Foto: Foto: Getty Images y AFP
La Diaria, 21-1-2025
Correspondencia de Prensa, 23-1-2025
El conflicto es en la región del Catatumbo, en el noreste del país, y provocó el desplazamiento de miles de personas de sus hogares.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, decidió en la noche del lunes declarar el estado de conmoción interior debido a los enfrentamientos armados que comenzaron la semana pasada entre integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y un grupo disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El conflicto se desencadenó la semana pasada en la región del Catatumbo, situada en el departamento de Norte de Santander, ubicado en el noreste del país, junto a la frontera con Venezuela, y de acuerdo a fuentes oficiales ya dejó más de 100 muertos y decenas de heridos.
De acuerdo a lo que informó el portal colombiano La Silla Vacía, la violencia se desató por la pretensión del ELN de retomar el control total en la zona. Los combates generaron el pánico entre la población del lugar y se estima que alrededor de 20.000 personas abandonaron sus hogares en esta región montañosa y selvática en la que viven en total cerca de 250.000 habitantes, predominantemente poblaciones indígenas, y se trasladaron en su mayoría hacia Cúcuta, capital de Norte de Santander, así como también a los municipios de Ocaña y Tibú, cercanos al Catatumbo.
Estas acciones promovidas por el ELN provocaron que el presidente Petro suspendiera las conversaciones de paz con esta organización guerrillera, a la que el mandatario acusó de cometer “crímenes de guerra”.
“Lo sucedido en el Catatumbo no es sino una demostración más del tránsito de las guerrillas insurgentes hacia las organizaciones narcoarmadas. La acción de masacre cometida por el ELN con fuerzas traídas desde Arauca hasta el Catatumbo calca perfectamente el accionar de los grupos paramilitares, cuando, dirigidos por Mancuso, llegaron a la zona: masacre de campesinos civiles, en estado de indefensión. Crímenes de guerra por doquier que son crímenes contra la humanidad. Como lo anunciaba antes, el ELN se apartó de la teoría del ‘amor eficaz’ de su fundador, el sacerdote Camilo Torres Restrepo, del que aún guardo su sotana, y transitó hacia los caminos de Pablo Escobar, al que escogieron como su guía permanente”, escribió Petro en su cuenta de X.
En el texto publicado en esa red social el dirigente izquierdista agregó: “Le corresponde al ejército actual, el ejército de la Constitución, salvar y proteger a la población del Catatumbo del ELN, su asesino. El ELN ha escogido el camino de la guerra y guerra tendrá. Nosotros, el gobierno, estamos al lado del pueblo. Todo aquel que aún mantenga su corazón firme al lado del ‘amor eficaz’ será escuchado. Todo aquel que haya dejado que su corazón lo gane la codicia será enfrentado. Al pueblo, mucha organización y firmeza, las armas de la nación están a su lado”.
De acuerdo a la legislación colombiana, el presidente está facultado para decretar el estado de conmoción interior, según el artículo 213 de la Constitución, “en caso de grave perturbación del orden público que atente de manera inminente contra la estabilidad institucional, la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana, y que no pueda ser conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades de Policía”.
Con esta declaración, de acuerdo a lo que informó el portal ecuatoriano Primicias, el gobierno de Petro “tendrá las facultades estrictamente necesarias para conjurar las causas de la perturbación e impedir la extensión de sus efectos”.
La situación de la población del Catatumbo genera preocupación y en ese sentido la Oficina en Colombia de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos expresó en un comunicado que hay 23 comunidades indígenas integrantes de los pueblos Barí y Yukpa confinadas por la oleada de violencia.
También alertó que 46.000 niños, niñas y adolescentes no están pudiendo ir a estudiar. La oficina colombiana de la ONU indicó, además, que la escalada de violencia del ELN contra la población civil tiene un “impacto nefasto” para los derechos de comunidades, mujeres, niños y pueblos indígenas, así como de otras poblaciones protegidas como firmantes de paz, defensores de derechos humanos y líderes sociales.
