Entrevista al geógrafo José Raimundo Sousa Ribeiro Junior
Patricia Fachin
Revista IHU, 27-3-2023
Traducción y edición de Correspondencia de Prensa, 29-3-2023
La búsqueda para comprender el fenómeno del hambre en su complejidad, a partir del análisis de datos, pero también de la vida cotidiana real de las familias, permite constatar que no se trata de un problema “coyuntural, puntual, transitorio o atípico” de la sociedad brasileña, sino de algo presente y continuo, un fenómeno estructural. Tener clara esta realidad permite “comprender la magnitud del problema y, por lo tanto, cuáles son las posibilidades de superarlo”, afirmó José Raimundo Sousa Ribeiro Junior en la videoconferencia titulada “El panorama del hambre en Brasil y las posibilidades de superarlo”, impartida el 16 de marzo de 2023 en el Instituto Humanitas Unisinos – IHU.
José Raimundo Sousa Ribeiro Junior es licenciado, máster y doctor en Geografía por la Universidad de São Paulo – USP. Actualmente es profesor en la Universidad Federal del ABC – UFAB. Entre 2019 y 2021, fue profesor visitante en el Instituto de Salud y Sociedad de la Universidad Federal de São Paulo – Unifesp, trabajando con el Centro de Prácticas e Investigación en Alimentación y Nutrición Colectiva – CPPNAC. Es representante de la Asociación de Geógrafos Brasileños en el Consejo Municipal de Seguridad Alimentaria – COMUSAN-SP.
-¿Cuál es el panorama del hambre en Brasil?
En un país tan extenso como Brasil, diverso y desigual, es difícil trazar un panorama del hambre. Esta es la tarea de muchos investigadores y es un programa de investigación muy importante en el momento en que vivimos. Esta agenda se ha fortalecido, especialmente desde la pandemia, con el crecimiento significativo del hambre en el país. Cada vez, más trabajos se centran en este tema. En la Universidad Federal de ABC – UFABC, me sorprende el número de estudiantes que buscan estudiar el tema. Es una agenda que debe ser abordada colectivamente, y mi contribución es puntual dentro de este debate.
-¿Qué es el hambre?
Para realizar un análisis, a escala nacional, en un país como el nuestro, una forma de abordar este panorama es mediante datos obtenidos a través de encuestas por muestreo. Tenemos un área muy extensa que cubrir, por lo que, en general, en Brasil los datos se obtienen a través de encuestas por muestreo. Aunque estos datos no sean suficientes para comprender el fenómeno en su totalidad, son una herramienta muy valiosa para que los investigadores se acerquen al tema y, a partir de los datos, elaboren hipótesis y preguntas de investigación que permitan construir un panorama más complejo y profundo del hambre en el país.
Dicho esto, la primera cuestión que se plantea es qué datos podemos utilizar para trazar el panorama del hambre en Brasil. El debate en torno a qué datos se pueden utilizar atravesó el siglo XX porque este tema dialoga directamente con la idea de cómo se define y se mide el hambre.

Definiciones nutricionales, clínicas y médicas
Durante el siglo XX, lo que prevaleció fueron las definiciones nutricionales, o clínicas, o médicas del hambre. La contribución de Josué de Castro, médico y geógrafo de Pernambuco, merece una mención muy importante en este tema. Su texto más conocido es Geografia da fome 1. Una de sus mayores contribuciones al debate fue el hecho de que, utilizando una definición nutricional del hambre – definió el hambre tanto a partir de la cantidad de energía como de nutrientes que eran ingeridos por la población -, amplió el concepto de hambre y rompió con una lectura muy común en su época – y persistente aún hoy – que tiende a equiparar el concepto de hambre con la idea de inanición.
Josué reconoció que, además del hambre total, habría hambre parcial. Cuando leemos la Geografia da fome, observamos que, a medida que recorría las diferentes regiones de hambruna en Brasil, identificaba las deficiencias nutricionales específicas que causaban enfermedades y muertes prematuras y establecía una diferenciación entre las temporalidades de estas hambrunas. El hambre total, la que lleva a la inanición, suele aparecer en brotes epidémicos, mientras que el hambre parcial u oculta es un hambre endémica y constante. Esto es muy importante para nuestra lectura del fenómeno del hambre porque nos dice que el hambre no siempre está asociada a períodos de crisis, como las pandemias. Cuando dice que hay una producción constante de hambre o que el hambre es endémica en algún lugar -y hablaba principalmente de la Zona de Mata, en el Nordeste-, explicita, de alguna manera, que el modelo agroexportador, instalado en Brasil desde el período de la colonización, produce hambre. Por lo tanto, no es el fracaso del modelo agroexportador lo que produce hambre, sino su éxito.
