Viento Sur, 12-1-2025
ESSF, 4-1-2025
Traducción de Faustino Eguberri
Correspondencia de Prensa, 12-1-2025
Organizarse para lograr los objetivos iniciales de la revolución
La caída del régimen de Bashar al-Assad se inscribe en continuidad con los procesos revolucionarios que comenzaron en Oriente Medio y África del Norte en 2011. El derrocamiento del régimen de la familia Assad en el poder desde 1970 es el producto la acumulación de luchas libradas desde el levantamiento popular de marzo de 2011. La ofensiva militar liderada por grupos armados de oposición que comenzó en noviembre de 2024 le dio su golpe de gracia unas semanas después, en diciembre.
Se están planteando muchas preguntas sobre el futuro de Siria, y en particular sobre cuáles son las principales amenazas para el establecimiento de una sociedad democrática. Algunos comentaristas liberales y demócratas, intelectuales y activistas se han centrado en los «felul» es decir, los residuos del antiguo régimen, particularmente en los sectores de la seguridad y militar, como la principal amenaza actual para el país. En las redes sociales, a menudo se menciona un escenario egipcio, con respecto al golpe liderado por Sisi contra el presidente Morsi, miembro de los Hermanos Musulmanes en julio de 2013.
Por otro lado, hay algunos sectores de comentaristas y demócratas que son relativamente o totalmente acríticos a la actual administración liderada por HTS. Por lo general, saludan la forma en que el grupo salafista lleva a cabo su gestión de la fase de transición.
Este artículo se propone estudiar cuáles son las principales amenazas para el futuro democrático de Siria, dicho de otra forma, para la justicia social y la igualdad para todos y todas en el país. Primero analizará la amenaza que representan los restos del antiguo régimen y luego examinará la política del HTS de consolidar su poder sobre la nueva Siria.
¿Cuál era la naturaleza del régimen de Assad?
En primer lugar, es importante analizar cuál era la naturaleza del antiguo régimen. La familia Assad había establecido un régimen despótico y patrimonial en Siria. Este régimen despótico y patrimonial era un poder absoluto autocrático y hereditario, que funcionaba a través de la apropiación del Estado por un pequeño grupo de individuos conectados por conexiones familiares, tribales, sectarias y clientelistas simbolizadas por el Palacio Presidencial ocupado por Bashar al-Assad y su familia. Las fuerzas armadas estaban dominadas por una guardia pretoriana (una fuerza cuya lealtad es para con los gobernantes, no respecto al Estado) representada por la Cuarta Brigada encabezada por Maher al-Assad, al igual que los medios económicos y las palancas de la administración. El régimen sirio desarrolló un tipo de capitalismo de compadreo dominado por un pequeño grupo de empresarios completamente dependientes del Palacio Presidencial (Bashar al-Assad, Asma al-Assad y Maher Al-Assad), que han explotado su posición dominante garantizada por este último para acumular fortunas considerables. La naturaleza rentista de la economía también fortaleció la naturaleza patrimonial del estado. En otras palabras, los centros de poder (político, militar y económico) dentro del régimen sirio se concentraban en una familia y su camarilla, los Assad, algo similar a Libia bajo Muamar Gadafi, Saddam Hussein en Irak o las monarquías del Golfo. Esto ha impulsado al régimen a usar toda la violencia a su disposición para proteger su poder.
El establecimiento de este sistema patrimonial moderno comenzó bajo el liderazgo de Hafez al-Assad tras su llegada al poder en 1970. Construyó pacientemente un Estado en el que pudiera asegurar el poder a través de diversos medios como el sectarismo, el regionalismo, el tribalismo y el clientelismo, que se gestionaban por medio de redes informales de poder y patrocinio. Esto vino junto con la dura represión contra cualquier forma de disidencia. Estas herramientas permitieron al régimen integrar, impulsar o socavar grupos pertenecientes a diferentes etnias y sectas religiosas. Lo que se tradujo a nivel local por la colaboración de varios actores sometidos al régimen, incluidos funcionarios estatales o del Baas, oficiales de inteligencia y miembros prominentes de las comunidades locales (clérigos, miembros tribales, empresarios, etc.), que aseguraban su dirección. Hafez al-Assad también abrió el camino para el inicio de la liberalización económica, en oposición a las políticas radicalmente estatalistas anteriores de la década de 1960.
La llegada de Bashar al-Assad al poder en 2000 fortaleció considerablemente la naturaleza patrimonial del Estado con un peso particularmente creciente de los “capitalistas de compadreo”. Las aceleradas políticas neoliberales del régimen llevaron a un cambio creciente en la base social del régimen constituida desde sus orígenes de campesinos, empleados del gobierno y algunas secciones de la burguesía, hacia una especie de coalición que tenía en su corazón a los “capitalistas de compadreo”: la alianza de especuladores políticos que buscan una renta (liderados por la familia madre de Assad, Makhlouf) y la burguesía y las clases medias superiores que apoyan al régimen. Este cambio fue paralelo al desempoderamiento de las organizaciones corporativas tradicionales de trabajadores y campesinos y sus redes de patrocinio y la cooptación en su lugar de grupos representantes de medios empresariales y clases medias superior. Sin embargo, esto no equilibraba ni compensaba su antigua base de apoyo. En términos más generales, el aumento de la naturaleza patrimonial del Estado y el debilitamiento del aparato del partido Ba’th y las organizaciones corporativistas hicieron que las conexiones clientelistas, tribales y sectarias fueran aún más importantes lo que se reflejó en la sociedad.