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[Debates] – «El ELN es hoy un ejército binacional y un instrumento clarísimo de Venezuela para influir en Colombia»
José Carlos Cueto – Entrevista a Jorge Mantilla
La patilla, 22-1-2025

El proyecto de «paz total» del presidente Gustavo Petro en Colombia se tambalea.
Los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla en activo más grande del país, están suspendidos desde el 17 de enero por la violencia desatada entre este y otros grupos armados en el Catatumbo, región fronteriza con Venezuela, que hasta el momento deja decenas de muertos y secuestrados y miles de desplazados.
Los hechos provocaron que el lunes 20 de enero el presidente Petro dijera en X que declaró el estado de conmoción interior y emergencia económica para abordar la situación, a la espera de que sea aprobado por la Corte Constitucional.
El Catatumbo, hoy en crisis humanitaria, no es el único foco de terror con el que Colombia arranca este 2025.
En Cauca, Guaviare, sur de Córdoba, el Magdalena Medio o el Cesar, grupos armados protagonizan episodios sangrientos que, para el doctor en criminología de la Universidad de Illinois en Chicago y consultor en temas de crimen, seguridad y conflicto colombiano, Jorge Mantilla, indican una «implosión» de la política de paz de Petro.
Sin embargo, los últimos acontecimientos en el Catatumbo también son un recordatorio para funcionarios colombianos del delicado equilibrio que deben resolver.
Por un lado, deben contener la espiral de violencia sin romper definitivamente los diálogos de paz, lo cual «sería admitir el fracaso de la política de Petro», según Mantilla.
Y por otro, deben tener presentes que cualquier acuerdo con el ELN pasa por Venezuela, país donde esta guerrilla se consolidó en los últimos años adquiriendo un carácter «binacional» y cuyo gobierno vive las horas más bajas de su relación con la administración de Petro.
Esto, después de que Colombia se reafirmara en no reconocer la toma presidencial de Maduro tras no enseñar las actas electorales de los comicios del pasado 28 de julio.
En entrevista con BBC Mundo, Mantilla profundiza cómo queda «la paz total» de Petro tras la suspensión de diálogos con el ELN y el rol clave de Venezuela en cualquier futuro acuerdo.
¿Es coincidencia esta oleada de violencia en tantas regiones al mismo tiempo?
No creo que esto sea algo coordinado a nivel nacional, sino más bien un efecto dominó de varias dinámicas territoriales, una especie de implosión en las estrategias de apaciguamiento que había conseguido instalar el proyecto de paz total en ciertos territorios.
Los grupos armados están cada vez más fragmentados en Colombia e inmersos en varias disputas locales.
Pero el gobierno, si bien estableció negociaciones que redujeron algunas formas de violencia, también, de alguna forma, estas negociaciones aumentaron el poder de estos grupos, que incrementaron su influencia territorial y número de personas armadas.
Por ejemplo, en el sur de Córdoba vemos una crisis humanitaria desde hace un año que se expande hacia el Magdaleno Medio y el sur del Cesar que está muy relacionada con la posibilidad de entrar, influenciar y controlar el Catatumbo.
Claro que hay conexiones entre algunas de las disputas, pero pienso que simplemente está implosionando la paz total por unos acuerdos que eran insostenibles en el tiempo.
Los actores que están sentados en la mesa, como el gobierno, los grupos armados y la comunidad internacional sienten que el tiempo se agota de cara a las elecciones de 2026.
Se suponía que este era el año, 2025, en que se implementaría la paz total.
¿Por qué es tan importante el Catatumbo para los grupos armados?
Es uno de los enclaves cocaleros más importantes del país y, en los últimos años, el enclave de mayor producción de cocaína en Colombia. Superó a regiones como Nariño o Putumayo.
Es también una región fronteriza con Venezuela, donde se sufrió de primera mano la crisis migratoria y humanitaria, y hay una presencia importante de grupos armados.
