dirigentes sindicales a sospechar que la concertación social sólo seguirá existiendo de manera formal. La patronal, que ya ha conseguido todos sus objetivos gracias al acuerdo del Gobierno, no está dispuesta a hacer concesiones, sobre todo porque, en caso de desacuerdo, el Gobierno siempre se pone de su lado.
El paro general del 31 de marzo fue una exigencia de la base sindical, que estaba furiosa, más que una decisión de las direcciones sindicales. La indignación de unos y el entusiasmo de otros fueron el motor de los piquetes de huelga. El sector cultural, los artistas directamente afectados por las medidas, también se movilizó masivamente contra el «guerra cultural» declarada por Arizona contra ellos. Por último, la situación internacional, que se presta a las declaraciones belicistas de los gobernantes y al aumento de los gastos de armamento, aportó motivos suplementarios de indignación.
La movilización sigue y se va a intensificar en los próximos meses. Ya fue convocado un nuevo paro general para el 29 de abril y, hasta entonces, se llevarán a cabo acciones sectoriales. Sin embargo, la rebelión y determinación de la movilización social se enfrenta a la determinación de un gobierno de derecha que aprovecha la ausencia de la izquierda en su seno para implementar sus «reformas». «Arizona» es la continuación de la «Sueca», la coalición gubernamental presidida por el liberal Charles Michel (2014-2018) que no cedió a pesar de las manifestaciones y las huelgas y que impuso, entre otras cosas, el aumento de la edad de jubilación a los 67 años. Teniendo en cuenta las lecciones del fracaso sufrido frente a la «Sueca», el gobierno parece ahora decidido, bajo el impulso de la NVA y el MR, a mantenerse firme. El movimiento sindical está igualmente decidido a conseguir que retroceda el «Arizona». La prensa habla de un «enfrentamiento de determinaciones» tras el éxito del paro general (Le Soir, 1-4-2025).
En términos institucionales, la izquierda, en la oposición a nivel federal y en los gobiernos regionales, había salido debilitada de las elecciones de 2024. Como consecuencia, los socialistas se embarcaron en un proceso de refundación y los ecologistas en una fase de renovación. En el sur del país, el PS, pero sobre todo el PTB, y en el norte, el PTB, en fase ascendente, podrían revitalizarse y fortalecerse a través del movimiento social. Sin embargo, la partida se juega ahora más en el terreno social que en el parlamentario. La responsabilidad y el futuro del movimiento recaen, por lo tanto, en las organizaciones sindicales.
*Mateo Alaluf, profesor emérito de Sociología de la Universidad Libre de Bruselas, autor de la obra Le socialisme malade de la social-démocratie, ediciones Syllepse y Page deux, marzo de 2021. Es uno de los responsables del Instituto Marcel Liebman
Notas
- Arizona es el nombre dado a la coalición gubernamental federal dominada por los nacionalistas flamencos NVA (amarillo) y los liberales francófonos MR (azul), que también incluye a los socialistas flamencos (rojo) y a los demócratas cristianos flamencos y francófonos (naranja). Estos colores corresponden a los de la bandera del estado de Arizona. Después del éxito de la derecha en las últimas elecciones legislativas, la coalición Arizona sucedió al gobierno de centroizquierda de Vivaldi. ↩
- En Bélgica, todos los partidos políticos están divididos según su pertenencia lingüística. Sólo el Partido del Trabajo de Bélgica PTB (izquierda radical) sigue siendo unitario. ↩