Lance Selfa*
International Socialism Project, 1-11-2024
Traducción de Correspondencia de Prensa, 2-11-2024
A menos de una semana de las elecciones, las encuestas muestran la carrera más reñida que hemos visto en mucho tiempo. La última encuesta del New York Times daba la contienda empatada 48-48, y la encuesta más reciente para la CNN mostraba un empate 47-47. En el agregador de encuestas 538, Harris aventajaba a Trump en 1,4 puntos porcentuales el 26 de octubre. En los siete estados «péndulo» o «bisagra» que determinarán los votos del colegio electoral, la intención de voto está empatada o dentro de un margen de uno o dos puntos para cualquiera de los dos candidatos. Los demócratas creen que Harris lleva la delantera en los estados en los que necesita ganar para contar con los 270 votos electorales necesarios: Pensilvania, Michigan, Wisconsin y el distrito único del Congreso en Nebraska.
La mayoría de las personas que no son partidarias de Trump siguen preguntándose cómo es posible que las elecciones estén tan reñidas. Después de todo, Trump fue un presidente terrible que intentó anular las últimas elecciones. Es un delincuente convicto, un violador declarado, un estafador, un intolerante y un racista. Muchas personas que trabajaron en la administración de Trump lo califican como una amenaza y apoyan a Harris. El que fuera jefe de gabinete de Trump, John Kelly, un ex general conservador, ha calificado a Trump de «fascista» y ha informado sobre conversaciones en las que Trump señalaba su admiración por Adolf Hitler. El compañero de fórmula de Trump, J.D. Vance, puede ser más impopular que Trump.
Para entender cómo hemos llegado hasta aquí, debemos dar un paso atrás y analizar el telón de fondo nacional, internacional e histórico de las elecciones de 2024. Hay razones coyunturales y estructurales que explican la capacidad de resistencia de Trump.
En primer lugar, la coyuntura. En muchos aspectos, la economía estadounidense es la que más se ha recuperado de la pandemia del COVID. Sin embargo, siguió registrando un aumento de la inflación de los precios nunca visto en 40 años. Aunque la tasa de inflación se ha acercado a las medias históricas, los precios siguen siendo más altos que antes de la pandemia. Esto significa que durante la mayor parte del mandato de Biden, los trabajadores vieron disminuir su nivel de vida. Y la administración Biden suprimió las ayudas sociales de la época Covid.
Si observamos el mundo y las elecciones que han tenido lugar en el último año aproximadamente, vemos que la mayoría de los gobiernos en funciones durante el Covid han perdido frente a la oposición: Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Argentina y Países Bajos, por nombrar algunos. Las encuestas predicen actualmente una derrota aplastante del primer ministro Trudeau en Canadá. Así pues, Trump goza del sentimiento de «echar a los vagos», que se opone a los gobiernos en funciones. Desde este punto de vista, la fortaleza de la economía estadounidense y la impopularidad de MAGA («make America great again», el eslogan de Trump) podrían ser lo único que mantenga a Harris en su carrera.
El punto «estructural» es que hay un gran bloque conservador que representa alrededor del 46 al 47 por ciento del electorado que apoya a Trump pase lo que pase. La mitad de estas personas son conservadores religiosos cristianos. Es aquí donde convergen la mayoría de las personas que apoyan la política conservadora, que son reacias al cambio social y otras por el estilo. La política de Trump podría calificarse de «restauracionista», como en el sentido de devolver a EE.UU. a la década de 1950, o incluso a los idealizados años pre Covid anteriores a Trump.
Una segunda característica estructural que mantiene a Trump en una posición competitiva es el colegio electoral, una reliquia constitucional del siglo XVIII diseñada para preservar el apoyo de los estados sureños esclavistas en los inicios de la república estadounidense. Los votos que eligen al presidente se emiten estado por estado, y esos votos se asignan de forma desproporcionada a los estados conservadores y rurales. Aunque los demócratas han ganado más votos que los republicanos en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales nacionales, los republicanos (incluido Trump en 2016) «ganaron» la presidencia dos veces mientras perdían el voto popular durante ese mismo periodo. Esta es la razón por la que toda la campaña presidencial se centra en ganar siete estados «pendulares», cuyos electorados están estrechamente divididos entre los dos partidos. Aunque es concebible que Trump gane el voto popular, la mayoría de los observadores dan por hecho que Harris ganará el voto popular nacional. Pero Trump podría igualmente ser presidente si gana suficientes votos en los «estados pendulares» para imponerse en el colegio electoral.
¿Esto significa que Trump ganará de forma contundente? Realmente no hay manera de saberlo. Pero lo que podemos suponer es que a menos que (o incluso si) Harris gane de forma decisiva, Trump declarará la victoria y afirmará que le «robaron» las elecciones. Trump y el Partido Republicano han sentado las bases para una serie de impugnaciones de los votos en los estados, de la certificación de las elecciones y otras impugnaciones judiciales que podrían llevar al Tribunal Supremo, favorable a Trump, a fallar a su favor. En contraste con 2020, cuando Trump se apoyó en una banda de abogados a la Star Wars para defender su caso, y donde republicanos clave se negaron a seguirle la corriente con su mentira de las «elecciones robadas», el GOP (partido Republicano) está hoy más firmemente a bordo con la estrategia de Trump. Además, como señaló el experto legal pro Partido Demócrata Neil Katyal en el artículo citado anteriormente (ver enlace), para que Trump hubiera triunfado en 2020, habría tenido que anular los votos electorales en varios estados. Si la elección está tan reñida como parece hoy, podría reducirse al voto en uno o dos estados. Eso le daría a la estrategia de Trump más posibilidades de éxito.