Por último, sus dinámicas también impactan a Cúcuta, la capital del nororiente colombiano y un enclave también importante de tráfico de migrantes y lavado de activos.
En términos geográficos, el Catatumbo permite conectar el norte del país con Venezuela. Es la ruta por la que se puede conectar el Chocó, sur de Córdoba, el Magdalena Medio y el Cesar con Venezuela.
Quien controle el Catatumbo podría controlar la frontera venezolana y el norte de Colombia.
Para la estabilidad fronteriza es vital que Colombia y Venezuela tengan buena relación. Y justo ahora atraviesan el momento más bajo desde la llegada de Petro.
El ELN se transformó en la última década en un ejército binacional.
Entre más lejos esté el gobierno de Colombia, ya sea de Iván Duque, de Petro o el siguiente, de tener buenas relaciones con la Venezuela de Maduro, más cerca estará Venezuela del ELN y el ELN de Venezuela.
Hay una relación de interdependencia y el ELN es un instrumento de poder clarísimo de Venezuela para influenciar en Colombia.
En múltiples ocasiones, Maduro le recordó a Petro el papel que ocupa su gobierno al ser garante tanto del proceso de paz total de este grupo como el de la disidencia de Farc Segunda Marquetalia.
Mientras Petro se niega a reconocer el gobierno venezolano, el canciller de ese país, Yván Gil, dice haber estado al frente de la atención brindada a los cientos de desplazados que empiezan a cruzar la frontera hacia Venezuela huyendo de la violencia en el Catatumbo.
Cualquier desestabilización de la frontera pone la atención sobre una fallida estrategia de paz y seguridad del gobierno colombiano y no sobre la controvertida toma presidencial de Maduro en Venezuela.
La fortaleza militar del ELN, su pivote geográfico, es la frontera con Venezuela, más allá de otras estructuras regadas por el país.
Es difícil decir que lo del Catatumbo fue una orden desde Venezuela, pero sí que es una apuesta del ELN por posicionarse en toda la frontera, coparla, asumir una posición más agresiva y beligerante y, de alguna manera también, recordar que cualquiera que sea el desenlace en los diálogos de paz con el ELN, esa conversación pasa por Venezuela.
¿Cómo entonces puede encontrar Petro el equilibrio de seguir sin reconocer al gobierno de Maduro sin que se rompan las relaciones o se entorpezca la colaboración de seguridad fronteriza?
El gobierno de Petro busca una postura más pragmática frente a Venezuela. Pienso que no lo ha logrado.
Su estrategia inicial de convertirse en intermediario a tres bandas con Brasil y México del proceso venezolano tras las elecciones no salió bien y está teniendo un costo político importante para el presidente.
Se considera que no condenó lo suficiente lo que ocurrió tras las elecciones y que cuando intentó desmarcarse ya era tarde.
Ahora no puede romper la relación por razones humanitarias, comerciales y de seguridad en la frontera.
Hay que buscar esa salida más pragmática porque las conversaciones con el ELN, ya sea como garantes o facilitadores, pasan por Venezuela.
El ELN, sin quizás ser un grupo tan poderoso militarmente como el Clan del Golfo, se convirtió en un punto muy importante de la agenda colombiana.
¿Qué rol tienen las disidencias de las Farc en todo lo que está pasando?
Los últimos eventos pueden acelerar las negociaciones con algunas de las disidencias.
Dado el avance del ELN, que muy probablemente se imponga militarmente, las disidencias podrían negociar buscando protección del Estado y la implementación de ciertos proyectos productivos, comunitarios, de carácter local, en las regiones donde estos grupos están.
En la medida en que se fragmentan cada vez más, pierden más protagonismo militar aunque siguen siendo actores muy importantes a nivel regional.
Se teme que lo que estamos viendo sea el inicio de unas dinámicas de violencia más complejas y con un impacto humanitario mucho más alto.
Entonces, ¿qué tan afectado queda el proyecto de paz total de Petro?
Pienso que es un golpe definitivo. Estamos viendo, en términos humanitarios, imágenes con repertorios de violencia que no han sucedido en Colombia en los últimos 10 años.