Después del levantamiento de 2011, la represión y las políticas del régimen se basaron en gran medida en su principal base de apoyo, antigua y nueva: capitalistas de compadreo, servicios de seguridad e altas instituciones religiosas vinculadas al Estado. Al mismo tiempo, hizo uso de sus redes de patrocinio sectarias, clientelistas y tribales para obtener apoyo a nivel popular. En el curso de la guerra, la acentuación de la dimensión comunitaria y clientelista alauita del régimen le ha permitido evitar deserciones importantes, mientras que los lazos clientelistas han sido esenciales para que se mantuvieran unidos al régimen los intereses de grupos sociales muy diferentes.
La base popular del régimen puso de manifiesto la naturaleza del Estado y la forma en que la élite gobernante estaba vinculada al resto de la sociedad, o más precisamente aquí a su base popular, por una mezcla de formas modernas y arcaicas de relaciones sociales, y no en el marco de una sociedad civil extensa y estructurada. El régimen solo podía apoyarse en poderes coercitivos, lo que implicaba operaciones de represión y la introducción del miedo, pero no solo. El régimen también pudo contar con la pasividad, o al menos la oposición no activa, de gran parte de los agentes de la administración urbana y, más en general, de las capas medias en las dos principales ciudades, Damasco y Alepo, aunque sus suburbios fueron a menudo focos de revuelta. Esto participaba de la hegemonía pasiva impuesta por el régimen.
Además, esta situación demostró que la base popular del régimen no se limitaba a sectores y grupos de poblaciones alauitas y/o minorías religiosas, aunque predominaban, sino que incluía personalidades y grupos de diversas comunidades religiosas y étnicas que apoyaban al régimen. En términos más generales, grandes sectores de la base popular del régimen, movilizados a través de sus vínculos sectarios, tribales y clientelistas, actuaban cada vez más como agentes de la represión ejercida por el régimen.
Esta capacidad de resiliencia ha tenido un precio, además de aumentar considerablemente la dependencia del régimen de los Estados y actores extranjeros. Se han amplificado las características y tendencias antiguas. Un pequeño grupo de “capitalistas de compadreo” reforzó considerablemente su poder, mientras que grandes sectores de la burguesía siria habían abandonado el país retirando masivamente su apoyo político y financiero al régimen. Esta situación ha obligado al régimen a adoptar un comportamiento cada vez más depredador al aspirar los recursos que le eran cada vez más indispensables de los círculos empresariales que permanecían en el país. Al mismo tiempo, se reforzaban las características clientelistas, sectarias y tribales del régimen. La identidad sectaria alauita del régimen se ha reforzado especialmente en instituciones clave como el ejército y, en menor medida, en las administraciones estatales. Al mismo tiempo, las frustraciones de la población alauita han aumentado en los últimos años debido al continuo empobrecimiento de la sociedad y a los abusos de las milicias del régimen contra ella.
De manera más general, se entiende así que el hecho de considerar el régimen como puramente alauita, a pesar de la alauitización de ciertas instituciones, en particular de su aparato represivo armado, no permite captar su dinámica y su modo de dominación. Además, el régimen no servía a los intereses políticos y socioeconómicos de la población alauita en su conjunto, sino todo lo contrario. Los muertos cada vez más numerosos en el ejército y las diversas milicias eran en gran parte alauitas; la inseguridad y las crecientes dificultades económicas han creado tensiones y avivado la animosidad de las poblaciones alauitas hacia los responsables del régimen.
La caída del régimen ha demostrado su debilidad estructural, tanto militar como económica y política. Se ha hundido como un castillo de naipes. Esto no es sorprendente, porque parecía obvio que los soldados no iban a luchar por el régimen de Assad dada la miseria de sus salarios y las condiciones a las que eran sometidos. Han preferido huir o simplemente no luchar en lugar de defender un régimen por el que tienen muy poca simpatía, sobre todo porque muchos de ellos fueron reclutados por la fuerza.
La dependencia del régimen de sus aliados extranjeros se volvió crucial para su supervivencia, lo que demuestra su debilidad. Rusia, el principal padrino internacional de Assad, ha desviado sus fuerzas y recursos hacia su guerra imperialista contra Ucrania. Como resultado, su compromiso en Siria fue significativamente más limitado que en operaciones militares comparables en años anteriores. Sus otros dos principales aliados, el Hezbollah libanés e Irán, han sido considerablemente debilitados por Israel desde el 7 de octubre de 2023. Tel Aviv asesinó a los líderes de Hezbolá, incluido Hassan Nasrallah, diezmó a sus cuadros con sus ataques con buscapersonas y bombardeó sus posiciones en el Líbano. Sin duda, Hezbolá se enfrenta a su mayor desafío desde su creación. Israel también ha lanzado oleadas de ataques contra Irán, revelando así sus debilidades. También ha intensificado el bombardeo de las posiciones de Irán y Hezbolá en Siria en los últimos meses.
Al estar sus principales partidarios superocupados y debilitados, la dictadura de Assad se encontraba en una posición vulnerable. Debido a todas sus debilidades estructurales, la falta de apoyo de la población, la falta de fiabilidad de sus propias tropas y la falta de apoyo internacional y regional, resultó incapaz de resistir el avance de las fuerzas rebeldes y, ciudad tras ciudad, su poder se derrumbó como un castillo de naipes.