Por importante que haya sido Josué y por reconocido nacional e internacionalmente que sea su trabajo, no fue la definición del hambre dada por él la que prevaleció más allá del ambiente académico. Incluso diría que en el ámbito académico ha habido un proceso de borrado de su obra.
Los datos sobre el hambre elaborados en el siglo XX son principalmente los que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación -FAO- elabora desde los años setenta. La FAO utiliza un indicador del hambre mucho más restringido, que es el Indicador de Prevalencia de Malnutrición. Aquí hay que señalar que la malnutrición es uno de los elementos y resultados de la situación de hambre, pero no es el único. Es la expresión nutricional del hambre. Este indicador considera hambrientas a las personas que han ingerido menos de 1.800 calorías diarias a lo largo del año. Esto demuestra que, dentro de las definiciones nutricionales o clínicas, hay más de una posibilidad de definir y medir el fenómeno. Cuanto más restrictiva sea la definición, menor será el número de personas consideradas hambrientas.
Debemos tener esto en cuenta porque, cuando se publican los datos, a menudo conllevan una apariencia de objetividad e incluso de neutralidad que oculta las posiciones teóricas y políticas que subyacen a su formulación. En otras palabras, hay un debate que precede a la propia cifra y que tiene que ver con la propia producción de los datos. La producción de los datos nos importa mucho para comprender la magnitud del problema y, por tanto, cuáles son las posibilidades de superarlo.
Definición socialmente reconocida del hambre
En la década de 1990, debido al aumento del hambre en Estados Unidos y a que el indicador de prevalencia de la malnutrición era insuficiente e incapaz de captar las experiencias de hambre menos graves que conducen a la malnutrición crónica, investigadores estadounidenses [Radimer y Wehler] desarrollaron una nueva definición y forma de medir el hambre. He dado el nombre de “definición socialmente reconocida del hambre” a esta medición, que no es una definición nutricional ni clínica. Es una definición socialmente reconocida porque se basa en la realidad de las mujeres, especialmente las madres, que viven o han vivido en hogares sometidos a privaciones alimentarias.
Estas investigadoras abordan el tema del hambre desde una perspectiva de investigación cualitativa. Radimer entrevista a mujeres y, a partir de las entrevistas, llega a conclusiones muy interesantes. En particular, el hecho de que las experiencias que las mujeres relatan cómo experiencias de hambre tienden a ser las mismas en diferentes hogares y, más que eso, tienden a presentar un orden de cómo aparece el hambre en los hogares. Radimer explica que, en un hogar, la privación de alimentos suele ir precedida de la preocupación por si el presupuesto será suficiente para adquirir todos los alimentos necesarios para la familia. Una vez superada la fase de preocupación, si la situación persiste, la calidad de los alimentos se ve comprometida y se reduce drásticamente. Si la situación se agrava aún más, alcanza los aspectos cuantitativos: se reducen las comidas, se saltan comidas, las personas se levantan de la mesa sin tener la sensación de haber comido lo suficiente, hasta el momento en que pasan largos periodos o días enteros sin comer.
-¿Cuáles son las ventajas de este enfoque?
La gran ventaja de esta definición del hambre fue sacarla de los que no experimentan el fenómeno y llevarla a los que sí. Muchas veces, el discurso médico se aleja de la realidad social de las personas; esto no es nuevo. Este enfoque también hace explícito que el hambre no es una situación repentina. Las mujeres suelen gestionar esta situación hasta llegar a los casos más graves. Si nos fijamos sólo en los casos más graves, imposibilitamos toda una serie de experiencias previas que ya caracterizan una situación de hambre.
Como las experiencias de hambre presentan un orden común, estos investigadores diseñaron cuestionarios que recogen estas experiencias y, en función del número de experiencias declaradas por hogar, éste se clasifica en un grado de las “escalas de hambre” -términos que utilizaron inicialmente, pero que luego sustituyeron por “escalas de inseguridad alimentaria”.
Clasificaciones del hambre
Cuando el gobierno de EE.UU. implantó las escalas del hambre de Radimer y Wehler, se les cambió el nombre y se clasificó a los hogares en “con seguridad alimentaria”, “sin hambre”, “con hambre moderada” y “con hambre severa”. En 2006 se hizo una revisión de estas escalas debido a la incomodidad que causa la palabra “hambre” al pronunciarla. Es raro que un Estado quiera elaborar datos contra sí mismo y el hambre tiene una gran fuerza política. El propio Josué lo puso de manifiesto cuando comentó el tabú que rodea a la palabra “hambre” y los diversos eufemismos que se utilizan para evitar pronunciarla. La revisión de los términos en 2006 en EEUU revela este intento de sacar la palabra “hambre” de la balanza, hasta el punto de que lo que antes se consideraba hambre ahora se considera “muy baja seguridad alimentaria”. Es el eufemismo de los eufemismos. Ni siquiera el término “inseguridad” aparece en esta definición.
