Jill Stein (Partido Verde) y Cornel West (DSA).
International Socialism Project, 13-4-2024
Traducción de Correspondencia de Prensa, 15-4-2024
No es ningún secreto que la mayoría de los votantes estadounidenses están descontentos con la opción del partido mayoritario Biden-Trump en las elecciones presidenciales de 2024. Y no es ningún secreto que los estadounidenses desearían que el sistema político les ofreciera más opciones que el duopolio demócrata-republicano. El otoño pasado, una encuesta de Gallup informó de que el 63% de los adultos estadounidenses afirmaban que era necesario un tercer partido porque los partidos mayoritarios hacen un «mal trabajo a la hora de representar al pueblo estadounidense». Aunque este fue el nivel más alto de apoyo a un tercer partido detectado por Gallup en los 20 años que lleva realizando la encuesta, el apoyo a un tercer partido se mantiene aproximadamente en ese nivel desde 2013.
Antes de 2013, los datos de Gallup mostraban una caída del apoyo a un tercer partido y un aumento de la opinión sobre que los principales partidos «hacen un trabajo adecuado» a la hora de representar al pueblo estadounidense en los años de elecciones presidenciales. Pero eso cambió desde 2012, aunque el comportamiento del electorado estadounidense -apostar por los dos grandes partidos en cada año electoral- sigue reflejando el antiguo esquema.
Recién en 2016, cuando el electorado se enfrentó a la desdichada elección de Hillary Clinton frente a Trump, aumentaron los votos a partidos distintos de los demócratas y los republicanos. Alrededor del 5% de los que votaron en las elecciones presidenciales de ese año eligieron a terceros partidos, como los Libertarios o los Verdes, frente a Clinton o Trump.
Los liberales (izquierda y demócratas) siguen acusando a Jill Stein, del Partido Verde, de haberle hecho perder a Hillary Clinton victorias en estados indecisos clave en 2016, a pesar de que Clinton era una pésima candidata que hizo una pésima campaña. Es un poco exagerado que los demócratas acusen a Stein (1:256.000 votos, 0,98% de los votos) de haber permitido la victoria de Trump en el estado «decisivo» de Wisconsin, cuando Clinton no hizo campaña en él durante las elecciones generales. También se podría argumentar que el libertario Gary Johnson restó suficientes votos (4:489.000 votos, 3,27%) a Trump como para que Clinton ganara por poco margen en estados como Colorado, Nuevo Hampshire, Maine y Nuevo México.
Todos estos cálculos se derivan del absurdo de elegir a un presidente basándose en los votos estado por estado en un «colegio electoral» (por sufragio indirecto) que sobrerrepresenta a los estados conservadores poco poblados. Clinton obtuvo casi 3 millones de votos más a nivel nacional que Trump en 2016. Sin embargo, perdió las elecciones porque unos 78.000 votos en tres estados fueron a parar a manos de Trump.
Los demócratas están decididos a no repetir la experiencia de 2016 en 2024. Pero en lugar de centrarse en dar al electorado algo por lo que votar, crean alarmismo sobre Trump y montan una campaña multimillonaria para descalificar los desafíos de terceros partidos. Los demócratas han reunido un «ejército de abogados» que intentarán poner trabas legales a los candidatos de terceros partidos que desafían a Biden.
«La ofensiva legal, dirigida por Dana Remus, que hasta 2022 fue asesora del presidente Biden en la Casa Blanca, y Robert Lenhard, abogado externo del partido, contará con la ayuda de un equipo de comunicación dedicado a contrarrestar a los candidatos que los demócratas temen que puedan jugarle una mala pasada a Biden. Equivale a una especie de juego de («Whac-a-Mole», que consiste en pegar con un martillo a topos de plástico que asoman la cabeza en la consola de juegos) legal, un plan de contrainsurgencia estado por estado antes de unas elecciones que podrían depender de unos pocos miles de votos en los estados indecisos», informó el New York Times el 20 de marzo.
Esta campaña obtuvo su primera gran victoria a principios de abril, cuando el comité de acción política No Labels, cuyo eslogan es «Not Left. Not Right. Forward», anunció que no realizaría campaña presidencial en 2024. Y no fue por no haberlo intentado. Pero No Labels -una creación de los grupos de presión de Washington DC que abrigan la fantasía de que los votantes estadounidenses anhelan una alternativa «moderada» a los partidos corporativos «extremos»- no pudo encontrar a un político de la corriente dominante en el molde del difunto (y no lamentado) senador Joseph Lieberman que aceptara encabezar su candidatura.
