Irán – Los sindicatos en el movimiento de protestas. [Frieda Afary]

RSISL, 9-2-2023

Traducción de Correspondencia de Prensa, 14-2-2023

El 16 de enero se cumplieron cuatro meses de un nuevo levantamiento en Irán, que comenzó con protestas contra la detención y asesinato por la policía de una joven kurda, Zhina Mahsa Amini, a causa de su hiyab «inapropiado». Más de 18.000 personas fueron detenidas y más de 500 murieron a manos de la policía y el ejército en las protestas a escala nacional. Cuatro jóvenes fueron ahorcados por su participación en las protestas y otros nueve están condenados a muerte. Otros 109 manifestantes se enfrentan a la pena de muerte. Policías y soldados disparan a los manifestantes en los ojos y en las zonas genitales.

Los informes indican un aumento de la gravedad de las golpizas y violaciones de mujeres y hombres detenidos por la policía. Cuando algunas de las personas brutalmente golpeadas y violadas por la policía mueren a causa de sus heridas, el gobierno afirma falsamente que se suicidaron. El nuevo jefe de la policía iraní es el tristemente célebre Ahmad Reza Radan, que encabezó la brutal represión del Movimiento Verde de 2009 y fue el jefe de la policía represiva en las provincias de Kurdistán, Sistán y Baluchistán.

Las mujeres siguen liderando el levantamiento y se oponen no sólo al uso obligatorio del hiyab, sino al propio régimen. En palabras de una militante feminista iraní que desea guardar el anonimato: «Es la resistencia de nosotras, las mujeres, la que marcará realmente el rumbo futuro de la historia. Si retrocedemos, sufriremos una gran derrota».

En respuesta a la negativa generalizada de las mujeres a llevar el hiyab o el pañuelo en la cabeza, la fiscalía general iraní ordenó a la policía que reprimiera con más dureza a las mujeres, con penas que van desde multas hasta la expropiación de sus vehículos, la pérdida de su empleo remunerado [si lo tienen], la pérdida del derecho a viajar al extranjero, la imposibilidad de acceder a los servicios gubernamentales y públicos, los trabajos forzados y hasta 10 años de cárcel.

Anteriormente, en la República Islámica, la pena legal para las mujeres que no llevaban el hiyab en público era de hasta dos meses de prisión y una multa. Las sanciones legales adicionales mencionadas anteriormente son recientes. Además, la institución del trabajo forzado para las mujeres sin velo marca un esfuerzo por promover el encarcelamiento masivo de mujeres no sólo con fines de dominación misógina y abuso sexual sádico, sino también para la producción, en un momento en que el país está al borde del derrumbe económico.

Hay que destacar también que, aunque la mayoría de los manifestantes del levantamiento actual son jóvenes, la mayoría son de clase trabajadora o representan a la empobrecida clase media de un país en el que dos tercios de una población de 88 millones de habitantes se encuentran por debajo del umbral de pobreza relativa o absoluta. Los cuatro jóvenes manifestantes que fueron ahorcados por el régimen en diciembre y enero pertenecían a la clase trabajadora: Mohammad Hosseini, obrero avícola; Mohsen Shekari, trabajador de una cafetería y encargado del cuidado de su abuela; Majid Reza Rahnavard, trabajador de una tienda; y Mohammad Mehdi Karami, campeón kurdo de karate e hijo de un vendedor ambulante.

En un país donde la organización sindical y profesional independiente está severamente restringida o prohibida por el Estado, los pocos sindicatos auténticos existentes (no controlados por el Estado) participaron activamente en el levantamiento y ahora apoyan explícitamente en sus declaraciones los derechos de las mujeres y de las minorías nacionales y étnicas.