En este contexto, podemos afirmar que el Palacio Presidencial está políticamente muerto. La familia de Assad ha abandonado el país, la cuarta brigada dirigida por Maher al-Assad ya no existe como unidad militar organizada y lo que quedaba de sus principales redes de poder, ya sean amigos capitalistas, líderes religiosos o jefes tribales, etc. se han vuelto inútiles y reducidos a un pequeño número de individuos desprovistos de todo poder. Mientras tanto, algunos jefes tribales, líderes religiosos y representantes de las cámaras económicas acaban de unirse a las nuevas autoridades, como lo demuestra el hecho de que han adoptado la nueva bandera siria.
¿Regreso del antiguo régimen?
Desde este punto de vista, ¿es aplicable el modelo del golpe de Estado egipcio en Siria? ¿El antiguo régimen y sus restos constituyen la principal amenaza para Siria? Creo que este es un análisis problemático. Hay dos razones principales que están relacionadas: la diferencia en la naturaleza del régimen y el hecho de que una amenaza no puede reducirse a individuos, sino que es más bien el hecho de estructuras de poder.
A diferencia de lo que ocurre en Siria, la caída del dictador Hosni Mubarak no significó el fin del régimen egipcio. En el caso de Egipto, el sistema político se parecía más a una forma de neopatrimonialismo. El nepotismo y el amiguismo estaban presentes en la familia Mubarak y todavía lo están en el gobierno dirigido por Sisi. En otras palabras, se trata de un sistema republicano autoritario institucionalizado con un grado más o menos alto de autonomía del Estado con respecto a los líderes que pueden ser reemplazados. De hecho, en el Estado egipcio, las fuerzas armadas constituyen la institución central del poder político. Ninguna familia posee el Estado hasta el punto de hacer lo que sus miembros quieran, como fue el caso en el régimen sirio de la familia Assad. Es el alto mando militar el que domina colegialmente el Estado egipcio. Esto explica por qué los militares terminaron deshaciéndose de Mubarak y su entorno para salvaguardar el régimen en 2011. Gamal Mubarak y sus acólitos fueron expulsados de la coalición gobernante y las redes del antiguo partido gobernante, el Partido Nacional Democrático, así como el poder del Ministerio del Interior, se vieron sacudidos en consecuencia.
Del mismo modo, incluso con la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes con la elección de Morsi a la presidencia en 2012, lo anterior no significó el fin del régimen egipcio dirigido por el alto mando militar. Además, Morsi y la hermandad intentaron primero formar una alianza directamente con el ejército desde los primeros días del levantamiento en 2011, conscientes de lo que habían sido su peso político y su papel represivo durante décadas. Desde los primeros días de la revolución, la hermandad actuó como un baluarte contra las críticas y las protestas contra el ejército hasta el derrocamiento de Morsi en julio de 2013. Antes de esta fecha, denunciaron a los que se manifestaban contra el ejército calificándolos de contrarrevolucionarios y sediciosos. La constitución de diciembre de 2012 apoyada por los Hermanos Musulmanes mantuvo el presupuesto del ejército a salvo del control parlamentario y garantizó el poder de las fuerzas armadas. Morsi y la Hermandad Musulmana se opusieron a las movilizaciones populares y obreras en Egipto, incluso las reprimieron y defendieron al ejército. De hecho, Morsi nombró a Sisi al frente del ejército a sabiendas del hecho de que había hecho encarcelar y torturar a los manifestantes.
A pesar de todos los esfuerzos de colaboración desplegados por la Cofradía, el ejército derrocó a Morsi y reprimió masivamente al movimiento de la Hermandad Musulmana y a todas las formas de oposición, incluidos activistas de izquierda y demócratas. Al final, el ejército y la Cofradía representaban diferentes alas de la clase capitalista, con diferentes apoyos regionales, que no podían encontrar una solución de conciliación. El ejército, mucho más poderoso, finalmente decidió establecer su poder dictatorial directo, en detrimento de todos en Egipto. Sisi ha establecido el régimen más represivo que ha experimentado Egipto en décadas, un régimen neoliberal dictatorial que ha implementado de la manera más brutal todas las recomendaciones de austeridad del FMI, lo que ha provocado un empobrecimiento masivo y una inflación galopante.
En este contexto, en ningún momento y hasta hoy, el corazón del poder en Egipto ha sido desplazado, sino todo lo contrario. En el caso de Siria, como se explicó anteriormente, las estructuras de poder vinculadas al Palacio Presidencial ya no existen y, por lo tanto, las comparaciones con el escenario egipcio no son pertinentes.
Dicho esto, los individuos del antiguo régimen, en particular las milicias, los servicios de seguridad y la Cuarta Brigada, pueden representar una amenaza para la estabilidad de Siria. Tienen interés en alimentar los brotes sectarios, en particular en las regiones costeras donde tienen su sede principalmente desde la caída del régimen de Assad, y en menor medida en Homs. Así lo demostraron los ataques contra las fuerzas del HTS cerca de la ciudad costera de Tartus, que dejaron 14 muertos y 10 heridos el 25 de diciembre. En respuesta, las fuerzas del HTS lanzaron operaciones “en busca de los restos de las milicias de Assad”. Del mismo modo, Irán también tiene interés en crear inestabilidad jugando con las tensiones comunitaro-confesionales mediante el uso de individuos vinculados a sus redes en el país.
Algunos de los elementos relacionados con el antiguo régimen también estuvieron involucrados en las últimas movilizaciones en Homs y en las regiones costeras que siguieron a la difusión en las redes sociales de un video que mostraba el saqueo de un santuario alauita en Alepo, ocurrido unas semanas antes. Sin embargo, no se debe concluir que estas manifestaciones no son más que manipulaciones organizadas desde el exterior por Irán o por elementos del antiguo régimen; de hecho, existen temores entre la población alauita con respecto al nuevo poder, el HTS, en relación con los llamamientos a la venganza que siguieron a la caída del régimen.