Los demócratas apuntan ahora contra la candidatura independiente del abogado ecologista y antivacunas Robert Kennedy, Jr. (RFK Jr.) A pesar de la pertenencia de Kennedy al famoso clan Kennedy del Partido Demócrata y de su historial de trabajo en cuestiones medioambientales, hoy en día se lo conoce sobre todo como uno de los principales difusores de desinformación sobre las vacunas, y cuyo perfil recibió un impulso durante el apogeo de la pandemia de COVID-19. Los demócratas temen que pueda utilizar su nombre y recaudar suficiente dinero para representar un desafío a Biden a nivel estatal.
Algunas encuestas del año pasado sugerían que Kennedy podría obtener un apoyo de dos dígitos, incluso alcanzar los niveles que el multimillonario desequilibrado Ross Perot alcanzó en 1992. [Perot obtuvo alrededor del 19% del voto nacional en las elecciones contra el entonces presidente George H.W. Bush y el aspirante Bill Clinton]. No obstante, es poco probable que RFK Jr. termine con un apoyo superior al 2 a 3 por ciento en total. Y su campaña sólo aparece en las listas de seis estados en el momento de escribir estas líneas. Anteriormente se presentó a las primarias demócratas, pero las abandonó tras no conseguir apoyo.
Aún así, los demócratas no se arriesgan. Han reclutado a casi todos los miembros de la familia de Kennedy para que lo repudien, y actualmente están llevando a cabo una campaña mediática de tierra quemada contra él. El grupo de presión liberal alineado con los demócratas MoveOn.org contrató incluso a un miembro de su personal cuya función incluye «ayudar a inocular [¿captan el juego de palabras? – LS] a los progresistas y a otros grupos de votantes no pertenecientes a Maga» (Make America Great Again) contra el encanto de RFK Jr. Candidato novato, RFK Jr. facilitó a los investigadores de la oposición del Partido Demócrata un tesoro de declaraciones y apariciones en los medios de comunicación que van desde extrañas teorías conspiracionistas hasta desvaríos antisemitas y racistas. Y quien piense que es una alternativa a Biden sobre Israel y Palestina se equivoca.
Para los socialistas comprometidos con una alternativa de izquierdas a los dos partidos corporativos, No Labels, RFK Jr. y los Libertarios no proponen nada.
Pero otras dos campañas posibles -la del Partido Verde de la Dra. Jill Stein y la independiente del profesor activista Dr. Cornel West- son medios para registrar una protesta contra el statu quo bipartidista. La cuestión será saber hasta qué punto serán viables como campañas nacionales. Para entender a los Verdes y a West, y la relación entre ellos, merece la pena leer la contribución del ecosocialista y candidato del Partido Verde para 2020 Howie Hawkins (aquí).
Como señala Howie Hawkins, los Verdes obtuvieron algo menos de medio millón de votos tanto en las elecciones presidenciales de 2012 como en las de 2020. Pero su total se disparó a cerca de 1,4 millones en el enfrentamiento Clinton-Trump de 2016 y, como hemos señalado anteriormente, obtuvieron totales significativos en estados indecisos como Wisconsin y Michigan. Los Verdes figuran actualmente en las listas de 20 estados, mientras que Cornel West aún no se ha clasificado en ninguno.
Una candidatura conjunta Stein-West es una posibilidad, señala Hawkins. Una candidatura Stein-West que apoye el fin de la guerra en Gaza y la solidaridad con los palestinos, la atención sanitaria para todos, los derechos reproductivos y una «transición justa» para salir de una economía militarizada y basada en los combustibles fósiles representaría una alternativa de izquierdas a millones de personas hartas del statu quo Biden/Trump.
Pero si una candidatura representa una amenaza para Biden, el poder de fuego de los demócratas, actualmente dirigido contra RFK Jr, se reorientará contra los Verdes y West. Una campaña apoyada por los Verdes se verá también enfrentada a una enorme presión desde el interior de la «izquierda amplia» para que se retire ante la amenaza de Trump, o para que se centre únicamente en estados como California o Utah, donde las victorias o derrotas de los demócratas no sean reñidas.
A medida que se acerque noviembre, el apoyo a los terceros partidos disminuirá. Pero que los demócratas logren sofocar cualquier alternativa a un statu quo liderado por Biden depende de la independencia política de los partidos capitalistas y de la construcción de movimientos en los lugares de trabajo y las comunidades para desafiar ese statu quo en la práctica.
* Lance Selfa, autor de The Democrats: A Critical History (Haymarket, 2012) y editor de U.S. Politics in an Age of Uncertainty: Essays on a New Reality (Haymarket, 2017).