Los demócratas no carecen de ventajas. Harris ha recaudado la friolera de 1.000 millones de dólares en los últimos tres meses. Los anuncios demócratas son dominantes en las ondas, y tienen una enorme ventaja a nivel organizativo, incluyendo personal remunerado y voluntarios en todos los estados clave. Los demócratas dicen estar más «entusiasmados» por votar de lo que dicen los republicanos. El tema que más motiva a los demócratas, el derecho al aborto, estará en las papeletas de 10 estados, incluido el de los estados indecisos de Arizona y Nevada. Esos referendos podrían llevar a las urnas a un electorado más favorable a Harris. La pregunta clave es la siguiente: ¿podrán todos estos factores superar los factores coyunturales y estructurales que favorecen a Trump?
La campaña de Harris parece agresiva, con un bombardeo mediático, muchos mítines y ridiculizando a Trump. Las apariciones de Trump revelan su incoherencia y su malevolencia. La campaña de Harris también da la impresión de pensar (y es de suponer que tienen datos que lo respaldan) que hay un sector no despreciable de republicanos que votarán por ella. Por eso la campaña de Harris hace hincapié en el apoyo de los generales de Trump y ha hecho campaña con personas como la ex congresista Liz Cheney (Elizabeth Lynne Cheney). Según algunas estimaciones, Biden ganó casi uno de cada cinco del minúsculo número de republicanos autodenominados «liberales» o «moderados» en 2020. Pero en general, Biden sólo obtuvo el apoyo del 5% de los republicanos, frente al 4% que votó a Clinton. Quizá Harris consiga más apoyo republicano que Biden, pero eso no significa una cantidad significativa de votos.
¿Y qué mensaje les envía el equipo de Harris a los republicanos, a los principales partidarios del Partido Demócrata? Harris y su equipo rechazaron la simbólica concesión de permitir que un cargo electo palestino-estadounidense la respaldara en la Convención Nacional Demócrata. Pero ahora homenajea al ex vicepresidente Dick Cheney, a quien millones de personas consideran un criminal de guerra, por su papel en la planificación de la invasión estadounidense de Irak en 2003. Aunque sólo sea por eso, la bienvenida de Harris a los republicanos antiabortistas y conservadores que se incorporan a la «gran familia» demócrata nos dice lo que el Partido Demócrata es en realidad: un partido de centro-derecha del statu quo capitalista.
Con unas elecciones tan reñidas como las actuales, y que dependen de unas pocas decenas de miles de votos en estados indecisos, podría haber mil razones para que un candidato gane y el otro pierda. El movimiento pro-palestino «Uncommitted» dijo que no podía apoyar a Harris, pero que no quería que ganara Trump. Eso puede interpretarse como una indulgencia para decir que la gente que votó «Uncommitted» contra Biden puede seguir votando a Harris. Pero si no lo hacen o votan por Jill Stein, del Partido Verde, o no participan en las elecciones, o no incluyen la línea presidencial en sus boletines de voto, ¿podría eso costarle el estado de Michigan a Harris? De ser así, los demócratas sólo tendrían que echarse la culpa a sí mismos.
Independientemente del resultado de las elecciones, su significado político dará lugar a controversias. Si Harris gana, sus partidarios lo tomarán como una validación del acercamiento a los republicanos y de haberse «inoculado» apoyando a los militares y una política de inmigración «dura en la frontera». Si Harris pierde, sin duda los «centristas» demócratas dirán que no se movió lo suficiente a la derecha. Y los progresistas socialdemócratas como el senador Bernie Sanders o la representante Alexandria Ocasio-Cortez muy probablemente dirán que ella no fue lo suficientemente populista. Por ahora, ambos bandos guardan reserva… y le dan cobertura a Harris. Y si Harris pierde, la mayoría de sus partidarios se desesperarán por el estado del país y se preguntarán si han perdido completamente el contacto con él.
El bando demócrata es optimista por lo que están viendo «en el terreno». Hasta ahora, el voto anticipado y los nuevos registros parecen inclinarse a su favor. Su bando supervisará la maquinaria electoral a nivel estatal en la mayoría de los estados bisagra. Aún es demasiado pronto para saber cómo oscilarán las elecciones, pese a que sólo faltan unos días.
Por si fuera poco, el estado actual de las elecciones debería poner de relieve lo absurdo del sistema, el dominio absoluto que ejercen los ricos y el hecho de que ninguno de los candidatos aborda los problemas de fondo a los que se enfrenta la humanidad hoy en día: el calentamiento global, la precariedad económica y la crisis migratoria.
*Lance Selfa es autor de The Democrats: A Critical History (Haymarket, 2012) y editor de U.S. Politics in an Age of Uncertainty: Essays on a New Reality (Haymarket, 2017).