Por eso hay que prestar atención al aumento de los incidentes, hasta ahora aislados o en cualquier caso sin carácter generalizado, de naturaleza sectaria que se observan desde la caída del régimen, y en particular a las ejecuciones y asesinatos perpetrados en una dinámica de venganza. Este ha sido el caso de individuos que han estado involucrados en crímenes bajo el antiguo régimen, en los que a menudo se mezclan motivos de venganza tanto políticas como sectarias, especialmente contra los alauitas. Los crímenes del régimen de Assad han desgarrado la sociedad siria, dejando tras de sí un legado de atrocidades y sufrimiento generalizado. En este contexto, es necesario establecer una acción coordinada para satisfacer las necesidades inmediatas de las víctimas y establecer mecanismos de justicia transicional global y a largo plazo. Es esencial abordar las secuelas de la brutalidad sistémica del régimen de Assad para trazar el camino hacia una paz duradera. La justicia transicional puede desempeñar un papel crucial en la prevención de los actos de venganza y el empeoramiento de las tensiones intercomunitarias.
Además de un proceso que fomenta la justicia transicional y el castigo de todas las personas involucradas en crímenes de guerra, ya sea que pertenezcan al antiguo régimen o a grupos armados de la oposición, solo un nuevo ciclo político que permita una amplia participación de las clases populares para debatir y decidir sobre las más diversas cuestiones democráticas y sociales puede restaurar la estabilidad a largo plazo.
Conclusión
Los elementos residuales del antiguo régimen, en particular los servicios de seguridad y el ejército, constituyen sin duda una amenaza para la estabilidad a corto plazo de Siria, como hemos mencionado anteriormente. Deben ser arrestados y juzgados por sus crímenes.
Sin embargo, y sin subestimar las amenazas que representan estos grupos de individuos, no constituyen una amenaza en el sentido de que puedan volver al poder y volver a imponer una dictadura. No tienen los medios políticos, militares y económicos para alcanzar tal objetivo. Es importante entender la naturaleza del régimen de Assad y la diferencia con el caso egipcio. Mientras que el antiguo régimen sirio está estructuralmente muerto, como lo demuestra la desaparición del Palacio Presidencial y sus redes, en Egipto, los centros de poder dentro del alto mando militar permanecieron en el poder a pesar de la caída de Mubarak en 2011 y la presencia de Morsi en la presidencia entre julio de 2012 y julio de 2013.
La comprensión de estas diferentes dinámicas también es importante para contrarrestar las acusaciones de ser “felul” (nostálgicos del antiguo régimen ndt) lanzadas por algunos comentaristas y medios de comunicación cercanos al nuevo poder, el HTS, contra todos aquellos que lo critican o se manifiestan contra él. Esto permite desacreditar a los individuos y grupos, así como a sus reivindicaciones políticas. Del mismo modo, hace unas semanas, la manifestación a favor de un Estado democrático y laico de Damasco fue objeto de tales acusaciones, porque varias personas fueron presentadas, a veces erróneamente, como partidarios del antiguo régimen. Más allá de la presencia de algunos individuos que pueden ser partidarios del antiguo régimen entre miles y miles de manifestantes, el objetivo real era desacreditar la manifestación y las reivindicaciones relacionadas con ella. Además, existe la voluntad de presentar temas como el laicismo y el socialismo como asociados al antiguo régimen y/o a una importación occidental para desacreditarlos.
De hecho, esto remite a la segunda parte del artículo. Una vez más, si los grupos de individuos vinculados al antiguo régimen constituyen una amenaza para la estabilidad del país, es la consolidación del poder del HTS y sus socios del Ejército Nacional Sirio (ENS), apoyado por Turquía y Qatar, lo que constituye una verdadera amenaza para una Siria democrática y progresista.
La consolidación del poder del HTS, una amenaza para una futura Siria democrática y progresista
El papel preponderante de HTS en la ofensiva militar que provocó la caída del régimen de Assad en diciembre de 2024 le valió a la organización y a su líder Ahmed al-Shara (Al-Joulani) una inmensa popularidad. Desde entonces, se benefician de una forma de legitimidad “revolucionaria” que utilizan para consolidar su dominio político y militar en las regiones que controlan.
Si el grupo ha evolucionado política e ideológicamente, abandonando sus ambiciones yihadistas transnacionales para transformarse en una fuerza que se inscribe en el marco nacional sirio, esto no significa que HTS se haya convertido en un actor favorable a una sociedad democrática y a la promoción de la igualdad y la justicia social, sino muy al contrario.
Desde esta perspectiva, es importante analizar cómo buscan consolidar su poder sobre la sociedad y establecer un nuevo orden autoritario.
El HTS consolida su poder
Después de la caída del régimen, Ahmed al-Shara comenzó reuniéndose con el ex primer ministro Mohammed al-Jalali para organizar el traspaso de poder, antes de nombrar a Mohammed al-Béchir al frente del gobierno de transición encargado de despachar los asuntos corrientes. Éste estuvo anteriormente a la cabeza del Gobierno de Salvación (SG). En cualquier caso, ejercerá sus funciones hasta el 1 de marzo de 2025. El nuevo gobierno está compuesto únicamente por personas de las filas del HTS o cercanas a él.