Rememoran la violencia paramilitar de hace dos, tres décadas en el país.
Pienso que esto tendrá un enorme impacto en la legitimidad de la política de paz total. Implica que será difícil que la opinión pública colombiana considere legítimo cualquier acuerdo total o parcial que pueda lograr Petro con alguno de esos grupos.
Se considerará que están hechos sobre la base de la debilidad del Estado y que estos grupos han demostrado que no tienen voluntad de paz.
A nivel político, es un golpe contundente a la legitimidad del proyecto de paz total.
En términos territoriales pone a esa política en un momento también agónico. Esta tendrá que ser acompañada o reemplazada por una agresiva política de seguridad.
Sucederá que la paz, una agenda central de este gobierno, va a ceder cada vez más espacio en la agenda pública a la política de seguridad.
Y ese es el gran debate sobre el que pienso se van a dar las elecciones de 2026.
Cualquier avance que tenga la paz total, cualquier desmovilización de guerrillas, será difícil que logre superar la percepción del país de inseguridad, de permisividad del Estado y de total rechazo a estos grupos y sus reivindicaciones.
Resulta paradójico que los diálogos se estén enquistando precisamente con el ELN, la guerrilla con la que primero se sentó el gobierno y con la que más avances se habían logrado.
Creo que esto ocurre porque hay un error de base, de diseño, en la política de paz total y es que el Estado cedió todo desde el principio.
Es un proceso de paz al cual el Estado entró suspendiendo bombardeos, órdenes de captura contra miembros del ELN y operaciones militares.
Desde el inicio de las negociaciones, el Estado ya cedió todo lo que podía ceder. Desde entonces, vemos al Estado apelando a la buena voluntad del ELN.
El ELN, por otro lado, también transita hacia un escenario donde cada vez es más importante la delincuencia organizada.
No quiero decir que el ELN sea un grupo narcotraficante o terrorista. Eso es otro debate, pero sí que el ELN depende cada vez más de economías ilícitas.
Eso muestra unas brechas muy grandes entre la intención del gobierno y las diferencias internas del ELN, con una parte muy dedicada a la extorsión, captura del Estado, minería ilegal y control de las trochas.
El ELN tiene en su interior diferencias profundas sobre la paz y, al final, para el ELN pienso que es más importante la defensa de la revolución bolivariana que la defensa de cualquier revolución en Colombia.
Basándome en testigos y estudios de terreno, la permisividad y connivencia entre el ELN y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se hizo evidente desde 2019, especialmente en las guerras libradas contra disidencias del Frente 10 de las Farc.
En múltiples ocasiones y a través de los mandos del Frente Oriental del ELN, líderes de la guerrilla declararon lealtad a Maduro y su proyecto, al que conciben como socialista continental.
Un informe de 2024 de la Fundación Paz y Reconciliación en Colombia describió que el ELN llega a territorios presentándose como defensores de la «revolución bolivariana».
La organización Human Rights Watch, también basada en información de «múltiples testigos, personas desplazadas y funcionarios humanitarios», dieron cuenta en 2022 de «operaciones conjuntas» de la FANB y la Guardia Nacional Bolivariana con «guerrilleros del ELN», aunque esta guerrilla, tres años antes en 2019, negó vínculos con el gobierno de Maduro. Ese mismo año, Maduro negó la presencia del ELN en su país.
Las declaraciones del ELN de lealtad a Maduro fueron condenadas por la Asamblea Nacional oficialista de Venezuela.
Me llama la atención que el gobierno «suspende» diálogos, «congela» negociaciones, pero nunca las «rompe». ¿Implica eso que la puerta a la paz sigue abierta?
Primero llama la atención que Petro «suspenda» unos diálogos que ya llevaban nueve meses congelados.
Pienso que obedece a que, al final, romper definitivamente los diálogos sería reconocer de manera anticipada que hubo un fracaso.
Más allá de la postura de querer buscar la paz, el costo político de romper los diálogos sería enorme. Para el ELN también.