Clasificación brasileña del hambre
En la escala brasileña de inseguridad alimentaria, que utilizaré mucho para hablar de los datos, se utiliza el término “en inseguridad alimentaria” y tres grados de inseguridad: “en inseguridad alimentaria leve”, “en inseguridad alimentaria moderada” y “en inseguridad alimentaria grave (hambre)”. En Brasil, sólo la “inseguridad alimentaria grave” se consideraba hambre en el momento de la adaptación de la escala. No estoy de acuerdo con esta restricción en el país y propongo una revisión de los términos que utilizamos para estas escalas, dividiéndolas en cuatro escalas: “sin hambre ni riesgo de hambre”, “riesgo de hambre”, “hambre moderada” y “hambre severa”.
-¿Cuál es la información real que caracteriza estas escalas?
Las preguntas contenidas en cada una de las escalas dan materialidad a los números. Utilizamos la escala brasileña de ocho preguntas, que fue utilizada por la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional, Penssan, para producir los datos más actuales que tenemos sobre el hambre en el país. Si una persona responde afirmativamente a un máximo de tres preguntas, está en riesgo de padecer hambre. Por ejemplo, si una persona responde afirmativamente que le preocupa que se acaben los alimentos, que no ha tenido dinero para una dieta sana y variada o que sólo ha comido unos pocos tipos de alimentos, está en riesgo de padecer hambre. Si una persona responde afirmativamente a más de tres preguntas, entra en un grado de hambre. Por ejemplo, si dicen que se han saltado una comida, que han comido menos de lo que creían que debían, que han sentido hambre pero no han comido, que han comido sólo una vez al día o que han pasado todo el día sin comer, esto indica etapas de hambre.
Por supuesto, hay diferentes grados dentro de estas etapas, pero si una persona ya se salta comidas y come menos de lo que cree que debería, es bastante justo considerar que esa persona ya sufre privación de alimentos y, por lo tanto, tiene hambre. Utilizando esta escala y estas preguntas, podemos demostrar cómo los datos que la ONU ha producido históricamente subestiman el hambre en el mundo.
En esta tabla tenemos, a la derecha, la relación de personas con desnutrición crónica, a partir de un número obtenido por el Indicador de Prevalencia de Malnutrición, y, a la izquierda, la relación de personas con hambre, que son las personas en situación de inseguridad alimentaria moderada y severa, según la escala de inseguridad alimentaria elaborada por la propia ONU. El escenario entre 2018 y 2020 es bastante grave y ya capta, un poco, lo que fue -y está siendo- la pandemia. En ese momento, había dos millones de personas hambrientas en el mundo, lo que representa más de una cuarta parte de la población mundial, y 683 millones con desnutrición crónica. Defiendo el uso de datos sobre inseguridad alimentaria moderada y grave para conocer la magnitud del hambre en el mundo. Esto no significa que tengamos que desechar los demás datos, que también nos dan información sobre la fase más avanzada del hambre.

Distribución del hambre en el mundo
La distribución del hambre en el mundo, como en Brasil, es muy desigual y esta distribución desigual nos permite formular hipótesis y avanzar hacia una explicación más adecuada del fenómeno. Cuando observamos los datos, vemos que los porcentajes son mucho más elevados en África (55,5% de la población), en América Latina y el Caribe (más de 1/3) y en Asia (casi 1/4). Los porcentajes más bajos, pero aún significativos, se dan en Oceanía, Norteamérica y Europa. Utilizar estos datos es una forma de sacar de la invisibilidad y la ocultación a millones y millones de personas que padecen hambre. Las cifras nos ayudan a dejar claro que el hambre es un fenómeno estructural y no cíclico, puntual, transitorio o atípico. Esto es importante para que luego podamos hacer algunas reflexiones sobre las posibilidades de superar el hambre en Brasil y en el mundo.
-¿Qué indican los datos sobre el fenómeno en la realidad brasileña?
Los datos publicados por la Red Penssan se apropian de datos que fueron producidos anteriormente por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, IBGE. Todos estos datos fueron presentados con esa escala que presenté antes.