Ahmed al-Shara también ha nombrado nuevos ministros, responsables de seguridad y gobernadores para varias regiones, afiliados al HTS o a los grupos armados del ENS cercanos. Por ejemplo, Anas Khattab (también conocido como Abou Ahmed Houdoud) fue nombrado jefe de los servicios de inteligencia. Miembro fundador de Jabhat al-Nosra, fue el principal responsable de la seguridad del grupo yihadista. Desde 2017, dirige los asuntos internos y la seguridad de HTS. Tras su nombramiento, anunció la reestructuración de los servicios de seguridad bajo su autoridad.
Del mismo modo, la formación del nuevo ejército sirio corresponde a Ahmed al-Charaa y sus socios en el poder. Han nombrado a los comandantes del HTS entre los de graduación más alta, incluido el nuevo ministro de Defensa y comandante de la HTS desde hace mucho tiempo, Mourhaf Abou Qasra, que fue nombrado general.
Al reorganizar el ejército sirio, el gobierno de HTS también busca consolidar su control y supremacía sobre los grupos armados dispersos del país justificando sus medidas y este proceso con la prohibición de que cualquier otra entidad porte armas fuera del control del Estado, siendo los ministerios sirios de defensa e interior los únicos autorizados a poseer armas. Si bien la unificación de todos los grupos armados dentro de un nuevo ejército sirio no suscita oposición en sí misma, amplios sectores de la comunidad drusa en Sueida o los kurdos en el noreste siguen oponiéndose a ella, en ausencia de ciertas garantías, como la descentralización y un verdadero proceso de transición democrática.
En una de sus últimas entrevistas, Ahmed al-Shara también dijo que la organización de futuras elecciones podría tardar hasta cuatro años y la redacción de una nueva constitución hasta tres años. Al mismo tiempo, una “Conferencia del Diálogo Nacional Sirio”, que debía inicialmente reunir a 1.200 personalidades, que inicialmente debía celebrarse los días 4 y 5 de enero de 2025, se pospuso a una fecha desconocida. No se ha dado ninguna información sobre cómo se seleccionaron estas personalidades, aparte de que cada provincia estará representada por 70 a 100 personalidades, teniendo en cuenta todos los segmentos de las diferentes clases sociales y científicas, con representantes de jóvenes y mujeres.
Abogados sirios han lanzado recientemente una petición pidiendo que se organicen elecciones libres en su cámara sindical tras la designación por parte de las nuevas autoridades de un consejo sindical no elegido.
El HTS busca consolidar su poder mientras realiza una transición controlada; al mismo tiempo, busca calmar los temores en el extranjero, establecer contactos con las potencias regionales e internacionales y ser reconocido como una fuerza legítima con la que es posible negociar. Uno de los obstáculos para esta normalización es el hecho de que HTS sigue siendo considerada una organización terrorista por Estados Unidos, Turquía y las Naciones Unidas, mientras que Siria sigue bajo sanciones. Además, en el marco de la Ley de Autorización de Créditos para la Defensa Nacional para el año fiscal 2025, el presidente estadounidense Joe Biden firmó el 23 de diciembre la renovación de la aplicación de la Ley César hasta el 31 de diciembre de 2029, a pesar de la caída del régimen de Bashar al-Assad. Promulgado cinco años antes por el ex presidente Donald Trump, este texto prevé sanciones contra todos los actores, incluidos los extranjeros, que ayuden al régimen sirio a obtener recursos o tecnologías que puedan fortalecer sus actividades militares o contribuir a la reconstrucción de Siria.
Pero ya se pueden observar señales que sugieren un cambio en la orientación de las capitales regionales e internacionales con respecto a HTS. Está claro que Ankara es el principal apoyo político y militar de la nueva Siria, mientras que Qatar desempeñará un papel importante como pilar de su economía. Al mismo tiempo, al-Shara se esfuerza por establecer relaciones con otros Estados árabes y actores regionales e internacionales. Por ejemplo, el líder del HTS se reunió con una delegación saudí en Damasco y elogió los ambiciosos planes de desarrollo del reino saudí, en referencia a su proyecto Visión 2030, y expresó su optimismo sobre una futura colaboración entre Damasco y Riad. Para Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo, la evolución de las relaciones con los nuevos líderes sirios dependerá de su capacidad para responder a sus preocupaciones sobre la situación política en el país y evitar que Siria se convierta en una nueva fuente de inestabilidad regional. Una delegación siria visitó el Reino Saudí, compuesta en particular por el Ministro de Asuntos Exteriores, el Ministro de Defensa y el Jefe de los Servicios de Inteligencia.
También por parte de las potencias occidentales, se percibe un cambio de rumbo, incluso por parte de los Estados Unidos. La jefa de Medio Oriente de la diplomacia estadounidense, Barbara Leaf, después de reunirse con Ahmed al-Shara en Damasco a finales de diciembre, dijo que habían tenido una «buena reunión, muy productiva y exhaustiva» sobre el resto de la transición política en ese país. También calificó a Ahmed al-Shara de «hombre pragmático», anunciando que Washington iba a anular la prima de 10 millones de dólares por su cabeza que se le había impuesto desde 2013 debido a su papel en Jabhat al-Nosra.
Las recientes declaraciones de al-Shara sobre la posibilidad de una disolución del HTS también podrían ayudar a resolver algunos de estos problemas.
Además, el 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, lo que hace que su poder adquisitivo sea muy bajo y, por lo tanto, tiene un impacto negativo en el consumo interno. Mientras que en Siria no falta trabajo, a la gente no se le paga lo suficiente para mantener sus necesidades diarias. En este contexto, los sirios dependen cada vez más de las sumas enviadas por las y los emigrantes para sobrevivir.