En un artículo anterior examiné algunas de las dimensiones feministas explícitas del levantamiento. Aquí, me gustaría resaltar el apoyo de los trabajadores y de la clase obrera a las manifestaciones en curso. A continuación, figuran algunas de las huelgas sindicales organizadas que han declarado explícitamente su apoyo al levantamiento. Del 5 al 7 de diciembre también tuvieron lugar huelgas en pequeñas empresas, tiendas y comerciantes de bazares tradicionales en 50 ciudades de Irán, en solidaridad con el levantamiento.

El compromiso de los sindicatos

Una semana después del inicio de las protestas, el 24 de septiembre, el Consejo de Coordinación de los sindicatos de docentes, cuyos dirigentes están en prisión por haber organizado huelgas anteriores, hizo un llamado a una huelga nacional. El llamamiento decía: «Los asesinos dogmáticos han convertido el país en una base militar para reprimir al pueblo que protesta… Haremos huelga conjuntamente con las protestas callejeras para que juntos podamos paralizar los mecanismos de este sistema represivo y mostrarles la fuerza de los oprimidos a los corruptos opresores, misóginos y a los que odian al Otro que ejercen el poder.» Esta convocatoria dio lugar a una huelga de dos días en la que se exigió la liberación de todos los estudiantes y profesores detenidos y la prohibición de la entrada de policías y militares en los centros de enseñanza. Los días 11 y 12 de diciembre, los profesores volvieron a la huelga en más de 60 ciudades de todo el país. 

Mientras tanto, el Council of Petrochemical Contract Workers [trabajadores de la petroquímica bajo contrato] lanzó dos llamamientos a la huelga a finales de septiembre y en octubre. En su primer llamamiento, el 26 de septiembre, afirmaban: «Le advertimos [al gobierno] que, si no cesan las detenciones, las masacres del pueblo, la represión y el acoso a las mujeres a causa del hiyab, no nos quedaremos callados. Junto con el pueblo, protestaremos y pararemos el trabajo. Defendemos la lucha popular contra la violencia organizada y cotidiana ejercida contra las mujeres, contra los pobres, la falta de apoyo y el infierno que gobierna la sociedad.» Esta referencia y reconocimiento de la violencia cotidiana contra las mujeres no tenía precedentes por su parte, ya que iba más allá de las reivindicaciones anteriores, que eran económicas y pedían la liberación de los trabajadores detenidos.

Tras el llamado a la huelga, los días 10 y 11 de octubre, más de 4.000 trabajadores de la industria petroquímica del sur de Irán se declararon en huelga de solidaridad. Más de 200 trabajadores fueron detenidos, muchos de los cuales siguen en prisión. Intentaron otra huelga el 25 de octubre, que fue aplastada poco después de su lanzamiento. El 5 de diciembre, los trabajadores petroquímicos bajo contrato iniciaron una huelga de tres días como parte de una oleada de huelgas a escala nacional y exigieron la liberación de todos los detenidos y el fin de las condenas a muerte. El 18 de diciembre, el sindicato emitió otra declaración, que decía: «Ya no estamos dispuestos a vivir en la esclavitud y la degradación. Las ejecuciones no nos harán ceder en nuestra exigencia de una vida decente con dignidad y respeto». El 17 de enero, los trabajadores petroleros con contrato permanente iniciaron una huelga de un día. Pero, esta vez, sólo plantearon exigencias económicas.

El sindicato de trabajadores de la caña de azúcar Haft Tappeh, que lucha desde hace años contra los salarios no pagados, los bajos sueldos y las terribles condiciones de trabajo, hizo públicas el 1 de octubre sus reivindicaciones, que incluían por primera vez el derecho a elegir su propia vestimenta y el derecho a la libertad de expresión y a la educación gratuita. El 18 de octubre intentaron una huelga, pero fueron reprimidos. El 25 de noviembre, el sindicato emitió una declaración conjunta con el Sindicato Nacional de Jubilados en la que decían: «Los trabajadores estamos en contra de todas las formas de opresión, la opresión nacional, la opresión de género y, fundamentalmente, la explotación. Exigimos que salgan del Kurdistán todas las fuerzas armadas represivas y la liberación de todos los presos y detenidos».