Cuando observamos la evolución del hambre en Brasil, vemos que entre 2004 y 2013 hubo efectivamente una reducción significativa del hambre en el país. Cayó a la mitad: del 21,5 al 10,3% de la población. Sobre este primer período, es importante decir dos cosas. Cuando Lula llegó a la presidencia del país, con el Programa Hambre Cero como bandera de su campaña y primer mandato, muchos decían que no había hambre en Brasil. Sin embargo, la primera encuesta de este tipo apunta a más de 1/5 de la población en esta situación, lo que dice mucho sobre un proceso de negación e invisibilización del hambre que, históricamente, ha atravesado nuestro país. También es importante decir que, aunque el hambre disminuyó entre 2004 y 2013, no hemos visto el fin del hambre en el país.
Mapa del Hambre
La salida de Brasil del Mapa del Hambre corresponde a los datos de desnutrición crónica de la ONU, que fue cuando Brasil dejó de tener más del 5% de su población con desnutrición crónica. La desnutrición crónica prácticamente había desaparecido, pero el hambre no. El hambre aún persistía en muchos hogares, y lo que teníamos en 2013 era la necesidad de ampliar e intensificar las formas de combatir el hambre. Lo hecho entre 2004 y 2013 ya había mostrado su límite; el proceso de transformación tendría que ser más profundo si queríamos avanzar, de hecho, hacia un periodo en el que la gente dijera que ni estaba en riesgo de pasar hambre ni pasaba hambre.
A partir de 2013, esta realidad política y económica en Brasil cambió. El proyecto político-económico del golpe intensificó la producción de hambre en el país, tanto que en 2018 ya había aumentado. Los datos para 2020 y 2022 reflejan la forma desastrosa en que el gobierno federal, apoyado por una parte de la sociedad, trató las cuestiones sociales y económicas durante la pandemia, hasta el punto de llegar al escenario, en 2022, del 30% de la población en inseguridad alimentaria moderada y severa: 1/3 de la población con hambre y el 28% en riesgo de hambre.

Si nos fijamos en la distribución interna, para hacer este panorama un poco más tangible, observamos que, efectivamente, el hambre es más intensa en las zonas rurales, pero, como nuestro país está urbanizado, la mayoría de las personas que pasan hambre residen en zonas urbanas. Es esta complejidad la que debemos apropiarnos para no reproducir ciertos mitos sobre el hambre. Parece que en la ciudad la gente se las arregla, que el hambre está en el campo, lejos; no, el hambre está en la ciudad, muy cerca de nosotros.

Cuando observamos la distribución regional del hambre, vemos que las regiones Norte y Nordeste tienen índices de hambre más elevados que las demás regiones. Es interesante observar cómo la región Norte ha superado a la región Noreste. En este sentido, las zonas de hambre son dinámicas en nuestro país y esto tiene que ver con procesos económicos, sociales y políticos que han debilitado las condiciones de vida en estas regiones. Una hipótesis, para nosotros como comunidad científica, es examinar en qué medida el avance de la frontera agraria y minera está directamente relacionado con la producción de hambre en estos territorios.
Pero cuando miramos los números absolutos, es en el Sudeste donde se localiza la mayor parte de los hogares hambrientos. Para disminuir y contrarrestar los estigmas y mitos de que el hambre está en el Nordeste y en el Sertão Nordeste, los últimos datos del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) muestran a São Paulo como el estado con el mayor número absoluto de hogares en situación de hambre. Esto siempre ha sido muy importante para mí porque, al investigar el hambre en la metrópolis de São Paulo, es posible explicitar que este lugar que concentra muchas riquezas, concentra también mucha miseria.

-¿Qué indican los datos sobre el fenómeno en la realidad brasileña?
Los datos publicados por la Red Penssan consideran los datos producidos anteriormente por el IBGE. Todos estos datos fueron presentados con esa escala que presenté antes.
Cuando observamos la evolución del hambre en Brasil, vemos que entre 2004 y 2013 hubo efectivamente una reducción significativa del hambre en el país. Cayó a la mitad: del 21,5 al 10,3% de la población. Sobre este primer periodo, es importante decir dos cosas. Cuando Lula llegó a la presidencia del país, con el Programa Hambre Cero como bandera de su campaña y primer mandato, muchos decían que no había hambre en Brasil. Sin embargo, la primera encuesta de este tipo apunta a más de 1/5 de la población en esta situación, lo que dice mucho sobre un proceso de negación e invisibilización del hambre que, históricamente, ha atravesado nuestro país. También es importante decir que, aunque el hambre disminuyó entre 2004 y 2013, no hemos visto el fin del hambre en el país.
Mapa del Hambre
La salida de Brasil del Mapa del Hambre dialoga con los datos de desnutrición crónica de la ONU, que fue cuando Brasil dejó de tener más del 5% de su población con desnutrición crónica. La desnutrición crónica prácticamente había desaparecido, pero el hambre no. El hambre aún persistía en muchos hogares, y lo que teníamos en 2013 era la necesidad de ampliar e intensificar las formas de combatir el hambre. Lo que se había hecho entre 2004 y 2013 ya había mostrado sus límites; el proceso de transformación tendría que ser más profundo si queríamos avanzar, de hecho, hacia un periodo en el que las personas dijeran que ni corrían el riesgo de pasar hambre ni pasaban hambre.