Algunos responsables del nuevo gobierno, como el propio Ahmed al-Shara, han anunciado que se esforzarán por aumentar los salarios de los trabajadores en un 400% en los próximos días, lo que elevaría el salario mínimo a 1.123.560 libras (alrededor de 75 dólares, 72 euros). Aunque esto es un paso en la dirección correcta, no sería suficiente para satisfacer las necesidades de las personas en la medida que el costo de la vida sigue aumentando. De hecho, el medio de comunicación Kassioun estimó en octubre de 2024 que el costo de vida promedio para una familia siria compuesta por cinco personas en Damasco era de 13,6 millones de libras (alrededor de 1077 dólares o 1033 euros). El salario mínimo era de 8,5 millones (alrededor de 673 dólares, 645 euros).
Para colmo, la influencia de las potencias extranjeras en Siria sigue siendo una fuente de amenaza e inestabilidad, como lo demostró la última invasión de Israel y la destrucción aún en curso de las infraestructuras militares. Sin olvidar los constantes ataques y amenazas de Turquía en el noreste de Siria, especialmente en las zonas donde los kurdos son mayoría.
Uno de los mayores problemas en el mar de incertidumbre en el que se encuentra el país, es que la mayoría de los principales actores políticos, incluido el HTS, no tienen un programa económico político alternativo.
El HTS no tiene nada más que ofrecer que el sistema económico neoliberal y, de acuerdo con los mecanismos y formas de capitalismo de compadreo que existían bajo el régimen anterior, el grupo se esfuerza por reforzar estas formas de actuar dentro de las redes empresariales (donde encontramos tanto personajes antiguos como nuevos). En los últimos años, el Gobierno de Salvación de Idlib ha favorecido el desarrollo del sector privado y de empresarios cercanos a HTS y al propio al-Shara.
Al mismo tiempo, la mayoría de los servicios sociales, en particular la salud y la educación, han sido proporcionados por ONG y organizaciones no gubernamentales internacionales.
Bassel Hamwi, presidente de la Cámara de Comercio de Damasco, dijo que después de la caída del régimen, el nuevo gobierno sirio nombrado por HTS anunció a los líderes empresariales que adoptaría un sistema de economía de mercado e integraría el país en la economía mundial. B. Hamwi fue “elegido” para su puesto actual en noviembre de 2024, unas semanas antes de la caída de Assad. También es presidente de la Federación de Cámaras de Comercio Sirias.
Al-Shara y su ministro de Economía también se reunieron en numerosas ocasiones con representantes de estas cámaras económicas y empresarios de diferentes regiones para exponerles sus ideas económicas y escuchar sus quejas, con el fin de satisfacer sus intereses. La gran mayoría de los representantes de las distintas cámaras económicas del antiguo régimen siguen ocupando sus cargos.
Al final, este sistema económico neoliberal, combinado con el autoritarismo del HTS, seguramente conducirá a desigualdades socioeconómicas y a un continuo empobrecimiento de la población siria, que fue una de las principales razones del levantamiento de 2011.
El nuevo ministro de Economía, miembro de HTS, reafirmó esta orientación neoliberal unos días después, declarando que “pasaremos de una economía socialista […] a una economía de mercado que respete las leyes islámicas”. Independientemente del hecho de que sea totalmente falso calificar al régimen anterior de socialista, la orientación de clase del ministro se refleja claramente en el énfasis puesto en el hecho de que «el sector privado… será un socio eficaz y contribuirá a la construcción de la economía siria».
Ni una sola palabra sobre el lugar de las y los trabajadores, campesinos, agentes del Estado, sindicatos y asociaciones profesionales en la economía futura del país.
En última instancia, la forma en que se desarrollará la reconstrucción dependerá de las fuerzas sociales y políticas que participen en ella y de las relaciones de poder que se establezcan entre ellas. En este sentido, la construcción de organizaciones sindicales autónomas y de masas será esencial para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población y, más en general, para luchar a favor de los derechos democráticos y de un sistema económico basado en la justicia social y la igualdad.
Una ideología reaccionaria
En la misma línea, el HTS ha hecho varias declaraciones y ha tomado varias decisiones que confirman la naturaleza reaccionaria de su ideología.
Unos días más tarde, Aïcha al-Dibs, recién nombrada jefa de Asuntos de la Mujer y única mujer hasta la fecha en formar parte del gobierno de transición, respondiendo a una pregunta sobre el «espacio» que se daría a las organizaciones feministas en el país, dijo que si «las acciones de estas organizaciones apoyan el sistema que vamos a construir, serán bienvenidas«, y agregó: «No voy a abrir el camino a nadie que no esté de acuerdo con mi forma de pensar» Continuó la entrevista desarrollando una visión reaccionaria del papel de las mujeres en la sociedad, instando a las mujeres a “no ir más allá de los límites que Dios ha establecido a su naturaleza” y a ser muy conscientes de la importancia de su papel como educadoras dentro de la familia».
Además, el Ministerio de Educación de Siria ha modificado los programas escolares desde una perspectiva más islamo-conservadora, en particular eliminando la teoría de la evolución de los programas de ciencias, presentando a los judíos y cristianos como gentes que se han «desviado» del camino real o reemplazando las referencias a la «defensa de la nación» por la «defensa de Alá». Ante las numerosas críticas suscitadas por estos cambios, el Ministro de Educación anunció al día siguiente que “los programas de todas las escuelas sirias permanecen tal cual hasta que se formen comités especializados para revisar y evaluar los programas. Solo hemos impuesto la eliminación de todo lo que hacía la apología del difunto régimen de Assad, y hemos sustituido en todos los libros de texto imágenes de la bandera de la revolución siria por las de la bandera del régimen desaparecido…”. Por lo tanto, algunos de los cambios que se habían realizado fueron cancelados.