El 23 de noviembre, el Sindicato de propietarios y conductores de camiones hizo un llamamiento a la huelga en todo el país. La convocatoria afirmaba: «¿Cómo podemos ignorar la difícil situación de nuestros colegas inocentes y de otras personas en Kurdistán, Baluchistán, Izeh [en Juzestán] y otras ciudades cubiertas de sangre?». La huelga comenzó el 26 de noviembre y se unió a la oleada de huelgas en todo el país del 5 al 7 de diciembre. Hasta ahora, cuatro de los camioneros que participaron en la huelga han sido condenados a penas de entre 1 y 10 años de cárcel.

La Alianza de Médicos también hizo un llamado a médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud para que se unieran a la oleada de huelgas en todo el país del 5 al 7 de diciembre. Ellos se oponen específicamente a las ejecuciones, asesinatos, enceguecimiento y violaciones de manifestantes, así como a las detenciones de manifestantes heridos por parte de la policía y los militares que entran en los hospitales para arrestarlos.

¿Problemas en el seno de la clase dirigente iraní?

El levantamiento actual ha puesto de manifiesto las divisiones en el seno de la clase dirigente, como demostró recientemente la ejecución ordenada por el Estado de Alireza Akbari, ex viceministro de Defensa y ex alto mando de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, acusado de espionaje al servicio de Gran Bretaña. Antes de su ejecución, Akbari había dicho en un archivo de audio enviado a la BBC que fue detenido por su cercanía al ala reformista del gobierno. Un sitio web vinculado al gobierno también afirmó que el caso contra él no tenía nada que ver con el espionaje, sino que se refería a «la transferencia de dirección».

Queda por ver si estas luchas internas por el poder crearán una ruptura. La mayor parte de la clase dirigente pertenece o está vinculada a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, que están muy involucrados en el sistema capitalista de Estado militarizado de Irán, tanto económica como ideológicamente. Sin embargo, incluso Ahmad Tavakkoli, uno de los miembros del «Consejo de Discernimiento del Sistema», que es el máximo órgano después del Líder Supremo, el ayatolá [Alí Hoseiní] Jamenei, advirtió recientemente de que «los disturbios de los pobres se avecinan». En respuesta a la oposición del gobierno a un impuesto sobre las plusvalías, dijo: «No tomen medidas que permitan que los pobres se nos echen encima y nos desmantelen».

Al término del cuarto mes del actual levantamiento en Irán, podemos decir que, en comparación con los levantamientos anteriores de 2009, 2017-18 y 2019, el grado de participación de la clase trabajadora es mayor y los medios con los que se han planteado los derechos de las mujeres y las minorías no tienen precedentes. La mayoría de la población iraní está de acuerdo en que es necesaria una revolución para abrir el camino a la creación de una alternativa pacífica y democrática.

Pero es extremadamente difícil llevar a cabo los debates y discusiones necesarios para desarrollar y hacer realidad una alternativa democrática en Irán con una represión tan brutal y con dirigentes feministas, sindicales, de minorías nacionales y estudiantiles que languidecen en las cárceles. Por eso, necesitamos una campaña de solidaridad continua y decidida por parte de las feministas de todo el mundo para informar sobre lo que está ocurriendo y enviar ayuda material a las militantes por los derechos de las mujeres y de los trabajadores en Irán. Esto, a su vez, puede reforzar los esfuerzos de las dirigentes feministas encarceladas como Narges Mohammadi, de las dirigentes feministas liberadas temporalmente como Nasrin Sotoudeh y de otras militantes feministas para llegar a las mujeres kurdas, baluchíes, árabes, azeríes, bahá’ís y sunitas con el fin de acabar con el chovinismo étnico y religioso y promover una alternativa progresista, feminista y democrática.

(Publicado en Asian Labour Review, 8-2-2023)