Relación entre ingresos y hambre
Es evidente que en una sociedad monetarista, donde el acceso a los alimentos está en el mercado y las personas deben tener dinero para comer, porque pocas personas siembran lo que comen e incluso las que siembran lo que comen no siembran todo y deben recurrir al mercado, la relación entre hambre e ingreso per cápita es muy directa: 71% de los hogares con hasta 1/4 del salario mínimo per cápita presentaban situación de hambre. Es importante destacar que incluso en los hogares en los que la renta per cápita es superior a un salario mínimo, el riesgo de hambre e inanición está presente.
Esto demuestra que el salario mínimo brasileño es un salario de hambre 2; históricamente, ha sido un salario de hambre. Podemos identificar la insuficiencia del salario mínimo de varias maneras. Estudiando el hambre históricamente en la ciudad de São Paulo desde los años 30 y 40, que es cuando se formuló el salario mínimo, hasta los años 70, que es la época de la dictadura, observamos mucha hambre en los hogares de esta franja de renta. Esto muestra también cómo el Estado brasileño, en gran medida, legitima esta situación y no se opone a ella al permitir y sancionar un salario mínimo que no es suficiente para la reproducción de una familia.

La situación laboral de la persona de referencia en el hogar también está directamente relacionada con el hambre. El desempleo produce hambre, las políticas económicas que producen desempleo son políticas que producen hambre. También notamos que, en las familias, cuando hay por lo menos un residente que recibe jubilación de un empleo formal, los índices de hambre tienden a ser menores, aunque todavía altos. Estar empleado no significa estar libre del hambre. Recibir jubilación no significa estar libre de hambre. Esto dialoga directamente con la producción de hambre a través de reformas, como la laboral y la de la seguridad social, que, al quitar derechos a estas poblaciones, arroja a las personas a empleos informales, a la situación de ser trabajadores autónomos, produciendo mayores índices de hambre.
Como la inserción de las personas en el mercado de trabajo está completamente atravesada por cuestiones de raza y género, esto se traducirá en presupuestos muy diferentes para las familias encabezadas por hombres o por mujeres, o por personas blancas en comparación con personas negras o morenas. Cuando la persona de referencia en el hogar es negra o morena, el hambre es más intensa y tiende a estar más presente. Lo mismo ocurre cuando las mujeres son las personas de referencia.

-¿Cuáles son los límites de los datos para una aproximación más precisa al fenómeno del hambre?
Como dije antes, estos datos son muestras y no nos permiten observar territorios más específicos. Recientemente, junto con estudiantes y profesores de la UFABC, dentro de un proyecto de extensión en Heliópolis, que es una de las mayores favelas de São Paulo, hicimos una encuesta sobre el hambre en una de las escuelas. Los datos sobre el hambre son aterradores. Más del 50% de las familias con hijos en la escuela primaria declararon estas experiencias que ratifican que estaban en situación de hambre. Esto plantea enormes retos a la comunidad escolar, ya que es difícil para los maestros y la dirección tratar con una población tan desfavorecida. ¿Qué posibilidad tiene un alumno de concentrarse en sus estudios, de tener plenas posibilidades de aprender cuando se encuentra en esta situación? Pensando que estamos estableciendo una agenda de investigación para el país, este tipo de abordaje es también un incentivo para que otros investigadores hagan análisis más específicos, utilizando escalas de hambre, para que podamos tener retratos específicos que retraten situaciones particulares y específicas y no sólo retratos generales.
-¿Cómo se produce el hambre?
Es importante entender que este fenómeno se produce. Si estoy diciendo que el hambre es un fenómeno producido, esto ya es, automáticamente, una posición a la que adhiero y una contraposición a un variado conjunto de explicaciones que tienden a naturalizar o justificar la existencia del hambre. Por más que las tesis de [el economista Thomas] Malthus ya hayan sido totalmente refutadas por los datos de la realidad, los argumentos malthusianos y neomalthusianos vuelven como una forma de justificar el hambre.
Oímos que la gente pasa hambre porque las familias son demasiado grandes, o argumentos ecologistas de que hay demasiada gente en el mundo y que eso sería una forma de presión sobre el medio ambiente, que no sería posible producir alimentos para todos. Se trata de argumentos falaciosos e ideológicos para mantener las cosas como están y justificar la existencia de personas sometidas a la privación de alimentos.