Al ELN le interesa dialogar, sentarse a la mesa. Hace parte de su estrategia militar.
Pero el ELN nunca habló de dejar las armas o desmovilizarse. Para ellos es muy distinto dialogar a negociar.
Creo que Colombia tiene una disyuntiva entre la paz y la guerra, pero ahora mismo no tiene ni paz ni guerra propiamente dichas.
Opino que la puerta que se deja abierta es más bien un canal humanitario pero, desde luego, pienso que el próximo gobierno tendrá que poner sobre la mesa que paz y seguridad en Colombia son dos caras de la misma moneda.
Aunque el próximo gobierno sea de derechas y lance una ofensiva contra los grupos armados, igual debe contar con una política de paz para implementar lo que ya se acordó, por ejemplo, con las Farc en 2016, y que para muchos analistas está detrás de esta implosión de violencia que estamos viendo.
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Así está Tibú, el municipio donde inició la reciente ola de violencia en Catatumbo
Mientras los desplazados aumentan y la ayuda humanitaria escasea, el ELN y la disidencia de Calarcá amenazan con recrudecer la violencia en la región. Tras una semana de estallar la guerra, Colombia+20 recorrió el municipio.
Paulina Mesa Loaiza y Enviada Especial a Tibú
El Espectador, 23-1-2023

Desde hace siete días una familia está atrapada en la profundidad de las montañas del Catatumbo. Están esperando que algún helicóptero los rescate del miedo y la zozobra de saberse solos y al borde de una guerra que podría estallar más fuerte en cualquier segundo.
Durante todos estos días solo se han podido comunicar con sus vecinos, que lograron salir en caravana hasta Tibú y ser reubicados en un albergue, ellos no alcanzaron a salir. “Estamos preocupados”, dicen en los tantos mensajes de WhatsApp que le envían a una de sus vecinas que solo puede llorar y pensar en cómo sacarlos de la violencia que los acecha. Ya ha pasado una semana desde que la ola de violencia golpeó otra vez al Catatumbo y las familias siguen buscando un lugar para estar seguros. Tras la ola de asesinatos y de desplazados, las calles de Tibú están en absoluta soledad y silencio, que es interrumpido por las bombas “de rutina” que activa el batallón del Ejército que se ubica cerca al municipio.
Los más de 36 mil desplazados han llegado a diferentes albergues ubicados en Cúcuta y Tibú huyendo de la guerra latente que se cocina y parecer estar a punto de estallar aún más entre el ELN y la disidencia que comanda Calarcá Córdoba, Estado Mayor de Bloques y Frente.
La masacre de una familia entera el pasado 16 de enero, cuando viajaban entre la vía Tibú-Cúcuta fue el epicentro de esta crisis sin precedentes hace décadas en el país que llevó al Gobierno a declarar la conmoción interior y que marcó para siempre a la comunidad.
Luego la violencia se replicó en otras veredas con el asesinato de líderes sociales, población civil y firmantes de paz. Hasta ahora se cuentan 80 muertos en solo siete días.
Pero la comunidad sabe que esto puede no ser lo último y que la violencia tiende a recrudecer. En videos, audios y mensajes, los grupos armados de lado y lado advierten que están listos para responder a la ofensiva. En los últimos días, los comandantes de los bloques que tienen injerencia en Catatumbo, Jhon Mechas, Andrey Avendaño y Richard, han enviado mensajes contundentes sobre responder a las confrontaciones, a pesar de que en un primer momento aseguraran que no lo harían.
Por el lado de la guerrilla, la orden ha sido la misma: atacar y responder. Las autoridades también han respondido y el miércoles la Fiscalía reactivó las órdenes de captura contra jefes y miembros de esa guerrilla como Pablo Beltrán, quien fue el jefe negociador en ese proceso con el Gobierno de Gustavo Petro, Nicolás Rodríguez Bautista, Antonio García, y otros líderes reconocidos del grupo armado (ver balcón).
