Ricardo Quintela (izq.) y Axel Kicillof (der.), el 9 de agosto. GOBIERNO DE BUENOS AIRES
Fabián Kovacic desde Buenos Aires
Brecha, 23-8-2024
Correspondencia de Prensa, 23-8-2024
Cristina Fernández, Sergio Massa y Alberto Fernández ya están fuera del foco. El peronismo como fuerza de oposición sigue sin aparecer, a casi diez meses del descalabro neoliberal. Pero en el horizonte ya le crecen dos caudillos.
El gobierno de Javier Milei avanza en el desmantelamiento del Estado construido por radicales y peronistas durante los últimos 100 años, con la única oposición de sus propias internas partidarias. Mientras tanto, ni el peronismo, ni la Confederación General del Trabajo (CGT), ni los movimientos sociales, surgidos y fortificados en las últimas dos décadas, logran convertirse en referentes de oposición con un proyecto alternativo.
Entre el desfinanciamiento de los comedores populares y la causa judicial por malversación de fondos públicos contra media docena de movimientos territoriales de desocupados ligados a la izquierda y al peronismo, las agrupaciones sociales no atinan a enfrentar al gobierno con argumentos y alternativas viables. La CGT no se decide a encabezar la resistencia contra la ley de bases y el decreto 70/2023, que ya dejó más de 250 mil desempleados, según datos de la propia central obrera y de la Universidad de Buenos Aires. Tampoco el peronismo, que tiene 99 bancas en Diputados y 34 en el Senado –es decir, conserva la primera minoría en ambas cámaras del Congreso–, logra articular alguna estrategia para frenar la avanzada liberal.
Si algo faltaba para desmoralizarlo eran las recientes denuncias por violencia de género contra el expresidente Alberto Fernández, autoproclamado adalid del «fin del patriarcado». De todas formas, el peronismo ya venía golpeado por sus últimos cuatro años de gobierno, con índices de inflación mensual del 25 por ciento al cierre de su gestión y aumento de las denuncias contra varios de sus dirigentes.
Algunos ejemplos notorios fueron los escándalos de corrupción y violencia de género que le colgaron como un adoquín el exgobernador tucumano José Alperovich, condenado por abusar de su sobrina; el exjefe de gabinete bonaerense Martín Insaurralde, de viaje por Marbella en un lujoso crucero con la modelo Sofía Clerici; el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, acusado de acoso sexual y violación contra una empleada municipal, y el reciente escándalo de corrupción protagonizado por el propio expresidente por la contratación de seguros del Banco Nación para toda la administración pública durante su mandato, con contratos en los que se habrían desviado fondos a contratistas privados desfalcando al tesoro público unos 20.000 millones de pesos argentinos (21 millones de dólares).
El tiro de gracia lo dio la denuncia de la violencia sufrida por la ex primera dama Fabiola Yáñez durante el mandato de Fernández: mientras el presidente pontificaba sobre los derechos de las mujeres en actos públicos, golpeaba a su esposa embarazada –entre otras formas de violencia directa– en la residencia presidencial.
Desnortetados
Dentro de la galaxia peronista, el sector de legisladores que aún responden a Cristina Fernández no tiene un referente indiscutido. Máximo Kirchner bajó su perfil en Diputados porque busca frenar la sangría dentro de su agrupación, La Cámpora, para tratar de retener el dominio partidario en la provincia de Buenos Aires.
Mientras tanto, quienes responden a los gobernadores ya no reconocen al kirchnerismo como referente y piensan en cómo renovar sus mandatos en las legislativas de 2025. Algo similar ocurre en el Senado, donde el bloque peronista logró algunas reformas en la ley de bases de Milei, pero no pudo frenarla. Sin Cristina y sin Sergio Massa, los senadores prefieren esperar las órdenes de cada uno de los gobernadores para votar puntualmente cada proyecto. Es decir, el peronismo parlamentario no tiene proyecto nacional alternativo.
Nuevos caudillos
Sin embargo, ya han aparecido al trote dos aspirantes a caudillo. Axel Kicillof y Ricardo Quintela picaron en punta para convertirse en referentes de un peronismo corroído por las luchas internas desde la gestión de Alberto Fernández y demolido tras las recientes denuncias contra el exmandatario.
Ambos fueron reelectos como gobernadores de sus respectivas provincias. Kicillof en Buenos Aires y Quintela en La Rioja, antiguo feudo menemista. Ambos mantienen sus territorios medianamente ordenados ante flagelos como la desocupación y su hija natural, la pobreza, con índices sensiblemente inferiores a los que marcan los datos nacionales en la Argentina neoliberal de Milei. Quintela acaba de reformar la Constitución riojana, incorporando derechos sociales, ambientales y una novedosa renta básica para indigentes. Es decir, todo aquello que Milei pretende eliminar con el decreto 70/2023 y la ley de bases. Por si fuera poco, el riojano acaba de lanzar los «chachos», bonos con respaldo de la provincia que se convirtieron en una cuasi moneda de uso corriente ante el corte de fondos federales del gobierno nacional. Con estos hechos, Quintela se lanzó a la carrera política nacional.
Con el apoyo de Cristina Fernández y Kicillof, Quintela se convirtió, además, en el referente de la llamada Liga de Gobernadores del peronismo del norte. Y ya cuenta los días para quedarse con la presidencia del Partido Justicialista a nivel nacional tras la renuncia de Alberto Fernández, que había pedido licencia en el cargo. En la última semana, algunos referentes del Frente Renovador, conducido por Sergio Massa, también sumaron sus apoyos a Quintela. Es el caso de Fernando Galmarini, suegro de Massa, quien dice ver el futuro del peronismo en el camino del mandatario provincial.
El armado del riojano corre lento pero a paso firme y sin rivales en el horizonte. El formoseño Gildo Insfrán, que preside la convención nacional del partido, ya lleva siete períodos como gobernador de Formosa y acumula acusaciones de corrupción tras 28 años ininterrumpidos de gestión. El tucumano Osvaldo Jaldo pegó el salto inmediato junto a Milei para negociar fondos frescos. Un poco más tarde lo hizo Raúl Jalil, de Catamarca, por el mismo motivo. En Salta, Gustavo Sáenz también fue reelecto en el cargo, pero su llegada al peronismo es reciente y de la mano del excandidato presidencial Sergio Massa. Misiones tiene un gobierno con vertientes «vecinalistas» y Córdoba mantiene desde hace 20 años un peronismo sui géneris que no responde a las directivas nacionales. Santiago del Estero mantiene a su gobernador radical, Gerardo Zamora, dentro del Frente de Todos y cerca del kirchnerismo, pero no es del paladar de los barones peronistas norteños.
Esperando la pirueta
Kicillof y Quintela se mostraron juntos en La Rioja en los últimos tiempos y suelen cruzarse elogios, de modo que una fórmula presidencial entre ambos parece lo único que hoy el horizonte peronista imagina para 2027. En ambos casos la gestión –palabra de tintes macristas– parece ser la clave de su buena imagen en las encuestas de opinión.
Mientras, la sociedad y el Estado se desangran cada día y nadie puede vaticinar qué quedará de ellos para las próximas elecciones. Ni las parlamentarias del año próximo ni las próximas presidenciales parecen prometer hoy un modelo alternativo en lo económico, social y cultural que enfrente a la derecha global y sus socios locales.
Con Cristina Fernández enredada en causas judiciales, Alberto Fernández suicidado políticamente y Sergio Massa oculto esperando su nuevo momento, el peronismo ensaya una nueva pirueta para sobrevivir en un país al borde del abismo.