Otros discursos tienden a situar el hambre como producto del fracaso personal. Los economistas liberales justifican, por ejemplo, el bajo salario mínimo, diciendo que el salario es bajo porque la productividad del trabajador es baja. Este tipo de argumento también responsabiliza a la persona hambrienta de su situación y hace del hambre un problema individual. En otras palabras, la propia persona debería crear las condiciones para salir de la situación.
Frente a esto, es importante reconocer, partiendo de los datos, que el hambre no es un problema puntual, pasajero y atípico en nuestra sociedad. En este sentido, al observar los datos, muchos autores afirman que el hambre es un problema estructural.
-¿Qué significa abordar el problema desde esta perspectiva?
Reflexionando sobre esta afirmación del hambre como problema estructural, propongo dar un paso adelante para no considerar el hambre estructural por su magnitud, que es enorme, sino por ser un elemento estructurador de nuestra sociedad. Decir que el hambre es estructurante es decir que no sólo es un producto de las relaciones sociales y económicas existentes, sino que también es productora de estas relaciones. Desde el punto de vista lógico, es importante pensar cómo el desarrollo del capitalismo, ya sea en Europa o en el resto del mundo, se basó en la desestructuración de otras formas de vida. El hambre siempre ha sido una herramienta muy eficaz para desestructurar otras formas de vida. Cuando se le quita a la gente la fuente de sustento, por ejemplo la tierra, cuando la gente es desposeída de la tierra de la que sacaba y ganaba su sustento, o de los medios de trabajo que tenía, y sometida a la privación de alimentos porque ya no tiene dónde ganarse el sustento, se convierte en cautiva de sus propias necesidades y, por lo tanto, está dispuesta a aceptar las condiciones de trabajo que se le impongan; no las que quiere.
Lo que quiero decir es que los llamados trabajadores “libres” se convierten en esclavos de sus necesidades. El hambre es una necesidad. La no satisfacción de una necesidad muy básica tiene el poder de desestructurar una comunidad, un pueblo, muy rápidamente y, en este sentido, abrir caminos para la transformación de las relaciones en esa sociedad y para el avance de las relaciones capitalistas en ella.
La situación de los yanomami
Mirando el caso brasileño, vemos que hubo un proceso histórico de expropiación. Con la población negra, este proceso comienza con la esclavitud, que fue una forma de expropiar a las personas de todo, incluso del control sobre sus propios cuerpos. Esta expropiación no se detuvo con la colonización; es un proceso continuo y ha formado una masa proletarizada que no tiene acceso a los medios de producción. Esta expropiación, que se prolongó durante siglos en Brasil, entró en el siglo XX.
En Os parceiros do Rio Bonito, Antonio Candido narra cómo la desintegración del modo de vida caipira 3 produjo hambre y cómo el hambre aceleró esta desintegración del modo de vida caipira. Otros relatos muestran cómo la imposición de relaciones sociales modernizadoras, muchas de ellas vinculadas a la revolución verde de la segunda mitad del siglo XX, e impuestas aquí por la dictadura militar, culminaron en procesos de expropiación extremadamente violentos, responsables, entre otros procesos, del enorme flujo migratorio hacia las grandes ciudades.
Un ejemplo reciente de esto es lo que ocurrió y está ocurriendo con los Yanomami en el Norte del país. Esta situación demuestra que la destrucción de otras formas de vida por el hambre no ha terminado. Sabemos que los yanomami han sido objeto de constantes ataques durante cientos de años, pero este ataque se intensificó durante el período en que la extrema derecha al frente del gobierno federal fomentó el avance de la minería ilegal en la región. Este avance ha tenido consecuencias muy graves, entre ellas la producción de una situación de hambre intensa y total.
Hemos visto escenas de personas que se acercan a un estado de inanición. Esta es una forma de acabar con una forma de vida, de acabar con la existencia de esa población y por lo tanto para el gobierno es una forma de tomar las tierras de este pueblo y disponerlas para otros usos, especialmente para aquellos que se benefician.
No sólo la expropiación produce hambre. También hay que ver los grados de explotación que producen hambre. Ni siquiera voy a mencionar los casos de trabajo esclavo que han sido mencionados recientemente en los medios de comunicación, pero observamos que, para alcanzar determinados grados de productividad y rentabilidad de sus negocios, unas personas someten a otras. Así pues, aquí hay personificaciones que debemos nombrar: unos someten a otros a una dieta escasa y monótona, que a menudo conduce a la inanición.
