Uno de los trabajadores palestinos bloqueados en Israel desde el 7 de octubre recibe asistencia tras desplomarse a su llegada al paso fronterizo de Rafah, con Egipto, después de cruzar la Franja de Gaza por el paso fronterizo de Kerem Shalom con Israel, en el sur del enclave palestino, 3-11-2023. ©AFP or licensors
«Rezábamos para morir y acabar de una vez», miles de trabajadores palestinos reenviados a Gaza tras ser torturados
La Libre, AFP, 3-11-2023
Traducción de Correspondencia de Prensa, 7-11-2023
Es un flujo interminable de hombres exhaustos. Llegan en pequeños grupos, demacrados. Algunos caen de rodillas debido al agotamiento y todos quieren mostrar las cicatrices de su detención en Israel: muñecas torturadas, números atados a los tobillos.
El viernes, Israel empezó a devolver al pequeño territorio palestino bajo las bombas israelíes a miles de gazatíes que habían venido a trabajar a su suelo antes del 7 de octubre. Algunos temen haber perdido su familia y su casa.
«Pasamos 25 días en la cárcel y hoy nos trajeron aquí. No tenemos ni idea de lo que está pasando en Gaza, no tenemos ni idea de la situación», dijo a la AFP Nidal Abed, vestido con una camiseta negra.
La situación a la que se refiere, que comenzó hace ya un mes, es la guerra desencadenada el 7 de octubre por un sangriento ataque de Hamás, que dirige Gaza, y que provocó más de 1.400 muertos en Israel, según las autoridades.
Desde entonces, Israel bombardea sin descanso la Franja de Gaza, donde unos 2,4 millones de palestinos viven sitiados, muchos sin acceso al agua potable, la electricidad y, cada vez más, los alimentos. Más de 9.227 personas han muerto, la mayoría civiles, en los bombardeos israelíes, según el Ministerio de Salud de Hamás.
Tres días después del ataque de Hamás, Israel canceló los 18.500 permisos de trabajo que había otorgado a los palestinos de Gaza.
«Morir en cualquier momento»
En el paso fronterizo de Karem Abu Salem (conocido como Kerem Shalom del lado israelí), pasan en fila los repatriados. Ninguno de ellos pudo llevarse sus pertenencias y algunos sólo consiguieron ponerse un abrigo.
Yasser Mostafá, por su parte, llevaba un cardigan sobre el pulóver cuando lo detuvieron en los primeros días de la guerra, cuando estaba aú en Israel.
«La policía entró en casa y nos llevó», cuenta el hombre a la AFP, con el rostro demacrado.
«Nos metieron en un campo que ni siquiera sería lo bastante decente para los animales», dice, y «nos torturaron con electricidad, nos echaron perros».
Un poco más lejos, varios hombres muestran sus manos con heridas aún abiertas y sus tobillos con brazaletes de plástico azul. En uno se lee «061962», en otro «062030».
Un hombre muestra sus muñecas, que aún conservan las marcas de cortes, golpes y ataduras, nos cuenta.
Ramadán al-Issaoui dice que pasó «23 días en Ofer», una prisión israelí en Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel desde hace más de 50 años.
«Estuve en un centro de detención con cientos de detenidos», cuenta a la AFP, con la voz temblorosa. «Pensábamos que podíamos morir en cualquier momento. Nos daban apenas comida y agua para sobrevivir, no sabíamos nada del mundo exterior».
«Película de horror»
«Psicológicamente, estamos destruidos: no sabemos si nuestras familias están vivas o muertas, y si al menos hubiéramos estado aquí durante la guerra, podríamos haber muerto junto a nuestros hijos», dice, luchando visiblemente por hablar, con la frente empapada de sudor.
Mientras camina hacia el interior de la devastada Franja de Gaza para reunirse con la familia que había dejado atrás hace algunas semanas, Sabri Fayez dice que acaba de salir de una «película de terror».
«Era una película de terror interminable que se reproducía una y otra vez: los servicios de inteligencia, los interrogatorios, los perros que nos soltaban, las ametralladoras, mientras nosotros sólo éramos trabajadores, que no hacíamos otra cosa que ganarnos la vida», relata, agitando las manos delante de su rostro macilento.
«Cada minuto, rezábamos para morir y acabar de una vez», dice el hombre de rostro cansado.
Detrás de él, llegan nuevos grupos. Y delante, varios hombres encima de un carro tirado por caballos avanzan hacia el interior de la Franja de Gaza, donde el estruendo de las explosiones es incesante.