Así pues, no es suficiente hacer declaraciones vagas sobre la tolerancia hacia las minorías religiosas o étnicas o sobre el respeto de los derechos de las mujeres. La cuestión fundamental es el reconocimiento de sus derechos como ciudadanos y ciudadanas iguales que participan en la toma de decisiones sobre el futuro del país. En términos más generales, los responsables de HTS han mostrado claramente su preferencia por un régimen islámico y la aplicación de la sharia.
No hay solución para la cuestión kurda
Al mismo tiempo, es poco probable que el HTS esté dispuesto a apoyar las demandas de las FDS y la AANES, especialmente en lo que respecta a los derechos nacionales de los kurdos. Es que las regiones del noreste son ricas en recursos naturales, especialmente en lo referido al petróleo y la agricultura, y por lo tanto son estratégica y simbólicamente importantes. En realidad, HTS no es diferente del Consejo Nacional Sirio y de la Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y la Revolución, dos coaliciones de la oposición en el exilio que son hostiles a los derechos nacionales de las y los kurdos.
Con la caída del régimen, Turquía se ha convertido en el principal actor regional del país. Al apoyar a Hayat Tahrir al-Sham (HTS), Ankara consolida su poder sobre Siria. El principal objetivo de Turquía, además de proceder al retorno forzoso de los refugiados sirios y aprovechar las futuras repercusiones económicas de la fase de reconstrucción, es negar las aspiraciones de los kurdos a la autonomía, y más concretamente socavar las bases de la AANES. Esto crearía un precedente desfavorable para la autodeterminación kurda en Turquía.
El ministro turco de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, dijo en una conferencia de prensa conjunta con el líder del HTS que la integridad territorial de Siria era «no negociable» y que el PKK «no tenía cabida» en el país. Unos días después, el presidente Erdogan dijo que las FDS «o bien se despedían de sus armas, o serán enterradas en tierra siria». El ejército turco no ha dejado de bombardear a la población civil y a algunas infraestructuras esenciales del noreste de Siria desde finales de 2023.
Aunque HTS no ha participado en ningún enfrentamiento militar contra las FDS en las últimas semanas, la organización no ha hecho oír una oposición a los ataques llevados a cabo por Turquía, sino todo lo contrario. Mourhaf Abou Qasra, uno de los principales comandantes del HTS y nuevo ministro de Defensa del gobierno de transición, dijo que “Siria no estará dividida y que no habrá federalismo Insha´Allah. Si Dios quiere, todas estas regiones estarán bajo la autoridad de Siria”. Del mismo modo, al-Shara también se opone al federalismo.
Además, al-Shara dijo a un periódico turco que Siria establecería una relación estratégica con Turquía en el futuro, y agregó: «No aceptamos que los territorios sirios puedan amenazar y desestabilizar ni a Turquía ni a nadie».
También dijo que todas las armas debían pasar al control del Estado, incluidas las que se encuentran en las áreas de las FDS.
Todo esto mientras los responsables de las FDS han declarado repetidamente que querían negociar con HTS. El comandante de las FDS, Mazloum Abdi, dijo que estaba a favor de la descentralización del Estado y la autoadministración, pero no del federalismo, aunque estaba abierto a la idea de integrarse en un futuro ejército nacional sirio (con garantías). Dijo que las FDS no eran una extensión del PKK y que estaban dispuestas a despedir a los combatientes no sirios inmediatamente después de la conclusión de una tregua.
Al-Shara ha declarado en los últimos días que está negociando con las FDS para resolver la crisis en el noreste de Siria y que el Ministerio de Defensa sirio integraría a las fuerzas kurdas en sus filas. Pero queda por ver cómo y en qué condiciones.
Una carrera contra reloj por la defensa de un espacio democrático
La gran mayoría de las organizaciones y fuerzas sociales democráticas en el origen del levantamiento popular de marzo de 2011 fueron reprimidas sangrientamente. En primer lugar y sobre todo por el régimen, pero también por diversas organizaciones islámicas fundamentalistas armadas. Lo mismo ocurrió con las instituciones o entidades políticas alternativas locales establecidas por los manifestantes, como los comités de coordinación y los consejos locales que prestaban servicios de proximidad a la población. Sin embargo, existen grupos y redes civiles, aunque principalmente vinculados a organizaciones de tipo ONG, en todo el territorio sirio, y en particular en el noroeste de Siria, aunque su dinámica sea diferente de la que prevalecía al comienzo del levantamiento.
Al mismo tiempo, se han desarrollado otras experiencias de lucha, aunque sean de menor intensidad. Por ejemplo, desde mediados de agosto de 2023, hay manifestaciones populares y huelgas en la provincia de Sueida, poblada principalmente por la minoría drusa. En términos más generales, el movimiento de protesta no ha dejado de subrayar la importancia de la unidad siria, la liberación de los presos políticos y la justicia social, al tiempo que exige la aplicación de la resolución 2254 de la ONU que aboga por el establecimiento de una transición política. De hecho, fueron las redes y grupos locales los que propusieron una figura emblemática de la protesta, Mouhsina al-Mahithawi, que recientemente fue nombrada gobernadora de la provincia de Sueïda.
Otras ciudades y regiones bajo el control del régimen sirio, en particular las provincias de Daraa y, en menor medida, los suburbios de Damasco, también han sido escenario de manifestaciones puntuales, aunque a una escala mucho más reducida.