Negocio lucrativo versus remuneración insuficiente
El proceso de expropiación produjo la masa proletarizada que se urbanizó durante el siglo XX, y esta fuerza de trabajo urbana nunca fue totalmente absorbida por el capital. La producción de un excedente de trabajadores forma parte de la lógica de reproducción del capital. Al haber más trabajadores que empleos, hay una enorme presión sobre los salarios de los que tienen empleo. Así, vivimos un proceso de proletarización que no garantiza la inserción de las personas en el mercado de trabajo y, cuando hay inserción en el mercado de trabajo, no hay garantía de satisfacción, dadas las necesidades básicas. Pero eso no explica necesariamente un fracaso de nuestra economía, porque observamos tasas de crecimiento muy elevadas en Brasil durante el siglo XX. La rentabilidad bastante expresiva de algunas empresas se traduce, por otro lado, en una vida cotidiana con remuneraciones exiguas e insuficientes.
De alguna manera, intento señalar que el hambre se produce de diversas formas, en el campo y en la ciudad. No es sólo una actividad económica la que produce hambre. No es sólo la agroindustria, no es sólo el capital financiero, no es sólo el capital industrial, sino que toda la economía funciona de manera tal que la producción y reproducción del hambre se mantiene en niveles muy altos en el país.
-¿Cuáles son las posibilidades de superar el hambre ante este escenario?
Si digo que destruye otras formas de vida, y que forma parte de las estructuras sociales capitalistas, esto me impide afirmar que la superación del hambre pueda lograrse sin transformaciones estructurales. Así que, en alguna medida, necesitaríamos transformaciones bastante radicales en las relaciones sociales del país para vislumbrar la superación del hambre.
Proyecto político ultraliberal y autoritario
Vale la pena entender cómo los diferentes proyectos políticos trataron el tema del hambre en Brasil en el siglo XX. Me abstendré de hacer cualquier análisis del actual gobierno porque es demasiado pronto y aún no sabemos lo que vendrá. Pero es bueno mirar más atrás como forma de prepararnos para interpretar lo que vendrá.
Hubo, a partir del golpe contra la presidenta Dilma Rousseff, el surgimiento de un proyecto ultraliberal y autoritario, que produjo mucha hambre. Este proyecto promovió la compresión de los ingresos de los trabajadores, lo que se tradujo en presupuestos familiares cada vez más apretados e insuficientes. Esta compresión se produjo de varias maneras: el aumento del desempleo, el subempleo, la informalidad y la devaluación del salario mínimo. Este proyecto produjo hambre a través de ataques a los derechos sociales con reformas laborales y de la seguridad social. También ha apoyado prácticas y proyectos que expropian a campesinos, indígenas y a la población de las ciudades. Este proyecto se vende como la producción de nuevas riquezas -y las produce- pero esas riquezas no quedan para las personas que operan esa frontera.
También cabe destacar el desmantelamiento de las políticas públicas. Algunas políticas públicas que históricamente han contribuido a reducir el fenómeno del hambre en el país, como el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) y el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), han sido francamente desechadas y destruidas durante el mantenimiento de este proyecto. También es una característica de este proyecto la nebación de la existencia del hambre. Por lo tanto, no hay mucha novedad en el hecho de que el ex presidente Bolsonaro dijera que no había hambre en el país -dijo que “no veía gente delgada en las calles”. Esto demuestra que lleva consigo una definición hiper restringida del hambre, como una forma de ocultar el problema.
Proyecto político liberal progresista
Otro proyecto reciente del siglo XXI -y es difícil darle un nombre a este proyecto, por lo que utilizo una clasificación provisoria- es el proyecto liberal progresista, que ha actuado de forma diferente. En el gráfico anterior, vimos que entre 2004 y 2014 hubo una disminución del hambre, relacionada con la gestión y administración del hambre.
A diferencia de un proyecto ultraliberal, que niega la existencia del hambre, el proyecto liberal progresista tiende a reconocer la existencia del hambre y busca minimizarla. Algunas organizaciones internacionales, como el Banco Mundial y la FAO, desempeñan un papel importante en el desarrollo de este proyecto político. Son estas organizaciones las que aportan la perspectiva de la seguridad alimentaria. El uso de este concepto, actualmente hegemónico en el debate sobre los problemas relacionados con la alimentación, tiene su origen en las dos guerras mundiales, cuando los alimentos se utilizaron como arma de guerra. En aquella época, los gobiernos y los militares reconocían que la falta de alimentos podía desorganizar completamente a una sociedad. Por lo tanto, era esencial garantizar que la población tuviera acceso a una ración mínima. Desde entonces, este concepto ha sido reelaborado, pero especialmente desde los años 80, cuando el Banco Mundial empezó a utilizarlo, se ha convertido en una herramienta para la gestión y administración del hambre.