Para la comunidad de Catatumbo, lo ocurrido en la última semana trae el recuerdo amargo y cruel de la época en que los paramilitares entraron a sangre y fuego a la región en 1999. “Lo de ahora es parecido, solo que están matando a los que andan metidos en el cuento con ellos. Yo nunca he entendido por qué se pelean, lo que creo es que las FARC se están debilitando, los poquitos que quedan son los que han peleado duro siempre”, dijo un habitante de esa zona de Norte de Santander a Colombia+20.
El temor por el recrudecimiento de la violencia
La entrada a Tibú se reconoce porque las casas están marcadas por banderas blancas. Algunas llevan la virgen de Guadalupe o la de María Auxiliadora. Otras llevan letras en aerosol con la palabra “Paz en Catatumbo”.
Habitantes de la región aseguran que la presencia de militares en la zona ha sido más constante, que los ven patrullando y tienen algunos puestos de control. En la vía Cúcuta-Tibú que recorrió este diario se pueden contar por lo menos cinco tanquetas al borde de la carretera.
Pero la crisis violencia, presente en esas calles del municipio, ha traspasado fronteras y llegó también a instancias internacionales. El miércoles, durante la presentación del informe trimestral de la Misión de Verificación de la ONU ante el Consejo de Seguridad, el canciller de Colombia, Luis Gilberto Murillo, dijo que el Gobierno rechaza sin ambigüedades los crímenes de guerra y de lesa humanidad perpetrados en Catatumbo y que “no descansará” hasta llevar a la justicia a los responsables de los crímenes del Catatumbo. La ONU dijo que era la peor crisis de Colombia tras la firma del Acuerdo de Paz.
Tibú, también recibe desplazados
Los cientos de desplazados que llegaron el pasado sábado al casco urbano huyendo del miedo y la violencia desde diferentes veredas fueron reubicados en albergues y refugios improvisados. Uno de ellos es un colegio que alberga a personas de 17 veredas de Tibú en 16 salones de clases. Todos están acondicionados con colchonetas para que las 157 familias que hasta ahora se han censado puedan acomodarse y pasar el tiempo mientras guardan la esperanza de regresar a su tierra en algún momento, “cuando se enfrenten y podamos volver”, dice un campesino mientras pide que no mencionen su nombre.
Los únicos gritos que se escuchan en ese lugar, y que rompen con la tensión que se siente en Tibú, son las de los más de 100 niños que están refugiados en ese lugar. Para mantener la inocencia viva, funcionarios del ICBF y de la Alcaldía les hacen actividades diarias, les dan tortas de colores y les ponen música para que bailen, aplaudan y se rían. Mientras tanto, los adultos se quedan pensando en la tristeza, la preocupación y la melancolía que significa perderlo todo en menos de una semana.
“Nuestro trabajo está allá. Yo salí de mi finca y dejé todo botado, mis herramientas, todo. Desde diciembre se escuchaban rumores de que iban a enfrentarse. Hasta que después de la muerte de la familia yo vi que todo el mundo se empezó a ir y entonces también salí con mi esposa, mi cuñada y el abuelo”, dijo un líder mientras espera con paciencia el almuerzo que no le han podido dar a las personas de su vereda. Casi a las tres de la tarde reciben un plato de arroz con frijoles y yuca.
Al otro lado del albergue, un líder de una de las veredas refugiadas alcanza a escuchar las bombas del Ejército que parece que detonaran a la vuelta de la esquina y solo puede decir “Padre Santo”, mientras llora. Piensa en sus hijos y teme que sean reclutados en cualquier momento. Ha escuchado rumores de que en Tibú están reclutando jóvenes y hombres adultos. El rumor también dice que todo hasta ahora empieza.
Fuentes cercanas a Colombia+20 señalaron que el Ejército, comenzará las acciones ofensivas en el territorio entre hoy y mañana. Mientras tanto, la familia encerrada en las montañas solo espera que suceda algo, un milagro que los saque de una guerra que no les pertenece.