Estas formas de protesta prepararon en parte el terreno para el levantamiento que se produjo en los días previos a la caída de la dinastía Assad.
De manera más general, la experiencia acumulada durante los primeros años del inicio del levantamiento popular, que fue la más dinámica en términos de resistencia civil popular, se ha conservado gracias a su transmisión por parte de las y los activistas que vivieron estas experiencias y gracias a una documentación sin precedentes sobre el levantamiento, que incluye escritos, grabaciones de vídeo, testimonios y otros. Estos vastos archivos documentales sobre el movimiento de resistencia civil están destinados a integrarse en la memoria popular y a constituir un recurso crucial para quienes resistan en el futuro.
Desde el fin del régimen de Assad se han multiplicado las iniciativas locales para establecer comités locales o redes de activistas de diversas formas en las diferentes regiones, con el fin de fomentar la autoorganización, la participación desde abajo y garantizar la paz civil. Ya se han producido manifestaciones, en particular para denunciar ciertas declaraciones reaccionarias contra las mujeres.
Dicho esto, debemos ver claramente la flagrante ausencia de un bloque democrático y progresista independiente, capaz de organizarse y oponerse claramente al nuevo poder. La construcción de este bloque llevará tiempo. Tendrá que combinar las luchas contra los autócratas, la explotación y todas las formas de opresión. Deberá presentar reivindicaciones a favor de la democracia, la igualdad, la autodeterminación kurda y la liberación de las mujeres para crear solidaridad entre los explotados y los oprimidos del país.
Para promover estas reivindicaciones, este bloque progresista tendrá que construir y reconstruir las organizaciones populares, desde los sindicatos hasta las organizaciones feministas, pasando por las organizaciones comunitarias, así como las estructuras nacionales que permitan federarlas. Esto requerirá una colaboración entre los actores democráticos y progresistas de toda la sociedad.
Además, una de las tareas esenciales será abordar la principal división étnica del país, la que enfrenta a los árabes con los kurdos. Las fuerzas progresistas deben librar una lucha despiadada contra el chovinismo árabe para superar esta división y forjar la solidaridad entre estas poblaciones. Este es un desafío que se ha planteado desde el comienzo de la revolución siria en 2011 y que deberá ser superado y resuelto de manera progresista si queremos que el pueblo sirio sea realmente liberado.
Conclusión
Es importante recordar que HTS es sobre todo el producto de la contrarrevolución llevada a cabo por el régimen sirio, que reprimió sangrientamente el levantamiento popular y sus organizaciones democráticas, y que se militarizó cada vez más. El avance de este tipo de movimientos fundamentalistas islámicos es el resultado de varias razones, en particular el hecho de que el régimen facilitó su desarrollo, la represión del movimiento de protesta que condujo a la radicalización de ciertos elementos, la mejor organización y disciplina de sus grupos y, finalmente, el apoyo de países extranjeros.
Posteriormente, HTS, al igual que otras organizaciones islámicas fundamentalistas armadas, constituyó en muchos aspectos el segundo ala de la contrarrevolución, detrás del régimen de Assad.
Su visión de la sociedad y el futuro de Siria se opone a los objetivos iniciales del levantamiento y a su mensaje universal de democracia, justicia social e igualdad. Su ideología, programa político y prácticas han mostrado violencia no solo contra las fuerzas del régimen, sino también contra los grupos democráticos y progresistas, tanto civiles como armados, las minorías étnicas y religiosas y las mujeres.
En conclusión, la salvaguardia y la lucha por una sociedad democrática y progresista no pasa por la confianza en las autoridades actuales de HTS o por la asignación de buenas calificaciones o asentimientos para la gestión de la fase de transición, sino por la construcción de un contrapoder independiente que reúna redes y asociaciones democráticas y progresistas. El calendario de organización de las elecciones y la redacción de una nueva constitución, o la selección de personalidades que participarán en una «conferencia de diálogo nacional», pueden ser objeto de debates y críticas, pero el principal problema es la falta de participación de la base en el proceso de toma de decisiones y la incapacidad de presionar a HTS para imponerle concesiones. El poder de decisión está solo en manos de HTS. Este ejecutivo también cuenta con el apoyo de sus principales patrocinadores, Turquía y Qatar, pero también, en general, de la gran mayoría de las potencias regionales e internacionales. En términos más generales, tienen como objetivo común (re)imponer una forma de estabilidad autoritaria en Siria y en la región. Obviamente, esto no significa que haya unanimidad entre las potencias regionales e imperiales. Cada una de ellas tiene sus propios intereses, a menudo antagónicos, pero no quieren una desestabilización de Oriente Medio y el norte de África.
La esperanza de un futuro mejor está en el aire después de la caída de Assad. Todo esto dependerá de la capacidad de las y los sirios para reconstruir las luchas desde la base. Actualmente, el poder y el control de HTS sobre la sociedad aún no están completos, porque sus capacidades humanas y militares siguen siendo demasiado limitadas para imponer plenamente su autoridad en toda Siria, por lo que hay cierto espacio para organizarse. Este espacio debe ser aprovechado.
En última instancia, solo la autoorganización de las clases populares que luchan por reivindicaciones democráticas y progresistas allanará el camino hacia una verdadera liberación y emancipación.
Al menos ahora existe esta oportunidad, pero estamos en una carrera de velocidad; las clases populares de Siria deben organizarse para hacer fructificar todos los sacrificios realizados para que finalmente se cumplan las aspiraciones iniciales de la revolución a la democracia, la justicia social y la igualdad.
-Artículo original publicado en SyriaUntold, 4-1-2025