La preocupación del Banco Mundial por el hambre está directamente relacionada con los efectos y ajustes estructurales producidos por el proyecto neoliberal. Estas mismas instituciones produjeron ajustes estructurales que intensificaron el hambre en todo el mundo y, al intensificarse el hambre, se observaron revueltas, conflictos e interrupciones del orden en diversos países. El sentido, por lo tanto, es no dejar que esto vuelva a ocurrir, es decir, no dejar que el hambre alcance una magnitud que interrumpa los negocios.
Pero vencer el hambre no es el sentido de este proyecto. Opera a través de restricciones sobre lo que es el hambre, como la desnutrición crónica, por ejemplo, y, en muchos sentidos, apuesta por el libre mercado como salida a esta situación. Es evidente que en el BM existe la postura de que deben evitarse las reservas públicas de alimentos o los canales públicos. Cuanto más libre sea el mercado, mayor será la posibilidad de que la gente no pase hambre. No es casualidad que el Banco Mundial defienda los programas de transferencia de ingresos como política pública para superar el hambre. No estoy en contra de los programas de transferencia de ingresos, pero es importante tener una mirada crítica, porque no son suficientes. Este mismo Banco Mundial tiene una política que va contra los derechos de los trabajadores, contra los derechos de la seguridad social. Así que, en cierta medida, lo que quiere es disminuir los derechos y manejar a la población más empobrecida a través de programas de transferencias monetarias.
Detrás de este proyecto político se esconden las relaciones sociales y de clase y el antagonismo entre ellas. Parece que todos estamos en el mismo barco, pero, como la pandemia lo hizo explícito, no lo estamos.
-¿Qué proyecto político, en alguna medida, nos ayudaría a vislumbrar la superación del hambre?
Sería un proyecto político emancipador. Desgraciadamente, este proyecto no está en nuestro horizonte inmediato. Si nos movemos entre el proyecto ultraliberal autoritario y el proyecto liberal progresista con alguna preocupación social, queda claro que nuestro horizonte político es bastante reducido. Pero estancarse en estas dos perspectivas significa abdicar de un proyecto de erradicación del hambre, que debería ser nuestro proyecto. Sólo un proyecto político emancipador que cuestione las relaciones sociales capitalistas puede librarnos del hambre. En mi opinión, quienes lo hacen hoy son los movimientos sociales.
Durante la pandemia, hemos visto crecer formas de empleo bastante precarias y una de ellas es la de los repartidores de comida, yendo en bicicleta y pasando hambre. Esta es una situación contradictoria y reveladora de nuestra sociedad: jóvenes, en su mayoría negros y periféricos, iban en bicicleta por la ciudad, llevando comida a otras personas, pasando hambre, mientras su empleador, que no se sitúa como empleador debido a la fluidez de las relaciones laborales que permite la legislación, crecía y recibía inversiones para crecer. El iFood actúa, como muchas otras empresas, a través de su marketing social y acciones filantrópicas. Así, la empresa que producía hambre también convocaba a sus clientes a compartir una comida. No se sentó a la mesa para dialogar con los repartidores para aumentar el valor de las entregas de quienes trabajaban directamente con ella, pero en el ámbito de la donación y la filantropía, de alguna manera limpió su imagen.
Los movimientos sociales y la construcción de un proyecto emancipador
Algunos movimientos sociales necesitan ser reconocidos como portadores de un proyecto emancipador. Uno de ellos es La Vía Campesina, que propone un proyecto de soberanía alimentaria. Reivindicar la soberanía sobre un elemento tan central para la reproducción de la vida y de los trabajadores significa reivindicar una transformación de los fundamentos de nuestra sociedad. Significa oponerse a la tiranía de la propiedad privada de los medios de producción, reivindicar el acceso a la tierra para los campesinos y los pueblos indígenas, y reivindicar los demás medios de producción de subsistencia. También significa oponerse al chantaje que supone empujar a la gente a trabajos degradantes y mal pagados porque tienen hambre.
Hay que reconocer que proyectos son emancipadores, por pequeños que sean, y unir fuerzas con ellos, porque sólo ellos encierran la posibilidad de vislumbrar un futuro sin hambre. La administración y la gestión del hambre pueden producir sus efectos, pero no debemos perder de vista que el sentido debe ser el de superar el hambre.
Notas de Correspondencia de Prensa
- Josué de Castro, Geografía del Hambre, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1950. También del mismo autor: El libro negro del hambre, o dilema brasileiro pan o acero, Eudeba, Buenos Aires, 1960. ↩
- El salario mínimo actual es de 1.300 reales (120 dólares) mensuales. ↩
- Alude al modo de vida típico de las comunidades rurales tradicionales y a una alimentación en base de café hecho con filtro de tela, leche caliente ordeñada de la vaca, y rosquillas de harina. ↩